lunes, 20 de mayo de 2013
50 Sombras de Grey - Cap: 13
Capítulo 13
Al día siguiente, llamo a mamá cuando llego a casa del trabajo. Ha sido un día
relativamente tranquilo en Clayton, permitiéndome mucho tiempo para
pensar. Estoy inquieta, nerviosa por mi enfrentamiento con el señor Fanático
del Control mañana, en el fondo de mi mente, estoy preocupada ya que quizás he sido
muy negativa en mi respuesta al contrato. Tal vez él de por terminado todo el asunto.
Mi mamá esta destilando arrepentimiento, desesperadamente triste por no estar en mi
graduación. Bob tiene algún ligamento torcido lo que significa que está cojeando.
Honestamente es tan propenso a los accidente como yo. Espera tener una completa
recuperación, pero significa que esta descansando y mi madre tiene que esperar y estar
con él hasta que su pie sane.
—Ana cariño, lo lamento tanto —mi mamá lloriquea por el teléfono.
—Mamá, esta bien. Ray estará allí.
—Ana, suenas distraída, ¿estas bien, cariño?
—Si mamá. —Oh, si sólo supiera. Hay un hombre obscenamente rico que he conocido y
que quiere algún tipo de extraña y pervertida relación sexual, en la que no tengo voz ni
voto.
—¿Has conocido a alguien?
—No mamá. —Definitivamente no iré ahí ahora.
—Bueno, querida, estaré pensando en ti el jueves. Te amo… ¿sabes eso cielo?
Cierro mis ojos, sus hermosas palabras me dan un cálido resplandor por dentro.
—También te amo, mamá. Dile hola a Bob y espero que mejore pronto.
—Lo haré, cariño. Adiós.
—Adiós.
Me he desviado a mi habitación con el teléfono. Lentamente, enciendo la vil máquina
y enciendo el programa de correo electrónico. Hay un correo electrónico de Christian
de muy tarde anoche o muy temprano esta mañana, dependiendo de su punto de vista.
Mi corazón late rápido instantáneamente y oigo la sangre palpitando en mis oídos.
Mierda… quizás dijo no, eso es todo, tal vez está cancelando la cena. El pensamiento
es muy doloroso. Lo descarto rápidamente y abro el correo.
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De: Christian Grey
Asunto: Tus Problemas
Fecha: 24 Mayo 2011 01:27
Para: Anastasia Steele
Querida señorita Steele
Siguiendo mi más exhaustiva examinación de tus problemas, ¿puedo llamar tu atención a la
definición de sumisa?
Sumisa [Su – mi – sa] – adjetivo
1. Inclinado o listo para someter; sin resistencia, o humildemente obediente: siervos sumisos.
2. Marcado por o indicando la sumisión: una respuesta sumisa.
Origen: 1580-1590; sumi + so
Sinónimos: 1. dócil, obediente, complaciente tratable. 2. pasivo, resignado, paciente, dócil,
manso, sumiso. Antónimos: 1. rebelde, desobediente.
Por favor ten esto en mente para nuestra reunión del miércoles.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Mi reacción inicial es de alivio. Él esta dispuesto a discutir mis problemas por lo
menos y todavía quiere que nos veamos mañana. Después de pensar, respondo.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Mis problemas… ¿Qué hay sobre tus problemas?
Fecha: 24 Mayo 2011 18:29
Para: Christian Grey
Señor:
Por favor, note la fecha de origen: 1580-90. Con todo respeto, recuerde señor que estamos en el año
2011. Hemos recorrido un largo camino desde entonces.
Puedo ofrecer una definición para su consideración para nuestro encuentro:
Compromiso [com-pro-miso] – nombre
1. Una solución a las diferencias de las concesiones mutuas, un acuerdo alcanzado por el ajuste de
entrar en conflicto o en contra de demandas, principios, etc., por reciproca modificación de las
demandas. 2. El resultado de dicho acuerdo. 3. Algo intermedio entre diferentes cosas: La división
de nivel es un compromiso entre un rancho y una casa de varios pisos. 4. Un peligro, esp. de la
reputación; la exposición al peligro, la sospecha, etc.: un compromiso de la propia integridad.
Ana.
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De: Christian Grey
Asunto: ¿Qué pasa con Mis problemas?
Fecha: 24 Mayo 2011 18:32
Para: Anastasia SteeleFifty Shades of Grey E.L. James
208
Buen punto, bien hecho como siempre, señorita Steele. Te recogeré en tu apartamento a las 7:00
mañana.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
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De: Anastasia Steele
Asunto: 2011, Las mujeres pueden manejar
Fecha: 24 Mayo 2011 18:40
Para: Christian Grey
Señor:
Tengo un auto. Puedo manejar.
Preferiría encontrarnos en algún lugar.
¿Dónde nos veremos?
¿En tu hotel a las 7:00?
Ana
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De: Christian Grey
Asunto: Obstinadas mujeres jóvenes
Fecha: 24 Mayo 2011 18:43
Para: Anastasia Steele
Querida señorita Steele:
Citando mí correo electrónico enviado el 24 de mayo 2011 a las 1:27 y la definición contenida en
el mismo: ¿Cree que alguna vez va a ser capaz de hacer lo que le dicen?
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
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De: Ana Steele
Asunto: Hombre Intratable
Fecha: 24 Mayo 2011 18:49
Para: Christian Grey
Señor Grey:
Me gustaría manejar.
Por favor.
Ana.
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De: Christian Grey
Asunto: Hombre exasperado
Fecha: 24 Mayo 2011 18:52Fifty Shades of Grey E.L. James
210
Para: Anastasia Steele
Bien.
