Hay varios documentos en el interior del sobre. Los tomo, mi corazón aún late
con fuerza. Me siento en mi cama y comienzo a leer.
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CONTRATO
Día __________del 2011 (“Fecha de inicio”).
ENTRE
Sr. Christian Grey, con domicilio en Escala 301, Seattle, 98889, Washington ("El
Dominante").
Srta. Anastasia Steele, con domicilio en SW calle Green 1114, Apartamento 7, Haven
Heights, Vancouver, 98888, Wanshington ("La Sumisa").
LAS PARTES ACUERDAN LO SIGUIENTE:
1. Los siguientes son los términos de un contrato vinculante entre el Dominante y la
Sumisa.
TÉRMINOS FUNDAMENTALES
2. El propósito fundamental de este contrato es permitir a la Sumisa explorar su
sensualidad y sus límites con seguridad, respeto y consideración a sus necesidades, sus
límites y su bienestar.
3. El Dominante y la Sumisa aceptan y reconocen que todo lo que ocurre bajo los
términos de este contrato será consensual, confidencial y sujeto a los límites acordados
y procedimientos de seguridad establecidos fuera de este contrato. Los límites y
procedimientos de seguridad deben ser acordados por escrito.
4. El Dominante y la Sumisa garantizan al otro que no sufren de ninguna enfermedad
sexual seria, infecciosa o potencialmente mortal; incluyendo pero no limitándose al
VIH, Herpes y Hepatitis. Si durante el periodo —definido más adelante— o cualquier
ampliación del plazo de este contrato, cualquiera de las partes fuera diagnosticado con
o tiene conocimiento de cualquier enfermedad, él o ella se compromete a informar al
otro de inmediato y previamente a cualquier forma de contacto físico entre las partes.
5. El cumplimiento de las garantías anteriormente mencionadas, los acuerdos e
informes —y cualquier límite adicional y procedimientos de seguridad acordados en la
anterior cláusula 3— son fundamentales para este contrato. Cualquier incumplimiento
que lo contravenga lo dejará sin efecto inmediatamente y cada parte se compromete a
ser plenamente responsable de la otra por las consecuencias de dicho incumplimiento.
6. Todo en este contrato debe ser leído e interpretado en la luz del propósito
fundamental y términos fundamentales establecidos anteriormente en las cláusulas 2-5.
ROLES
7. EL Dominante debe asumir la responsabilidad por el bienestar y el adecuado
entrenamiento, orientación y disciplina de la Sumisa. El decidirá la naturaleza de tal
formación, orientación y disciplina, así como la hora y el lugar de su administración,
sujeto a los términos acordados, limitaciones y procedimientos de seguridad
establecidos en este contrato o acuerdos adicionales bajo la anterior cláusula 3.
8. Si en algún momento el Dominante fallara en seguir los términos acordados,
limitaciones y procedimientos de seguridad establecidos fuera de este contrato o
acuerdos adicionales bajo la anterior cláusula 3 ya mencionada, la Sumisa tiene
derecho a revocar el presente contrato y a dejar de inmediato y sin aviso el servicio del
Dominante.
9. Sujeto a lo anterior y las cláusulas anteriores 2-5, la Sumisa está para servir y
obedecer al Dominante en todas las cosas. Sujeto a los términos acordados, las
limitaciones y los procedimientos de seguridad establecidos en el presente contrato o
acordados conforme a la cláusula 3 anterior, deberá ofrecer sin duda o vacilación al
Dominante tanto placer como él pueda requerir y ella deberá aceptar sin duda o
vacilación su entrenamiento, orientación y disciplina en cualquier forma que pueda
tomar.
INICIO Y PLAZO
10. El Dominante y la Sumisa entran en este contrato en la fecha de inicio, plenamente
conscientes de su naturaleza y se comprometen a cumplir sus condiciones sin
excepción.
11. El presente contrato tendrá vigencia por un periodo de tres meses de calendario a
partir de la fecha de inicio ("El Plazo"). Al expirar el Plazo, las partes deberán discutir
si este contrato y las medidas que han adoptado en virtud de este contrato son
satisfactorias y si las necesidades de cada parte se han cumplido. Cualquiera de las
partes puede proponer la extensión de este contrato, sujeto a ajustes en estos términos
o a los acuerdos que han hecho en virtud del mismo. A falta de acuerdo para la
prórroga del presente contrato, queda terminado y ambas partes quedan libres para
reanudar vidas por separado.
DISPONIBILIDAD
12. La Sumisa se pondrá a sí misma a disposición del Dominante la noche de los
viernes hasta la tarde del domingo de cada semana durante el Plazo, a veces a ser
especificados por el Dominante ("Los tiempos asignados"). Además, el tiempo
asignado puede ser mutuamente acordado cuando se considere necesario.
13. El Dominante reserva el derecho de despedir a la Sumisa de su servicio en
cualquier momento y por cualquier razón. La Sumisa podría pedir su libertad en
cualquier momento, dicha petición a ser concedida a discreción del Dominante, sujetas
sólo a las reglas de la Sumisa bajo las cláusulas 2-5 y 8.
UBICACIÓN
14. La Sumisa se pondrá a sí misma a disposición durante los tiempos asignados y
tiempos adicionales acordados en ubicaciones a ser determinadas por el Dominante. El
Dominante se asegurará de que todos los gastos de viaje en los que incurra la Sumisa
para tal propósito sean reconocidos por él.
PRESTACIÓN DE SERVICIO
15. Las prestaciones de servicio siguientes han sido discutidas y acordadas y deben ser
respetadas por ambas partes durante el Plazo. Ambas partes aceptan que pueden surgir
ciertas cuestiones que no están cubiertas por los términos de este contrato o las
prestaciones de servicio o que ciertas cuestiones pueden ser renegociadas. En tal
circunstancia, las cláusulas adicionales pueden ser propuestas vía enmienda31. Las
cláusulas adicionales o modificaciones deben ser acordadas, documentadas y firmadas
por ambas partes y estarán sujetas a los términos fundamentales establecidos en las
cláusulas anteriores 2-5.
EL DOMINANTE
15.1. El Dominante hará de la salud y seguridad de la Sumisa una prioridad en todo
momento. El Dominante no podrá exigir en cualquier momento, solicitar, permitir o
demandar que la Sumisa participe a manos del Dominante en cualquiera de las
actividades detalladas en el Apéndice 2 o en cualquier acto que cualquiera de las partes
considere que no es seguro. El Dominante no llevará a cabo o no permitirá que se lleve
a cabo ninguna acción que pueda causar lesiones graves o de riesgo a la vida de la
Sumisa. El resto de los incisos de esta cláusula 15 son para ser leídos sujeto a esta
disposición y los asuntos fundamentales acordados en las cláusulas 2-5 anteriores.
15.2. El Dominante acepta que la Sumisa le pertenece, para poseer, controlar, dominar
y disciplinar durante el Plazo. El Dominante podrá usar el cuerpo de la Sumisa
sexualmente o de cualquier otra manera en cualquier momento de los tiempos
asignados o en cualquier momento del tiempo adicional acordado.
15.3. El Dominante deberá proveer a la Sumisa con todo el entrenamiento y la
orientación necesaria en cómo servir adecuadamente al Dominante.
15.4. El Dominante deberá mantener un entorno estable y seguro en el que la Sumisa
pueda llevar a cabo sus funciones al servicio del Dominante.
15.5. El Dominante puede disciplinar a la Sumisa cuando sea necesario, para
garantizar que la Sumisa es plenamente consciente de su rol de sumisión ante el
Dominante y desalentar una conducta inaceptable. El Dominante puede flagelar,
golpear, latiguear o castigar corporalmente a la Sumisa a efectos de disciplinar, para su
disfrute personal o por cualquier otra razón que no está obligado a proporcionar.
15.6. En el entrenamiento y administración de disciplina el Dominante deberá
garantizar que no sean hechas marcas permanentes sobre el cuerpo de la Sumisa ni
lesiones sufridas que puedan requerir atención médica.
31 Enmienda: Herramienta del derecho que sirve para hacer correcciones a un contrato ya dispuesto.
15.7. En la formación y administración de disciplina, el Dominante se asegurará de
que la disciplina e instrumentos utilizados para propósitos de disciplina, sean seguros,
no deberán utilizarse de tal manera que cause daños graves y no excedan de modo
alguno los límites definidos y detallados en el presente contrato.
15.8. En caso de enfermedad o lesión, el Dominante deberá cuidar de la Sumisa, velar
por su salud y seguridad, alentando y ordenando atención médica cuando sea
considerado necesario por el Dominante.
15.9. El Dominante debe mantener su propia salud y buscar atención médica cuando
sea necesario, con el fin de mantener un entorno libre de riesgos.
15.10. El Dominante no podrá prestar su Sumisa a otro Dominante.
15.11. El Dominante puede restringir, esposar u obligar a la Sumisa en cualquier
momento durante los tiempos asignados o en cualquier momento adicional acordado
por cualquier razón y durante periodos extendidos de tiempo, prestando la debida
atención a la salud y seguridad de la Sumisa.
15.12. El Dominante se asegurará de que todos los equipos utilizados para los fines de
entrenamiento y disciplina se mantendrán en todo momento en un estado limpio,
higiénico y seguro.
SUMISA
15.13. La Sumisa acepta al Dominante como su Maestro. En el entendimiento de que
ella es ahora propiedad del Dominante, a ser tratada como el Dominante quiera
durante el Plazo en general, pero específicamente durante los tiempos asignados y
cualquier periodo adicional acordado como tiempo asignado.
15.14. La Sumisa debe obedecer las reglas —"El Reglamento"— establecidas en el
Apéndice 1 del presente acuerdo.
15.15. La Sumisa debe servir al Dominante de cualquier forma que el Dominante vea
conveniente y se esforzará por complacer al Dominante en todo momento con lo
mejor de sus capacidades.
15.16. La Sumisa adoptará todas las medidas necesarias para mantener su buena salud
y solicitará o buscará atención médica siempre que sea necesario, manteniendo al
Dominante informado en todo momento sobre cualquier problema de salud que pueda
surgir.
15.17. La Sumisa se asegurará de que se promueva la anticoncepción oral y de tomarla
en el momento y de la forma en que se prescribe para prevenir cualquier embarazo.
15.18. La Sumisa deberá aceptar sin cuestionar cualquiera y todas las acciones
disciplinarias que sean consideradas necesarias por el Dominante y recordar su
condición y papel en lo que respecta al Dominante en todo momento.
15.19. La Sumisa no debe tocarse o darse placer sexual a sí misma si el permiso del
Dominante.
15.20. La Sumisa se someterá a cualquier actividad sexual demandada por el
Dominante y deberá hacerla sin dudar o discutir.
15.21. La Sumisa deberá aceptar latigazos, palizas, azotes, palmadas o cualquier otra
disciplina que el Dominante decida administrar sin dudas, preguntas o quejas.
15.22. La Sumisa no deberá mirar directamente a los ojos del Dominante excepto
cuando sea específicamente instruida a hacerlo. La Sumisa deberá mantener sus ojos
bajos y conservar un calmo y respetuoso comportamiento en la presencia del
Dominante.
15.23. La Sumisa deberá siempre comportarse de manera respetuosa con el Dominante
y deberá dirigirse a él sólo como señor, señor Grey o cualquier título que el Dominante
dirija.
15.24. La Sumisa no tocará al Dominante sin su expreso permiso para hacerlo.
ACTIVIDADES
16. La sumisa no podrá participar en actividades o en ningún acto sexual que alguna
de las partes considere inseguro o cualquier actividad detallada en el Apéndice 2.
