Libros de Abby
lunes, 20 de mayo de 2013
50 Sombras de Grey - Cap: 15
Capítulo 15
ola. —Me siento insoportablemente tímida cuando abro la
puerta. Christian está de pie en el porche en sus pantalones y una
chaqueta de cuero.
—Hola —dice y su rostro se ilumina con su radiante sonrisa. Me toma un momento
para admirar la belleza. Oh Dios mío, se ve atractivo en cuero.
—Entra.
—Si me permites —dice divertido. Levanta una botella de champán mientras entra—.
Pensé que podríamos celebrar tu graduación. Nada le gana a un buen Bollinger.
—Interesante elección de palabras —comento secamente.
Él sonríe.
—Oh, me gusta tu ingenio constante, Anastasia.
—Solo tenemos tazas. Hemos empaquetado todas las copas.
—¿Tazas? Suena bien para mí.
Me dirijo a la cocina. Nerviosa, mariposas volando en mi estómago, es como tener a
una pantera o a un león de montaña completamente impredecible y predador en mi
sala de estar.
—¿Quieres un plato también?
—Las tazas están bien, Anastasia —dice Christian distraídamente desde la sala.
Cuando regreso, él está mirando el paquete café de libros. Pongo las tazas sobre la
mesa.
—Eso es para ti —murmuro con ansiedad.
Mierda… esta probablemente va a ser una pelea.
—Hmmm, me lo había imaginado. Una cita muy acertada. —Su dedo índice largo
traza la escritura de forma ausente—. Pensé que yo era D’Uberville, no Angel. Elegiste
la degradación. —Me da una breve sonrisa lobuna—. Confío en ti para encontrar algo
que resuene apropiadamente.
—También es una súplica —susurro. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Mi boca está seca.
—¿Una súplica? ¿Para que me lo tome más despacio contigo?
Asiento.
—Compré estos para ti —dice en voz baja con mirada impasible—. Lo tomaré más
despacio contigo si los aceptas.
Trago saliva con dificultad.
—Christian, no puedo aceptarlos, son demasiado.
—Ves, esto es de lo que te estaba hablando, me desafías. Quiero que los tengas y ese es
el final de la discusión. Es muy simple. No tienes que pensar en esto. Como una
sumisa deberías simplemente estar agradecida por ellos. Aceptas lo que te compro
porque me complace hacerlo.
—No era una sumisa cuando los compraste para mí —susurro.
—No… pero has aceptado, Anastasia. —Sus ojos se vuelven cautelosos.
Suspiro. No voy a ganar esta, así que paso al plan B.
—Entonces, ¿son míos para hacer lo que quiera?
Me mira de forma interrogante, pero lo confirma.
—Sí.
—En ese caso, me gustaría donarlos a caridad, a una que trabaja en Darfur ya que
pareces estar comprometido con ello. Ellos pueden subastarlos.
—Si eso es lo que deseas. —Su boca se establece en una línea dura. Está decepcionado.
Me sonrojo.
—Pensaré en ello —murmuro, no quiero decepcionarlo y sus palabras regresan a mí.
Quiero que quieras complacerme.
—No pienses, Anastasia. No sobre esto. —Su tono es bajo y serio.
¿Cómo puedo no pensar? Puedes pretender ser un automóvil, como sus otras posesiones, mi
subconsciente hace la desagradable declaración mordaz. La ignoro. Oh, ¿no podemos
retroceder? La atmósfera entre nosotros ahora es tensa. No sé qué hacer. Bajo la
mirada a mis dedos. ¿Cómo arreglo esta situación?
Deja la botella de champan sobre la mesa y se queda de pie frente a mí. Poniendo su
mano bajo mi barbilla, levanta mi cabeza. Me mira con expresión grave.
—Voy a comprarte un montón de cosas, Anastasia. Acostúmbrate a ello. Puedo
permitírmelo. Soy un hombre muy rico. —Se inclina hacia abajo y planta un beso
casto y rápido sobre mis labios—. Por favor. —Me suelta.
Vaya, me dice mi subconsciente.
—Me hace sentir barata —murmuro.
Christian pasa las manos por su cabello, exasperado.
—No debería. Estás pensándolo demasiado, Anastasia. No hagas juicios morales
vagos sobre ti basada en lo que otros puedan pensar. No desperdicies tu energía. Sólo
es porque tienes reservas sobre nuestro acuerdo, eso es perfectamente natural. No sabes
en lo que te estás metiendo.
Frunzo el ceño, procesando sus palabras.
—Oye, detén esto —ordena suavemente, ahuecando mi barbilla nuevamente y tirando
de ella con cuidado para liberar mi labio inferior de mis dientes—. No hay nada en ti
que sea barato, Anastasia. No te tendré pensando eso, solo compré algunos libros
viejos que pensé que significarían algo para ti, eso es todo. Tomemos algo de
champan. —Sus ojos son cálidos, suaves y le sonrío tentativamente en respuesta—.
Eso está mejor —murmura. Toma la champan, quita la parte superior de aluminio,
tuerce la botella más que el corcho y la abre con un suave “pop” y una practicada
floritura que no derrama siquiera una gota. Llena las tazas hasta la mitad.
—Es rosa —murmuro, sorprendida.
—Bollinger Grade Année Rosé 1999, un año excelente —dice con entusiasmo.
—En tazas de té.
Él sonríe.
—En tazas de té. Felicitaciones por tu título, Anastasia. —Chocamos nuestras tazas y
él toma un trago, pero no puedo evitar pensar que esto en realidad es por mi decisión.
—Gracias —murmuro y tomo un sorbo. Por supuesto, es delicioso—. ¿Deberíamos
repasar los límites suaves?
Él sonríe y me sonrojo.
—Siempre tan ansiosa. —Christian toma mi mano y me dirige al sofá donde se sienta
y me jala hasta su lado.
—Tu padrastro es un hombre muy taciturno.
Oh… nada de límites suaves para él. Solo quiero sacar esto del camino; la ansiedad me está
royendo.
—Lograste tenerlo comiendo de tu mano —digo.
Christian se ríe suavemente.
—Solo porque sé como pescar.
—¿Cómo supiste que le gustaba pescar?
—Tú me lo dijiste, cuando fuimos por un café.
—Oh… ¿lo hice? —Tomé otro sorbo. Vaya, él tiene memoria para los detalles.
Hmm… esta champan es realmente buena—. ¿Probaste el vino en la recepción?
Christian hace una mueca.
—Sí. Era asqueroso.
—Pensé en ti cuando lo probé. ¿Cómo lograste ser tan entendido sobre el vino?
—No soy entendido, Anastasia. Solo sé lo que me gusta. —Sus ojos grises brillan, casi
plateados y me hace sonrojar—. ¿Un poco más? —pregunta, refiriéndose a la
champan.
—Por favor.
Christian se levanta con gracia y recoge la botella. Llena mi taza. ¿Me está
emborrachando? Lo miro con recelo.
—Este lugar se ve bastante desnudo, ¿están listas para la mudanza?
—Más o menos.
—¿Trabajarás mañana?
—Sí, mi último día en Clayton’s.
—Te ayudaría a mudarte, pero prometí encontrarme con mi hermana en el aeropuerto.
Oh… estas son noticias.
—Mia llega de Paris muy temprano la mañana del sábado. Me dirigiré de regreso a
Seattle mañana, pero escuché que Elliot les está ayudando.
—Sí, Kate está muy emocionada sobre eso.
Christian frunce el ceño.
—Sí, Kate y Elliot, ¿quién lo hubiese pensado? —murmura y por alguna razón, no
parece complacido.
—Entonces, ¿qué harás sobre el trabajo en Seattle?
¿Cuándo vamos a hablar sobre los límites? ¿Cuál es su juego?
—Tengo un par de entrevistas para lugares de práctica.
—E ibas a decirme eso, ¿cuándo? —Arquea una ceja.
—Err… te lo estoy diciendo ahora.
Él entrecierra los ojos.
—¿Dónde?
Por alguna razón, posiblemente porque tal vez utilizaría su influencia, no quiero
decírselo.
—Un par de editoriales.
—¿Eso es lo que quieres hacer, algo en el mundo editorial?
Asiento con cautela.
—¿Bien? —Me mira pacientemente, esperando más información.
—¿Bien qué?
—No seas obtusa, Anastasia, ¿qué editoriales? —pregunta.
—Solo las pequeñas —murmuro.
—¿Por qué no quieres que sepa?
—Influencia indebida. —Frunce el ceño—. Oh, ahora tú estás siendo obtuso.
Ríe
—¿Obtuso? ¿Yo? Dios, eres un reto. Bebe, hablaremos sobre los límites. —Toma otra
copia de mi correo electrónico y la lista. ¿Llevará estas listas en sus bolsillos? Creo que
hay una en la chaqueta de él que yo tengo. Mierda, mejor no olvido eso. Bebo de mi
taza.
Me da un vistazo rápido.
—¿Más?
—Por favor.
Me sonríe con esa petulante sonrisa privada suya, levanta la botella de champan y se
detiene.
—¿Has comido algo?
Oh, no… no esto de nuevo.
—Sí, estuve en una cena de tres platos con Ray. —Pongo mis ojos en blanco hacia él.
La champan me hace audaz.
Se inclina hacia adelante y sostiene mi barbilla, mirándome intensamente a los ojos.
—La próxima vez que me pongas los ojos en blanco, te pondré sobre mi rodilla.
¡¿Qué?!
—Oh. —Suspiro, puedo ver la excitación en sus ojos.
—Oh —responde imitando mi tono—. Así comienza, Anastasia.
Mi corazón golpea contra mi pecho y las mariposas vuelan desde mi estómago hasta
mi atragantada garganta. ¿Por qué me excita eso?
Llena mi copa y me tomo prácticamente todo. Escarmentada, levanto la mirada hacia
él.
—Tengo tu atención ahora, ¿verdad?
Asiento.
—Respóndeme.
—Sí, tienes mi atención.
—Bien. —Sonríe con una sonrisa de conocimiento—. Entonces, actos sexuales.
Hemos hecho la mayoría de esto.
Me muevo más cerca de él en el sofá y miro la lista.
APÉNDICE 3
Límites suaves.
Para ser discutidos y acordados por ambas partes:
¿Cuál de los siguientes actos sexuales son aceptados por la Sumisa?
Masturbación
Felación.
Cunnilingus
Penetración vaginal
Penetración vaginal con mano.
Penetración Anal.
Penetración anal con mano.
—Sin manos, dijiste. ¿Alguna otra cosa que quieras objetar? —dice suavemente.
Trago.
—La penetración anal no es exactamente de mi tipo.
—Estoy de acuerdo con lo de las manos, pero realmente me gustaría probar tu trasero,
Anastasia. Pero esperaremos para eso. Además, no es algo en lo que simplemente
podamos sumergirnos. —Me sonríe—. Tu trasero necesita entrenamiento.
—¿Entrenamiento? —susurro.
—Oh, sí. Necesitará una preparación cuidadosa. La penetración anal puede ser muy
placentera, confía en mí. Pero si la probamos y no te gusta, no tenemos que volver a
hacerlo. —Me sonríe.
Parpadeo. ¿Cree que lo voy a disfrutar?
—¿Ya lo has hecho? —susurro
—Sí.
Demonios. Jadeo.
—¿Con un hombre?
—No. Nunca he tenido sexo con un hombre. No es mi escenario.
—¿La Sra. Robinson?
—Sí.
¿Demonios… cómo? Frunzo el ceño. Continúa con la lista.
—De acuerdo… tragar semen. Bueno, tienes una A en eso.
Me sonrojo y mi diosa interior frunce sus labios brillando con orgullo.
—Entonces —me mira sonriéndome—, ¿tragar semen está bien?
Asiento, incapaz de mirarlo a los ojos y vuelvo a tomar un trago.
—¿Más? —pregunta.
—Más. —Y de pronto, mientras, llena mi copa, recuerdo la conversación que tuvimos
más temprano. ¿Se está refiriendo a eso o a la champan? ¿Es todo este asunto de la
champan algo más?
—¿Juguetes sexuales? —pregunta.
Me encojo de hombros, mirando la lista.
¿Es el uso de juguetes sexuales aceptable para la Sumisa?
Vibradores.
Consoladores.
Tapón Anal.
Otros.
—¿Tapón anal? ¿Hace lo que creo que hace? —Arrugo mi nariz en disgusto.
—Sí. —Sonríe—. Y sirve para la penetración anal. Entrenamiento.
—Oh… ¿Qué hay en los “otros”?
—Bolas, huevos… ese tipo de cosas.
—¿Huevos? —Me alarmo.
—No huevos reales. —Se ríe en voz alta sacudiendo su cabeza.
Frunzo mis labios.
—Me alegra que me encuentres divertida. —No puedo evitar sonar dolida. Él deja de
reír.
—Me disculpo. Señorita Steele, lo siento. —Trata de sonar arrepentido, pero sus ojos
todavía bailan con humor—. ¿Algún problema con los juguetes?
—No —espeto.
—Anastasia. —Me engatusa—. Lo siento, créeme. No me quería reír. Nunca he tenido
esta conversación tan detallada. Es solo que eres tan inexperta. Lo siento. —Sus ojos
son grandes, grises y sinceros.
Me descongelo un poco y bebo otro sorbo de champan.
—Bien… bondage —dice, regresando a la lista. Examino la lista y mi diosa interior
brinca arriba y abajo como una niña pequeña esperando por helado.
¿El Bondage es aceptable para la Sumisa?
Manos al frente
Manos detrás
Tobillos
Rodillas
Codos
Muñecas a los tobillos
Barras separadoras
Atar al mobiliario
Ojos vendados
Amordazar
Sujeción con Soga
Sujeción con Cinta
Sujeción con puños de cuero
Suspensión
Sujeción con esposas/restricciones de metal
—Hemos hablado sobre la suspensión. Y está bien si quieres ponerlo como un límite
duro. Toma una gran cantidad de tiempo y de todas formas, sólo te tengo por cortos
periodos de tiempo. ¿Algo más?
—No te rías de mí pero, ¿qué es una barra separadora?
—Prometí no reírme. Me he disculpado dos veces. —Me mira—. No me hagas hacerlo
de nuevo —advierte. Y creo que me encojo visiblemente… oh, él es tan mandón—. Un
separador es una barra con puños de cuero para tobillos y/o muñecas. Son divertidos.