Mi hotel, a las 7:00
Te veo en el Marble Bar.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Es gruñón, incluso por correo electrónico. ¿Es que no entiende que podría necesitar
hacer una escapada rápida? No es que mi Beetle sea rápido... pero aun así, necesito un
medio de escape.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Hombre no tan intratable
Fecha: 24 Mayo 2011 18:55
Para: Christian Grey
Gracias.
Ana x
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De: Christian Grey
Asunto: Mujer Exasperante
Fecha: 24 Mayo 2011 18:59
Para: Anastasia Steele.
De nada.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Llamo a Ray, que esta a punto de ver el juego de los Sounders, algún equipo de futbol
de Salt Lake City, así que nuestra conversación es afortunadamente breve. Esta
conduciendo el jueves para la graduación. Quiere llevarme fuera después para una
comida. Mi corazón se hincha hablando con Ray y un nudo se instala en mi garganta.
Él ha sido mi constante a través de todos los altibajos románticos de mamá. Tenemos
un lazo especial que atesoro. Aunque él es mi padrastro, siempre me ha tratado como
suya y no puedo esperar para verlo. Ha sido mucho tiempo. Su fuerza tranquila es lo
que necesito ahora, lo que extraño. Quizás puedo canalizar mi Ray interno para mi
reunión de mañana.
Kate y yo nos concentramos en empacar, compartiendo una botella de vino tinto
barato mientras lo hacemos. Cuando finalmente voy a la cama, habiendo casi
terminado de empacar mi habitación, me siento calmada. La actividad física de
empacar siempre ha sido una distracción bienvenida, estoy cansada. Quiero una buena
noche de sueño. Trepo hasta mi cama y pronto me quedo dormida.
Paul esta de regreso de Princeton antes de hacer una parada por Nueva York para
empezar de interno con una compañía de financiamiento. Él me sigue alrededor de la
tienda todo el día pidiéndome ir a una cita. Es molesto.
—Paul, por enésima vez, tengo una cita esta noche.
—No, no la tienes, sólo estas diciendo eso para evitarme. Tú siempre estás
evitándome.
Si… Uno pensaría que tomaría la pista.
—Paul, nunca he pensado que fuera una buena idea salir con el hermano del jefe.
—Estas terminando aquí el viernes. No estarás trabajando mañana.
—Y estaré en Seattle el sábado y tú estarás en Nueva York pronto. No podríamos estar
más lejos. Además, tengo una cita esta noche.
—¿Con José?
—No.
—¿Entonces quién?
—Paul... oh. —Mi suspiro es exasperado. Él no lo dejará ir—. Christian Grey.
No pude evitar la molestia en mi voz. Pero ese era el truco. La boca de Paul se abre y
me mira boquiabierto, lo dejé mudo. Hum, aun su nombre deja sin palabras a las
personas.
—Tienes una cita con Christian Grey —dice finalmente, una vez que sale de la
conmoción. La incredulidad es evidente en su voz.
—Sí.
—Ya veo —Paul luce positivamente decaído, incluso atontado y a una pequeña parte
de mí le molesta que debería encontrarse sorprendido. Mi diosa interior también lo
hace. Ella le hace un gesto vulgar y poco atractivo con sus dedos.
Después de eso, él me ignora y a las cinco estoy fuera de la puerta, pronto.
Kate me ha prestado dos vestidos y dos pares de zapatos para esta noche y mañana
para la graduación de mañana. Me gustaría poder sentir más entusiasmo por la ropa y
hacer un esfuerzo extra, pero la ropa no es lo mío. ¿Qué es lo tuyo, Anastasia? La
pregunta susurrada por Christian me persigue. Sacudiendo mi cabeza procuro reprimir
mis nervios, me decido por el vestido tubo color ciruela para esta noche. Es recatado y
vagamente empresarial… después de todo, estoy negociando un contrato.
Me baño, depilo mis piernas y mis axilas, lavo mi cabello y luego paso una buena
media hora secándolo, para que caiga con suaves ondas sobre mi pecho y por sobre
espalda. Me peino para mantener un lado de mi cara sin cabello y me aplico mascara
de pestañas y algo de brillo labial. Rara vez llevo maquillaje, me intimida. Ninguna de
mis heroínas literarias tuvo que lidiar con el maquillaje, tal vez yo conocería más si lo
hubieran hecho. Me deslizo en los zapatos púrpura con taco aguja que combinan con
el vestido y estoy lista a las 6:30.
—¿Bien? —le pregunto a Kate.
Ella sonríe.
—Hombre, te ves muy bien Ana. —Asiente con aprobación—. Luces caliente.
—¡Caliente! Quiero verme recatada y seria.
—Eso también, pero sobre todo caliente. El vestido realmente se adapta a ti y a tu
color. La forma en que se ajusta. —Sonríe con satisfacción.
—¡Kate! —la regaño.
—Sólo mantenlo real, Ana. Todo el paquete se ve bien. Cuida el vestido. Lo tendrás
comiendo de tu mano.
Aprieto mi boca en una dura línea. Ah, entonces lo tienes todo al revés.
—Deséame suerte.
—¿Necesitas suerte para una cita? —Sus cejas se arruga, perpleja.
—Sí, Kate.
—Bueno entonces... Buena suerte. —Me abraza y estoy fuera de la puerta principal.
Tengo que manejar descalza; Wanda, mi Beetle azul marino, no fue construido para
ser manejado con zapatos con taco aguja. Me detengo fuera del Heathman a las 6:58 y
le doy las llaves de mi automóvil a un aparcador para que lo estacione. Él mira con
recelo a mi Beetle, pero lo ignoro. Tomando una profunda respiración y preparándome
mentalmente, me dirijo al hotel.