17. El Dominante y la Sumisa han discutido las actividades dispuestas en el Apéndice
3 y han acordado en escribir en el Apéndice 3 su arreglo respecto a ellas.
PALABRAS DE SEGURIDAD
18. El Dominante y la Sumisa reconocen que el Dominante puede hacer pedidos a la
Sumisa que no pueden realizarse sin ocasionar daño físico, mental, emocional,
espiritual u otro al momento en que los pedidos son hechos a la Sumisa. En
circunstancias relacionadas a esto, la Sumisa puede usar una palabra de seguridad —“Las palabras de seguridad”—, palabras que serán invocadas dependiendo de la
severidad de las demandas.
19. La palabra “Amarillo” será usada para llamar la atención del Dominante de que la
Sumisa está cerca de su límite de tolerancia.
20. La palabra “Rojo” será usada para llamar la atención del Dominante de que la
Sumisa no puede tolerar más exigencias. Cuando esta palabra es dicha, la acción del
Dominante cesará completamente con efecto inmediato.
CONCLUSIÓN
21. Los abajo firmantes hemos leído y entendido por completo los términos de este
contrato. Aceptamos libremente los términos del contrato y lo reconocemos mediante
nuestras firmas debajo.
________________________
El Dominante: Christian Grey.
Fecha:
________________________
La Sumisa: Anastasia Steele.
Fecha:
APÉNDICE 1
REGLAS
Obediencia:
La Sumisa obedecerá cualquier instrucción dada por el Dominante inmediatamente,
sin dudas ni reservas y de manera expresa. La Sumisa accederá a cualquier actividad
sexual y placentera demandada por el dominante, exceptuando aquellas que están detalladas
en “Límites duros” (Apéndice 2). Hará eso con buena disposición y sin dudas.
Sueño:
La Sumisa asegura que tendrá un mínimo de ocho horas de sueño por noche cuando
no esté con el Dominante.
Comida:
La Sumisa comerá regularmente para mantener su salud y bienestar los alimentos de
una lista pre-escrita (Apéndice 4). La Sumisa no comerá entre comidas, con la
excepción de fruta.
Ropa:
Durante el Plazo, la Sumisa usará ropa sólo aprobada por el Dominante. El
Dominante proveerá un presupuesto de ropa para la Sumisa, el cual la Sumisa deberá
utilizar. El Dominante acompañará a la Sumisa a comprar ropa cuando se considere
necesario. Si el Dominante así lo requiere, la Sumisa utilizará durante el término los
adornos que el Dominante requiera, en presencia del Dominante y en cualquier otro
momento que el Dominante lo decida.
Ejercicio:
El Dominante proveerá a la Sumisa de un entrenador personal cuatro veces a la
semana en sesiones de una hora en momentos que serán mutuamente acordados entre
el entrenador y la Sumisa. El entrenador personal reportará al Dominante sobre el
progreso de la Sumisa.
Higiene Personal/Belleza:
La Sumisa se mantendrá limpia, afeitada y/o depilada en todo momento. La Sumisa
visitará un salón de belleza de elección del Dominante en momentos decididos por el
Dominante y se someterá a cualquier tratamiento que el Dominante crea necesario.
Todos los gastos serán pagados por medios del Dominante.
Seguridad Personal:
La Sumisa no beberá, fumará o tomará dogas recreacionales en exceso, ni se pondrá a
sí misma en ningún peligro innecesario.
Cualidades Personales:
La Sumisa no entrará a ninguna relación sexual con nadie excepto el Dominante. La
Sumisa se comportará de forma respetuosa y modesta en todo momento. Debe
reconocer que su comportamiento produce un reflejo directo en el Dominante.
Ella deberá responsabilizarse de todos los errores, equivocaciones y malos
comportamientos cometidos al no estar en la presencia del Dominante.
La falta de cumplimiento de lo establecido arriba será causa de un castigo, la
naturaleza del cual será determinada por el Dominante.
APÉNDICE 2
Límites Duros
Ningún acto que involucre juegos con fuego.
Ningún acto que involucre defecar, orinar o los productos de esto.
Ningún acto que involucre agujas, cuchillos, cortaduras, perforaciones o sangre.
Ningún acto que involucre instrumentos médicos ginecológicos.
Ningún acto que involucre niños o animales.
Ningún acto que vaya a dejar marcas permanentes en la piel.
Ningún acto que involucre el control de la respiración.
Ninguna actividad que involucre el contacto directo de corriente eléctrica —ya sea
alterna o directa—, fuego o llamas en el cuerpo.
APÉNDICE 3
Límites Suaves
A ser discutidos y acordados entre ambas partes:
¿Cuál de los siguientes actos sexuales son aceptables para la Sumisa?
Masturbación.
Felación.
Cunnilingus 32
Sexo Vaginal.
Penetración Vaginal con mano.
Sexo Anal.
Penetración Anal con mano.
¿Es aceptable el tragar semen para la Sumisa?
¿Es el uso de juguetes sexuales aceptable para la Sumisa?
Vibradores.
Consoladores.
Tapón Anal.
Otros.
¿Ser atada es aceptable para la Sumisa?
Manos al frente
Manos detrás
Tobillos
Rodillas
Codos
Muñecas a los tobillos
Barras separadoras
Atar al mobiliario
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32 Cunnilingus: Práctica de sexo oral en la que se chupa, frota, lame o mordisquea (con grados variables de intensidad y también pueden ensalivar o escupir) con la boca, con la lengua y con los labios o los dientes los labios de la vulva, la entrada de la vagina y el clítoris.
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Ojos vendados
Amordazar
Sujeción con Soga
Sujeción con Cinta
Sujeción con puños de cuero
Suspensión
Sujeción con esposas/restricciones de metal
¿Cuál es la actitud general de la Sumisa ante el dolor?
1 cuando le gusta intensamente, 5 si le desagrada intensamente: 1 – 2 – 3 – 4 – 5
¿Qué tanto dolor quiere recibir la Sumisa?
1 es nada, 5 es severo: 1 – 2 – 3 – 4 – 5
¿Cuál de los siguientes tipos de dolor/castigo/disciplina son aceptables para la
Sumisa?
Nalgadas
Palmadas
Azotes
Palmetazo
Mordidas
Abrazaderas de pezones
Abrazaderas genitales
Hielo
Cera caliente
Otros tipos/métodos de dolor
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Maldición. No puedo ni siquiera obligarme a considerar la lista de comidas. Trago
fuertemente, mi boca está seca y lo leo otra vez.
Mi cabeza está zumbando. ¿Cómo puedo estar de acuerdo con todo esto? Y
aparentemente es para mí beneficio: explorar mi sensualidad, mis límites, estando segura
¡Oh por favor! Me burlo con enojo. Sirve y obedece en todos los aspectos. ¡Todas las cosas!
Sacudo mi cabeza con incredulidad. ¿No es en el matrimonio donde se usan esas
palabras… obedecer? Eso me confunde. ¿Las parejas siguen diciendo eso? Solo tres
meses, ¿es por eso que ha habido tantas? ¿No las mantiene por mucho tiempo? ¿O han
tenido suficiente después de tres meses? ¿Cada fin de semana? Eso es demasiado. Nunca
voy a ver a Kate o a los amigos que pueda conocer en mi nuevo trabajo, considerando
que consiga uno. Quizá pueda tener un fin de semana al mes para mí. Quizá cuando
tenga mi periodo, eso suena… práctico. ¡Él es mi señor! ¡Ser tratada como a él le
plazca! Demonios.
Tiemblo ante el hecho de ser azotada o golpeada. Las nalgadas probablemente no sean
tan malas, humillantes sí. ¿Y ser atada? Él ha atado mis manos. Eso fue… fue bueno,
fue ardiente, realmente ardiente, así que puede que no sea tan malo. No me va a
prestar a otro Dominante, más le vale que no. Eso sería totalmente inaceptable. ¿Por
qué estoy siquiera pensando en esto?
No puedo mirarlo a los ojos. ¿Qué tan raro es eso? Es la única forma de saber lo que está
pensando. De hecho, a quién engaño, nunca sé lo que está pensando, pero me gusta
mirar sus ojos. Tiene ojos hermosos: cautivadores, inteligentes, profundos y oscuros,
oscuros con dominantes secretos. Recuerdo su mirada abrasadora y junto mis muslos,
retorciéndome.
Y no lo puedo tocar. Bueno, no me sorprende. Y esas reglas tontas… No, no puedo
hacer esto. Pongo mi cabeza entre mis manos. Esta no es una relación. Necesito
dormir, estoy muy cansada. Todas las travesuras físicas a las que he estado
relacionada las últimas veinticuatro horas han sido, francamente, agotadoras. Y
mentalmente… oh Dios, esto es demasiado en lo que pensar. Como José diría, un
verdadero mind-fuck33. Quizá por la mañana esto no parezca un chiste de mal gusto.
Me levanto y me cambio rápidamente. Quizá debería pedir prestado el pijama rosa de
franela de Kate. Quiero estar cómoda y reconfortada. Me dirijo al baño en mi camiseta
y mis shorts para dormir y me cepillo los dientes.
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33 Mind-fuck: Dolor de cabeza, confusión.
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Me miro en el espejo del baño. No puedes estar considerando esto en serio… Mi
subconsciente suena sano y racional, no irritable como es usual. Mi diosa interior esta
brincando arriba y abajo, aplaudiendo como una niña de cinco años. Por favor, hay que
hacer esto… de otra forma terminaremos solas con muchos gatos y tus novelas clásicas.
El único hombre que alguna vez me ha atraído y viene con un contrato de sangre, un
azotador y un mundo de problemas. Bueno, al menos me salí con la mía este fin de
semana. Mi diosa interna deja de saltar y sonríe serenamente. Oh, si… murmura
asintiendo con aire de suficiencia. Me sonrojo ante la memoria de sus manos y su boca
en mí, su cuerpo dentro del mío. Cerrando mis ojos, siento el familiar y delicioso jalón
de mis músculos internos, muy profundos. Quiero hacer eso una y otra vez. Quizá si
solo me apunto para el sexo… ¿Le parecerá eso? Creo que no.
¿Soy sumisa? Quizá me atravesé por ese camino. Quizá me malinterpretó en la
entrevista. Soy tímida, si… ¿Pero sumisa? Dejo que Kate me moleste, ¿es lo mismo? Y
esos límites suaves, maldición. Mi mente vacila, pero estoy segura que están a
discusión.
Regreso a mi habitación. Es demasiado en que pensar. Necesito una mente despejada,
una mañana fresca para enfrentar el problema. Pongo los ofensivos documentos de
vuelta en mi bolsa. Mañana… mañana es otro día. Me subo en la cama, apago la luz y
me recuesto viendo el techo. Oh, desearía nunca haberlo conocido. Mi diosa interna
niega con su cabeza. Las dos sabemos que es una mentira. Nunca me había sentido tan
viva.
Cierro mis ojos y floto hacia un sueño profundo con ocasionales sueños de una cama
de cuatro postes, esposas e intensos ojos grises.
Kate me levanta al día siguiente.
—Ana, te he estado llamando. Debiste de haber estado fuera de combate.
Mis ojos se abren de mala gana. Ella no solo se ha levantado, también salió a correr.
Volteo a ver el reloj. Son las ocho de la mañana. Dios santo, he dormido por nueve
horas seguidas.
—¿Qué pasa? —murmuro, adormilada.
—Hay un hombre con una entrega para ti. Tienes que firmar.
—¿Qué?