—Está bien… Sobre amordazarme. He estado preocupada por si no seré capaz de
respirar.
—Me preocuparía si no pudieras respirar. No quiero asfixiarte.
—¿Y cómo utilizaré las palabras de seguridad si voy a estar amordazada?
Hace una pausa.
—Primero que todo, espero que nunca tengas que usarlas. Pero si estás amordazada,
utilizaremos señales con las manos —dice simplemente.
Parpadeo hacia él. Pero si estoy atada, ¿cómo iba a funcionar eso? Mi cerebro está
empezando a oscurecerse… hmm, alcohol.
—Estoy nerviosa acerca del amordazamiento.
—Está bien. Tomaré nota.
Lo miro fijamente, comprendiendo.
—¿Te gusta atar a tus sumisas para que así no puedan tocarte?
Me mira, sus ojos ampliándose.
—Esa es una de las razones —dice en voz baja.
—¿Es por eso que has atado mis manos?
—Sí.
—No te gusta hablar sobre eso —murmuro.
—No, no me gusta. ¿Te gustaría otro trago? Te está haciendo valiente y necesito saber
cómo te sientes acerca del dolor.
Maldición… esta es la parte difícil. Vuelve a llenar mi taza y tomo un sorbo.
—Entonces, ¿cuál es tu actitud general de recibir dolor? —Christian me mira
expectante—. Estás mordiendo tu labio —dice sombríamente.
Me detengo de inmediato, pero no sé que decir. Me sonrojo y bajo la mirada a mis
manos.
—¿Fuiste castigada físicamente de niña?
—No.
—Entonces, ¿no tienes ningún campo de referencia?
—No.
—No es tan malo como crees. Tu imaginación es tu peor enemiga en esto —susurra.
—¿Tienes que hacerlo?
—Sí.
—¿Por qué?
—Va con el territorio, Anastasia. Es lo que hago. Puedo ver que estás nerviosa. Vamos
a ver los métodos.
Él me muestra la lista. Mi subconsciente corre, gritando y se esconde detrás del sofá.
Nalgadas
Palmadas
Azotes
Palmetazo
Mordidas
Abrazaderas de pezones
Abrazaderas genitales
Hielo
Cera caliente
Otros tipos/métodos de dolor
—Bueno, dijiste no a las abrazaderas genitales. Eso está bien. Es el castigo que más
duele.
Me pongo blanca.
—Podemos trabajar en eso.
—O no hacerlo para nada —susurro.
—Esto es parte del trato, nena, pero trabajaremos en todo esto. Anastasia, no te llevaré
demasiado lejos.
—Esta cosa del castigo es lo que más me preocupa. —Mi voz es muy pequeña.
—Bueno, me alegro de que me lo dijeras. Dejaremos los castigos por ahora. Y cuando
te sientas más cómoda con el asunto, aumentaremos la intensidad. Lo tomaremos con
calma.
Trago, él se inclina hacia adelante y besa mis labios.
—Listo, no fue tan malo ¿no?
Me encojo, mi corazón en mi boca de nuevo.
—Mira, quiero hablar de una cosa más, después te llevaré a la cama.
—¿Cama? —Parpadeo rápidamente y mi sangre palpita alrededor de mi cuerpo,
calentando lugares que no sabía que existían hasta hace poco.
—Vamos, Anastasia, hablar de esto me hace querer follarte hasta la próxima semana,
ahora mismo. Debe estar teniendo algún efecto en ti también.
Me retuerzo. Mi diosa interior está jadeando.
—¿Ves? Además, hay algo que quiero probar.
—¿Algo doloroso?
—No, deja de ver dolor en todos lados. Principalmente es placer. ¿Te he hecho daño
hasta ahora?
Me sonrojo.
—No.
—Bien, entonces. Mira, hoy temprano estábamos hablando sobre querer más. —Se
detiene, inseguro de repente.
Dios... ¿hacia dónde va esto?
Aprieta mi mano.
—Fuera del tiempo en que eres mi sub, tal vez podamos probar. No sé si funcionará.
No sé si podremos separarlo todo. Podría no funcionar. Pero estoy dispuesto a
intentarlo. Tal vez una noche a la semana. No sé.
Santa mierda... mi boca se abre, mi subconsciente está sorprendido, ¡Christian Grey
quiere ir por más! ¡Está dispuesto a intentarlo! Mi subconsciente se asoma desde atrás del
sofá, aun notándose la sorpresa en su cara de arpía.
—Tengo una condición. —Mira con cautela mi expresión atontada.
—¿Qué? —Suspiro. Lo que sea. Te daré lo que sea.
—Acepta gentilmente mi regalo de graduación.
—Oh. —Y en el fondo, sé lo que es. El temor se extiende en mi vientre.
Mira hacia mí, juzgando mi reacción.
—Vamos —murmura y se levanta, arrastrándome. Quitándose su chaqueta, la pone
sobre mis hombros y se dirige hacia la puerta.
Aparcado fuera, hay un Audi rojo con tres puertas.
—Es para ti. Feliz graduación —murmura, estrechándome en sus brazos y besando mi
cabello.
Me ha comprado un maldito automóvil nuevo, según veo. Caray... he tenido
suficientes problemas con los libros. Lo miro inexpresivamente, tratando
desesperadamente de determinar cómo me siento respecto a eso. Por un lado, estoy
horrorizada y agradecida por el otro, sorprendida de que realmente haya hecho eso,
pero la emoción principal es enfado. Sí, estoy enojada especialmente después de lo que le dije sobre los libros... pero él ya ha comprado esto. Tomando mi mano, me conduce
hacia abajo por el camino a la nueva adquisición.
—Anastasia, tu Beetle es viejo y francamente peligroso. Nunca me perdonaría si algo
te pasara cuando es tan fácil para mí arreglarlo —dice hasta detenerse.
Sus ojos están sobre mí, pero por el momento no me atrevo a mirarlo. Me quedo en
silencio mirando fijamente su impresionante novedad de color rojo brillante.
—Se lo comenté a tu padrastro. Él estuvo de acuerdo en esto —murmura.
Dándome la vuelta lo miro, mi boca abierta con horror.
—Le hablaste de esto a Ray. ¿Cómo pudiste? —Apenas puedo escupir las palabras.
¿Cómo se atreve? Pobre Ray. Me siento mal, mortificada por mi papá.
—Es un regalo, Anastasia. ¿No puedes decir simplemente gracias?
—Pero sabes que es demasiado.
—No, para mí no lo es, no para la paz de mi mente.
Le frunzo el ceño, sin saber qué decir. ¡Simplemente no lo entiende! Ha tenido dinero
durante toda su vida. Bueno, no toda su vida —no cuando fue un niño— y mi visión
del mundo cambia. La idea es muy aleccionadora y me debilita respecto al automóvil,
haciéndome sentir culpable por mi ataque de resentimiento. Sus intenciones son
buenas, equivocadas, pero no de mal modo.
—Estoy feliz de que me prestes esto, al igual que el computador portátil.
Él suspira profundamente.
—Está bien. Un préstamo. Por tiempo indefinido. —Me mira con recelo.
—No, no es por tiempo indefinido, sólo por el momento. Gracias.
Frunce el ceño. Me estiro y le beso brevemente en la mejilla.
—Gracias por el auto, señor —digo con tanta dulzura como puedo manejar.
Me sujeta de repente y me tira contra él, una mano en mi espalda, sosteniéndome y la
otra empuñando mi cabello.
—Eres una mujer desafiante, Ana Steele. —Me besa apasionadamente, obligando a
mis labios a abrirse con su lengua, sin tomar prisioneros.
Mi sangre se calienta de inmediato y estoy devolviendo su beso con mi propia pasión.
Lo quiero mucho, a pesar del auto, los libros, los límites suaves... los azotes... lo
quiero.
—Está tomando de todo mi autocontrol no follarte en el capó de este auto ahora
mismo, sólo para mostrarte que eres mía y si quiero comprarte un automóvil de
mierda, te voy a comprar un automóvil de mierda —gruñe—. Ahora, ve adentro y
desnúdate. —Planta un beso rápido y duro sobre mí.
Dios, está enojado. Toma mi mano y me lleva de vuelta al apartamento, directamente
a mi habitación... sin parar. Mi subconsciente está detrás del sofá de nuevo, la cabeza
oculta bajo sus manos. Enciende la luz lateral y se detiene, mirándome.
—Por favor, no te enfades conmigo —susurro.
Su mirada es impasible; sus ojos grises fríos fragmentos de vidrio ahumado.
—Lo siento por el automóvil y los libros… —me detengo. Él se queda callado y
pensativo—. Me asustas cuando estás enojado —suspiro, mirándolo fijamente.
Cierra los ojos y sacude su cabeza. Cuando los abre, su expresión se ha suavizado un
poco. Toma una respiración profunda y traga.
—Date la vuelta —susurra—. Quiero sacarte de ese vestido.
Otro cambio de humor voluble, es tan difícil seguirlo. Obedientemente me doy vuelta y
mi corazón está latiendo, el deseo de inmediato reemplaza al malestar, corriendo por
mi sangre y asentándose oscuro y anhelante abajo en mi vientre. Aparta mi cabello de
mi espalda por lo que cuelga de mi lado derecho, encrespándose en mi pecho. Coloca
su dedo índice en mi nuca y lo arrastra dolorosamente lento por mi espalda. Su uña
bien cuidada roza suavemente mi espalda.
—Me gusta este vestido —murmura—. Me gusta ver tu piel sin defectos.
Su dedo llega a la parte de atrás de mi vestido halter a mitad de camino de mi espalda,
y engancha su dedo por debajo de la parte superior, jalándome más cerca por lo que
doy un paso atrás contra él. Lo siento nivelarse contra mi cuerpo. Inclinándose, inhala
mi pelo.
—Hueles tan bien, Anastasia. Tan dulce. —Su nariz pasa rozando mi oído bajando
hacia mi cuello, y deja besos suaves y ligeros como una pluma a lo largo de mi
hombro.
Mi respiración cambia, volviéndose poco profunda, apresurada, llena de expectativa.
Sus dedos están en mi cremallera. La baja mientras sus labios se mueven, lamiendo,
besando y chupando su camino a través de mi otro hombro. Es tan tentadoramente
bueno en esto. Mi cuerpo resuena y comienzo a retorcerme lánguidamente bajo su
tacto.
—Tú. Vas. A. Tener. Que. Aprender. A. Quedarte. Quieta —susurra, besándome
alrededor de mi nuca, entre cada palabra.
Tira del amarre del cuello halter y el vestido se desliza y se derrama a mis pies.
—Sin sostén, Srta. Steele. Me gusta eso.
Sus manos alcanzan, rodean y ahuecan mis pechos y mis pezones se arrugan ante su
tacto.
—Levanta tus brazos y ponlos alrededor de mi cabeza —murmura contra mi cuello.
Obedezco inmediatamente y mis pechos suben y empujan sus manos, mis pezones
endureciéndose aún más. Mis dedos se tejen en su pelo y muy suavemente tiro de su
suave y sexy cabello. Ruedo mi cabeza hacia un lado para darle un acceso más fácil a
mi cuello.
— Mmm... —murmura en el espacio detrás de mi oreja, mientras empieza a extender
mis pezones con sus dedos largos, reflejando lo que hacen mis manos en su pelo.
Gimo mientras la sensación se registra nítida y clara en mi ingle.
—¿Debería hacerte llegar de esta forma? —susurra.
Yo arqueo la espalda para forzar mis senos en sus expertas manos.
—Te gusta esto, ¿verdad, señorita Steele?
—Mmm...
—Dime. —Continúa la lenta y sensual tortura, tirando suavemente.
—Sí.
—Sí, qué.
—Sí... Señor.
—Buena chica. —Me aprieta duro y mi cuerpo se retuerce convulsivamente contra su
frente.
Grito ante el exquisito y agudo placer/dolor. Lo siento contra mí. Gimo y mis manos
se aprietan en su pelo tirando más fuerte.Fifty
—No creo que estés lista para correrte todavía —susurra, dejando quieta sus manos y
amablemente muerde el lóbulo de mi oreja y lo tira—. Además, me has disgustado.
Oh... no, ¿qué significa esto? Mi cerebro lo registra a través de la niebla del deseo
necesitado mientras gimo.
—Así que tal vez no dejaré que te corras, después de todo. —Regresa la atención de
sus dedos a mis pezones, tirando, girando, amasando. Oprimo mi trasero contra él...
moviéndome de lado a lado.
Siento su sonrisa contra mi cuello mientras sus manos se mueven abajo hacia mis
caderas. Sus dedos se enganchan en la parte posterior de mis bragas, estirándolas y
empuja los pulgares a través del material, rompiéndolas y tirándolas frente a mí para
que yo pueda ver... Mierda. Sus manos se mueven abajo hacia mi sexo... y desde atrás,
lentamente su dedo.
—Oh, sí. Mi dulce chica ya está lista —susurra mientras me gira, así que estoy frente a
él. Su respiración se ha acelerado. Pone su dedo en su boca—. Sabes tan bien, señorita
Steele —suspira—. Desnúdame —ordena en voz baja, mirándome, con los ojos
entrecerrados.
Todo lo que estoy usando son mis zapatos, bueno, los zapatos de tacón alto de Kate.
Estoy desconcertada. Nunca he desnudado a un hombre.
—Puedes hacerlo —me engatusa suavemente.
Oh, Dios mío. Parpadeo rápidamente. ¿Dónde empiezo? Llevo mis manos a su camiseta
y él toma mis manos y niega con la cabeza, sonriéndome maliciosamente.
—Oh, no. —Niega con la cabeza, sonriendo—. No por la camiseta, es posible que
necesites tocarme para lo que he planeado. —Sus ojos están vivos de emoción.
Oh... esto es nuevo... puedo tocar con la ropa. Toma una de mis manos y la coloca en contra
de su erección.
—Este es el efecto que tiene sobre mí, señorita Steele.
Jadeo, flexiono los dedos alrededor de su circunferencia y sonríe.
—Quiero estar dentro de ti. Saca mis pantalones. Tú estás a cargo.
Santa mierda... yo a cargo. Mi boca cae abierta.
—¿Qué vas a hacer conmigo? —bromea.