Christian se inclina casualmente contra la barra, bebiendo una copa de vino blanco.
Está vestido con su tradicional camisa blanca de lino, pantalones, corbata y chaqueta
negras. Su cabello está tan alborotado como siempre. Suspiro. Desde luego luce
magnífico. Me quedo por unos segundos en la entrada del bar, mirándolo, admirando
la vista. Él es más que hermoso. Mira, creo que nerviosamente, hacia la entrada y se
queda quieto cuando me ve. Parpadea un par de veces, luego sonríe lento, perezoso,
una sonrisa sexy que me deja muda y derretida por dentro. Haciendo un esfuerzo
supremo por no morder mi labio, avanzo consciente de que yo, Anastasia Steele de
Clumsyville, uso tacos altos. Él camina con gracia hasta alcanzarme.
—Luces sensacional —murmura mientras se inclina hacia abajo para besar brevemente
mi mejilla—. Un vestido, señorita Steele. Lo apruebo. —Tomando mi brazo, me
conduce hacia una mesa aislada y le hace señas al camarero.
—¿Qué te gustaría para beber?
Mis labios se curvan en una rápida y astuta sonrisa mientras me siento y me deslizo en
la mesa; bueno, al menos me está preguntando.
—Tomaré lo que estás tomando, por favor —¡Ves! Puedo jugar bien y comportarme.
Divertido, ordena otra copa de Sancerre36 y se desliza frente a mí.
—Tienen una bodega excelente aquí —dice, ladeando su cabeza hacia un lado.
Poniendo sus codos en la mesa, coloca sus dedos sobre su hermosa boca, sus ojos
grises con alguna clase de emoción ilegible. Y ahí está... esa familiar descarga eléctrica
que conecta con un lugar profundo dentro de mí. Me muevo incómoda bajo su mirada,
mi corazón palpitando. Debo mantener mi tranquilidad.
—¿Estás nerviosa? —pregunta suavemente.
—Sí.
Él se inclina hacia adelante.
—Yo también —susurra con complicidad.
Mis ojos se alzan para encontrar los suyos. Él. Nervioso. Nunca. Parpadeo y me da una
adorable sonrisa de lado. El camarero llega con mi vino, un pequeño plato de
diferentes frutos secos y otro de aceitunas.
—Entonces ¿cómo vamos a hacer esto? —pregunto—. ¿Repasando mis puntos uno por
uno?
—Impaciente como siempre, señorita Steele.
—Bueno, podría preguntarle: ¿qué piensa del clima de hoy?
Él sonríe y baja sus largos dedos para tomar una aceituna. La hace reventar en su boca
y mis ojos se entretienen con ella, esa boca, que ha estado sobre mí... sobre todo mi
cuerpo. Me sonrojo.
—Pienso que el clima ha estado particularmente normal hoy. —Sonríe con suficiencia.
—¿Se está riendo de mí, señor Grey?
—Lo hago, señorita Steele.
—Usted sabe que legalmente ese contrato es inaplicable.
—Estoy totalmente consciente de eso, señorita Steele.
—¿Iba a decirme algo de ese punto?
Me mira con el ceño fruncido.
36 Sancerre: Vino de origen francés.
—¿Crees que te obligaría a hacer algo que no quieres y luego fingir que tengo un
aplazamiento legal sobre ti?
—Bueno… sí.
—No piensa muy bien de mí ¿no?
—No ha respondido mi pregunta.
—Anastasia, no importa si es legal o no. Representa un trato que me gustaría hacer
contigo: qué me gustaría de ti y qué puedes esperar de mí. Si no te gusta, entonces no
firmes. Si firmas y después decides que no te gusta, hay bastantes cláusulas que te
permiten alejarte. Incluso si fuera legal, ¿crees que te arrastraría por los tribunales si
decides escapar?
Tomo un largo trago de vino. Mi subconsciente me golpea fuerte en el hombro. Debes
mantener tu inteligencia en esto. No bebas demasiado.
—Relaciones como estas son construidas sobre la honestidad y la confianza —
continua—. Si no confías en mí para saber cómo te afecto, qué tan lejos puedo ir
contigo, qué tan lejos puedo llevarte; si no puedes ser honesta conmigo, entonces no
podemos hacer esto.
Dios mío, cortamos la persecución rápidamente. Qué tan lejos puede llevarme. Mierda.
¿Qué significa eso?
—Entonces es bastante simple, Anastasia. ¿Confías en mí o no? —Sus ojos están
ardiendo, apasionados.
—¿Tuviste discusiones similares con um... las quince?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque todas ellas eran sumisas establecidas. Sabían lo que querían de la relación y
generalmente lo que yo esperaba. Con ellas, era sólo una pregunta para ajustar los
límites delicados, detalles como eso.
—¿Vas a una tienda? ¿Nosotras somos sumisas?
Él ríe.
—No exactamente.
—¿Cómo es entonces?
—¿Es eso lo que quieres discutir? ¿O iremos al grano? Tus puntos, como dices.
Trago. ¿Confío en él? ¿De esto se trata todo, de la… confianza? Seguramente esto
debería ser recíproco. Recuerdo su mal humor cuando llamé a José.
—¿Estás hambrienta? —pregunta, distrayéndome de mis pensamientos.
Ay, no... comida.
—No.
—¿Has comido hoy?
Lo miro fijamente. Honestidad... Mierda, no le va a gustar mi respuesta.
—No. —Mi voz es baja.
Él estrecha sus ojos.
—Tienes que comer, Anastasia. Podemos comer acá o en mi suite. ¿Qué prefieres?
—Creo que debemos estar en público, en tierra neutral.