—Vamos. Es grande. Parece interesante. —Brinca de un pie al otro emocionada y va
hacia la sala de estar. Salgo de la cama y tomo mi bata que está atrás de la puerta. Un
hombre joven, con una coleta, está parado en la sala de estar cargando una caja
grande.
—Hola —mascullo.
—Voy a hacer té. —Y Kate se va a la cocina.
—¿Señorita Steele?
E inmediatamente, sé quien envía el paquete.
—Si —respondo cautelosamente.
—Tengo un paquete para usted, pero tengo que armarlo y enseñarle cómo usarlo.
—¿De verdad? ¿Ahora?
—Solo sigo ordenes, señora. —Sonríe con encanto pero con un profesional no-metrago-nada.
¿Me acaba de llamar señora? ¿Envejecí diez años en la noche? Si así pasó, está en el
contrato. Mi boca se tuerce en disgusto.
—Está bien, ¿qué es?
—Una MacBook Pro.
—Por supuesto que sí. —Pongo mis ojos en blanco.
—Aun no están disponibles en las tiendas, señora, es lo último de Apple.
¿Por qué no me sorprende? Suspiro pesadamente.
—Póngala aquí en la mesa.
Entro en la cocina donde está Kate.
—¿Qué es? —dice inquisitivamente, ojos brillantes y cola esponjada. También durmió
bien.
—Es una laptop de parte de Christian.
—¿Por qué te envió una laptop? Sabes que puedes usar la mía. —Frunce el ceño.
No para lo que tiene en mente.
—Oh, solo es un préstamo. Quiere que la pruebe. —Mi excusa suena débil, pero Kate
asiente. Oh Dios… Engañé a Katherine Kavanagh por primera vez. Me entrega mi té.
La Macbook es delgada, plateada y hermosa. Tiene una pantalla grande. A Christian
Grey le gusta lo grande. Estoy pensando en el lugar donde vive, en su apartamento.
—Tiene el ultimo SO34 y todos los programas, mas un disco duro de 1.5 terabyte, así
que tienes mucho espacio y treinta y dos gigabytes de RAM. ¿Para qué planeas usarla?
—Uh… para enviar correos
—¡Correos! —Se empieza a reír, asombrado, levanta sus cejas con una mirada
demente.
—Y quizás, ¿búsquedas en Internet? —digo patéticamente.
Suspira.
—Bueno, tiene Internet inalámbrico N y le he puesto sus datos en su cuenta. Está listo
para ir prácticamente a cualquier lugar del planeta. —Lo mira con nostalgia.
—¿Mi cuenta?
—Su nueva cuenta de correo electrónico.
¿Tengo una cuenta de correo?
Apunta un icono en la pantalla y continúa hablando, pero es como sonido de fondo.
No tengo idea de lo que está diciendo y la verdad, no me interesa. Solo dime como
prenderla y apagarla; yo veré el resto. Después de todo, he usado la computadora de
Kate por cuatro años. Kate silba, impresionada cuando la ve.
—Esta es la nueva generación en tecnología. —Ella levanta su ceja—. La mayoría de
las mujeres reciben flores o joyería —dice sugestivamente, tratando de suprimir una
sonrisa.
Le frunzo el ceño, pero no puedo mantenerme seria. Rompemos a reír y el señor de la
computadora nos mira perplejo. Termina y me pide que firme la nota de entrega.
Mientras Kate despide al señor, me siento con mi taza de té, abro el programa de
correo y ahí está esperándome un correo de Christian. Mi corazón salta
desbocadamente. Tengo un correo de Christian Grey. Nerviosa, lo abro.
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34 SO: Sistema Operativo.
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De: Christian Grey
Asunto: Tu Nueva Computadora
Fecha: 22 Mayo 2011 23:15
Para: Anastasia Steele
Querida señorita Steele:
Confío en que hayas dormido bien. Espero que le des un buen uso a esta laptop, como
comentamos.
Espero con ansiedad la cena del miércoles.
Hasta entonces, estaré encantado de responder cualquier pregunta a través del correo electrónico,
si así lo deseas.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Tecleo mi respuesta.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Tu Nueva Computadora (en préstamo)
Fecha: 23 Mayo de 2011 08:20
Para: Christian Grey
He dormido muy bien, gracias… por alguna extraña razón, señor.
Entendí que esta computadora era un préstamo, por lo tanto, no es mía.
Ana
Casi al instante hay una respuesta.
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De: Christian Grey
Asunto: Su nueva computadora (en préstamo)
Fecha: 23 Mayo 2011 08:22
Para: Anastasia Steele
La computadora es un préstamo por tiempo indefinido, señorita Steele.
Percibo, por tu actitud, que has leído la documentación que te di.
¿Tienes alguna pregunta hasta ahora?
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
No puedo evitar sonreír.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Mentes Curiosas
Fecha: 23 Mayo 2011 08:25
Para: Christian Grey
Tengo muchas preguntas, pero no son apropiadas para hacerlas por correo electrónico y algunos
tenemos que trabajar para ganarnos la vida.
No quiero ni necesito una computadora por tiempo indefinido.
Hasta luego. Buen día, señor.
Ana
Su respuesta es inmediata una vez más y eso me hace sonreír.
_________________________________________________________________________
De: Christian Grey
Asunto: Su nueva computadora (nuevamente en préstamo)
Fecha: 23 Mayo 2011 08:26
Para: Anastasia Steele
Hasta luego, nena.
PD: Yo también trabajo para ganarme la vida.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Apago la computadora, sonriendo como una idiota. ¿Cómo puedo resistirme al
travieso Christian? Voy a llegar tarde al trabajo. Bueno, es mi última semana, el señor
y la señora Clayton probablemente reducirán mi descanso. Corro a la ducha sin poder
sacudir de mi rostro mi amplia sonrisa. Él me escribió un e-mail. Soy como una niña
pequeña, eufórica. Y toda la angustia del contrato se desvanece. Mientras me lavo el cabello, intento pensar en lo que podría preguntarle a través del correo electrónico. Sin
duda es mejor hablar cara a cara de esos asuntos. ¿Supongamos que alguien hackeó su
cuenta? Me sonrojo ante el pensamiento. Me visto rápidamente, gritando un adiós
precipitado a Kate y salgo a trabajar mi última semana en Clayton.
José telefonea a las once.
—Oye, ¿vamos a tomar un café? —Suena como el viejo José. Mi amigo, no el…
¿cómo lo llamó Christian? Pretendiente. Uf.
—Seguro. Estoy en el trabajo. ¿Puedes llegar aquí a las doce?
—Te veo entonces.
Él cuelga y regreso a reabastecer el stock de brochas pensando en Christian Grey y su
contrato.
José es puntual. Entra saltando en la tienda, brincando como un cachorro de ojos
oscuros.
—Ana. —Sonríe mostrando los dientes con su sonrisa hispano-americana y no puedo
seguir enojada con él.
—Hola José. —Lo abrazo—. Estoy hambrienta. Déjame avisarle a la señora Clayton
que voy a almorzar.
Mientras caminamos hacia la cafetería local, deslizo mi brazo sobre el de José. Estoy
agradecida por su… normalidad. Alguien que me conoce y comprende.
—Oye Ana —murmura él—. ¿Realmente me has perdonado?
—José, sabes que no puedo estar molesta contigo durante mucho tiempo.
Él sonríe.
No puedo esperar para regresar a casa, enviar un correo electrónico a Christian y tal
vez empezar mi proyecto de investigación. Kate está fuera en algún lugar, así que
enciendo la nueva laptop y abro mi correo electrónico. En efecto, hay un correo
electrónico de Christian esperando en la bandeja de entrada. Estoy prácticamente
rebotando en mi asiento con regocijo.
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De: Christian Grey
Asunto: Trabajando para ganarme la vida
Fecha: 23 Mayo 2011 17:24
Para: Anastasia Steele
Querida señorita Steele:
Espero que hayas tenido un buen día en el trabajo.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Tecleo una respuesta.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Trabajando para vivir
Fecha: 23 Mayo 2011 17:48
Para: Christian Grey
Señor... he tenido un día muy bueno en el trabajo. Muchas gracias.
Ana
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De: Christian Grey
Asunto: ¡Haz el trabajo!
Fecha: 23 Mayo 2011 17:50
Para: Anastasia Steele
Señorita Steele:
Encantado de que hayas tenido un buen día.
Mientras estás enviado mensajes por correo, no estás investigando.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
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De: Anastasia Steele
Asunto: Molestar
Fecha: 23 Mayo 2011 17:53
Para: Christian Grey
Señor Grey, deje de enviarme correos electrónicos y podré empezar mi tarea.
Me gustaría otra A35
Ana
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35 A: Sobresaliente.
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Me abrazo.
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De: Christian Grey
Asunto: Impaciente
Fecha: 23 Mayo 2011 17:55
Para: Anastasia Steele
Señorita Steele:
Deje de enviarme correos electrónicos y haga su tarea. Me gustaría otorgarle otra A.
La primera de ellas fue muy bien merecida. :)
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Christian Grey acaba de enviarme una carita sonriente... ¡Oh Dios mío! Abro Google.
_________________________________________________________________________
De: Anastasia Steele
Asunto: Investigando en Internet
Fecha: 23 Mayo 2011 17:59
Para: Christian Grey
Señor Grey:
¿Qué sugerirías que colocara en el motor de búsqueda?
Ana
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De: Christian Grey
Asunto: Investigando en Internet
Fecha: 23 Mayo 2011 18:02
Para: Anastasia Steele
Señorita Steele:
Comienza siempre con Wikipedia.
No más mensajes de correo electrónico a menos que tengas preguntas. ¿Entendido?
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
_________________________________________________________________________
De: Anastasia Steele
Asunto: ¡Dictador!
Fecha: 23 Mayo de 2011 18:04
Para: Christian Grey
Sí... señor. Eres tan dictador.
Ana
_________________________________________________________________________
De: Christian Grey
Asunto: En Control
Fecha: 23 Mayo 2011 18:06
Para: Anastasia Steele
Anastasia, no tienes ni idea.
Bueno, tal vez una vaga sospecha ahora.
Haz el trabajo.
Christian Grey
Gerente General, Grey Enterprises Holdings Inc.
Escribo “sumisa” en Wikipedia.
Media hora más tarde, me siento ligeramente mareada y francamente impactada.
¿Realmente quiero abarrotar mi cabeza con estas cosas? Dios, ¿es esto lo que se obtiene
en la Salón Rojo del Dolor? Me siento frente a la pantalla y una parte de mí, una muy
húmeda e integral parte de mí de la que me he puesto al corriente recientemente, se ve
seriamente encendida. Oh Dios, algunas de estas cosas son calientes. Pero, ¿es esto es
para mí? Mierda Santa... ¿podría hacer esto? Necesito espacio. Necesito pensar.
jueves, 25 de abril de 2013
miércoles, 24 de abril de 2013
50 Sombras de Grey- Capitulo 10
Se aleja de golpe. Me estremezco. Se sienta en la cama y tira el condón
usado a una cesta de basura.
—Vamos, necesitamos vestirnos… eso si quieres conocer a mi madre. —
Sonríe, salta fuera de la cama y se pone los jeans, ¡sin ropa interior! Lucho por
sentarme mientras sigo atada.
—Christian… no puedo moverme.
Su sonrisa se hace más grande, se inclina y desata la corbata. El patrón del tejido ha
dejado una marca alrededor de mis muñecas. Es… sexy. Me mira. Está divertido, sus
ojos danzando con alegría. Besa mi frente y me sonríe abiertamente.