Oh, las posibilidades... mi diosa interior ruge y desde algún lugar nacido de la
frustración, la necesidad y pura valentía Steele, lo empujo sobre la cama. Se ríe
mientras cae y lo miro, sintiéndome victoriosa. Mi diosa interior va a explotar. Tiro de
sus zapatos y de sus calcetines de forma rápida, con torpeza. Está mirándome, sus ojos
luminosos con diversión y deseo. Se ve... glorioso... mío. Me arrastro hasta la cama y
me siento a horcajadas sobre él para quitarle sus pantalones, deslizando mis dedos por
debajo de la cintura, sintiendo el cabello en su camino feliz. Cierra los ojos y flexiona
sus caderas.
—Vas a tener que aprender a quedarte quieto —lo regaño y tiro del pelo debajo de su
cintura.
Su respiración se corta y me sonríe.
—Sí, señorita Steele —murmura, sus ojos brillan con intensidad—. El condón, en mi
bolsillo —dice en voz baja.
Busco en el bolsillo lentamente, observando su rostro mientras voy buscando. Su boca
está abierta. Tomo los dos paquetes de aluminio que encuentro y los pongo sobre la
cama junto a sus caderas. ¡Dos! Mis dedos demasiado ansiosos alcanzan el botón de la
cintura y lo desabotonan, tanteando un poco. Estoy más que emocionada.
—Tan ansiosa, señorita Steele —murmura, su voz mezclada con humor. Bajo la
cremallera y ahora me enfrento con el problema de remover sus pantalones... hmm.
Arrastro y tiro. Apenas se mueven. Frunzo el ceño. ¿Cómo puede ser tan difícil?
—No puedo mantenerme quieto si vas a morderte el labio —advierte y a continuación,
arquea la pelvis hacia arriba de la cama, así que soy capaz de tirar abajo los pantalones
y los calzoncillos al mismo tiempo, vaya... liberándolo. Patea su ropa hacia el suelo.
Santo cielo, es todo mío para jugar y de pronto, es como Navidad.
—Y ahora, ¿qué vas a hacer? —dice en voz baja, todo rastro de humor se ha ido. Me
estiro y lo toco, viendo su expresión mientras lo hago. Su boca forma una especie de
letra O mientras toma una bocanada de aire. Su piel es tan tersa, suave... y dura...
hmm, que deliciosa combinación. Me inclino hacia delante, con el pelo cayendo a mí
alrededor y él está en mi boca. Chupo, duro. Cierra los ojos, sus caderas sacudiéndose
debajo de mí.
—Por Dios, Ana, con calma —gime.
Me siento tan poderosa, es una sensación tan embriagadora, provocarlo y probándolo
con mi boca y lengua. Se tensa por debajo de mí, mientras corro mi boca arriba y abajo
de él, empujándolo hasta el fondo de mi garganta, los labios apretados... una y otra
vez.
—Para, Ana, para. No quiero correrme.
Me incorporo, parpadeando hacia él y estoy jadeando, pero confusa. ¿Pensé que estaba a
cargo? A mi diosa interior parece que alguien le arrebató el helado.
— Tú inocencia y entusiasmo son muy encantadores —jadea—. Tú, encima... eso es lo
que tenemos que hacer.
Oh.
—Toma, pon esto. —Me entrega un paquete de aluminio.
Santa mierda. ¿Cómo? Rasgo el paquete abriéndolo y el condón de goma está todo
pegajoso en mis dedos.
—Aprieta la parte superior y luego ruédalo hacia abajo. No quieres nada de aire al
final de esa mierda —jadea.
Y muy lentamente, concentrándome bastante, hago lo que me ha dicho.
—Cristo, me estás matando aquí, Anastasia —se queja.
Admiro mi obra y a él. Es realmente un hermoso ejemplar de hombre, mirarlo es muy,
muy excitante.
—Ahora. Quiero estar enterrado dentro de ti —murmura. Lo miro, intimidada y de
pronto se sienta, así que estamos cara a cara.
—De esta manera —dice en voz suave, serpentea una mano alrededor de mis caderas,
levantándome un poco, con la otra se posiciona debajo de mí y muy lentamente, me
pone sobre él.
Gimo mientras me estira, abriéndome, llenándome, mi boca abierta por la sorpresa
ante el sentimiento dulce, sublime, angustioso, sobrecargado. Oh... por favor.
—Así es, cariño, siénteme —gruñe y brevemente cierra los ojos.
Y está dentro de mí, envainado hasta la empuñadura y me mantiene en el lugar
durante unos segundos... minutos... no tengo ni idea, mirándome fijamente a los ojos.
—Es profundo de esta manera —murmura. Se flexiona y gira sus caderas en el mismo
movimiento y yo gimo... oh cielos, la sensación irradia a través de mi vientre... en
todas direcciones. ¡Mierda!
—De nuevo —susurro. Sonríe con una sonrisa perezosa y complacida.
Gimo, echo la cabeza hacia atrás, mi pelo cayendo por mi espalda y muy lentamente,
él se hunde sobre la cama.
—Muévete, Anastasia, arriba y abajo, como tú quieras. Toma mis manos —dice
suavemente, su voz ronca y baja y oh, tan sexy.
Sujeto sus manos, aferrándome a la vida. Suavemente me impulso fuera de él y hacia
abajo, oh Dios. Sus ojos están ardiendo con anticipación salvaje. Su respiración es
irregular, igualando la mía y levanta su pelvis mientras bajo, haciéndome rebotar.
Mantenemos el ritmo... arriba, abajo, arriba, abajo... una y otra... y se siente tan...
bien. Entre mis jadeos, la profundidad, la sensación vehemente que me recorre y que
crece dentro de mí, lo miro, nuestras miradas se encuentran... y veo asombro ahí,
admiración hacia mí.
Lo estoy follando. Yo estoy a cargo. Él es mío y yo soy suya. El pensamiento me
empuja, aplastándome con claridad sobre el borde y llego al clímax rodeándolo...
gritando incoherencias. Él sujeta mis caderas y cerrando los ojos, inclina la cabeza
hacia atrás, con la mandíbula tensa, se corre en silencio. Me derrumbo sobre su pecho,
abrumada, en algún lugar entre la fantasía y la realidad, un lugar donde no hay límites
duros o suaves.
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HELLO, no soy abby solo subo la del pervertido y bueno dice que tengan paciencia que esta escribiendo y cuando pueda va subir mas y COMENTEN O NO SUBO -.-
50 Sombras de Grey - Cap: 14
Capítulo 14
Christian está de pie sobre mí, empuñando una fusta de cuero trenzado. Lleva
un Levi’s viejo, descolorido y rasgado, nada más. Toquetea la fusta poco a
poco en la palma de su mano mientras me mira. Sonríe, triunfante. No me
puedo mover. Estoy desnuda y encadenada, despatarrada en una gran cama con dosel.
Estirándose hacia adelante, arrastra la punta de la fusta desde la frente hacia abajo por
la longitud de mi nariz, por lo que puedo oler el cuero y sentirlo sobre mis labios
abiertos y jadeantes. Empuja la punta en mi boca para que pueda degustar el suave y
lujoso cuero.
—Chupa —me ordena con su suave voz. Mi boca se cierra sobre la punta mientras
obedezco.
—Basta —dice bruscamente.
Estoy jadeando una vez más cuando él tira la fusta de mi boca y la arrastra por mi
barbilla y mi cuello. Él se gira y luego, poco a poco, continúa arrastrando la punta por
mi cuerpo, a lo largo de mi esternón, entre mis pechos, por encima de mi torso hasta el
ombligo. Estoy jadeando, retorciéndome, tirando en contra de mis esposas que cortan
mis muñecas y mis tobillos. Gira la punta alrededor de mi ombligo, luego continúa
arrastrando la punta por mi vello púbico y hasta mi clítoris. Toquetea la fusta, golpea
mi punto dulce con una bofetada y me vengo, gloriosamente, gritando mi liberación.
De repente, me despierto, sin aliento, cubierta de sudor y sintiendo las secuelas de mi
orgasmo. Santo infierno. Estoy totalmente desorientada. ¿Qué demonios ha pasado?
Estoy en mi cuarto sola. ¿Cómo? ¿Por qué? Me siento de golpe, sorprendida... wow. Es
por la mañana. Echo un vistazo a mi reloj de alarma: las ocho de la mañana. Pongo mi
cabeza en mis manos. No sabía que pudiera soñar con sexo. ¿Fue algo que comí? Tal
vez las ostras y mi investigación en Internet manifiestándose en mi primer sueño
húmedo. Es desconcertante. No tenía idea de que podía llegar al orgasmo en mi sueño.
Kate está saltando alrededor de la cocina cuando entro tambaleándome.
—Ana, ¿estás bien? Te ves rara. ¿La chaqueta que llevas puesta es de Cristian?
—Estoy bien. —Maldita sea, debería haberme mirado en el espejo. Evito sus
penetrantes ojos verdes. Todavía estoy recuperándome de mi evento matutino—. Sí,
esta es la chaqueta de Christian.
Ella frunce el ceño.
—¿Has dormido?
—No muy bien.
Me dirijo a la tetera. Tengo que tomar té.
—¿Cómo estuvo la cena?
Así que comienza.
—Comimos ostras. Seguidas por bacalao, así que diría que hubo bastante pescado.
—Uf... odio las ostras y no quiero saber sobre la comida. ¿Cómo era Christian? ¿De
qué hablaron?
—Era atento. —Me detengo.
¿Qué puedo decir? Su estatus de VIH es claro, está muy metido en juegos de roles,
quiere que obedezca todas sus órdenes, lastimó a alguien a quién ató al techo de su
habitación y quería tener sexo en el comedor privado. ¿Sería eso un buen resumen?
Trato desesperadamente de recordar algo de mi encuentro con Christian que pueda
hablar con Kate.
—No aprueba a Wanda
—¿Quién lo hace, Ana? Esa es noticia vieja. ¿Por qué eres tan tímida? Ríndete, novia.
—Oh, Kate, hablamos de muchas cosas. Ya sabes: lo quisquilloso que es con la
comida. Casualmente le gustaba tu vestido. —El agua ha hervido así que me hago un
poco de té—. ¿Quieres tomar té? ¿Quieres que escuche el discurso de hoy?
—Sí, por favor. Trabajé en él anoche en la casa de Lilah. Voy a ir a buscarlo. Y sí, me
encantaría tomar un té. —Kate corre fuera de la cocina.
Uf, Katherine Kavanagh desviada. Corto una rebanada de pan y la pongo en la
tostadora. Me sonrojo recordando mi sueño tan vívido. ¿Qué diablos fue eso?
Ayer por la noche me costó conciliar el sueño. Mi cabeza era un hervidero de diversas
opciones. Estoy muy confundida. La idea de Christian de una relación se parece más a
una oferta de trabajo. Se ha fijado una hora, una descripción del trabajo y un procedimiento conciliatorio bastante duro. No es como preveía mi primer amor; pero
por supuesto, Cristian no hace el amor. Si yo le digo que quiero más, puede decir que
no... y podría poner en peligro lo que él ha ofrecido. Y esto es lo que más me preocupa
porque yo no quiero perderlo. Pero no estoy segura de tener la valentía para ser su
sumisa... en el fondo, son las palmadas y los látigos lo que me disuaden. Soy una
cobarde física y recorreré un largo camino para evitar el dolor. Pienso en mi sueño...
¿es así como será? Mi diosa interior salta hacia arriba y hacia abajo con pompones de
porristas gritándome que sí.
Kate vuelve a la cocina con su computadora portátil. Me concentro en mi bagel y
escucho con paciencia mientras ejecuta su discurso de despedida.
Estoy vestida y lista para cuando llega Ray. Abro la puerta principal y él está de pie en
el porche en su desproporcionado traje. Una oleada de calor, gratitud y amor por este
sencillo hombre raya a través de mí y lanzo mis brazos a su alrededor en una
exhibición inusual de cariño. Se ha quedado desconcertado, aturdido.
—Oye, Annie, me alegro de verte a ti también —dice entre dientes mientras me
abraza. Ajustando mi espalda, sus manos sobre mis hombros, me mira de arriba abajo
con el ceño fruncido—. ¿Estás bien, niña?
—Por supuesto, papá, ¿no puede una niña estar complacida de ver a su viejo? —Él
sonríe, sus ojos oscuros se arrugan en las esquinas y me sigue a la sala de estar—. Te
ves bien —dice.
—Este es el vestido de Kate. —Miro el vestido gris de gasa y espalda descubierta.
Frunce el ceño.
—¿Dónde está Kate?
—Se ha ido a la escuela. Va a dar un discurso, por lo que tiene que estar más
temprano.
—¿Deberíamos ir?
—Papá, tenemos media hora. ¿Quieres un té? Y puedes decirme cómo están todos en
Montesano. ¿Cómo estuvo el viaje?
Ray lleva su auto a través del estacionamiento del campus y seguimos a la corriente de
humanidad punteada con omnipresentes togas negras y rojas dirigiéndose hacia el
salón de deportes.
—Buena suerte, Annie. Pareces muy nerviosa, ¿tienes que hacer algo?
Mierda... ¿por qué ha elegido hoy para ser tan observador?
—No, papá. Es un gran día. —Y voy a verlo.
—Sí, mi niña ha conseguido un título. Estoy orgulloso de ti, Annie.
—Oh... gracias Ray. —Amo a este hombre.
El auditorio está lleno de gente. Ray ha ido a sentarse con los otros padres de familia y
admiradores en los bancos inclinados, mientras yo hago mi camino hacia mi asiento.
Estoy usando mi toga negra, mi capucha y me siento protegida por ellas, anónima. No
hay nadie en el escenario todavía, pero me parece que no puede calmar mis nervios.
Mi corazón late con fuerza y mi respiración es lenta. Él está aquí, en algún lugar. Me
pregunto si Kate está hablando con él, quizá interrogándolo. Me dirijo a mi asiento
entre los compañeros cuyos apellidos comienzan con S. Estoy en la segunda fila,
proporcionándome aún más anonimato. Miro detrás de mí y ubico a Ray sentado en
lo alto de las gradas. Lo saludo. Él tímidamente me da un medio saludo de regreso.
Me siento y espero.
El auditorio se llena rápidamente y el zumbido de las voces excitadas se hace más y
más fuerte. Las filas de asientos delanteras se llenan. Estoy sentada entre dos de otras
facultades a las que no conozco. Obviamente ellas son amigas cercanas y hablan con
excitación a través de mí.