Él sonríe irónicamente.
—¿Crees que me detendrías? —dice en voz baja, una advertencia sensual.
Mis ojos se abren y trago fuertemente otra vez.
—Espero que sí.
—Ven, tengo un comedor privado reservado. Sin público. —Me sonríe
enigmáticamente y sale de la cabina, manteniendo su mano extendida en mi dirección.
—Trae tu vino —murmura.
Colocando mi mano en la suya, me deslizo fuera y me paro junto a él. Me libera y su
mano se extiende hasta mi codo. Me lleva de nuevo a través del bar y sube las grandes
escaleras hacia un entresuelo. Un joven, vestido con un uniforme del Heathman, se
acerca a nosotros.
—Señor Grey, por aquí.
Lo seguimos a través de un área de asientos de lujo hacia un comedor íntimo. Sólo una
mesa apartada. La habitación es pequeña pero suntuosa. Bajo una lámpara de araña
brillante, la mesa está toda predispuesta con lino almidonado, vasos de cristal,
cubiertos de plata y un ramo de rosas blancas. El encanto del mundo antiguo y
sofisticado impregna la sala llena de paneles de madera. El camarero retira mi silla y
me siento. Coloca la servilleta en mi regazo. Christian se sienta frente a mí. Levanto la
mirada hacia él.
—No te muerdas el labio —susurra.
Frunzo el ceño. Maldita sea. Ni siquiera sé que lo estoy haciendo.
—He pedido ya. Espero que no te importe.
Francamente, me siento aliviada, no estoy segura de que pueda tomar ninguna
decisión más.
—No, eso está bien —acepto.
—Es bueno saber que puedes ser sumisa. Ahora, ¿en dónde estábamos?
—El meollo de la cuestión.
Tomo otro sorbo de vino. Está realmente delicioso. Christian Grey hace el vino bueno.
Recuerdo el último sorbo de vino que me dio, en mi cama. Me ruborizo ante el
pensamiento.
—Sí, tus dudas. —Rebusca en el bolsillo interior de su chaqueta y saca un trozo de
papel. Mi correo electrónico.
—Cláusula 2. De acuerdo. Esto es para el beneficio de ambos. Lo redactaré de nuevo.
Parpadeo en su dirección. Mierda... vamos a revisar cada uno de estos puntos, uno por
uno. Simplemente no me siento tan valiente viéndolo cara a cara. Parece muy formal.
Me armo de valor con otro sorbo de vino. Christian sigue.
—Mi salud sexual. Bueno, todas mis parejas anteriores se han hecho análisis de sangre
y me hago pruebas periódicas cada seis meses por todos los riesgos de salud que
mencionas. Todas mis últimas pruebas están limpias. Nunca he tomado drogas. De
hecho, soy, con vehemencia, anti-drogas. Tengo una estricta política de no tolerancia
con respecto a las drogas para todos mis empleados e insisto en hacer pruebas de
drogas al azar.
Wow... el obseso del control se ha vuelto loco. Parpadeo en su dirección, sorprendida.
—Nunca me he hecho una transfusión de sangre. ¿Eso responde tu pregunta?
Asiento con la cabeza, impasible.
—El siguiente punto que mencioné anteriormente. Puedes irte en cualquier momento,
Anastasia. No te detendré. Si te vas, sin embargo, eso es todo. Sólo para que lo sepas.
—Está bien —respondo en voz baja. Si me voy, eso es todo. La idea es
sorprendentemente dolorosa.
El camarero llega con nuestro primer pedido. ¿Cómo es posible que pueda comer?
Santo Moisés, ha pedido ostras sobre un lecho de hielo.
—Espero que te gusten las ostras. —La voz de Christian es suave.
—Nunca he probado una. —Nunca.
—¿En serio? Bueno… —Alcanza una—. Todo lo que tienes que hacer es inclinarla y
tragártela. Creo que puedes arreglártelas con eso.
Me mira y sé a lo que se refiere. Me ruborizo. Él sonríe, vierte un poco de jugo de
limón en su ostra y la inclina hacia su boca.
—Mmm, deliciosa. Sabe a mar —dice sonriéndome—. Vamos —me anima.
—Entonces, ¿no la mastico?
—No, Anastasia, no lo hagas. —Sus ojos están iluminados con humor. Se ve tan joven
así
Me muerdo el labio y al instante su expresión cambia. Me mira con severidad.
Extiendo la mano para coger mi primera ostra. Bueno... aquí voy. Escurro un poco de
jugo de limón y la inclino. Se desliza por mi garganta, toda agua salada, el olor fuerte
del cítrico y carnosidad... ooh. Me lamo los labios y él me está mirando fijamente, sus
ojos entrecerrados.
—¿Y bien?
—Tomaré otra —le digo secamente.
—Buena chica —dice con orgullo.
—¿Elegiste esto deliberadamente? ¿No son conocidos por sus cualidades afrodisíacas?
—No, son el primer artículo en el menú. No necesito un afrodisíaco cerca de ti. Creo
que ya lo sabes y creo que reaccionas de la misma forma cerca de mí —dice con
sencillez—. Así que, ¿dónde estábamos? —Le echa un vistazo a mi correo electrónico,
mientras extiendo una mano para alcanzar otra ostra.
Él reacciona de la misma manera. Yo le afecto... wow.
—Me obedeces en todo. Sí, quiero que hagas eso. Te necesito para hacer eso. Piensa
en ello como las reglas del juego, Anastasia.
—Pero me preocupa que puedas hacerme daño.
—Hacerte daño, ¿cómo?
—Físicamente. —Y emocionalmente.
—¿De verdad crees que haría eso? ¿Traspasar cualquier límite que no puedes tomar?