—Otra primera vez —reconoce, pero no tengo ni idea de lo que está hablando.
—No tengo ropas limpias aquí. —De repente, siento pánico y considerando lo que
acabo de experimentar, el pánico no me agrada. ¡Su madre! Mierda. No tengo ropa
limpia y prácticamente nos descubrió en flagrante delito—. Tal vez debería quedarme
aquí.
—Oh, no, no lo harás —amenaza Christian—. Puedes usar algo mío. —Se ha puesto
una camiseta blanca y pasa una mano por su cabello de recién follado. A pesar de mi
ansiedad, pierdo el tren de mi pensamiento. ¿Me acostumbraré alguna vez a ver a este
hermoso hombre? Su belleza es despampanante.
—Anastasia, podrías estar usando un saco y aun así te verías encantadora. Por favor,
no te preocupes. Me gustaría que conocieras a mi madre. Vístete. Sólo iré a calmarla.
—Su boca se presiona en una línea dura—. Te espero en esa habitación en cinco
minutos, de otra forma, vendré y te arrastraré hasta ahí yo mismo en lo que sea que
estés usando. Mis camisetas están en este cajón. Mis camisas en el armario. Busca tú
misma. —Sus ojos me observan especulativamente por un momento y deja la
habitación.
Santa Mierda. La madre de Christian. Esto es mucho más de lo que esperaba. Tal vez
conocerla pondrá una pequeña parte del rompecabezas en su lugar. Puede ayudarme a
entender por qué Christian es del modo que es… Repentinamente, quiero conocerla.
Recojo mi camisa del suelo y estoy encantada de descubrir que ha sobrevivido la noche
prácticamente sin ninguna arruga. Encuentro mi sujetador azul bajo la cama y me
visto rápidamente. Pero si hay una cosa que odio, es no usar bragas limpias. Busco a
través de los cajones de su vestidor y me encuentro con el que contiene sus boxer.
Luego de ponerme un par de Calvin Klein grises ajustados, me pongo mis pantalones y
mis Converse.
Tomando mi chaqueta, me meto al baño y miro mis ojos demasiado brillantes, mi cara
ruborizada… ¡Y mi cabello! Mierda, las coletas de recién follada no me van. Rebusco
en las gavetas para encontrar un cepillo y encuentro un peine. Tendrá que servir. Una
cola de caballo es la única respuesta. Le doy un vistazo desesperado a mi ropa. Tal vez
debería aceptar la oferta de Christian sobre su ropa. Mi subconsciente tuerce los labios
y modula la palabra “ja”. La ignoro. Deslizándome en mi chaqueta, satisfecha de que
los puños cubran los reveladores patrones que dejó su corbata, doy una última mirada
ansiosa al espejo. Esto tendrá que servir. Me dirijo a la sala principal.
—Aquí está ella. —Christian se pone de pie.
Su expresión es cálida y apreciativa. La mujer de cabello arenoso junto a él se gira y
me sonríe. Se pone de pie también. Está impecablemente vestida en un traje de falda
color marrón con zapatos a juego. Se ve arreglada, elegante, hermosa y yo muero por
dentro un poco, sabiendo que me veo como un desastre.
—Madre, esta es Anastasia Steele. Anastasia, esta es Grace Trevelyan-Grey.
La Dra. Trevelyan-Grey me extiende su mano. T… ¿de Trevelyan?
—Qué placer conocerte —murmura. Si no estoy equivocada, hay sorpresa y tal vez un
aturdido alivio en su voz y un cálido resplandor en sus ojos color avellana. Tomo su
mano y no puedo evitar sonreí con igual calidez.
—Dra. Trevelyan-Grey —murmuro.
—Llámame Grace. —Sonríe y Christian frunce el ceño—. Usualmente soy la Dra.
Trevelyan y la señora Grey es mi suegra. —Hace un guiño—. Entonces, ¿cómo se
conocieron ustedes? —Mira de manera interrogante a Christian, incapaz de ocultar su
curiosidad.
—Anastasia me entrevistó para el periódico escolar de la WSU porque estaré
entregando los títulos esta semana.
Doble mierda. Había olvidado eso.
—Entonces, ¿te graduarás esta semana? —pregunta Grace.
—Sí.
Mi celular comienza a sonar. Kate, apuesto.
—Discúlpenme. —Está en la cocina. Me acerco y me inclino sobre la barra de
desayuno, sin verificar el número—. Kate.
—¡Dios mío! ¡Ana! —Oh, mierda, es José. Suena desesperado—. ¿Dónde estás? He
estado intentando contactarte. Necesito verte, disculparme por mi comportamiento del
viernes. ¿Por qué no me has regresado las llamadas?
—Mira José, ahora no es un buen momento. —Miro ansiosamente a Christian que me
está mirando intensamente, su rostro impasible mientras le murmura algo a su mamá.
Le doy la espalda.
—¿Dónde estás? Kate está siendo muy evasiva —se queja.
—Estoy en Seattle.
—¿Qué estás haciendo en Seattle? ¿Estás con él?
—José, te llamaré más tarde. No puedo hablar contigo ahora. —Cuelgo.
Camino con indiferencia de regreso hacia Christian y su madre. Grace se encuentra en
plena diatriba.
—… Y Elliot llamó para decir que estabas por aquí. No te he visto en dos semanas,
querido.
—¿Lo hizo? —murmura Christian, mirándome con expresión indescifrable.
—Pensé que tal vez podríamos almorzar juntos, pero puedo ver que tienes otros planes
y no quiero interrumpir tu día. —Toma su largo abrigo color crema y se gira hacia él,
ofreciéndole su mejilla. Él la besa brevemente, de forma dulce. Ella no lo toca.
—Tengo que llevar a Anastasia a Portland.
—Por supuesto, querido. Anastasia, ha sido un placer. Espero que nos encontremos
otra vez. —Me extiende su mano, sus ojos brillantes y las sacudimos.
Taylor aparece de… ¿dónde?
—¿Señora Grey? —pregunta.
—Gracias, Taylor. —La escolta fuera de la sala y a través de las puertas dobles hacia el
vestíbulo. ¿Taylor estuvo aquí todo el tiempo? ¿Cuánto tiempo ha estado aquí? ¿Dónde
ha estado?
Christian me mira.
—Entonces, ¿el fotógrafo llamó?
Mierda.
—Sí.
—¿Qué quería?
—Sólo disculparse, tú sabes… por lo del viernes.
Christian entrecierra sus ojos.
—Ya veo —dice simplemente.
Taylor reaparece.
—Señor Grey, hay un problema con el envío a Darfur.
Christian asiente bruscamente en su dirección.
—¿Charlie Tango está en el aeródromo Boeing?
—Sí, señor. —Taylor asiente en mi dirección—. Señorita Steele.
Le sonrío tentativamente en respuesta y él se da vuelta y se va.
—¿Vive aquí? ¿Taylor?
—Sí. —Su tono es cortante. ¿Cuál es su problema?
Christian se dirige a la cocina y toma su BlackBerry, dándole un vistazo a algunos
correos, asumo. Presiona sus labios en una línea y hace una llamada.
—Ross, ¿cuál es el problema? —suelta. Escucha, observándome, sus ojos grises están
especulativos, mientras yo estoy de pie en el centro de la gran habitación,
preguntándome qué hacer conmigo misma, sintiéndome extraordinariamente
consciente de mí, fuera de lugar.
—No pondré a ninguna tripulación en riesgo. No, cancélalo… evitaremos el aire en su
lugar… Bien. —La calidez en sus ojos ha desaparecido. Parece distraído y mirándome
una vez, se dirige a su estudio y vuelve un momento después—. Este es el contrato.
Léelo y lo discutiremos el próximo fin de semana. Te sugiero que investigues al
respecto para que estés al tanto de lo que está en juego. —Hace una pausa—. Eso es si
estás de acuerdo y de verdad espero que lo estés —agrega, en un tono más suave,
ansioso.
—¿Investigar?
—Estarás sorprendida de lo que puedes encontrar en internet —murmura.
¡Internet! No tengo acceso a ninguna computadora, sólo a la laptop de Kate y no
podría usar la de Clayton para este tipo de “investigación”, ¿o sí?
—¿Qué pasa? —pregunta, ladeando la cabeza.
—No tengo computadora. Veré si puedo usar la laptop de Kate.
Me entrega un sobre.
—Estoy seguro de que puedo… ehh, prestarte una. Toma tus cosas, iremos de regreso
a Portland y almorzaremos algo en el camino. Necesito vestirme.
—Sólo haré una llamada —murmuro. Quiero escuchar la voz de Kate. Frunce el ceño.
—¿El fotógrafo? —Su quijada se torna rígida y su mirada quema. Lo miro—. No me
gusta compartir, señorita Steele. Recuérdalo. —El tono de su voz suena como una
advertencia, con una larga y fría mirada hacia mí, se dirige de nuevo a la habitación.
Mierda. Sólo quería llamar a Kate, quiero gritarle, pero su repentina frialdad me deja
paralizada. ¿Qué ocurrió con el generoso, relajado y sonriente hombre que me estaba
haciendo el amor hace menos de una hora?
—¿Lista? —pregunta Christian mientras nos detenemos junto a las puertas dobles del
vestíbulo.
Asiento de manera vacilante. Volvió a su personaje distante, amable, tenso, su máscara
de nuevo puesta y en marcha. Lleva una bolsa de mensajero de cuero. ¿Por qué
necesita eso? Tal vez se quede en Portland y entonces, recuerdo la graduación. Oh, sí...
estará allí el jueves. Está usando una chaqueta de cuero negro. Desde luego, no se ve
como el multi millonario, billonario, la palabra que sea que termine en “ario”, con esta
ropa. Parece un chico en el camino equivocado, tal vez una estrella de rock con mal
comportamiento o un modelo de pasarela. Suspiro internamente, deseando tener una
décima parte de su aplomo. Es tan tranquilo y controlado. Frunzo el ceño, recordando
su exabrupto sobre José... bueno, parece serlo.
Taylor está rondando en el fondo.
—Mañana entonces —le dice a Taylor, quien asiente con la cabeza.
—Sí, señor. ¿Qué automóvil se va a llevar, señor?
Me mira brevemente.
—El R8.
—Buen viaje, señor Grey. Señorita Steele. —Taylor me mira amablemente, aunque tal
vez hay una pizca de piedad oculta en las profundidades de sus ojos.
No hay duda que piensa que he sucumbido a los dudosos hábitos sexuales del señor
Grey. Todavía no, sólo a sus excepcionales hábitos sexuales o tal vez el sexo es así
para todo el mundo. Frunzo el ceño ante el pensamiento. No tengo ninguna
comparación y no puedo preguntarle a Kate. Eso es algo que voy a tener que tratar con
Christian. Es perfectamente natural que deba hablar con alguien y no puedo hablar con
él si es tan abierto un minuto y tan distante al siguiente.
Taylor sostiene la puerta abierta para nosotros y nos conduce a través de ella. Christian
llama al ascensor.
—¿Qué pasa, Anastasia? —pregunta. ¿Cómo sabe que estoy analizando algo en mi
mente? Extiende su mano y tira de mi barbilla—. Deja de morderte el labio o
tendremos sexo en el ascensor y no me importa quién entre con nosotros.
Me sonrojo, pero hay un atisbo de sonrisa en sus labios, finalmente su estado de ánimo
parece estar cambiando.
—Christian, tengo un problema.
—¿Ah, sí? —Tengo toda su atención.
El ascensor llega. Entramos y Christian presiona el botón marcado con una G.