A las once en punto, el rector aparece desde atrás del escenario, seguido por los tres
vicerrectores y luego los profesores adjuntos, todos ataviados con sus vestiduras negras
y rojas. Nos levantamos y aplaudimos a nuestro personal docente. Algunos profesores
asienten y saludan, otros lucen aburridos. El profesor Collins, mi tutor y mi profesor
favorito, parece que se acaba de caer de la cama, como de costumbre. Los últimos en
el escenario son Kate y Christian. Christian se destaca con su traje a medida gris,
reflejos cobre brillando en su cabello bajo las luces del auditorio. Se ve tan serio y
autónomo. Cuando se sienta, desabrocha su chaqueta y vislumbro la corbata. Mierda...
¡esa corbata! Me froto las muñecas reflexivamente. No puedo quitar mis ojos de él —su
belleza distrae tanto como siempre— y está usando la corbata a propósito, sin duda.
Puedo sentir mi boca presionarse en una línea dura. El público se sienta y cesan los
aplausos.
—¡Míralo! —Una de las chicas a mi lado suspira con entusiasmo en dirección a su
amiga.
—Es tan ardiente.
Me pongo rígida. Estoy segura de que no hablan del Profesor Collins.
—Debe ser Christian Grey.
—¿Estará soltero?
Me irrito.
—Creo que no —murmuro.
—Oh. —Ambas chicas me miran con sorpresa.
—Creo que es gay —cuchicheo.
—Qué lástima. —Una de las chicas profiere un gimoteo.
Cuando el rector se pone de pie y da inicio al evento con su discurso, veo a Christian
escaneando sutilmente la sala. Me hundo en el asiento, encorvándome, intentando
pasar desapercibida. Fallo miserablemente cuando, un segundo más tarde, sus ojos
grises se encuentran con los míos. Se me queda mirando, su rostro es impasible,
completamente inescrutable. Me retuerzo incómoda, hipnotizada por su mirada y
siento el rubor propagarse por mi rostro. Al instante, recuerdo el sueño de esta mañana
y los músculos de mi vientre se contraen deliciosamente. Tomo una fuerte inhalación.
Puedo ver la sombra de una sonrisa cruzar sus labios, pero es efímera. Brevemente
cierra los ojos, los vuelve abrir y es entonces cuando recobra su expresión indiferente.
Tras una rápida mirada al rector, se queda mirando hacia el frente centrándose en el
emblema de la WSU que cuelga sobre la entrada. No vuelve a mirarme. El rector
continúa en el micrófono con su monótono discurso y Christian sigue sin mirarme,
simplemente se queda mirando hacia el frente.
¿Por qué no me mira? ¿Quizá haya cambiado de opinión? Una ola de inquietud se
apodera de mí. Tal vez la salida de ayer por la noche fue también el fin para él. Se
cansó de esperar a que tomara una decisión. Ay no, podría haberlo echado a perder
por completo. Recuerdo entonces su correo electrónico de ayer por la noche. Quizá
está enfadado por no haberle contestado.
De repente, la sala estalla en aplausos cuando la señorita Katherine Kavanagh se
apodera del escenario. El rector se sienta y Kate lanza su hermosa y larga cabellera
hacia atrás mientras coloca sus notas sobre el podio. Se toma su tiempo sin dejarse
intimidar por el millar de personas boquiabiertos frente a ella. Sonríe cuando está lista,
mira hacia la cautivada multitud y pone en marcha su elocuente discurso. Se la ve tan
serena y graciosa, las chicas a mi lado estallan al instante de hacer su primera broma.
Oh Katherine Kavanagh, tú sí que puedes ofrecer un buen discurso. Me siento tan orgullosa de
ella en ese momento, mis errantes pensamientos de Christian son dejados de lado. A
pesar de haber escuchado su discurso con anterioridad, presto con atención. Ella dirige
la sala y envuelve al público en la palma de su mano.
Su tema es “Y después de la Universidad, ¿qué?” Pues, en efecto. Christian observa a
Kate, sus cejas arqueadas en... sorpresa, creo. Sí, podría haber sido Kate quién lo
entrevistara. Y también podría haber sido Kate a quién ahora le estuviera haciendo sus
propuestas indecentes. La hermosa Kate y el hermoso Christian juntos. Yo podría ser
como las dos chicas sentadas a mi lado, admirándolo a la distancia. Sé que Kate no le
habría dado ni la hora. ¿Cómo era que lo había llamado el otro día? “Espeluznante”.
La idea de una confrontación entre Kate y Christian me hace sentir incómoda. Tengo
que decir que no sabría a cuál de ellos apostarle.
Kate termina su discurso con una floritura y de forma espontánea todos se ponen de
pie, aplaudiendo y vitoreando, su primera gran ovación. La vitoreo y le sonrío
radiantemente y ella me sonríe en respuesta de oreja a oreja. Buen trabajo, Kate. Se
sienta y el público hace lo mismo. Entonces, el rector se levanta y presenta a
Christian… santa mierda. Christian va a dar un discurso. El rector aborda brevemente
sus logros: Gerente General de su propia compañía de extraordinario éxito, un hombre
auténtico…
—Y también un importante benefactor para nuestra Universidad, por favor, démosle la
bienvenida al señor Christian Grey.
El rector le da un fuerte apretón de manos a Christian y entonces, comienza una
oleada de aplausos de cortesía. Tengo el corazón en la garganta. Se acerca al podio y
estudia la sala. Se le ve tan confiado allí de pie frente a todos nosotros, tal como lo hizo
Kate antes de él. Las dos chicas a mi lado se inclinan embelesadas hacia adelante. De
hecho, creo que la mayoría de la audiencia femenina también se acerca un centímetro
más hacia adelante, al igual que unos pocos hombres. Es entonces cuando comienza,
su voz es suave, medida e hipnotizante.
—Estoy profundamente agradecido y también conmovido por el gran halago que me
han concedido hoy las autoridades de la WSU. Se me ofrece una rara oportunidad
para hablar de la impresionante labor del departamento de ciencias del medio
ambiente aquí en la universidad. Nuestro objetivo es desarrollar métodos agrícolas
viables y ecológicamente sustentables para los países tercermundistas, nuestro objetivo
final es ayudar a erradicar el hambre y la pobreza en todo el mundo. Más de un billón
de personas, principalmente en la África Subsahariana, Asia Meridional y América
Latina, viven en pobreza extrema. La agricultura disfuncional es la moneda corriente
en estas partes del mundo, lo cual termina por resultar en destrucción ecológica y
social. He experimentado de primera mano el hambre. Este es un viaje muy personal
para mí…
Mi mandíbula cae al suelo. ¿Qué? Christian pasó hambre alguna vez. Mierda, eso
explica muchísimas cosas. Recuerdo entonces la entrevista, él realmente quiere
alimentar al mundo. Me devano los sesos con desesperación intentando recordar lo
qué Kate había escrito en el artículo. Adoptado a los cuatro años, creo. No puedo
imaginar a Grace haciéndolo pasar hambre, así que debe haber sido antes de esa
época. Trago con fuerza, mi corazón se encoge ante la idea de un niño pequeño de
ojos grises hambriento. Oh, no. ¿Qué clase de vida tuvo antes de que lo acogieran y
rescataran los Grey?
Me siento presa de un crudo sentimiento de indignación por el pobre, filantrópico,
ligeramente jodido de la cabeza y algo pervertidillo Christian... aunque estoy segura de
que no se vería a si mismo de esta manera y repelería además cualquier pensamiento
de compasión o simpatía. Abruptamente, todo el mundo se pone de pie y estalla en
aplausos. Los sigo aunque no he escuchado ni la mitad de su discurso. Hace todas
estas buenas obras, dirige su enorme empresa y me persigue, todo al mismo tiempo. Es
abrumador. Recuerdo las breves conversaciones que ha tenido acerca de Darfur… todo
encaja. Comida.
Sonríe brevemente ante el caluroso aplauso, incluso Kate está aplaudiendo, para luego
volver a su asiento. No mira hacia donde estoy. Mientras tanto, sigo trastornada
intentando asimilar esta nueva información acerca de él.
Uno de los vicerrectores se levanta y comienza el largo y tedioso proceso de
recolección de nuestros títulos. Hay alrededor de unos cuatrocientos para ser
entregados, transcurre más de una hora antes de escuchar mi nombre. Me abro paso
hasta el escenario entre dos chicas que ríen tontamente. Christian me da una mirada, la
que es cálida pero cauta
—Felicidades, señorita Steele —dice y estrecha mi mano, apretándola suavemente.
Siento la chispa de su piel contra la mía—. ¿Tienes algún problema con el ordenador?
Frunzo el ceño en cuanto me da el título.
—No.
—Entonces, ¿estás haciendo caso omiso de mis mensajes?
—Sólo vi el de la unión y las adquisiciones.
Me mira con curiosidad.
—Más tarde —dice y me tengo que mover porque estoy causando demora en la línea.
Vuelvo a mi asiento. ¿Mensajes? Debe haber enviado otro. ¿Qué decía?
La ceremonia se toma otra hora para concluir. Es interminable. Por último, el rector
llama a los miembros del profesorado para un aplauso aún más entusiasta, precedido
por Christian y Kate. Christian no me mira, aun cuando deseo que lo haga. Mi diosa
interna no está contenta.
Mientras permanezco de pie a la espera de que nuestra hilera se disperse, Kate me
llama. Se abre paso desde detrás del escenario hacia dónde estoy.
—Christian quiere hablarte —grita. Las dos chicas que estaban a mi lado, ahora de pie,
se dan la vuelta y me miran boquiabiertas.
—Me envió para acá —continúa.
Oh…
—Tu discurso fue increíble, Kate.
—Lo fue, ¿no? —Sonríe—. ¿Vienes? Puede ser muy insistente. —Pone sus ojos en
blanco y yo sonrío.
—No tienes idea. No puedo dejar a Ray por mucho tiempo. —Miro hacia Ray y
levanto mis dedos indicando cinco minutos. Él asiente, diciendo que está bien y sigo a
Kate dentro del corredor detrás del escenario. Christian está hablando con el rector y
dos profesores. Levanta la vista cuando me ve.
—Permítanme, caballeros. —Lo escucho murmurar. Viene hacia mí y le sonríe
brevemente a Kate.
—Gracias —dice y antes de que pueda responderle, sujeta mi codo y me conduce
dentro de lo que parece un camarín de hombres. Revisa que esté vacío y luego asegura
la puerta.
Santa mierda, ¿qué tiene en mente? Pestañeo mientras se da vuelta hacia mí.
—¿Por qué no me has enviado un correo electrónico? ¿O respondido mis mensajes? —
Me fulmina con la mirada. Estoy perpleja.
—Hoy no he revisado ni mi computador ni mi teléfono. —Mierda, ¿había estado
intentando llamar? Utilizo mi técnica de distracción que es tan efectiva con Kate—.
Fue un gran discurso.
—Gracias.
—Explica tus problemas conmigo sobre la comida.
Desliza una mano por su cabello, exasperado.
—Anastasia, no quiero ir allí en este momento. —Cierra sus ojos, luciendo
adolorido—. He estado preocupado por ti.
—Preocupado, ¿por qué?
—Porque te fuiste a casa en esa trampa mortal que llamas coche.
—¿Qué? No es una trampa mortal. Está bien. José lo revisa regularmente para mí.
—José, ¿el fotógrafo? —Los ojos de Christian se entrecierran, su cara se congela. Oh
mierda.
—Si, el Beetle solía pertenecer a su madre.
—Si y probablemente a su madre y su madre antes de ella. No es seguro.
—Lo he manejado por casi tres años. Siento que te preocuparas. ¿Por qué no llamaste?
—Por Dios, está exagerando.
Respira profundamente.
—Anastasia, necesito una respuesta. Esta espera me está volviendo loco.
—Christian, yo… mira, dejé a mi padrastro solo.
—Mañana. Quiero una respuesta mañana.
—Bien. Mañana te la daré. —Pestañeo.
Se aleja, contemplándome fríamente y sus hombros se relajan.
—¿Te quedas por una copa? —pregunta.
—No sé lo que Ray quiere hacer.
—¿Tu padrastro? Me gustaría conocerlo.
Oh no… ¿por qué?
—No estoy segura de que sea una buena idea.
Christian le quita el seguro a la puerta, su boca en una severa línea.
—¿Estás avergonzada de mi?
—¡No! —Es mi turno de sonar exasperada—. ¿Presentarte a mi papa como qué? “Este
es el hombre que me desvirgó y quiere que comencemos una relación BDSM.” No
estás usando zapatos para correr
Christian me observa y luego sus labios se curvan en una sonrisa. A pesar del hecho de
que estoy enojada con él, mi rostro responde, contra mi voluntad, con una sonrisa.
—Sólo para que sepas, puedo correr bastante rápido. Sólo dile que soy tu amigo,
Anastasia.
Él abre la puerta y salgo. Mi mente está dando vueltas. El rector, los tres vice-rectores,
cuatro profesores y Kate me miran fijamente cuando camino apresuradamente a su
lado. Santa mierda. Dejando a Christian con el profesorado, voy a buscar a Ray.
Dile que soy tu amigo. Amigo con beneficios, mi subconsciente pone mala cara. Lo sé, lo
sé. Sacudo el desagradable pensamiento fuera. ¿Cómo lo voy a presentar ante Ray? El
salón está todavía lleno, al menos hasta la mitad y Ray no se ha movido de su lugar.
Me ve, saluda con la mano y hace su camino hacia abajo.
—Oye, Annie. Felicitaciones. —Me rodea con su brazo.
—¿Te gustaría venir y tomar una copa en el encarpado?
—Seguro. Es tú día. Guíame.
—No tenemos que hacerlo si no quieres. —Por favor di que no…
—Annie, he estado sentado por dos horas y media escuchando todo tipo de parloteo.
Necesito una copa.
Rodeo su brazo con el mío y salimos lentamente con la multitud hacia la calidez del
mediodía. Pasamos la fila del fotógrafo oficial
—Oh, eso me recuerda. —Ray saca una cámara digital de su bolsillo—. Una para el
álbum, Annie. —Ruedo mis ojos mientras él saca una foto de mí.
—¿Puedo quitarme la toga y el birrete ahora? Me siento algo ñoña.
Te ves algo ñoña… mi subconsciente está en su mejor humor irritable. ¿Así que le vas a
presentar a Ray el hombre con el que estás teniendo sexo? Está observándome sobre sus
anteojos con forma de alas. Estaría tan orgulloso. Dios, a veces la odio.