—Has dicho que has hecho daño a alguien antes.
—Sí, lo he hecho. Fue hace mucho tiempo.
—¿Cómo la dañaste?
—La suspendí del techo de mi cuarto de juegos. De hecho, esa es una de tus preguntas.
La suspensión, para eso son los mosquetones de la sala de juegos. El juego de la
cuerda. Una de las cuerdas fue atada con demasiada fuerza.
Alzo mi mano pidiendo que se detenga.
—No necesito saber nada más. Así que, ¿no me suspenderás, entonces?
—No, si realmente no quieres. Puedes poner ahí un límite fijo.
—Está bien.
—Así que, obedecer, ¿crees que puedes manejar eso?
Él me mira fijamente, sus ojos grises intensos. Los segundos pasan.
—Podría intentarlo —susurro.
—Bien. —Sonríe—. Ahora el plazo. Un mes en lugar de tres es muy poco tiempo,
especialmente si quieres un fin de semana lejos de mí cada mes. No creo que vaya a ser
capaz de mantenerme alejado de ti durante todo ese periodo de tiempo. Apenas puedo
manejarlo ahora. —Hace una pausa.
¿No puede permanecer lejos de mí? ¿Qué?
—¿Qué te parece un día durante un fin de semana al mes para ti, pero tengo a cambio
una noche entre semana de esa semana?
—Está bien.Fifty
—Y por favor, probémoslo durante tres meses. Si no te parece para entonces, puedes
irte en cualquier momento.
—¿Tres meses? —Me siento acorralada. Tomo otro sorbo de vino y trato de auto
controlarme con otra ostra. Podría aprender a apreciar esto.
—Sobre el asunto de la posesión, esa es sólo la terminología y se remonta al principio
de obediencia. Es para lograr entrar en el estado de ánimo adecuado, para entender de
dónde vengo. Y quiero que sepas que tan pronto cruces mi umbral como mi sumisa,
haré que te guste. Tienes que aceptar eso, por voluntad propia. Es por eso que tienes
que confiar en mí. Te follaré, en cualquier momento, de cualquier forma que quiera…
en cualquier lugar que quiera. Te disciplinaré, porque cometerás errores. Te entrenaré
para complacerme. Pero sé que no has hecho esto antes. Inicialmente, lo tomaremos
con calma y yo te ayudaré. Construiremos diversos escenarios. Quiero que confíes en
mí, pero sé que tengo que ganarme tu confianza y lo haré. El "o de otra manera", es
para ayudarte a introducirte en la mentalidad, significa que todo vale.
Él es tan apasionado, fascinante. Esta es obviamente su obsesión, su forma de ser... no
puedo quitar mis ojos de él. Realmente, realmente quiere esto. Deja de hablar y me
mira.
—¿Todavía estás conmigo? —susurra, su voz rica, cálida y seductora. Toma un sorbo
de su vino, su mirada penetrante manteniéndose fija en la mía.
El camarero se acerca a la puerta y Christian asiente sutilmente, permitiéndole que
despeje la mesa.
—¿Querrías un poco más de vino?
—Tengo que conducir.
—¿Un poco de agua, entonces?
Asiento con la cabeza.
—¿Con o sin gas?
—Con gas, por favor.
El camarero se va.
—Estás muy callada —susurra Christian.
—Eres muy hablador.
Sonríe.
—Disciplina. Hay una línea muy fina entre el placer y el dolor, Anastasia. Son ambas
caras de una misma moneda, una no existe sin la otra. Puedo mostrarte que tan
placentero puede ser el dolor. No me crees ahora, pero esto es a lo que me refiero con
la confianza. Habrá dolor, pero no hay nada que no puedas manejar. Una vez más,
todo se reduce a la confianza. ¿Confías en mí, Ana?
¡Ana!
—Sí —respondo espontáneamente, sin pensarlo… porque es verdad… confío en él.
—Bien. —Se ve aliviado—. El resto de las cosas son sólo detalles.
—Detalles importantes.
—Esta bien, vamos a hablar de eso.
Mi cabeza esta nadando con todas sus palabras. Debería haber traído el mini
reproductor de Kate para poder escucharlo otra vez. Hay tanta información, tanto para
procesar. El camarero aparece con nuestros platos: bacalao negro, espárragos y puré de
papas con una salsa holandesa. Nunca me había sentido menos que la comida.
—Espero que te guste el pescado —dice Christian suavemente.
Apuñalo mi comida y tomo un largo trago de mi agua con gas. Vehemente deseo que
fuese vino.
—Las reglas. Hablemos de ellas. ¿La comida es un tema de discusión?
—Sí.
—¿Puedo modificarlo diciendo que comerás al menos tres veces al día?
—No. —No estoy dando marcha atrás en eso. Nadie va a establecer lo que como.
Cómo follo, sí, pero comer... no, de ninguna manera.
Aprieta sus labios.
—Necesito saber que no tienes hambre.
Frunzo el ceño. ¿Por qué?
—Tendrás que confiar en mí.
Me mira por un momento y se relaja.
—Buen punto, señorita Steele —dice en voz baja—. Acepto lo de la comida y el sueño.
—¿Por qué no puedo mirarte?
—Es una cosa de dominación/sumisión. Ya te acostumbraras a ello.
¿Lo haré?
—¿Por qué no puedo tocarte?
—Porque no puedes.
Su boca se tensa en una rebelde línea.
—¿Es por la señora Robinson?
Me mira con curiosidad.
—¿Por qué piensas eso? —E inmediatamente entiende—. ¿Crees que ella me
traumatizo?
Asiento.
—No, Anastasia. Ella no es la razón. Además, la señora Robinson aceptaría esta
mierda.