—Bueno. —Me sonrojo. ¿Cómo decir esto?—. Tengo que hablar con Kate. Tengo
muchas preguntas sobre sexo y estás demasiado involucrado. Si quieres que haga todas
estas cosas, ¿cómo puedo saber…? —Hago una pausa, tratando de encontrar las
palabras adecuadas—. Simplemente no tengo términos de referencia.
Pone los ojos en blanco en mi dirección.
—Habla con ella si es necesario. —Suena exasperado—. Asegúrate de que no le
menciona nada a Elliot.
Me enfada la insinuación. Kate no es así.
—No haría eso y no te diría nada de lo que me diga de Elliot, si fuera a decirme algo
—añado rápidamente.
—Bueno, la diferencia es que yo no quiero saber sobre su vida sexual —murmura
Christian secamente—. Elliot es un bastardo entrometido. Pero sólo habla acerca de lo
que hemos hecho hasta ahora —advierte—. Ella probablemente me quitaría mis bolas
si supiera lo que quiero hacer contigo —añade en voz tan baja que no estoy segura de
haberlo escuchado bien.
—Está bien —acepto con facilidad, sonriéndole, aliviada. La idea de Kate con las
bolas de Christian es algo en lo que no quiero pensar.
Sus labios se curvan y niega con la cabeza.
—Cuanto antes tenga tu sumisión, mejor y podemos detener todo esto —murmura.
—Detener, ¿qué?
—Tú, desafiándome. —Estira su mano hacia abajo, ahueca mi barbilla y planta un
beso rápido y dulce en mis labios mientras las puertas del ascensor se abren. Toma mi
mano y me guía dentro del garaje subterráneo.
Yo, desafiándolo... ¿cómo?
Al lado del ascensor, puedo ver el Audi 4x4 negro, pero es el elegante deportivo negro
el que se abre con un pitido y se ilumina cuando lo apunta el llavero que controla la
alarma. Es uno de esos automóviles que deberían tener a una rubia con largas piernas
y usando sólo un pequeño vestido, extendida a través del capo.
—Bonito automóvil —murmuro con sequedad.
Levanta la mirada y sonríe.
—Lo sé —dice y por una fracción de segundo, el dulce, joven, despreocupado
Christian está de vuelta. Eso me alegra el corazón. Está tan emocionado. Los chicos y
sus juguetes. Pongo mis ojos en blanco hacia él, pero no puedo reprimir mi sonrisa. Me
abre la puerta y me subo. Vaya... es bajo. Se mueve alrededor del automóvil con una
gracia fácil y dobla su larga elegancia a mi lado. ¿Cómo hace eso?
—Entonces, ¿qué tipo de automóvil es este?
—Se trata de un Audi R8 Spyder. Es un hermoso día, podemos bajar el techo. Hay una
gorra de béisbol allí. De hecho, debería haber dos. —Apunta hacia la guantera—. Y
lentes de sol si los quieres.
Enciende el automóvil y el motor ruge detrás de nosotros. Pone el bolso en el espacio
tras nuestros asientos, presiona un botón y el techo se reclina lentamente. Con un
golpecito en un interruptor, Bruce Springsteen26 nos rodea.
—Vas a amar a Bruce. —Sonríe y saca el automóvil fácilmente de su plaza del
estacionamiento hasta la rampa empinada, donde hacemos una pausa en la barrera.
Entonces estamos fuera en una mañana soleada de mayo en Seattle. Busco en la
guantera y tomo las gorras de béisbol. Los Mariners27. ¿Le gusta el béisbol? Le paso
una gorra y se la pone. Paso mi cola de caballo por la parte posterior de la mía y
arrastro hacia abajo la visera.
Las personas nos miran mientras avanzamos por las calles. Por un momento, creo que
es a él... y entonces, una parte muy paranoica piensa que todos me están mirando
porque saben lo que he estado haciendo durante las últimas doce horas, pero
finalmente, me doy cuenta de que es al automóvil. Christian parece no darse cuenta,
perdido en sus pensamientos.
El tráfico es escaso y pronto estamos en la I-5 dirigiéndonos al sur, el viento barriendo
sobre nuestras cabezas. Bruce está cantando acerca de estar ardiendo y su deseo. Cuán
adecuado. Me sonrojo mientras escucho las palabras. Christian me mira. Tiene sus
Ray-Bans28 puestas por lo que no puedo ver lo que está pensando. Su boca se inclina
un poco, estira su mano y la coloca sobre mi rodilla, apretándola suavemente. Mi
aliento se dificulta.
—¿Hambrienta? —pregunta.
No de comida.
—No especialmente.
Su boca se aprieta en una línea dura.
—Tienes que comer, Anastasia —me reprende—. Conozco un buen lugar cerca de
Olympia. Pararemos allí.Aprieta mi rodilla de nuevo y luego devuelve su mano al volante mientras baja su pie sobre el acelerador. Estoy presionada contra la parte de posterior de mi asiento. Vaya, este automóvil se puede mover.
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26 Bruce Springsteen: Apodado "el Jefe", es un cantante, compositor y guitarrista estadounidense ampliamente conocido por su música rock.
27 Mariners: Equipo de béisbol de Seattle.
28 Ray-Bans: Marca de gafas.
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El restaurante es pequeño e íntimo, una cabaña de madera en medio de un bosque. La
decoración es rústica: sillas y mesas al azar con manteles de cuadritos, flores silvestres
en floreros pequeños. Cuisine Sauvage29 dice un cartel encima de la puerta.
—No he estado aquí en un tiempo. No tenemos opciones, cocinan lo que sea que han
capturado o recogido. —Levanta sus cejas con fingido horror y tengo que reír. La
camarera toma la orden de nuestras bebidas. Se sonroja cuando ve a Christian,
evitando el contacto visual con él, escondiéndose bajo su flequillo rubio y largo. ¡A ella
le gusta! ¡No soy sólo yo!
—Dos vasos de Pinot Grigio —dice Christian con una voz de autoridad. Frunzo mis
labios, exasperada—. ¿Qué? —dice bruscamente.
—Quería una Coca-Cola dietética —susurro.
Sus ojos grises se entrecierran y sacude su cabeza.
—El Pinot Grigio aquí es un vino decente, irá bien con la comida, con lo que sea que
recibamos —dice con paciencia.
—¿Lo que sea que recibamos?
—Sí. —Sonríe, deslumbrante, con su cabeza inclinada con una sonrisa de lado y los
polos de mi estómago saltan por encima de mi bazo. No puedo evitar reflejar su
gloriosa sonrisa en respuesta—. Le gustaste a mi madre —dice secamente.
—¿En serio? —Sus palabras me hacen sonrojar con placer.
—Oh, sí. Siempre pensó que era gay.
Mi boca se abre y recuerdo esa pregunta... en la entrevista. Oh, no.
—¿Por qué pensaba que eras gay? —susurro.
—Porque nunca me ha visto con una chica.
—¿Oh... ni siquiera una de las quince?
Él sonríe.
—Te acordaste. No, ninguna de las quince.
—Oh.
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29Cuisine sauvage: Está en francés, en español sería cocina salvaje.
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—Sabes, Anastasia, ha sido un fin de semana de novedades para mí también —dice en
voz baja.
—¿Lo ha sido?
—Nunca he dormido con nadie, nunca he tenido sexo en mi cama, nunca volé con
una chica en Charlie Tango, nunca le presenté una mujer a mi madre. ¿Qué me estás
haciendo? —Sus ojos arden, su intensidad me quita el aliento.
La camarera llega con nuestras copas de vino y de inmediato tomo un rápido sorbo.
¿Se está abriendo o simplemente haciendo una observación casual?
—Realmente he disfrutado este fin de semana —murmuro. Entrecierra sus ojos hacia
mí otra vez.
—Deja de morderte el labio —gruñe—. Yo también —añade.
—¿Qué es sexo vainilla? —le pregunto, cualquier cosa para distraerme de la mirada
intensa, ardiente y sexy que me está dando. Se ríe.
—Sólo es sexo sencillo, Anastasia. Sin juguetes, sin extras añadidos. —Se encoge de
hombros—. Sabes... bueno, en realidad no lo haces, pero eso es lo que significa.
—Oh. —Pensaba que el sexo que tuvimos fue brownie con cobertura de chocolate, con
una cereza en la parte superior. Pero bueno, ¿qué sé yo?
La camarera nos trae sopa. Ambos la miramos de manera dudosa.
—Sopa de ortiga —nos informa la camarera antes de girar y balancearse de regreso a la
cocina. No creo que a ella le guste ser ignorada por Christian. Pruebo tentativamente.
Es delicioso. Christian y yo levantamos la mirada el uno hacia el otro al mismo tiempo
con alivio. Me río y él inclina su cabeza hacia un lado.
—Ese es un sonido hermoso —murmura.
—¿Por qué nunca has tenido sexo vainilla antes? ¿Siempre has hecho... eh, lo que has
hecho? —pregunto, intrigada.
Asiente con la cabeza lentamente.
—Más o menos. —Su voz es cautelosa. Frunce el ceño por un momento y parece estar
involucrado en algún tipo de lucha interna. Luego levanta la vista, con una decisión
tomada—. Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía quince años.
—Oh. —¡Mierda, eso es ser joven!
—Tenía gustos muy particulares. Fui su sumiso durante seis años. —Se encoge de
hombros.
—Oh. —Mi cerebro se ha congelado, sorprendido hasta la inactividad por esta
admisión.
—Así que sé lo que implica, Anastasia. —Sus ojos brillan con comprensión. Lo miro,
incapaz de articular nada, incluso mi subconsciente está en silencio—. Realmente no
tuve una introducción común al sexo.
La curiosidad se activa a lo grande.
—¿Así que nunca saliste con alguien en la universidad?
—No. —Niega con su cabeza para enfatizar el punto.
La camarera toma nuestros platos, interrumpiéndonos por un momento.
—¿Por qué? —le pregunto cuándo se ha ido.
Sonríe sarcásticamente.
—¿De verdad quieres saber?
—Sí.
—No quería hacerlo. Ella era todo lo que quería, necesitaba. Y, además, me habría
golpeado terriblemente. —Sonríe con cariño ante el recuerdo.
Oh, esta es demasiada información… pero quiero más.
—¿Así que si era una amiga de tu madre, qué edad tenía?
Sonríe.
—Edad suficiente para saber desempeñarse mejor.
—¿Todavía la ves?
—Sí.
—¿Todavía... eh...? —Me sonrojo.
—No. —Niega con la cabeza y sonríe con indulgencia a mí—. Es una muy buena
amiga.
—Oh. ¿Lo sabe tu madre?
Me da una mirada de no-seas-estúpida.
—Por supuesto que no.
La camarera regresa con carne de venado, pero mi apetito ha desaparecido. Qué
revelación. Christian el sumiso... mierda. Tomo un trago grande del Pinot Grigio; él tiene
razón, por supuesto, es delicioso. Por Dios, todas estas revelaciones, son mucho más
en qué pensar. Necesito tiempo para procesar esto cuando esté por mi cuenta, no
cuando estoy distraída por su presencia. Es tan abrumador, tan macho alfa y ahora ha
lanzado esta bomba en la ecuación. Él sabe lo que es.
—Pero, no puede haber sido a tiempo completo… —Estoy confundida.
—Bueno, lo fue, aunque no la veía todo el tiempo. Era... difícil. Después de todo,
todavía estaba en la escuela y luego en la universidad. Come, Anastasia.
—En realidad no tengo hambre, Christian. —Estoy recuperándome de su revelación.
Su expresión se endurece.
—Come —dice en voz baja, muy baja.