El encarpado es inmenso y está abarrotado: estudiantes, padres, profesores y amigos,
todos charlando felizmente. Ray me pasa una copa de champaña o vino barato con
gas, sospecho. No está helado y es dulce. Mis pensamientos vuelven a Christian… no le
va a gustar esto.
—¡Ana! —Me doy la vuelta y Ethan Kavanagh me levanta en sus brazos. Me hace
girar alrededor sin derramar mi vino, que hazaña—. ¡Felicitaciones! —Me sonríe
radiantemente, brillantes ojos verdes
Que sorpresa. Su sucio cabello rubio alborotado luciendo sexy. Es tan hermoso como
Kate. El parecido familiar es asombroso.
—Wow, ¡Ethan! Qué lindo verte. Papá, éste es Ethan, el hermano de Kate. Ethan, este
es mi papá, Ray Steele. —Sacuden sus manos, mi papá fríamente evaluando al señor
Kavanagh.
—¿Cuándo volviste de Europa? —pregunto.
—Volví hace una semana, pero quería sorprender a mi hermanita —dice con
complicidad.
—Eso es muy dulce. —Le sonrío.
—Es Valedictorian37, no me podía perder eso. —Luce inmensamente orgulloso de su
hermana.
—Dio un discurso increíble.
—Lo hizo —coincide Ray.
Ethan tiene su brazo alrededor de mi cintura cuando levanto la mirada hacia los
glaciales ojos grises de Christian Grey. Kate está a su lado.
—Hola, Ray. —Kate besa a Ray en ambas mejillas, haciéndolo sonrojar—. ¿Conoces
al novio de Ana? Christian Grey.
Santa mierda… ¡Kate! ¡Mierda! Toda la sangre se escapa de mi rostro.
—Señor Steele, es un placer conocerlo —dice Christian con suavidad, cálidamente, sin
siquiera ruborizarse por la introducción de Kate. Extiende su mano y Ray, con todo el
crédito para él, la toma sin mostrar una insinuación de la espectacular sorpresa que le
ha dado.
Muchísimas gracias, Katherine Kavanagh, pienso echando humo. Creo que mi
subconsciente se ha desmayado.
—Señor Grey —murmura Ray, su expresión indescifrable, excepto tal vez por la ligera
ampliación de sus grandes ojos marrones. Se deslizan por mi rostro con una mirada de
cuando-ibas-a-darme-esta-noticia. Me muerdo el labio.
—Y esta es mi hermano, Ethan Kavanagh —dice Kate a Christian.
37 Valedictorian: Estudiante que da el discurso el día de su graduación, o que tiene las mejores notas.
Christian vuelve su mirada ártica sobre Ethan, quien todavía tiene un brazo a mí
alrededor.
—Señor Kavanagh.
Se dan la mano. Christian alarga la suya hacia mí.
—Ana, nena —murmura y estoy a punto de morir ante el cariño.
Me aparto del agarre de Ethan mientras Christian le sonríe con frialdad y tomo mi
lugar a su lado. Kate me sonríe. Ella sabe exactamente lo que está haciendo, ¡zorra!
—Ethan, mamá y papá querían hablar. —Kate se lleva a Ethan a rastras.
—Entonces, ¿hace cuánto tiempo se conocen? —Ray mira impasiblemente de
Christian hacia mí.
El poder de la palabra me ha abandonado. Quiero que la tierra me trague. Christian
pone su brazo a mí alrededor, rozando con su dedo pulgar mi espalda desnuda en una
caricia, antes de que su mano tome mi hombro.
—Un par de semanas más o menos ahora —dice sin problemas—. Nos conocimos
cuando Anastasia vino a entrevistarme para la revista estudiantil.
—No sabía que trabajabas en la revista estudiantil, Ana. —La voz de Ray es una
tranquila amonestación, revelando su irritación. Mierda.
—Kate estaba enferma —murmuro. Es todo lo que logro decir.
—Buen discurso el que dio, señor Grey.
—Gracias, señor. Entiendo que es un pescador entusiasta.
Ray levanta sus cejas y sonríe, una sonrisa rara, genuina y de buena fe de Ray Steele y
ahí van, hablando de pesca. De hecho, pronto me siento excediendo los requisitos.
Está persuadiendo a mi papá con su encanto... como lo hizo contigo, mi subconsciente
me contesta bruscamente. Su poder no conoce límites. Me excuso para ir y encontrar a
Kate.
Está hablando con sus padres que son encantadores y me saludan con afecto como
siempre. Intercambiamos breves palabras corteses, sobre todo acerca de sus próximas
vacaciones en Barbados y de nuestra mudanza.
—Kate, ¿cómo pudiste delatarme con Ray? —siseo a la primera oportunidad de no ser
escuchadas.
—Porque sabía que nunca lo harías y quiero ayudar con los problemas de compromiso
de Christian. —Kate me sonríe con dulzura.
Frunzo el ceño. ¡Soy yo la que no se comprometerá con él, tonta!
—Él parece muy tranquilo acerca de esto, Ana. No te preocupes. Míralo ahora,
Christian no puede apartar sus ojos de ti. —Levanto la mirada y tanto Ray como
Christian me están mirando—. Ha estado observándote como un halcón.
—Mejor voy a rescatar a Ray o a Christian. No sé a quién. ¡Aún no hemos terminado,
Katherine Kavanagh! —La miro.
—Ana, te hice un favor —grita tras de mí.
—Hola. —Les sonrío a los dos cuando regreso.
Parecen estar bien. Christian está disfrutando de una broma privada y mi papá se ve
increíblemente relajado dado que está en una situación social. ¿Qué han estado
discutiendo, aparte de los peces?
—Ana, ¿dónde están los baños?
—Vuelve a salir hasta el frente de la carpa y hacia la izquierda.
—Nos vemos en un momento. Ustedes diviértanse chicos.
Ray se dirige hacia fuera. Le echo un vistazo nerviosamente a Christian. Nos
detenemos brevemente mientras un fotógrafo toma una foto de los dos.
—Gracias, señor Grey. —El fotógrafo se escabulle fuera. Parpadeo por el flash.
—¿Así que también has cautivado a mi padre?
—¿También? —Los ojos grises de Christian arden y levanta una ceja en modo de
pregunta. Me sonrojo. Levanta su mano y traza mi mejilla con sus dedos.
—Oh, me gustaría saber qué estás pensando, Anastasia —susurra oscuramente,
ahuecando mi barbilla y levanta mi cabeza para que podamos mirarnos fijamente a los
ojos del otro.
Mi respiración se dificulta. ¿Cómo puede tener este efecto sobre mí, incluso en esta
tienda llena de gente?
—En este momento, estoy pensando que bonita corbata —suspiro.
Él se ríe.
—Recientemente se ha convertido en mi favorita.
Me sonrojo hasta volverme escarlata.
—Te ves hermosa, Anastasia, este vestido atado en el cuello te queda bien y puedo
acariciar tu espalda, sentir tu hermosa piel.
De repente, es como si estuviéramos solos en la habitación. Sólo nosotros dos, mi
cuerpo entero ha vuelto a la vida, cada terminación nerviosa cantando en voz baja, esa
electricidad tirando de mí hacia él, cargándose entre nosotros.
—Sabes que va a ser bueno, ¿verdad, cariño? —susurra. Cierro mis ojos mientras mis
entrañas se desenrollan y se funden.
—Pero quiero más —le susurro.
—¿Más? —Me mira perplejo, sus ojos oscureciéndose. Asiento con la cabeza y trago.
Ahora lo sabe.
—Más —dice una vez más en voz baja. Probando la palabra, una palabra pequeña y
simple, pero tan llena de promesas. Su pulgar traza mi labio inferior—. Quieres
corazones y flores.
Asiento otra vez. Parpadea hacia mí y veo su lucha interna desplegándose en sus ojos.
—Anastasia. —Su voz es suave—. No es algo que conozca.
—Yo tampoco.
Sonríe un poco.
—No conoces mucho —murmura.
—Tú conoces todas las cosas malas.
—¿Malas? No para mí. —Niega con su cabeza. Se ve tan sincero—. Pruébalo —
susurra. Un desafío, retándome, ladea su cabeza hacia un lado y sonríe con su sonrisa
torcida y deslumbrante.
Me quedo sin aliento y soy Eva en el Jardín del Edén, él es la serpiente y no me puedo
resistir.
—Está bien —le susurro.
—¿Qué? —Tengo toda su atención, completa. Trago.
—Está bien. Lo intentaré.
—¿Estás aceptando? —Su incredulidad es evidente.
—Sometida a los límites suaves, sí. Lo intentaré. —Mi voz es muy baja. Christian
cierra sus ojos y tira de mí en un abrazo.
—Jesús, Ana, eres tan inesperada. Me dejas sin aliento.
Retrocede y de repente, Ray ha vuelto y el volumen en la carpa se eleva gradualmente
y llena mis oídos. No estamos solos. Mierda, acabo de aceptar ser su sumisa. Christian le
sonríe a Ray y sus ojos están bailando de alegría.
—Annie, ¿deberíamos ir a comer algo?
—Está bien. —Parpadeo hacia Ray, tratando de encontrar mi equilibrio. ¿Qué has
hecho? Mi subconsciente me grita. Mi diosa interior está dando volteretas hacia atrás en
una rutina digna de un gimnasta olímpico ruso.
—¿Te gustaría unírtenos, Christian? —pregunta Ray.
¡Christian! Lo miro fijamente, implorándole que no acepte. Necesito espacio para
pensar... ¿qué mierda he hecho?
—Gracias, señor Steele, pero tengo planes. Ha sido un placer conocerlo, señor.
—Igualmente —responde Ray—. Cuida de mi niña.
—Oh, tengo toda la intención de hacerlo, señor Steele.
Se estrechan la mano. Me siento enferma. Ray no tiene idea de cuánta intención tiene
Christian de cuidarme. Christian toma mi mano, la lleva a sus labios y me besa los
nudillos con ternura, sus ardientes ojos atentos a los míos.
—Hasta más tarde, señorita Steele —susurra con su voz llena de promesas.
Mi vientre se contrae ante el pensamiento... Oh Dios mío. Espera... ¿más tarde?
Ray toma mi codo y me lleva hacia la entrada de la carpa.
—Parece un joven formal. Adinerado, también. Podrías haberlo hecho mucho peor,
Annie. A pesar de eso, tuve que enterarme de él por Katherine —me regaña.
Me encojo de hombros disculpándome.
—Bueno, cualquier hombre al que le gustes y sepa pescar con mosca está bien para mí.
Santo cielo, Ray lo aprueba. Si sólo supiera.
Ray me deja en casa al anochecer.
—Llama a tu mamá —dice.
—Lo haré. Gracias por venir, papá.
—No me lo habría perdido por nada del mundo, Annie. Me haces sentir muy
orgulloso.
Oh, no. No voy a ponerme sentimental. Un enorme bulto se forma en mi garganta y lo
abrazo con fuerza. Pone sus brazos a mí alrededor, desconcertado y no puedo
evitarlo... lágrimas se juntan en mis ojos.
—Oye, Annie, cariño —canturrea Ray—. Gran día... ¿eh? ¿Quieres que entre y te haga
un poco de té?
Me río, a pesar de las lágrimas. El té siempre es la respuesta adecuada para Ray.
Recuerdo a mi madre quejándose de él, diciendo que cuando se trataba de té y
comprensión, siempre era bueno con el té, no tan bueno con la comprensión.
—No, papá, estoy bien. Ha sido tan bueno verte. Te visitaré muy pronto, una vez que
esté asentada en Seattle.
—Buena suerte con las entrevistas. Hazme saber cómo van.
—Seguro, papá.
—Te quiero, Annie.
—También te quiero, papá.
Sonríe, sus ojos marrones cálidos y brillantes y se sube de nuevo a su automóvil. Lo
despido con la mano mientras conduce hacia el anochecer y entro sin energía al
apartamento.
Lo primero que hago es revisar mi teléfono celular. Es necesario recargar la batería, así
que tengo que buscar hasta dar con el cargador y lo enchufo antes de poder revisar mis
mensajes. Cuatro llamadas perdidas, un mensaje de voz y dos mensajes de textos. Tres
llamadas perdidas de Christian... sin mensajes. Una llamada perdida de José y un
correo de voz de él deseándome lo mejor para la graduación.
Abro los mensajes de texto.
¿Llegaste bien a casa?
Llámame.
Ambos son de Christian, ¿por qué no llamó a la casa? Me dirijo a mi habitación y
enciendo la máquina.
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De: Christian Grey
Asunto: Esta noche
Fecha: 25 Mayo 2011 23:58
Para: Anastasia Steele
Espero que llegues a casa en ese coche tuyo.
Hazme saber si estás bien.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Por Dios... por qué está tan preocupado por mi Beetle. Me ha dado tres años de
servicio leal y José ha estado siempre disponible para darle mantenimiento por mí. El
siguiente correo electrónico de Christian, es de hoy.
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De: Christian Grey
Asunto: Límites Suaves
Fecha: 26 Mayo 2011 17:22
Para: Anastasia Steele
¿Qué puedo decir que no haya dicho ya?
Estaré encantado de hablar de estos en cualquier momento.
Te veías hermosa hoy.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Quiero verlo. Tecleo la respuesta.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Límites Suaves
Fecha: 26 Mayo 2011 19:23
Para: Christian Grey
Puedo ir esta noche para hablar de ello si lo deseas.
Ana
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De: Christian Grey
Asunto: Límites Suaves
Fecha: 26 Mayo 2011 19:27
Para: Anastasia Steele
Iré yo. Hablaba en serio cuando dije que no estaba satisfecho con que condujeras ese coche.
Estaré contigo dentro de poco.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Mierda... va a venir, ahora. Tengo que preparar algo para él, los libros de primera
edición de Thomas Hardy todavía están en las estanterías de la sala de estar. No puedo
quedármelos. Los envuelvo en papel madera y garabateo en el envoltorio una cita
textual de Tess en el libro:
“… Acepto las condiciones, Ángel, puesto que tú sabes mejor que yo el castigo que merezco.
Sólo... sólo... ¡no lo hagas más duro de lo que pueda soportar!”