Oh… pero yo lo tengo. Hago un mohín.
—Así que nada que ver con ella.
—No. Y tampoco quiero que te des placer a ti misma.
¿Qué? Ah, sí, la cláusula de la no masturbación.
—Por curiosidad… ¿Por qué?
—Porque quiero todo tu placer —su voz es ronca, pero determinada.
Oh… no tengo una respuesta para eso. A veces, sale con lo de “quiero morder ese
labio” y otras es tan egoísta. Frunzo el ceño y tomo un mordisco del bacalao,
intentando evaluar mentalmente las concesiones de lo que he ganado. La comida, el
sueño, puedo mirarlo a los ojos. Él va a ir despacio y no hemos discutidos los limites
suaves. Pero no estoy segura de que pueda enfrentarlo mientras comemos.
—Te he dado mucho en que pensar ¿no?
—Sí.
—¿También quieres hablar ahora de los limites suaves?
—No en la cena.
Él sonríe.
—¿Escrupulosa?
—Algo así.
—No has comido mucho.
—Ya he tenido suficiente.
—Tres ostras, cuatro mordiscos de bacalao y un tallo de espárragos, no papas, no
nueces, no aceitunas y no has comido en todo el día. Dijiste que podía confiar en ti.
¡Por Dios! Ha mantenido un inventario.
—Christian, por favor, es que no todos los días me siento a tener conversaciones como
esta.
—Te necesito en forma y saludable, Anastasia.
—Lo sé.
—Y justo ahora, quiero sacarte ese vestido.
Trago saliva. Sacarme el vestido de Kate. Siento un tirón profundo en mi vientre. Los
músculos que ahora tengo más acostumbrados se aprietan con sus palabras. Pero no
puedo tenerlo. Su arma más potente, usada en mi contra, otra vez. Él es tan bueno en
el sexo, me he dado cuenta de eso.
—No creo que esa sea una buena idea —murmuro en voz baja—. No hemos pedido el
postre.
—¿Quieres postre? —resopla.
—Sí.
—Tú podrías ser el postre —murmura sugestivamente.
—No estoy segura de ser lo suficientemente dulce.
—Anastasia, eres deliciosamente dulce. Lo sé.
—Christian. Usas el sexo como un arma. Esto es realmente injusto —susurro, mirando
mis manos y luego mirándolo directamente. Él levanta sus cejas, sorprendido y veo
que está considerando mis palabras. Se acaricia la barbilla, pensativamente.
—Tienes razón. Lo hago. En la vida utilizas lo que sabes, Anastasia. Eso no cambia lo
mucho que te deseo. Aquí. Ahora.
¿Cómo puede seducirme únicamente con su voz? Realmente estoy jadeando, la sangre
caliente corriendo por mis venas, mis nervios vibrando.
—Me gustaría intentar algo —respira hondo.
Frunzo el ceño. Me acaba de dar un montón de malditas ideas para procesar y ahora
esto.
—Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensar en esto. Sería fácil. —Su voz es suave,
seductiva—. Todas esas decisiones… todo ese desgastante proceso de pensamientos
detrás de ello. ¿Qué es lo correcto para hacer? ¿Debería suceder aquí? ¿Puede pasar
ahora? No tendrías que preocuparte por ningún detalle. Eso es lo que yo haría como tu
Dominante. Y ahora, sé que me quieres, Anastasia.
Mi ceño se profundiza. ¿Cómo puede saberlo?
—Puedo saberlo porque…
Santa mierda, él está respondiendo mi pregunta no formulada. ¿También es psíquico?
—… tu cuerpo te delata. Estas apretando y juntando tus muslos, estas ruborizada y tu
respiración ha cambiado.
O, esto es demasiado.
—¿Cómo sabes lo de mis muslos? —mi voz es baja, incrédula. Están debajo de la mesa
por el amor de Dios.
—Sentí el movimiento del mantel y es una suposición calculada, basada en mis años
de experiencia. Tengo razón ¿no?
Me sonrojo y miro hacia mis manos. Es por eso que estoy paralizada en este juego de
seducción. Él es el único que conoce y entiende las reglas. Soy demasiado ingenua e
inexperta. Mi única referencia es Kate y ella no toma ninguna mierda de los hombres.
Mis otras referencias son todas ficción: Elizabeth Bennett estaría indignada, Jane Eyre
muy asustada y Tess accedería, al igual que yo.
—No he terminado mi bacalao.
—¿Prefieres ese frío bacalao que a mí?
Mi cabeza se levanta de golpe y lo miro y sus ojos grises queman como plata fundida,
con imperiosa necesidad.
—Pensé que te gustaría que acabara mi plato.
—En este momento, señorita Steele, no puedo decirte una mierda por tu comida.
—Christian. No juegas limpio.
—Lo sé. Nunca lo hago.
Mi diosa interior me frunce el ceño. Puedes hacer esto, ella persuade, jugar con el dios del
sexo en su propio juego. ¿Puedo? Está bien. ¿Qué se hace? Mi inexperiencia es un albatros
alrededor de mi cuello. Cogiendo un poco de espárragos, lo miro y muerdo mi labio.
Luego, muy lentamente, coloco la punta del frío espárrago en mi boca y lo chupo.
Los ojos de Christian se amplían sólo un poco, pero me doy cuenta.
—Anastasia. ¿Qué estás haciendo?
Muerdo la punta.
—Comiendo mi espárrago.
Christian se mueve en su asiento.
—Creo que estas jugando conmigo, señorita Steele.
Finjo inocencia.
—Sólo estoy terminando mi comida, señor Grey.