Lo miro. Este hombre, abusado sexualmente cuando era adolescente, tiene un tono
muy amenazante.
—Dame un momento —murmuro en voz baja. Parpadea un par de veces.
—Está bien —murmura y continúa con su comida.
Así es como será si firmo: ordenándome. Frunzo el ceño. ¿Quiero esto? Alcanzando mi
cuchillo y tenedor, corto tentativamente la carne de venado. Es muy sabroso.
—¿Es así como nuestra relación eh... será? —susurro—. ¿Tú, ordenándome? —No
puedo obligarme a mirarlo.
—Sí —murmura.
—Ya veo.
—Y lo que es más, querrás que lo haga —añade en voz baja.
Sinceramente, lo dudo. Corto otro trozo de carne de venado, sosteniéndolo contra mi
boca.
—Es un gran paso —murmuro y como.
—Lo es. —Cierra sus ojos un instante. Cuando los abre, están amplios y serios—.
Anastasia, tienes que ir con tus instintos. Has la investigación, lee el contrato, estaré
feliz de discutir cualquier aspecto. Estaré en Portland hasta el viernes si quieres hablar
de ello antes de esa fecha. —Sus palabras vienen a mí apresuradamente—. Llámame,
tal vez podamos cenar, por ejemplo ¿el miércoles? Realmente quiero hacer funcionar
esto. De hecho, nunca he querido nada tanto como quiero que esto funcione.
Su sinceridad quema, su anhelo se refleja en sus ojos. Esto es principalmente lo que no
comprendo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no una de las quince? Oh, no... ¿eso seré yo? ¿un
número? ¿El dieciséis de muchas?
—¿Qué pasó con las quince? —Dejo escapar.
Levanta sus cejas con sorpresa, luego luce resignado, negando con su cabeza.
—Varias cosas, pero se reduce a… —Hace una pausa, tratando de encontrar las
palabras, creo—. Incompatibilidad. —Se encoge de hombros.
—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?
—Sí.
—¿Así que ya no estás viendo a ninguna de ellas?
—No, Anastasia, no lo hago. Soy monógamo en mis relaciones.
Ah... esto son noticias.
—Ya veo.
—Investiga, Anastasia.
Bajo mi cuchillo y tenedor. No puedo comer más.
—¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que vas a comer?
Asiento con la cabeza. Me frunce el ceño, pero decide no decir nada. Doy un pequeño
suspiro de alivio. Mi estómago está agitándose con toda esta nueva información y me
siento un poco mareada por el vino. Lo veo mientras devora todo su plato. Come
como un caballo. Debe hacer ejercicio para mantenerse en tan buena forma. El
recuerdo de la forma en que su pijama cuelga de sus caderas viene espontáneamente a
mi mente. La imagen es totalmente distractora. Me retuerzo incómodamente. Levanta
la vista hacia mí y me sonrojo.
—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando en este mismo momento —
murmura. Me sonrojo más. Me sonríe, con una sonrisa malvada—. Puedo adivinar —
bromea en voz baja.
—Me alegro de que no puedas leer mi mente.
—Tu mente, no, Anastasia, pero tu cuerpo, ese lo he llegado a conocer bastante bien
desde ayer. —Su voz es sugerente. ¿Cómo es que cambia tan rápidamente de un estado
de ánimo al otro? Es tan voluble... es difícil mantener el ritmo.
Le hace gestos a la camarera y le pide la cuenta. Una vez que ha pagado, se para y me
extiende su mano.
—Ven. —Tomando mi mano en la suya, me lleva de nuevo al automóvil. Este
contacto, piel con piel, es lo que es tan inesperado de él, es normal, íntimo. No puedo
conciliar este gesto común, tierno, con lo que él quiere hacer en esa habitación... El
Salón Rojo del Dolor.
Estamos en silencio en el viaje de Olympia a Vancouver, ambos perdidos en nuestros
propios pensamientos. Cuando estaciona afuera de mi departamento, son las cinco de
la tarde. Las luces están encendidas, Kate está en casa. Empacando, sin duda, a menos
que Elliot todavía esté allí. Apaga el motor y me doy cuenta de que voy a tener que
dejarlo.
—¿Quieres entrar? —le pregunto. No quiero que se vaya. Quiero prolongar nuestro
tiempo juntos.
—No. Tengo trabajo que hacer —dice simplemente, mirándome, una expresión
inescrutable.
Miro abajo hacia mis manos mientras junto mis dedos. De repente, me siento
emocional. Él se va. Estirando su mano, toma una de las mías y lentamente la lleva
hasta su boca, con ternura besando el dorso de mi mano, como un gesto dulce y
pasado de moda. Mi corazón salta hasta mi boca.
—Gracias por este fin de semana, Anastasia. Ha sido... el mejor. ¿Miércoles? ¿Te
recogeré en el trabajo, desde cualquier lugar? —dice en voz baja.
—Miércoles —susurro.
Besa mi mano de nuevo y la coloca de vuelta en mi regazo. Sale, da la vuelta hacia mi
lado y abre la puerta del pasajero. ¿Por qué me siento de repente desprovista? Un nudo
se forma en mi garganta. No debo permitir que me vea así. Fijando una sonrisa en mi
cara, salgo fuera del coche y continúo por el camino, sabiendo que tengo que enfrentarme a Kate, temiendo enfrentarme a Kate. Me doy la vuelta y lo miro a medio camino. Barbilla arriba Steele, me reprendo a mí misma.
—Oh… por cierto, llevo tu ropa interior. —Le ofrezco una pequeña sonrisa y levanto
la cinturilla de los boxer que llevo para que pueda ver. La boca de Christian cae
abierta, sorprendida. Qué gran reacción. Mi humor cambia inmediatamente y entro
pavoneándome en la casa, parte de mí queriendo saltar y lanzar el puño al aire. ¡SÍ! Mi
diosa interior está encantada.
Kate está en la sala de estar empaquetando sus libros en cajas.
—Estás de vuelta. ¿Dónde está Christian? ¿Cómo estás? —Su voz es febril, ansiosa y
salta hacia mí agarrando mis hombros, analizando mi rostro minuciosamente antes
incluso de que hubiera dicho hola.
Mierda… tengo que tratar con la persistencia y la tenacidad de Kate y estoy en posesión
de un documento legal firmado diciendo que no puedo hablar. No es una mezcla
saludable.
—Bueno, ¿cómo fue? No pude parar de pensar en ti, después de que Elliot se fue,
quiero decir. —Sonríe maliciosamente.
No puedo dejar de sonreír ante su preocupación y su ardiente curiosidad, pero de
repente, me siento tímida. Me sonrojo. Fue muy privado. Todo ello. Ver y saber lo que
Christian tiene que esconder. Pero tengo que darle algunos detalles, porque no me
dejará en paz hasta que lo haga.
—Fue bien, Kate. Muy bien, creo —digo tranquilamente, intentando esconder mi
vergonzosa sonrisa que lo dice todo.
—¿Tú crees?
—No tengo nada para compararlo, ¿no? —Me encojo de hombros en tono de disculpa.
—¿Te hizo llegar?
Mierda. Es muy contundente. Me vuelvo de color escarlata.
—Sí —murmuro, exasperada.
Kate me empuja al sofá y nos sentamos. Estrecha mis manos.
—Eso está bien. —Kate me mira con incredulidad—. Fue tu primera vez. Wow,
Christian debe saber realmente lo que está haciendo.
Oh Kate, si tú supieras.
—Mi primera vez fue horrible —continúa, haciendo una cara de comedia triste.
—¿Oh? —Esto me tiene interesada, es algo que nunca antes había divulgado.
—Sí, Steve Paton. Escuela secundaria, un deportista idiota. —Se estremece—. Fue
rudo. No estaba preparada. Ambos estábamos borrachos. Tú sabes… el típico desastre
adolescente post-baile. Ugh… me llevó meses antes de decidir probar otra vez. Y no
con él, la maravilla sin agallas. Era demasiado joven. Tuviste razón al esperar.
—Kate, eso suena horrible.
Kate parece pensativa.
—Sí, me llevó casi un año tener mi primer orgasmo a través del sexo con penetración y
aquí estás tú… ¿la primera vez?
Asiento tímidamente. Mi diosa interior se sienta en la posición del loto pareciendo
serena, excepto por la disimulada y autocomplaciente sonrisa en su rostro.
—Me alegro de que la perdieras con alguien que sabe diferenciar entre su culo y su
codo. —Me guiña el ojo—. Así que, ¿cuándo vas a verlo de nuevo?
—El miércoles. Vamos a cenar.
—¿Así que todavía te gusta?
—Sí. Pero no sé acerca del… futuro.
—¿Por qué?
—Él es complicado, Kate. Tú sabes… vive en un mundo muy diferente al mío. —Gran
excusa. Creíble también. Mucho mejor que: Tiene un Salón Rojo del Dolor y quiere
hacerme su esclava sexual.
—Oh por favor, no dejes que esto sea por el dinero, Ana. Elliot dice que es muy
insólito para Christian salir con alguien.
—¿Lo dijo? —Mi voz se alza varias octavas.
¡Demasiado obvia, Steele! Mi subconsciente me mira, meneando su largo y delgado dedo,
entonces se transforma en la balanza de la justicia para recordarme que él podría
demandarme si revelo demasiado. Ja… ¿qué va a hacer?, ¿quitarme todo mi dinero? Debo
recordar googlear “penalizaciones por romper un acuerdo de no divulgación” mientras
hago el resto de mi “investigación”. Es como si me hubieran dado una tarea escolar.
Tal vez incluso me gradúe. Me sonrojo, recordando mi A por el experimento en el
baño esta mañana.
—Ana, ¿qué pasa?
—Sólo recordando algo que Christian dijo.
—Te ves diferente —dice Kate afectuosamente.
—Me siento diferente. Dolorida —confieso.
—¿Dolorida?
—Un poco. —Me sonrojo.
—Yo también. Hombres —dice con disgusto simulado—. Son animales. —Ambas nos
reímos.
—¿Estás dolorida? —exclamo.
—Sí… uso excesivo.
Me río tontamente.
—Cuéntame acerca del uso excesivo de Elliot —pregunto cuando he parado de reír.
Oh, puedo sentirme a mí misma relajándome por primera vez desde que estaba en la
cola del bar… antes de la llamada de teléfono que comenzó todo esto, cuando estaba
admirando al señor Grey desde la distancia. Felices días sin complicaciones.
Kate se sonroja. Oh Dios… Katherine Agnes Kavanagh se vuelve toda Anastasia Rose
Steele conmigo. Me lanza una mirada húmeda. Nunca la había visto reaccionar de esta
forma por un hombre antes. Mi mandíbula cae al suelo. ¿Dónde está Kate y qué has hecho
con ella?
—Oh, Ana. —Deja salir a borbotones—. Él es tan… Todo. Y cuando nosotros… oh…
realmente bueno. —Difícilmente puede hilvanar una frase, está mal.
—Creo que estás intentando decirme que te gusta.
Asiente, sonriendo como una loca.
—Y voy a verlo el sábado. Nos va a ayudar a mudarnos. —Juntas sus manos, da un
brinco fuera del sofá y hace piruetas hasta la ventana. Mudanza. Mierda… me había
olvidado de eso, incluso con las cajas de embalaje rodeándonos.
—Es muy amable de su parte —digo apreciativamente. Puedo llegar a conocerlo
también. Quizás pueda darme una visión más clara de su extraño y perturbador
hermano—. Así que, ¿qué hicieron anoche? —pregunto. Ladea la cabeza hacia mí y
eleva las cejas en una mirada de tú-que-crees-estúpida.