50 Sombras de Grey - Cap: 13
Capítulo 13
Al día siguiente, llamo a mamá cuando llego a casa del trabajo. Ha sido un día
relativamente tranquilo en Clayton, permitiéndome mucho tiempo para
pensar. Estoy inquieta, nerviosa por mi enfrentamiento con el señor Fanático
del Control mañana, en el fondo de mi mente, estoy preocupada ya que quizás he sido
muy negativa en mi respuesta al contrato. Tal vez él de por terminado todo el asunto.
Mi mamá esta destilando arrepentimiento, desesperadamente triste por no estar en mi
graduación. Bob tiene algún ligamento torcido lo que significa que está cojeando.
Honestamente es tan propenso a los accidente como yo. Espera tener una completa
recuperación, pero significa que esta descansando y mi madre tiene que esperar y estar
con él hasta que su pie sane.
—Ana cariño, lo lamento tanto —mi mamá lloriquea por el teléfono.
—Mamá, esta bien. Ray estará allí.
—Ana, suenas distraída, ¿estas bien, cariño?
—Si mamá. —Oh, si sólo supiera. Hay un hombre obscenamente rico que he conocido y
que quiere algún tipo de extraña y pervertida relación sexual, en la que no tengo voz ni
voto.
—¿Has conocido a alguien?
—No mamá. —Definitivamente no iré ahí ahora.
—Bueno, querida, estaré pensando en ti el jueves. Te amo… ¿sabes eso cielo?
Cierro mis ojos, sus hermosas palabras me dan un cálido resplandor por dentro.
—También te amo, mamá. Dile hola a Bob y espero que mejore pronto.
—Lo haré, cariño. Adiós.
—Adiós.
Me he desviado a mi habitación con el teléfono. Lentamente, enciendo la vil máquina
y enciendo el programa de correo electrónico. Hay un correo electrónico de Christian
de muy tarde anoche o muy temprano esta mañana, dependiendo de su punto de vista.
Mi corazón late rápido instantáneamente y oigo la sangre palpitando en mis oídos.
Mierda… quizás dijo no, eso es todo, tal vez está cancelando la cena. El pensamiento
es muy doloroso. Lo descarto rápidamente y abro el correo.
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De: Christian Grey
Asunto: Tus Problemas
Fecha: 24 Mayo 2011 01:27
Para: Anastasia Steele
Querida señorita Steele
Siguiendo mi más exhaustiva examinación de tus problemas, ¿puedo llamar tu atención a la
definición de sumisa?
Sumisa [Su – mi – sa] – adjetivo
1. Inclinado o listo para someter; sin resistencia, o humildemente obediente: siervos sumisos.
2. Marcado por o indicando la sumisión: una respuesta sumisa.
Origen: 1580-1590; sumi + so
Sinónimos: 1. dócil, obediente, complaciente tratable. 2. pasivo, resignado, paciente, dócil,
manso, sumiso. Antónimos: 1. rebelde, desobediente.
Por favor ten esto en mente para nuestra reunión del miércoles.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Mi reacción inicial es de alivio. Él esta dispuesto a discutir mis problemas por lo
menos y todavía quiere que nos veamos mañana. Después de pensar, respondo.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Mis problemas… ¿Qué hay sobre tus problemas?
Fecha: 24 Mayo 2011 18:29
Para: Christian Grey
Señor:
Por favor, note la fecha de origen: 1580-90. Con todo respeto, recuerde señor que estamos en el año
2011. Hemos recorrido un largo camino desde entonces.
Puedo ofrecer una definición para su consideración para nuestro encuentro:
Compromiso [com-pro-miso] – nombre
1. Una solución a las diferencias de las concesiones mutuas, un acuerdo alcanzado por el ajuste de
entrar en conflicto o en contra de demandas, principios, etc., por reciproca modificación de las
demandas. 2. El resultado de dicho acuerdo. 3. Algo intermedio entre diferentes cosas: La división
de nivel es un compromiso entre un rancho y una casa de varios pisos. 4. Un peligro, esp. de la
reputación; la exposición al peligro, la sospecha, etc.: un compromiso de la propia integridad.
Ana.
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De: Christian Grey
Asunto: ¿Qué pasa con Mis problemas?
Fecha: 24 Mayo 2011 18:32
Para: Anastasia SteeleFifty Shades of Grey E.L. James
208
Buen punto, bien hecho como siempre, señorita Steele. Te recogeré en tu apartamento a las 7:00
mañana.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
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De: Anastasia Steele
Asunto: 2011, Las mujeres pueden manejar
Fecha: 24 Mayo 2011 18:40
Para: Christian Grey
Señor:
Tengo un auto. Puedo manejar.
Preferiría encontrarnos en algún lugar.
¿Dónde nos veremos?
¿En tu hotel a las 7:00?
Ana
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De: Christian Grey
Asunto: Obstinadas mujeres jóvenes
Fecha: 24 Mayo 2011 18:43
Para: Anastasia Steele
Querida señorita Steele:
Citando mí correo electrónico enviado el 24 de mayo 2011 a las 1:27 y la definición contenida en
el mismo: ¿Cree que alguna vez va a ser capaz de hacer lo que le dicen?
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
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De: Ana Steele
Asunto: Hombre Intratable
Fecha: 24 Mayo 2011 18:49
Para: Christian Grey
Señor Grey:
Me gustaría manejar.
Por favor.
Ana.
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De: Christian Grey
Asunto: Hombre exasperado
Fecha: 24 Mayo 2011 18:52Fifty Shades of Grey E.L. James
210
Para: Anastasia Steele
Bien.
Mi hotel, a las 7:00
Te veo en el Marble Bar.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Es gruñón, incluso por correo electrónico. ¿Es que no entiende que podría necesitar
hacer una escapada rápida? No es que mi Beetle sea rápido... pero aun así, necesito un
medio de escape.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Hombre no tan intratable
Fecha: 24 Mayo 2011 18:55
Para: Christian Grey
Gracias.
Ana x
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De: Christian Grey
Asunto: Mujer Exasperante
Fecha: 24 Mayo 2011 18:59
Para: Anastasia Steele.
De nada.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Llamo a Ray, que esta a punto de ver el juego de los Sounders, algún equipo de futbol
de Salt Lake City, así que nuestra conversación es afortunadamente breve. Esta
conduciendo el jueves para la graduación. Quiere llevarme fuera después para una
comida. Mi corazón se hincha hablando con Ray y un nudo se instala en mi garganta.
Él ha sido mi constante a través de todos los altibajos románticos de mamá. Tenemos
un lazo especial que atesoro. Aunque él es mi padrastro, siempre me ha tratado como
suya y no puedo esperar para verlo. Ha sido mucho tiempo. Su fuerza tranquila es lo
que necesito ahora, lo que extraño. Quizás puedo canalizar mi Ray interno para mi
reunión de mañana.
Kate y yo nos concentramos en empacar, compartiendo una botella de vino tinto
barato mientras lo hacemos. Cuando finalmente voy a la cama, habiendo casi
terminado de empacar mi habitación, me siento calmada. La actividad física de
empacar siempre ha sido una distracción bienvenida, estoy cansada. Quiero una buena
noche de sueño. Trepo hasta mi cama y pronto me quedo dormida.
Paul esta de regreso de Princeton antes de hacer una parada por Nueva York para
empezar de interno con una compañía de financiamiento. Él me sigue alrededor de la
tienda todo el día pidiéndome ir a una cita. Es molesto.
—Paul, por enésima vez, tengo una cita esta noche.
—No, no la tienes, sólo estas diciendo eso para evitarme. Tú siempre estás
evitándome.
Si… Uno pensaría que tomaría la pista.
—Paul, nunca he pensado que fuera una buena idea salir con el hermano del jefe.
—Estas terminando aquí el viernes. No estarás trabajando mañana.
—Y estaré en Seattle el sábado y tú estarás en Nueva York pronto. No podríamos estar
más lejos. Además, tengo una cita esta noche.
—¿Con José?
—No.
—¿Entonces quién?
—Paul... oh. —Mi suspiro es exasperado. Él no lo dejará ir—. Christian Grey.
No pude evitar la molestia en mi voz. Pero ese era el truco. La boca de Paul se abre y
me mira boquiabierto, lo dejé mudo. Hum, aun su nombre deja sin palabras a las
personas.
—Tienes una cita con Christian Grey —dice finalmente, una vez que sale de la
conmoción. La incredulidad es evidente en su voz.
—Sí.
—Ya veo —Paul luce positivamente decaído, incluso atontado y a una pequeña parte
de mí le molesta que debería encontrarse sorprendido. Mi diosa interior también lo
hace. Ella le hace un gesto vulgar y poco atractivo con sus dedos.
Después de eso, él me ignora y a las cinco estoy fuera de la puerta, pronto.
Kate me ha prestado dos vestidos y dos pares de zapatos para esta noche y mañana
para la graduación de mañana. Me gustaría poder sentir más entusiasmo por la ropa y
hacer un esfuerzo extra, pero la ropa no es lo mío. ¿Qué es lo tuyo, Anastasia? La
pregunta susurrada por Christian me persigue. Sacudiendo mi cabeza procuro reprimir
mis nervios, me decido por el vestido tubo color ciruela para esta noche. Es recatado y
vagamente empresarial… después de todo, estoy negociando un contrato.
Me baño, depilo mis piernas y mis axilas, lavo mi cabello y luego paso una buena
media hora secándolo, para que caiga con suaves ondas sobre mi pecho y por sobre
espalda. Me peino para mantener un lado de mi cara sin cabello y me aplico mascara
de pestañas y algo de brillo labial. Rara vez llevo maquillaje, me intimida. Ninguna de
mis heroínas literarias tuvo que lidiar con el maquillaje, tal vez yo conocería más si lo
hubieran hecho. Me deslizo en los zapatos púrpura con taco aguja que combinan con
el vestido y estoy lista a las 6:30.
—¿Bien? —le pregunto a Kate.
Ella sonríe.
—Hombre, te ves muy bien Ana. —Asiente con aprobación—. Luces caliente.
—¡Caliente! Quiero verme recatada y seria.
—Eso también, pero sobre todo caliente. El vestido realmente se adapta a ti y a tu
color. La forma en que se ajusta. —Sonríe con satisfacción.
—¡Kate! —la regaño.
—Sólo mantenlo real, Ana. Todo el paquete se ve bien. Cuida el vestido. Lo tendrás
comiendo de tu mano.
Aprieto mi boca en una dura línea. Ah, entonces lo tienes todo al revés.
—Deséame suerte.
—¿Necesitas suerte para una cita? —Sus cejas se arruga, perpleja.
—Sí, Kate.
—Bueno entonces... Buena suerte. —Me abraza y estoy fuera de la puerta principal.
Tengo que manejar descalza; Wanda, mi Beetle azul marino, no fue construido para
ser manejado con zapatos con taco aguja. Me detengo fuera del Heathman a las 6:58 y
le doy las llaves de mi automóvil a un aparcador para que lo estacione. Él mira con
recelo a mi Beetle, pero lo ignoro. Tomando una profunda respiración y preparándome
mentalmente, me dirijo al hotel.
Christian se inclina casualmente contra la barra, bebiendo una copa de vino blanco.
Está vestido con su tradicional camisa blanca de lino, pantalones, corbata y chaqueta
negras. Su cabello está tan alborotado como siempre. Suspiro. Desde luego luce
magnífico. Me quedo por unos segundos en la entrada del bar, mirándolo, admirando
la vista. Él es más que hermoso. Mira, creo que nerviosamente, hacia la entrada y se
queda quieto cuando me ve. Parpadea un par de veces, luego sonríe lento, perezoso,
una sonrisa sexy que me deja muda y derretida por dentro. Haciendo un esfuerzo
supremo por no morder mi labio, avanzo consciente de que yo, Anastasia Steele de
Clumsyville, uso tacos altos. Él camina con gracia hasta alcanzarme.
—Luces sensacional —murmura mientras se inclina hacia abajo para besar brevemente
mi mejilla—. Un vestido, señorita Steele. Lo apruebo. —Tomando mi brazo, me
conduce hacia una mesa aislada y le hace señas al camarero.
—¿Qué te gustaría para beber?
Mis labios se curvan en una rápida y astuta sonrisa mientras me siento y me deslizo en
la mesa; bueno, al menos me está preguntando.
—Tomaré lo que estás tomando, por favor —¡Ves! Puedo jugar bien y comportarme.
Divertido, ordena otra copa de Sancerre36 y se desliza frente a mí.
—Tienen una bodega excelente aquí —dice, ladeando su cabeza hacia un lado.
Poniendo sus codos en la mesa, coloca sus dedos sobre su hermosa boca, sus ojos
grises con alguna clase de emoción ilegible. Y ahí está... esa familiar descarga eléctrica
que conecta con un lugar profundo dentro de mí. Me muevo incómoda bajo su mirada,
mi corazón palpitando. Debo mantener mi tranquilidad.
—¿Estás nerviosa? —pregunta suavemente.
—Sí.
Él se inclina hacia adelante.
—Yo también —susurra con complicidad.
Mis ojos se alzan para encontrar los suyos. Él. Nervioso. Nunca. Parpadeo y me da una
adorable sonrisa de lado. El camarero llega con mi vino, un pequeño plato de
diferentes frutos secos y otro de aceitunas.
—Entonces ¿cómo vamos a hacer esto? —pregunto—. ¿Repasando mis puntos uno por
uno?
—Impaciente como siempre, señorita Steele.
—Bueno, podría preguntarle: ¿qué piensa del clima de hoy?
Él sonríe y baja sus largos dedos para tomar una aceituna. La hace reventar en su boca
y mis ojos se entretienen con ella, esa boca, que ha estado sobre mí... sobre todo mi
cuerpo. Me sonrojo.
—Pienso que el clima ha estado particularmente normal hoy. —Sonríe con suficiencia.
—¿Se está riendo de mí, señor Grey?
—Lo hago, señorita Steele.
—Usted sabe que legalmente ese contrato es inaplicable.
—Estoy totalmente consciente de eso, señorita Steele.
—¿Iba a decirme algo de ese punto?
Me mira con el ceño fruncido.
36 Sancerre: Vino de origen francés.
—¿Crees que te obligaría a hacer algo que no quieres y luego fingir que tengo un
aplazamiento legal sobre ti?
—Bueno… sí.
—No piensa muy bien de mí ¿no?
—No ha respondido mi pregunta.