El camarero elige ese momento para golpear y entrar deliberadamente. Mira
brevemente a Christian, quien le frunce el ceño pero luego asiente, así que recoge
nuestros platos. La llegada del camarero ha roto el hechizo. Y aprovecho este precioso
momento de claridad. Tengo que irme. Nuestra reunión sólo terminara de una manera
si me quedo y necesito algunos limites después de tan intensa conversación. Así como
mi cuerpo pide su toque, mi mente se está rebelando. Necesito alejarme un poco para
pensar acerca en todo lo que él ha dicho. Todavía no he tomado una decisión y su
atractivo y proezas sexuales no lo hacen nada fácil.
―¿Te gustaría un poco de postre? ―pregunta Christian, siempre un caballero, pero sus
ojos todavía arden.
―No, gracias. Creo que debería irme. ―Bajo la mirada hacia mis manos.
―¿Irte? ―Él no puede esconder su sorpresa.
El mesero se va precipitadamente.
―Sí. ―Es la decisión correcta. Si me quedo aquí, en esta habitación con él, me follará.
Me pongo de pie, a propósito―. Ambos tenemos la ceremonia de graduación mañana.
Christian se pone de pie automáticamente, revelando años de arraigada cortesía.
―No quiero que te vayas.
―Por favor… tengo que hacerlo.
―¿Por qué?
―Porque me has dado mucho en qué pensar… necesito algo de distancia.
―Podría hacer que te quedaras ―amenaza.
―Sí, podrías fácilmente, pero no quiero que lo hagas.
Pasa su mano por su cabello, mirándome cuidadosamente.
―Sabes, cuando llegaste a mi oficina para entrevistarme, eras toda “sí señor, no
señor”. Creí que eras una sumisa completamente natural. Pero francamente,
Anastasia, no estoy seguro de que tengas un hueso de sumisa en tu delicioso cuerpo.
Se mueve lentamente hacia mí mientras habla, su voz tensa.
―Puede que tengas razón ―suspiro.
―Quiero la oportunidad de explorar la posibilidad de que lo tengas ―murmura,
mirándome directamente. Extiende su mano y acaricia mi rostro, su pulgar recorriendo
mi labio inferior―. No conozco otra manera, Anastasia. Esto es quién soy.
―Lo sé.
Se inclina para besarme, pero se detiene antes de que sus labios toquen los míos, sus
ojos buscando los míos, queriendo, pidiendo permiso. Levanto mis labios hacia los
suyos y él me besa y, porque no sé si alguna vez lo besaré de nuevo, me dejo ir, mis
manos moviéndose a su propio ritmo y enredándose en su cabello, empujándolo hacia
mí, mi boca abierta, mi lengua acariciando la suya. Su mano sujeta mi cuello mientras
profundiza el beso, respondiendo a mi ardor. Su otra mano se desliza sobre mi espalda
y aterriza en la base de mi columna vertebral mientras me empuja contra su cuerpo.
―¿No puedo persuadirte de que te quedes? ―suspira entre besos.
―No.
―Pasa la noche conmigo.
―¿Y no tocarte? No.
Gime.
―Chica imposible. ―Retrocede, mirándome―. ¿Por qué creo que estás diciéndome
adiós?
―Porque me voy ahora mismo.
―Eso no es lo que quiero decir y lo sabes.
―Christian, tengo que pensar en esto. No sé si pueda tener la clase de relación que
quieres.
Él cierra sus ojos y presiona su frente contra la mía, dándonos la oportunidad de
ralentizar nuestras respiraciones. Después de un momento, besa mi frente, inhala
profundamente, su nariz en mi cabello y luego me libera, dando un paso atrás.
―Como desee, señorita Steele ―dice, su cara impasible―. Te escoltaré al vestíbulo.
Extiende su mano. Inclinándome, tomo mi bolso y pongo mi mano en la suya. Santa
mierda, esto podría ser todo. Lo sigo dócilmente por las enormes escaleras y hacia el
vestíbulo, mi cuero cabelludo picando, mi sangre bombeando. Este podría ser el último
adiós si decido decir no. Mi corazón se contrae dolorosamente en mi pecho. Qué
cambio. La diferencia que un momento de claridad puede hacerle a una chica.
―¿Tienes tu boleto de estacionamiento?
Busco en mi bolso y le entrego el boleto que él le da al portero. Lo miro de soslayo
mientras nos quedamos esperando.
―Gracias por la cena ―murmuro.
―Es un placer como siempre, señorita Steele ―dice educadamente, sin embargo,
parece inmerso en sus pensamientos, completamente distraído.
Mientras levanto la mirada para mirarlo, guardo su hermoso perfil en mi memoria. La
idea de no poder verlo de nuevo me persigue, molesta y demasiado dolorosa para ser
contemplada. Se gira repentinamente, bajando su mirada hacia mí, su expresión
intensa.
―Vas a mudarte este fin de semana a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿puedo
verte el domingo? ―Suena dudoso.
―Ya veremos. Quizás. ―Suspiro. Momentáneamente, parece aliviado, luego frunce el
ceño.
―Hace frío ahora, ¿no tienes una chaqueta?
―No.
Sacude la cabeza con irritación y se quita su chaqueta.
―Toma. No quiero que te enfermes.
Parpadeo hacia él mientras la sostiene para mí y mientras extiendo mis brazos hacia
atrás, recuerdo el momento en su oficina cuando deslizó el abrigo en mis hombros, la
primera vez que lo conocí y el efecto que tuvo en mí entonces. Ahora ha cambiado, de
hecho, es más intenso. Su chaqueta es cálida, demasiado grande y huele a él. Oh Dios
mío… delicioso.
Mi auto aparece. La boca de Christian se abre.