—Más o menos lo que hiciste, aunque cenamos primero. —Me sonríe—. ¿Estás
realmente bien? Pareces un poco agobiada.
—Me siento agobiada. Christian es muy intenso.
—Sí, puedo ver cómo puede ser. ¿Pero fue bueno contigo?
—Sí —la tranquilizo—. Estoy realmente hambrienta, ¿debería cocinar?
Asiente y recoge dos libros más para empaquetar.
—¿Qué quieres hacer con los libros de catorce mil dólares? —pregunta.
—Voy a devolvérselos.
—¿De verdad?
—Es un regalo exagerado. No puedo aceptarlo, especialmente ahora. —Le sonrío a
Kate y ella asiente.
—Te entiendo. Te llegaron un par de cartas y José estuvo llamando hora tras hora.
Sonaba desesperado.
—Lo llamaré —murmuro evasivamente. Si le dijera a Kate acerca de José, se lo sirve
en el desayuno. Recojo las cartas de la mesa del comedor y las abro—. ¡Hey, tengo
entrevistas! La semana siguiente, en Seattle, ¡para las plazas de practicantes!
—¿Para qué editorial?
—¡Para ambas!
—Te dije que tu GPA30 te abriría puertas, Ana. —Kate, por supuesto, ya tiene un cupo
de prácticas en el Seattle Times. Su padre conoce a alguien que conoce a alguien.
—¿Cómo se siente Elliot acerca de que vayas a irte lejos? —pregunto.
Kate entra en la cocina, por primera vez esta tarde, está desconsolada.
—Entiende. Parte de mí no quiere irse, pero es tentador tumbarse al sol por un par de
semanas. Además, mi mama está soportándolo, pensando que este será nuestro último
viaje real en familia antes de que Ethan y yo salgamos de cabeza al mundo al empleo
remunerado.
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30 GPA: Es un promedio de calificaciones. Es calculado dividiendo el número de puntos de calificación que un estudiante obtuvo en un periodo, determinado, dividido por el número total de créditos cursados
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Nunca he tenido que dejar Estados Unidos. Kate se va a Barbados con sus padres y su
hermano Ethan por dos semanas enteras. Voy a echarla de menos en nuestro nuevo
departamento. Será extraño. Ethan ha estado viajando por el mundo desde que se
graduó el año pasado. Me pregunto brevemente si lo veré antes de que se vayan de
vacaciones. Es un chico encantador. El teléfono suena, sacándome de mi ensueño.
—Será José —suspiro. Sé que tengo que hablar con él. Agarro el teléfono—. Hola.
—Ana, ¡regresaste! —grita José con alivio.
—Obviamente. —El sarcasmo se filtra en mi voz y pongo mis ojos en blanco hacia el
teléfono.
Está en silencio por un momento.
—¿Puedo verte? Siento lo del viernes en la noche. Estaba ebrio… y tú… bien. Ana por
favor, perdóname.
—Por supuesto que te perdono José. Sólo no lo hagas otra vez. Sabes que no me siento
de ese modo por ti.
Suspira pesadamente, triste.
—Lo sé, Ana. Sólo pensé que, si te besaba, podía cambiar la forma en que te sientes.
—José, te quiero mucho, significas mucho para mí. Eres como el hermano que nunca
tuve. Eso no va a cambiar. Tú lo sabes. —Odiaba decepcionarlo, pero esa es la verdad.
—Entonces, ¿estás con él ahora? —Su tono está lleno de desdén.
—José, no estoy con nadie.
—Pero pasaste la noche con él.
—Eso no es asunto tuyo.
—¿Es por el dinero?
—¡José! ¡Cómo te atreves! —le grito, tambaleándome por su audacia.
—Ana —se queja y se disculpa simultáneamente. No puedo hacer frente a sus celos
mezquinos ahora. Sé que está herido, pero mi plato está repleto al tratar con Christian
Grey.
—Quizá podamos tomar un café o algo mañana. Te llamaré. —Soy conciliadora. Es
mi amigo. Estoy muy encariñada con él. Pero ahora mismo, no necesito esto.
— Mañana entonces. ¿Llamarás? —La esperanza en su voz retuerce mi corazón.
—Sí… buenas noches, José —Cuelgo sin esperar su respuesta.
—¿De qué trataba todo eso? —demanda Katherine, sus manos sobre sus caderas.
Decido que la honestidad es la mejor política. Me está mirando más irritada que
nunca.
—Intento besarme el viernes.
—¿José? y ¿Christian Grey? Ana, tus feromonas deben estar trabajando tiempo extra.
¿En qué estupidez estabas pensando? —Sacude la cabeza con disgusto y vuelve a las
cajas de embalaje.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, dejamos de hacer nuestro equipaje para ponernos
con la especialidad de la casa, mi lasaña.
Kate abre la botella de vino y nos sentamos entre las cajas, comiendo, bebiendo vino
tinto barato y viendo televisión basura. Es normal. Es tan de vuelta a la tierra y
bienvenido después de las pasadas cuarenta y ocho horas de… locura. Como, por
primera vez sin prisas, tranquila. ¿Qué pasa con él y la comida? Kate limpia los platos y
termino de empacar las cosas de la sala de estar. Nos quedamos con el sofá, la
televisión y la mesa del comedor. ¿Qué más podemos necesitar? Sólo falta empacar lo
de la cocina y los dormitorios.
El teléfono suena nuevamente. Es Elliot. Kate me guiña y salta a su habitación como si
tuviera catorce años. Sé que debería estar escribiendo su discurso de despedida, pero
parece que Elliot es más importante. ¿Qué pasa con los hombres Grey? ¿Qué es lo que
los hace totalmente distractores, absorbentes e irresistibles? Tomo otro trago de vino.
Paso los canales de televisión, pero en el fondo, sé que sólo estoy postergándolo.
Quemando como un brillante agujero rojo en mi bolsa, está el contrato. ¿Tengo la
fuerza para leerlo esta noche?
Pongo mi cabeza en mis manos. José y Christian, ambos quieren algo de mí. José es
fácil de tratar. Pero Christian… Christian está en una liga completamente diferente en
cuanto a dirección y comprensión. Una parte de mí quiere correr y esconderse. ¿Qué
voy a hacer? Sus ardientes ojos grises y su intensa mirada ardiente entran en mi mente
y mi cuerpo se tensa ante el pensamiento. Me corta la respiración. Ni siquiera está aquí
y estoy excitada. ¿Esto no puede ser sólo acerca del sexo o sí? Recuerdo sus bromas
gentiles esta mañana en el desayuno, su alegría por mi deleite con el paseo en
helicóptero, él tocando el piano… la dulce y oh-tan-triste música llena de alma.
Es una persona tan complicada. Y ahora tengo una idea de por qué. Un joven privado
de su adolescencia, abusado sexualmente por la mala figura de la señora Robinson…
no es de extrañar que haya envejecido antes de tiempo. Mi corazón se llena de tristeza
ante el pensamiento de lo que debe haber pasado. Soy demasiado ingenua para saber
exactamente qué, pero la investigación puede arrojar algo de luz. Pero, ¿realmente
quiero saber? ¿Quiero explorar ese mundo del que no sé nada? Es un paso muy grande.
Si no lo hubiera conocido, aún estaría feliz y dulcemente ajena a eso. Mi mente se
desvía a la noche anterior y esta mañana… y la increíble sensualidad que he
experimentado. ¿Quiero decir adiós a eso? ¡No! Grita mi subconsciente… mi diosa
interna asiente en silencio de acuerdo con ella.
Kate se pasea de nuevo por la sala de estar, sonriendo de oreja a oreja. Tal vez está
enamorada… la miro boquiabierta. Nunca se había comportado así.
—Ana, me voy a la cama, estoy muy cansada.
—También yo, Kate.
Me abraza.
—Me alegro que estés de vuelta en una pieza. Hay algo acerca de Christian —añade
tranquilamente en tono de disculpa. Le doy una pequeña sonrisa tranquilizadora,
mientras pienso... ¿Cómo diablos lo sabe? Esto es lo que la hará una gran periodista, su
intuición inquebrantable.
Recogiendo mi bolso, deambulo sin ganas hacia mi dormitorio. Estoy muy cansada
por todos nuestros esfuerzos carnales del día anterior y por el completo y absoluto
dilema que encaro. Me siento en la cama y con cuidado, extraigo el sobre de papel
manila de la bolsa, girándolo una y otra vez en mis manos. ¿Realmente quiero saber la
extensión de la depravación de Christian? Es muy desalentador. Tomo una respiración
profunda y con el corazón en la garganta, abro el sobre.
usado a una cesta de basura.
—Vamos, necesitamos vestirnos… eso si quieres conocer a mi madre. —
Sonríe, salta fuera de la cama y se pone los jeans, ¡sin ropa interior! Lucho por
sentarme mientras sigo atada.
—Christian… no puedo moverme.
Su sonrisa se hace más grande, se inclina y desata la corbata. El patrón del tejido ha
dejado una marca alrededor de mis muñecas. Es… sexy. Me mira. Está divertido, sus
ojos danzando con alegría. Besa mi frente y me sonríe abiertamente.
—Otra primera vez —reconoce, pero no tengo ni idea de lo que está hablando.
—No tengo ropas limpias aquí. —De repente, siento pánico y considerando lo que
acabo de experimentar, el pánico no me agrada. ¡Su madre! Mierda. No tengo ropa
limpia y prácticamente nos descubrió en flagrante delito—. Tal vez debería quedarme
aquí.
—Oh, no, no lo harás —amenaza Christian—. Puedes usar algo mío. —Se ha puesto
una camiseta blanca y pasa una mano por su cabello de recién follado. A pesar de mi
ansiedad, pierdo el tren de mi pensamiento. ¿Me acostumbraré alguna vez a ver a este
hermoso hombre? Su belleza es despampanante.
—Anastasia, podrías estar usando un saco y aun así te verías encantadora. Por favor,
no te preocupes. Me gustaría que conocieras a mi madre. Vístete. Sólo iré a calmarla.
—Su boca se presiona en una línea dura—. Te espero en esa habitación en cinco
minutos, de otra forma, vendré y te arrastraré hasta ahí yo mismo en lo que sea que
estés usando. Mis camisetas están en este cajón. Mis camisas en el armario. Busca tú
misma. —Sus ojos me observan especulativamente por un momento y deja la
habitación.
Santa Mierda. La madre de Christian. Esto es mucho más de lo que esperaba. Tal vez
conocerla pondrá una pequeña parte del rompecabezas en su lugar. Puede ayudarme a
entender por qué Christian es del modo que es… Repentinamente, quiero conocerla.
Recojo mi camisa del suelo y estoy encantada de descubrir que ha sobrevivido la noche
prácticamente sin ninguna arruga. Encuentro mi sujetador azul bajo la cama y me
visto rápidamente. Pero si hay una cosa que odio, es no usar bragas limpias. Busco a
través de los cajones de su vestidor y me encuentro con el que contiene sus boxer.
Luego de ponerme un par de Calvin Klein grises ajustados, me pongo mis pantalones y
mis Converse.
Tomando mi chaqueta, me meto al baño y miro mis ojos demasiado brillantes, mi cara
ruborizada… ¡Y mi cabello! Mierda, las coletas de recién follada no me van. Rebusco
en las gavetas para encontrar un cepillo y encuentro un peine. Tendrá que servir. Una
cola de caballo es la única respuesta. Le doy un vistazo desesperado a mi ropa. Tal vez
debería aceptar la oferta de Christian sobre su ropa. Mi subconsciente tuerce los labios
y modula la palabra “ja”. La ignoro. Deslizándome en mi chaqueta, satisfecha de que
los puños cubran los reveladores patrones que dejó su corbata, doy una última mirada
ansiosa al espejo. Esto tendrá que servir. Me dirijo a la sala principal.