—Anastasia, no importa si es legal o no. Representa un trato que me gustaría hacer
contigo: qué me gustaría de ti y qué puedes esperar de mí. Si no te gusta, entonces no
firmes. Si firmas y después decides que no te gusta, hay bastantes cláusulas que te
permiten alejarte. Incluso si fuera legal, ¿crees que te arrastraría por los tribunales si
decides escapar?
Tomo un largo trago de vino. Mi subconsciente me golpea fuerte en el hombro. Debes
mantener tu inteligencia en esto. No bebas demasiado.
—Relaciones como estas son construidas sobre la honestidad y la confianza —
continua—. Si no confías en mí para saber cómo te afecto, qué tan lejos puedo ir
contigo, qué tan lejos puedo llevarte; si no puedes ser honesta conmigo, entonces no
podemos hacer esto.
Dios mío, cortamos la persecución rápidamente. Qué tan lejos puede llevarme. Mierda.
¿Qué significa eso?
—Entonces es bastante simple, Anastasia. ¿Confías en mí o no? —Sus ojos están
ardiendo, apasionados.
—¿Tuviste discusiones similares con um... las quince?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque todas ellas eran sumisas establecidas. Sabían lo que querían de la relación y
generalmente lo que yo esperaba. Con ellas, era sólo una pregunta para ajustar los
límites delicados, detalles como eso.
—¿Vas a una tienda? ¿Nosotras somos sumisas?
Él ríe.
—No exactamente.
—¿Cómo es entonces?
—¿Es eso lo que quieres discutir? ¿O iremos al grano? Tus puntos, como dices.
Trago. ¿Confío en él? ¿De esto se trata todo, de la… confianza? Seguramente esto
debería ser recíproco. Recuerdo su mal humor cuando llamé a José.
—¿Estás hambrienta? —pregunta, distrayéndome de mis pensamientos.
Ay, no... comida.
—No.
—¿Has comido hoy?
Lo miro fijamente. Honestidad... Mierda, no le va a gustar mi respuesta.
—No. —Mi voz es baja.
Él estrecha sus ojos.
—Tienes que comer, Anastasia. Podemos comer acá o en mi suite. ¿Qué prefieres?
—Creo que debemos estar en público, en tierra neutral.
Él sonríe irónicamente.
—¿Crees que me detendrías? —dice en voz baja, una advertencia sensual.
Mis ojos se abren y trago fuertemente otra vez.
—Espero que sí.
—Ven, tengo un comedor privado reservado. Sin público. —Me sonríe
enigmáticamente y sale de la cabina, manteniendo su mano extendida en mi dirección.
—Trae tu vino —murmura.
Colocando mi mano en la suya, me deslizo fuera y me paro junto a él. Me libera y su
mano se extiende hasta mi codo. Me lleva de nuevo a través del bar y sube las grandes
escaleras hacia un entresuelo. Un joven, vestido con un uniforme del Heathman, se
acerca a nosotros.
—Señor Grey, por aquí.
Lo seguimos a través de un área de asientos de lujo hacia un comedor íntimo. Sólo una
mesa apartada. La habitación es pequeña pero suntuosa. Bajo una lámpara de araña
brillante, la mesa está toda predispuesta con lino almidonado, vasos de cristal,
cubiertos de plata y un ramo de rosas blancas. El encanto del mundo antiguo y
sofisticado impregna la sala llena de paneles de madera. El camarero retira mi silla y
me siento. Coloca la servilleta en mi regazo. Christian se sienta frente a mí. Levanto la
mirada hacia él.
—No te muerdas el labio —susurra.
Frunzo el ceño. Maldita sea. Ni siquiera sé que lo estoy haciendo.
—He pedido ya. Espero que no te importe.
Francamente, me siento aliviada, no estoy segura de que pueda tomar ninguna
decisión más.
—No, eso está bien —acepto.
—Es bueno saber que puedes ser sumisa. Ahora, ¿en dónde estábamos?
—El meollo de la cuestión.
Tomo otro sorbo de vino. Está realmente delicioso. Christian Grey hace el vino bueno.
Recuerdo el último sorbo de vino que me dio, en mi cama. Me ruborizo ante el
pensamiento.
—Sí, tus dudas. —Rebusca en el bolsillo interior de su chaqueta y saca un trozo de
papel. Mi correo electrónico.
—Cláusula 2. De acuerdo. Esto es para el beneficio de ambos. Lo redactaré de nuevo.
Parpadeo en su dirección. Mierda... vamos a revisar cada uno de estos puntos, uno por
uno. Simplemente no me siento tan valiente viéndolo cara a cara. Parece muy formal.
Me armo de valor con otro sorbo de vino. Christian sigue.
—Mi salud sexual. Bueno, todas mis parejas anteriores se han hecho análisis de sangre
y me hago pruebas periódicas cada seis meses por todos los riesgos de salud que
mencionas. Todas mis últimas pruebas están limpias. Nunca he tomado drogas. De
hecho, soy, con vehemencia, anti-drogas. Tengo una estricta política de no tolerancia
con respecto a las drogas para todos mis empleados e insisto en hacer pruebas de
drogas al azar.
Wow... el obseso del control se ha vuelto loco. Parpadeo en su dirección, sorprendida.
—Nunca me he hecho una transfusión de sangre. ¿Eso responde tu pregunta?
Asiento con la cabeza, impasible.
—El siguiente punto que mencioné anteriormente. Puedes irte en cualquier momento,
Anastasia. No te detendré. Si te vas, sin embargo, eso es todo. Sólo para que lo sepas.
—Está bien —respondo en voz baja. Si me voy, eso es todo. La idea es
sorprendentemente dolorosa.
El camarero llega con nuestro primer pedido. ¿Cómo es posible que pueda comer?
Santo Moisés, ha pedido ostras sobre un lecho de hielo.
—Espero que te gusten las ostras. —La voz de Christian es suave.
—Nunca he probado una. —Nunca.
—¿En serio? Bueno… —Alcanza una—. Todo lo que tienes que hacer es inclinarla y
tragártela. Creo que puedes arreglártelas con eso.
Me mira y sé a lo que se refiere. Me ruborizo. Él sonríe, vierte un poco de jugo de
limón en su ostra y la inclina hacia su boca.
—Mmm, deliciosa. Sabe a mar —dice sonriéndome—. Vamos —me anima.
—Entonces, ¿no la mastico?
—No, Anastasia, no lo hagas. —Sus ojos están iluminados con humor. Se ve tan joven
así
Me muerdo el labio y al instante su expresión cambia. Me mira con severidad.
Extiendo la mano para coger mi primera ostra. Bueno... aquí voy. Escurro un poco de
jugo de limón y la inclino. Se desliza por mi garganta, toda agua salada, el olor fuerte
del cítrico y carnosidad... ooh. Me lamo los labios y él me está mirando fijamente, sus
ojos entrecerrados.
—¿Y bien?
—Tomaré otra —le digo secamente.
—Buena chica —dice con orgullo.
—¿Elegiste esto deliberadamente? ¿No son conocidos por sus cualidades afrodisíacas?
—No, son el primer artículo en el menú. No necesito un afrodisíaco cerca de ti. Creo
que ya lo sabes y creo que reaccionas de la misma forma cerca de mí —dice con
sencillez—. Así que, ¿dónde estábamos? —Le echa un vistazo a mi correo electrónico,
mientras extiendo una mano para alcanzar otra ostra.
Él reacciona de la misma manera. Yo le afecto... wow.
—Me obedeces en todo. Sí, quiero que hagas eso. Te necesito para hacer eso. Piensa
en ello como las reglas del juego, Anastasia.
—Pero me preocupa que puedas hacerme daño.
—Hacerte daño, ¿cómo?
—Físicamente. —Y emocionalmente.
—¿De verdad crees que haría eso? ¿Traspasar cualquier límite que no puedes tomar?
—Has dicho que has hecho daño a alguien antes.
—Sí, lo he hecho. Fue hace mucho tiempo.
—¿Cómo la dañaste?
—La suspendí del techo de mi cuarto de juegos. De hecho, esa es una de tus preguntas.
La suspensión, para eso son los mosquetones de la sala de juegos. El juego de la
cuerda. Una de las cuerdas fue atada con demasiada fuerza.
Alzo mi mano pidiendo que se detenga.
—No necesito saber nada más. Así que, ¿no me suspenderás, entonces?
—No, si realmente no quieres. Puedes poner ahí un límite fijo.
—Está bien.
—Así que, obedecer, ¿crees que puedes manejar eso?
Él me mira fijamente, sus ojos grises intensos. Los segundos pasan.
—Podría intentarlo —susurro.
—Bien. —Sonríe—. Ahora el plazo. Un mes en lugar de tres es muy poco tiempo,
especialmente si quieres un fin de semana lejos de mí cada mes. No creo que vaya a ser
capaz de mantenerme alejado de ti durante todo ese periodo de tiempo. Apenas puedo
manejarlo ahora. —Hace una pausa.
¿No puede permanecer lejos de mí? ¿Qué?
—¿Qué te parece un día durante un fin de semana al mes para ti, pero tengo a cambio
una noche entre semana de esa semana?
—Está bien.Fifty
—Y por favor, probémoslo durante tres meses. Si no te parece para entonces, puedes
irte en cualquier momento.
—¿Tres meses? —Me siento acorralada. Tomo otro sorbo de vino y trato de auto
controlarme con otra ostra. Podría aprender a apreciar esto.
—Sobre el asunto de la posesión, esa es sólo la terminología y se remonta al principio
de obediencia. Es para lograr entrar en el estado de ánimo adecuado, para entender de
dónde vengo. Y quiero que sepas que tan pronto cruces mi umbral como mi sumisa,
haré que te guste. Tienes que aceptar eso, por voluntad propia. Es por eso que tienes
que confiar en mí. Te follaré, en cualquier momento, de cualquier forma que quiera…
en cualquier lugar que quiera. Te disciplinaré, porque cometerás errores. Te entrenaré
para complacerme. Pero sé que no has hecho esto antes. Inicialmente, lo tomaremos
con calma y yo te ayudaré. Construiremos diversos escenarios. Quiero que confíes en
mí, pero sé que tengo que ganarme tu confianza y lo haré. El "o de otra manera", es
para ayudarte a introducirte en la mentalidad, significa que todo vale.
Él es tan apasionado, fascinante. Esta es obviamente su obsesión, su forma de ser... no
puedo quitar mis ojos de él. Realmente, realmente quiere esto. Deja de hablar y me
mira.
—¿Todavía estás conmigo? —susurra, su voz rica, cálida y seductora. Toma un sorbo
de su vino, su mirada penetrante manteniéndose fija en la mía.
El camarero se acerca a la puerta y Christian asiente sutilmente, permitiéndole que
despeje la mesa.
—¿Querrías un poco más de vino?
—Tengo que conducir.
—¿Un poco de agua, entonces?
Asiento con la cabeza.
—¿Con o sin gas?
—Con gas, por favor.
El camarero se va.
—Estás muy callada —susurra Christian.
—Eres muy hablador.
Sonríe.
—Disciplina. Hay una línea muy fina entre el placer y el dolor, Anastasia. Son ambas
caras de una misma moneda, una no existe sin la otra. Puedo mostrarte que tan
placentero puede ser el dolor. No me crees ahora, pero esto es a lo que me refiero con
la confianza. Habrá dolor, pero no hay nada que no puedas manejar. Una vez más,
todo se reduce a la confianza. ¿Confías en mí, Ana?
¡Ana!
—Sí —respondo espontáneamente, sin pensarlo… porque es verdad… confío en él.
—Bien. —Se ve aliviado—. El resto de las cosas son sólo detalles.
—Detalles importantes.
—Esta bien, vamos a hablar de eso.
Mi cabeza esta nadando con todas sus palabras. Debería haber traído el mini
reproductor de Kate para poder escucharlo otra vez. Hay tanta información, tanto para
procesar. El camarero aparece con nuestros platos: bacalao negro, espárragos y puré de
papas con una salsa holandesa. Nunca me había sentido menos que la comida.
—Espero que te guste el pescado —dice Christian suavemente.
Apuñalo mi comida y tomo un largo trago de mi agua con gas. Vehemente deseo que
fuese vino.
—Las reglas. Hablemos de ellas. ¿La comida es un tema de discusión?
—Sí.
—¿Puedo modificarlo diciendo que comerás al menos tres veces al día?
—No. —No estoy dando marcha atrás en eso. Nadie va a establecer lo que como.
Cómo follo, sí, pero comer... no, de ninguna manera.
Aprieta sus labios.
—Necesito saber que no tienes hambre.
Frunzo el ceño. ¿Por qué?
—Tendrás que confiar en mí.
Me mira por un momento y se relaja.
—Buen punto, señorita Steele —dice en voz baja—. Acepto lo de la comida y el sueño.
—¿Por qué no puedo mirarte?
—Es una cosa de dominación/sumisión. Ya te acostumbraras a ello.
¿Lo haré?
—¿Por qué no puedo tocarte?
—Porque no puedes.
Su boca se tensa en una rebelde línea.
—¿Es por la señora Robinson?
Me mira con curiosidad.
—¿Por qué piensas eso? —E inmediatamente entiende—. ¿Crees que ella me
traumatizo?
Asiento.
—No, Anastasia. Ella no es la razón. Además, la señora Robinson aceptaría esta
mierda.
Oh… pero yo lo tengo. Hago un mohín.
—Así que nada que ver con ella.
—No. Y tampoco quiero que te des placer a ti misma.
¿Qué? Ah, sí, la cláusula de la no masturbación.
—Por curiosidad… ¿Por qué?
—Porque quiero todo tu placer —su voz es ronca, pero determinada.
Oh… no tengo una respuesta para eso. A veces, sale con lo de “quiero morder ese
labio” y otras es tan egoísta. Frunzo el ceño y tomo un mordisco del bacalao,
intentando evaluar mentalmente las concesiones de lo que he ganado. La comida, el
sueño, puedo mirarlo a los ojos. Él va a ir despacio y no hemos discutidos los limites
suaves. Pero no estoy segura de que pueda enfrentarlo mientras comemos.
—Te he dado mucho en que pensar ¿no?
—Sí.
—¿También quieres hablar ahora de los limites suaves?
—No en la cena.
Él sonríe.
—¿Escrupulosa?
—Algo así.
—No has comido mucho.
—Ya he tenido suficiente.