―¿Eso es lo que conduces? ―Está horrorizado. Tomando mi mano, me lleva afuera.
El aparcador sale, me entrega mis llaves y Christian fríamente le entrega un poco de
dinero.
―¿Es apto para circular? ―Está mirándome ahora.
―Sí.
―¿Te llevará hasta Seattle?
―Sí. Lo hará.
―¿Sin peligro?
―Sí ―chasqueo, exasperada―. De acuerdo, es vieja. Pero es mía y es apta para
circular. Mi padrastro la compró para mí.
―Oh, Anastasia, creo que podemos hacerlo mejor que esto.
―¿Qué quieres decir? ―La compresión aparece―. No vas a comprarme un auto.
Me mira con el ceño fruncido, su mandíbula tensa.
―Ya veremos ―dice herméticamente.
Hace una mueca mientras abre la puerta del conductor y me ayuda a entrar. Me quito
mis zapatos y bajo la ventana. Está mirándome, su expresión insondable, sus ojos
oscuros.
―Conduce con cuidado ―dice tranquilamente.
―Adiós Christian. ―Mi voz está ronca por las lágrimas no derramadas… Caray, no
voy a llorar. Le doy una pequeña sonrisa.
Mientras me alejo conduciendo, mi pecho se contrae, mis lágrimas empiezan a caer,
ahogo un sollozo. Algunas lágrimas están cayendo por mi cara y realmente no
entiendo por qué estoy llorando. Estaba defendiéndome. Él explicó todo. Fue claro.
Me quiere, pero la verdad es que necesito más. Necesito que me quiera como yo quiero
y lo necesito y en el fondo, sé que eso no es posible. Simplemente estoy abrumada.
Ni siquiera sé cómo catalogarlo. Si hago esto… ¿será mi novio? ¿Seré capaz de
presentarlo a mis amigos? Salir a bares, al cine, a jugar bolos incluso, ¿con él? La
verdad es que creo que no lo haré. No me dejará tocarlo y no me dejará dormir con él.
Sé que no he tenido estas cosas en mi pasado, pero las quiero en mi futuro. Y ese no es
el futuro que él concibe.
Qué pasa si digo sí y en tres meses él dice no, que ha tenido suficiente de intentar
moldearme como algo que no soy. ¿Cómo me sentiré? Habré invertido
emocionalmente tres meses, haciendo cosas que no estoy segura que quiera hacer. Y si
entonces él dice no, acuerdo terminado, ¿cómo podría hacer frente con ese nivel de
rechazo? Quizás es mejor retroceder ahora con la autoestima que tengo
razonablemente intacta.
Pero el pensamiento de no verlo de nuevo es agonizante. ¿Cómo se ha metido bajo mi
piel tan rápidamente? No puede ser simplemente sexo… ¿verdad? Seco las lágrimas de
mis ojos. No quiero examinar mis sentimientos por él. Estoy asustada de lo que
descubriré si lo hago. ¿Qué voy a hacer?
Aparco afuera de nuestro dúplex. No hay luces encendidas. Kate debe estar fuera.
Estoy aliviada. No quiero que me atrape llorando de nuevo. Mientras me desvisto,
enciendo la malvada máquina y en mi bandeja de entrada hay un mensaje de
Christian.
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De: Christian Grey
Asunto: Esta noche
Fecha: 25 Mayo 2011 22:01
Para: Anastasia
No entiendo por qué huiste esta noche. Sinceramente, espero haber contestado a todas tus
preguntas. Sé que te he dado un acuerdo enorme por contemplar y espero fervientemente que le des
a mi propuesta una seria consideración. Realmente quiero hacer este trabajo. Lo tomaremos
lentamente.
Confía en mí.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Su correo electrónico me hace llorar más. No soy una fusión. No soy una adquisición.
Leyendo esto, bien podría serlo. No respondo. Simplemente no sé qué decirle. Me
meto en mi pijama, envolviendo su chaqueta a mí alrededor. Me subo a la cama.
Mientras me acuesto mirando a la oscuridad, pienso en todas las veces que me advirtió
que me mantuviera alejada.
“Anastasia, deberías mantenerte alejada de mí. No soy el hombre para ti. No quiero tener una
novia. No soy la clase de hombre de corazones y flores. No hago el amor. Esto es todo lo que
conozco.”
Y mientras lloro en mi almohada silenciosamente, esta es la última idea a la que me
aferro. Es todo lo que sé, también. Tal vez juntos podemos trazar un nuevo curso.
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Que triste yo quería des-pe-di-da jijkjkjk ok es loco pero me Encanta jajaha
ResponderEliminarMe da cosa que me vean leyendo esto jajaja Me encanta, pero eso de no tocarlo es una verdadera mierda! Yo no aceptaria...
ResponderEliminarno se porque grey es así :?
ResponderEliminarLo k tiene de malo lo tiene de bueno, grey me esta enbobando
ResponderEliminarTranquila a mi tambienese hombreee������
Eliminardonde puedo encontrar el capitulo 16?
ResponderEliminaryo quiero un grey asi!!
ResponderEliminarya tienes el 16 ?
ResponderEliminarEstoy enamorada de Grey!
ResponderEliminarVer el lado enamoradizo de Grey casi me rompe el alma en pedazos, yo se que se esta enamorando de Ana, LO SE!!!!
ResponderEliminarNo. No es posible q me masturbe leyendo un libro.
ResponderEliminardios mio pense que se ivan a cojer en la mesa
ResponderEliminarMuy duro consigo mismo, adora a anastasia pero aun no se convence de ello.
ResponderEliminaresto es deleite para mis ojos y mi mente... mil por hora
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