—Tres ostras, cuatro mordiscos de bacalao y un tallo de espárragos, no papas, no
nueces, no aceitunas y no has comido en todo el día. Dijiste que podía confiar en ti.
¡Por Dios! Ha mantenido un inventario.
—Christian, por favor, es que no todos los días me siento a tener conversaciones como
esta.
—Te necesito en forma y saludable, Anastasia.
—Lo sé.
—Y justo ahora, quiero sacarte ese vestido.
Trago saliva. Sacarme el vestido de Kate. Siento un tirón profundo en mi vientre. Los
músculos que ahora tengo más acostumbrados se aprietan con sus palabras. Pero no
puedo tenerlo. Su arma más potente, usada en mi contra, otra vez. Él es tan bueno en
el sexo, me he dado cuenta de eso.
—No creo que esa sea una buena idea —murmuro en voz baja—. No hemos pedido el
postre.
—¿Quieres postre? —resopla.
—Sí.
—Tú podrías ser el postre —murmura sugestivamente.
—No estoy segura de ser lo suficientemente dulce.
—Anastasia, eres deliciosamente dulce. Lo sé.
—Christian. Usas el sexo como un arma. Esto es realmente injusto —susurro, mirando
mis manos y luego mirándolo directamente. Él levanta sus cejas, sorprendido y veo
que está considerando mis palabras. Se acaricia la barbilla, pensativamente.
—Tienes razón. Lo hago. En la vida utilizas lo que sabes, Anastasia. Eso no cambia lo
mucho que te deseo. Aquí. Ahora.
¿Cómo puede seducirme únicamente con su voz? Realmente estoy jadeando, la sangre
caliente corriendo por mis venas, mis nervios vibrando.
—Me gustaría intentar algo —respira hondo.
Frunzo el ceño. Me acaba de dar un montón de malditas ideas para procesar y ahora
esto.
—Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensar en esto. Sería fácil. —Su voz es suave,
seductiva—. Todas esas decisiones… todo ese desgastante proceso de pensamientos
detrás de ello. ¿Qué es lo correcto para hacer? ¿Debería suceder aquí? ¿Puede pasar
ahora? No tendrías que preocuparte por ningún detalle. Eso es lo que yo haría como tu
Dominante. Y ahora, sé que me quieres, Anastasia.
Mi ceño se profundiza. ¿Cómo puede saberlo?
—Puedo saberlo porque…
Santa mierda, él está respondiendo mi pregunta no formulada. ¿También es psíquico?
—… tu cuerpo te delata. Estas apretando y juntando tus muslos, estas ruborizada y tu
respiración ha cambiado.
O, esto es demasiado.
—¿Cómo sabes lo de mis muslos? —mi voz es baja, incrédula. Están debajo de la mesa
por el amor de Dios.
—Sentí el movimiento del mantel y es una suposición calculada, basada en mis años
de experiencia. Tengo razón ¿no?
Me sonrojo y miro hacia mis manos. Es por eso que estoy paralizada en este juego de
seducción. Él es el único que conoce y entiende las reglas. Soy demasiado ingenua e
inexperta. Mi única referencia es Kate y ella no toma ninguna mierda de los hombres.
Mis otras referencias son todas ficción: Elizabeth Bennett estaría indignada, Jane Eyre
muy asustada y Tess accedería, al igual que yo.
—No he terminado mi bacalao.
—¿Prefieres ese frío bacalao que a mí?
Mi cabeza se levanta de golpe y lo miro y sus ojos grises queman como plata fundida,
con imperiosa necesidad.
—Pensé que te gustaría que acabara mi plato.
—En este momento, señorita Steele, no puedo decirte una mierda por tu comida.
—Christian. No juegas limpio.
—Lo sé. Nunca lo hago.
Mi diosa interior me frunce el ceño. Puedes hacer esto, ella persuade, jugar con el dios del
sexo en su propio juego. ¿Puedo? Está bien. ¿Qué se hace? Mi inexperiencia es un albatros
alrededor de mi cuello. Cogiendo un poco de espárragos, lo miro y muerdo mi labio.
Luego, muy lentamente, coloco la punta del frío espárrago en mi boca y lo chupo.
Los ojos de Christian se amplían sólo un poco, pero me doy cuenta.
—Anastasia. ¿Qué estás haciendo?
Muerdo la punta.
—Comiendo mi espárrago.
Christian se mueve en su asiento.
—Creo que estas jugando conmigo, señorita Steele.
Finjo inocencia.
—Sólo estoy terminando mi comida, señor Grey.
El camarero elige ese momento para golpear y entrar deliberadamente. Mira
brevemente a Christian, quien le frunce el ceño pero luego asiente, así que recoge
nuestros platos. La llegada del camarero ha roto el hechizo. Y aprovecho este precioso
momento de claridad. Tengo que irme. Nuestra reunión sólo terminara de una manera
si me quedo y necesito algunos limites después de tan intensa conversación. Así como
mi cuerpo pide su toque, mi mente se está rebelando. Necesito alejarme un poco para
pensar acerca en todo lo que él ha dicho. Todavía no he tomado una decisión y su
atractivo y proezas sexuales no lo hacen nada fácil.
―¿Te gustaría un poco de postre? ―pregunta Christian, siempre un caballero, pero sus
ojos todavía arden.
―No, gracias. Creo que debería irme. ―Bajo la mirada hacia mis manos.
―¿Irte? ―Él no puede esconder su sorpresa.
El mesero se va precipitadamente.
―Sí. ―Es la decisión correcta. Si me quedo aquí, en esta habitación con él, me follará.
Me pongo de pie, a propósito―. Ambos tenemos la ceremonia de graduación mañana.
Christian se pone de pie automáticamente, revelando años de arraigada cortesía.
―No quiero que te vayas.
―Por favor… tengo que hacerlo.
―¿Por qué?
―Porque me has dado mucho en qué pensar… necesito algo de distancia.
―Podría hacer que te quedaras ―amenaza.
―Sí, podrías fácilmente, pero no quiero que lo hagas.
Pasa su mano por su cabello, mirándome cuidadosamente.
―Sabes, cuando llegaste a mi oficina para entrevistarme, eras toda “sí señor, no
señor”. Creí que eras una sumisa completamente natural. Pero francamente,
Anastasia, no estoy seguro de que tengas un hueso de sumisa en tu delicioso cuerpo.
Se mueve lentamente hacia mí mientras habla, su voz tensa.
―Puede que tengas razón ―suspiro.
―Quiero la oportunidad de explorar la posibilidad de que lo tengas ―murmura,
mirándome directamente. Extiende su mano y acaricia mi rostro, su pulgar recorriendo
mi labio inferior―. No conozco otra manera, Anastasia. Esto es quién soy.
―Lo sé.
Se inclina para besarme, pero se detiene antes de que sus labios toquen los míos, sus
ojos buscando los míos, queriendo, pidiendo permiso. Levanto mis labios hacia los
suyos y él me besa y, porque no sé si alguna vez lo besaré de nuevo, me dejo ir, mis
manos moviéndose a su propio ritmo y enredándose en su cabello, empujándolo hacia
mí, mi boca abierta, mi lengua acariciando la suya. Su mano sujeta mi cuello mientras
profundiza el beso, respondiendo a mi ardor. Su otra mano se desliza sobre mi espalda
y aterriza en la base de mi columna vertebral mientras me empuja contra su cuerpo.
―¿No puedo persuadirte de que te quedes? ―suspira entre besos.
―No.
―Pasa la noche conmigo.
―¿Y no tocarte? No.
Gime.
―Chica imposible. ―Retrocede, mirándome―. ¿Por qué creo que estás diciéndome
adiós?
―Porque me voy ahora mismo.
―Eso no es lo que quiero decir y lo sabes.
―Christian, tengo que pensar en esto. No sé si pueda tener la clase de relación que
quieres.
Él cierra sus ojos y presiona su frente contra la mía, dándonos la oportunidad de
ralentizar nuestras respiraciones. Después de un momento, besa mi frente, inhala
profundamente, su nariz en mi cabello y luego me libera, dando un paso atrás.
―Como desee, señorita Steele ―dice, su cara impasible―. Te escoltaré al vestíbulo.
Extiende su mano. Inclinándome, tomo mi bolso y pongo mi mano en la suya. Santa
mierda, esto podría ser todo. Lo sigo dócilmente por las enormes escaleras y hacia el
vestíbulo, mi cuero cabelludo picando, mi sangre bombeando. Este podría ser el último
adiós si decido decir no. Mi corazón se contrae dolorosamente en mi pecho. Qué
cambio. La diferencia que un momento de claridad puede hacerle a una chica.
―¿Tienes tu boleto de estacionamiento?
Busco en mi bolso y le entrego el boleto que él le da al portero. Lo miro de soslayo
mientras nos quedamos esperando.
―Gracias por la cena ―murmuro.
―Es un placer como siempre, señorita Steele ―dice educadamente, sin embargo,
parece inmerso en sus pensamientos, completamente distraído.
Mientras levanto la mirada para mirarlo, guardo su hermoso perfil en mi memoria. La
idea de no poder verlo de nuevo me persigue, molesta y demasiado dolorosa para ser
contemplada. Se gira repentinamente, bajando su mirada hacia mí, su expresión
intensa.
―Vas a mudarte este fin de semana a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿puedo
verte el domingo? ―Suena dudoso.
―Ya veremos. Quizás. ―Suspiro. Momentáneamente, parece aliviado, luego frunce el
ceño.
―Hace frío ahora, ¿no tienes una chaqueta?
―No.
Sacude la cabeza con irritación y se quita su chaqueta.
―Toma. No quiero que te enfermes.
Parpadeo hacia él mientras la sostiene para mí y mientras extiendo mis brazos hacia
atrás, recuerdo el momento en su oficina cuando deslizó el abrigo en mis hombros, la
primera vez que lo conocí y el efecto que tuvo en mí entonces. Ahora ha cambiado, de
hecho, es más intenso. Su chaqueta es cálida, demasiado grande y huele a él. Oh Dios
mío… delicioso.
Mi auto aparece. La boca de Christian se abre.
―¿Eso es lo que conduces? ―Está horrorizado. Tomando mi mano, me lleva afuera.
El aparcador sale, me entrega mis llaves y Christian fríamente le entrega un poco de
dinero.
―¿Es apto para circular? ―Está mirándome ahora.
―Sí.
―¿Te llevará hasta Seattle?
―Sí. Lo hará.
―¿Sin peligro?
―Sí ―chasqueo, exasperada―. De acuerdo, es vieja. Pero es mía y es apta para
circular. Mi padrastro la compró para mí.
―Oh, Anastasia, creo que podemos hacerlo mejor que esto.
―¿Qué quieres decir? ―La compresión aparece―. No vas a comprarme un auto.
Me mira con el ceño fruncido, su mandíbula tensa.
―Ya veremos ―dice herméticamente.
Hace una mueca mientras abre la puerta del conductor y me ayuda a entrar. Me quito
mis zapatos y bajo la ventana. Está mirándome, su expresión insondable, sus ojos
oscuros.
―Conduce con cuidado ―dice tranquilamente.
―Adiós Christian. ―Mi voz está ronca por las lágrimas no derramadas… Caray, no
voy a llorar. Le doy una pequeña sonrisa.
Mientras me alejo conduciendo, mi pecho se contrae, mis lágrimas empiezan a caer,
ahogo un sollozo. Algunas lágrimas están cayendo por mi cara y realmente no
entiendo por qué estoy llorando. Estaba defendiéndome. Él explicó todo. Fue claro.
Me quiere, pero la verdad es que necesito más. Necesito que me quiera como yo quiero
y lo necesito y en el fondo, sé que eso no es posible. Simplemente estoy abrumada.
Ni siquiera sé cómo catalogarlo. Si hago esto… ¿será mi novio? ¿Seré capaz de
presentarlo a mis amigos? Salir a bares, al cine, a jugar bolos incluso, ¿con él? La
verdad es que creo que no lo haré. No me dejará tocarlo y no me dejará dormir con él.
Sé que no he tenido estas cosas en mi pasado, pero las quiero en mi futuro. Y ese no es
el futuro que él concibe.
Qué pasa si digo sí y en tres meses él dice no, que ha tenido suficiente de intentar
moldearme como algo que no soy. ¿Cómo me sentiré? Habré invertido
emocionalmente tres meses, haciendo cosas que no estoy segura que quiera hacer. Y si
entonces él dice no, acuerdo terminado, ¿cómo podría hacer frente con ese nivel de
rechazo? Quizás es mejor retroceder ahora con la autoestima que tengo
razonablemente intacta.
Pero el pensamiento de no verlo de nuevo es agonizante. ¿Cómo se ha metido bajo mi
piel tan rápidamente? No puede ser simplemente sexo… ¿verdad? Seco las lágrimas de
mis ojos. No quiero examinar mis sentimientos por él. Estoy asustada de lo que
descubriré si lo hago. ¿Qué voy a hacer?
Aparco afuera de nuestro dúplex. No hay luces encendidas. Kate debe estar fuera.
Estoy aliviada. No quiero que me atrape llorando de nuevo. Mientras me desvisto,
enciendo la malvada máquina y en mi bandeja de entrada hay un mensaje de
Christian.
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De: Christian Grey
Asunto: Esta noche
Fecha: 25 Mayo 2011 22:01
Para: Anastasia
No entiendo por qué huiste esta noche. Sinceramente, espero haber contestado a todas tus
preguntas. Sé que te he dado un acuerdo enorme por contemplar y espero fervientemente que le des
a mi propuesta una seria consideración. Realmente quiero hacer este trabajo. Lo tomaremos
lentamente.
Confía en mí.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Su correo electrónico me hace llorar más. No soy una fusión. No soy una adquisición.
Leyendo esto, bien podría serlo. No respondo. Simplemente no sé qué decirle. Me
meto en mi pijama, envolviendo su chaqueta a mí alrededor. Me subo a la cama.
Mientras me acuesto mirando a la oscuridad, pienso en todas las veces que me advirtió
que me mantuviera alejada.
“Anastasia, deberías mantenerte alejada de mí. No soy el hombre para ti. No quiero tener una
novia. No soy la clase de hombre de corazones y flores. No hago el amor. Esto es todo lo que
conozco.”
Y mientras lloro en mi almohada silenciosamente, esta es la última idea a la que me
aferro. Es todo lo que sé, también. Tal vez juntos podemos trazar un nuevo curso.
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