—Aquí está ella. —Christian se pone de pie.
Su expresión es cálida y apreciativa. La mujer de cabello arenoso junto a él se gira y
me sonríe. Se pone de pie también. Está impecablemente vestida en un traje de falda
color marrón con zapatos a juego. Se ve arreglada, elegante, hermosa y yo muero por
dentro un poco, sabiendo que me veo como un desastre.
—Madre, esta es Anastasia Steele. Anastasia, esta es Grace Trevelyan-Grey.
La Dra. Trevelyan-Grey me extiende su mano. T… ¿de Trevelyan?
—Qué placer conocerte —murmura. Si no estoy equivocada, hay sorpresa y tal vez un
aturdido alivio en su voz y un cálido resplandor en sus ojos color avellana. Tomo su
mano y no puedo evitar sonreí con igual calidez.
—Dra. Trevelyan-Grey —murmuro.
—Llámame Grace. —Sonríe y Christian frunce el ceño—. Usualmente soy la Dra.
Trevelyan y la señora Grey es mi suegra. —Hace un guiño—. Entonces, ¿cómo se
conocieron ustedes? —Mira de manera interrogante a Christian, incapaz de ocultar su
curiosidad.
—Anastasia me entrevistó para el periódico escolar de la WSU porque estaré
entregando los títulos esta semana.
Doble mierda. Había olvidado eso.
—Entonces, ¿te graduarás esta semana? —pregunta Grace.
—Sí.
Mi celular comienza a sonar. Kate, apuesto.
—Discúlpenme. —Está en la cocina. Me acerco y me inclino sobre la barra de
desayuno, sin verificar el número—. Kate.
—¡Dios mío! ¡Ana! —Oh, mierda, es José. Suena desesperado—. ¿Dónde estás? He
estado intentando contactarte. Necesito verte, disculparme por mi comportamiento del
viernes. ¿Por qué no me has regresado las llamadas?
—Mira José, ahora no es un buen momento. —Miro ansiosamente a Christian que me
está mirando intensamente, su rostro impasible mientras le murmura algo a su mamá.
Le doy la espalda.
—¿Dónde estás? Kate está siendo muy evasiva —se queja.
—Estoy en Seattle.
—¿Qué estás haciendo en Seattle? ¿Estás con él?
—José, te llamaré más tarde. No puedo hablar contigo ahora. —Cuelgo.
Camino con indiferencia de regreso hacia Christian y su madre. Grace se encuentra en
plena diatriba.
—… Y Elliot llamó para decir que estabas por aquí. No te he visto en dos semanas,
querido.
—¿Lo hizo? —murmura Christian, mirándome con expresión indescifrable.
—Pensé que tal vez podríamos almorzar juntos, pero puedo ver que tienes otros planes
y no quiero interrumpir tu día. —Toma su largo abrigo color crema y se gira hacia él,
ofreciéndole su mejilla. Él la besa brevemente, de forma dulce. Ella no lo toca.
—Tengo que llevar a Anastasia a Portland.
—Por supuesto, querido. Anastasia, ha sido un placer. Espero que nos encontremos
otra vez. —Me extiende su mano, sus ojos brillantes y las sacudimos.
Taylor aparece de… ¿dónde?
—¿Señora Grey? —pregunta.
—Gracias, Taylor. —La escolta fuera de la sala y a través de las puertas dobles hacia el
vestíbulo. ¿Taylor estuvo aquí todo el tiempo? ¿Cuánto tiempo ha estado aquí? ¿Dónde
ha estado?
Christian me mira.
—Entonces, ¿el fotógrafo llamó?
Mierda.
—Sí.
—¿Qué quería?
—Sólo disculparse, tú sabes… por lo del viernes.
Christian entrecierra sus ojos.
—Ya veo —dice simplemente.
Taylor reaparece.
—Señor Grey, hay un problema con el envío a Darfur.
Christian asiente bruscamente en su dirección.
—¿Charlie Tango está en el aeródromo Boeing?
—Sí, señor. —Taylor asiente en mi dirección—. Señorita Steele.
Le sonrío tentativamente en respuesta y él se da vuelta y se va.
—¿Vive aquí? ¿Taylor?
—Sí. —Su tono es cortante. ¿Cuál es su problema?
Christian se dirige a la cocina y toma su BlackBerry, dándole un vistazo a algunos
correos, asumo. Presiona sus labios en una línea y hace una llamada.
—Ross, ¿cuál es el problema? —suelta. Escucha, observándome, sus ojos grises están
especulativos, mientras yo estoy de pie en el centro de la gran habitación,
preguntándome qué hacer conmigo misma, sintiéndome extraordinariamente
consciente de mí, fuera de lugar.
—No pondré a ninguna tripulación en riesgo. No, cancélalo… evitaremos el aire en su
lugar… Bien. —La calidez en sus ojos ha desaparecido. Parece distraído y mirándome
una vez, se dirige a su estudio y vuelve un momento después—. Este es el contrato.
Léelo y lo discutiremos el próximo fin de semana. Te sugiero que investigues al
respecto para que estés al tanto de lo que está en juego. —Hace una pausa—. Eso es si
estás de acuerdo y de verdad espero que lo estés —agrega, en un tono más suave,
ansioso.
—¿Investigar?
—Estarás sorprendida de lo que puedes encontrar en internet —murmura.
¡Internet! No tengo acceso a ninguna computadora, sólo a la laptop de Kate y no
podría usar la de Clayton para este tipo de “investigación”, ¿o sí?
—¿Qué pasa? —pregunta, ladeando la cabeza.
—No tengo computadora. Veré si puedo usar la laptop de Kate.
Me entrega un sobre.
—Estoy seguro de que puedo… ehh, prestarte una. Toma tus cosas, iremos de regreso
a Portland y almorzaremos algo en el camino. Necesito vestirme.
—Sólo haré una llamada —murmuro. Quiero escuchar la voz de Kate. Frunce el ceño.
—¿El fotógrafo? —Su quijada se torna rígida y su mirada quema. Lo miro—. No me
gusta compartir, señorita Steele. Recuérdalo. —El tono de su voz suena como una
advertencia, con una larga y fría mirada hacia mí, se dirige de nuevo a la habitación.
Mierda. Sólo quería llamar a Kate, quiero gritarle, pero su repentina frialdad me deja
paralizada. ¿Qué ocurrió con el generoso, relajado y sonriente hombre que me estaba
haciendo el amor hace menos de una hora?
—¿Lista? —pregunta Christian mientras nos detenemos junto a las puertas dobles del
vestíbulo.
Asiento de manera vacilante. Volvió a su personaje distante, amable, tenso, su máscara
de nuevo puesta y en marcha. Lleva una bolsa de mensajero de cuero. ¿Por qué
necesita eso? Tal vez se quede en Portland y entonces, recuerdo la graduación. Oh, sí...
estará allí el jueves. Está usando una chaqueta de cuero negro. Desde luego, no se ve
como el multi millonario, billonario, la palabra que sea que termine en “ario”, con esta
ropa. Parece un chico en el camino equivocado, tal vez una estrella de rock con mal
comportamiento o un modelo de pasarela. Suspiro internamente, deseando tener una
décima parte de su aplomo. Es tan tranquilo y controlado. Frunzo el ceño, recordando
su exabrupto sobre José... bueno, parece serlo.
Taylor está rondando en el fondo.
—Mañana entonces —le dice a Taylor, quien asiente con la cabeza.
—Sí, señor. ¿Qué automóvil se va a llevar, señor?
Me mira brevemente.
—El R8.
—Buen viaje, señor Grey. Señorita Steele. —Taylor me mira amablemente, aunque tal
vez hay una pizca de piedad oculta en las profundidades de sus ojos.
No hay duda que piensa que he sucumbido a los dudosos hábitos sexuales del señor
Grey. Todavía no, sólo a sus excepcionales hábitos sexuales o tal vez el sexo es así
para todo el mundo. Frunzo el ceño ante el pensamiento. No tengo ninguna
comparación y no puedo preguntarle a Kate. Eso es algo que voy a tener que tratar con
Christian. Es perfectamente natural que deba hablar con alguien y no puedo hablar con
él si es tan abierto un minuto y tan distante al siguiente.
Taylor sostiene la puerta abierta para nosotros y nos conduce a través de ella. Christian
llama al ascensor.
—¿Qué pasa, Anastasia? —pregunta. ¿Cómo sabe que estoy analizando algo en mi
mente? Extiende su mano y tira de mi barbilla—. Deja de morderte el labio o
tendremos sexo en el ascensor y no me importa quién entre con nosotros.
Me sonrojo, pero hay un atisbo de sonrisa en sus labios, finalmente su estado de ánimo
parece estar cambiando.
—Christian, tengo un problema.
—¿Ah, sí? —Tengo toda su atención.
El ascensor llega. Entramos y Christian presiona el botón marcado con una G.
—Bueno. —Me sonrojo. ¿Cómo decir esto?—. Tengo que hablar con Kate. Tengo
muchas preguntas sobre sexo y estás demasiado involucrado. Si quieres que haga todas
estas cosas, ¿cómo puedo saber…? —Hago una pausa, tratando de encontrar las
palabras adecuadas—. Simplemente no tengo términos de referencia.
Pone los ojos en blanco en mi dirección.
—Habla con ella si es necesario. —Suena exasperado—. Asegúrate de que no le
menciona nada a Elliot.
Me enfada la insinuación. Kate no es así.
—No haría eso y no te diría nada de lo que me diga de Elliot, si fuera a decirme algo
—añado rápidamente.
—Bueno, la diferencia es que yo no quiero saber sobre su vida sexual —murmura
Christian secamente—. Elliot es un bastardo entrometido. Pero sólo habla acerca de lo
que hemos hecho hasta ahora —advierte—. Ella probablemente me quitaría mis bolas
si supiera lo que quiero hacer contigo —añade en voz tan baja que no estoy segura de
haberlo escuchado bien.
—Está bien —acepto con facilidad, sonriéndole, aliviada. La idea de Kate con las
bolas de Christian es algo en lo que no quiero pensar.
Sus labios se curvan y niega con la cabeza.
—Cuanto antes tenga tu sumisión, mejor y podemos detener todo esto —murmura.
—Detener, ¿qué?
—Tú, desafiándome. —Estira su mano hacia abajo, ahueca mi barbilla y planta un
beso rápido y dulce en mis labios mientras las puertas del ascensor se abren. Toma mi
mano y me guía dentro del garaje subterráneo.
Yo, desafiándolo... ¿cómo?
Al lado del ascensor, puedo ver el Audi 4x4 negro, pero es el elegante deportivo negro
el que se abre con un pitido y se ilumina cuando lo apunta el llavero que controla la
alarma. Es uno de esos automóviles que deberían tener a una rubia con largas piernas
y usando sólo un pequeño vestido, extendida a través del capo.
—Bonito automóvil —murmuro con sequedad.
Levanta la mirada y sonríe.
—Lo sé —dice y por una fracción de segundo, el dulce, joven, despreocupado
Christian está de vuelta. Eso me alegra el corazón. Está tan emocionado. Los chicos y
sus juguetes. Pongo mis ojos en blanco hacia él, pero no puedo reprimir mi sonrisa. Me
abre la puerta y me subo. Vaya... es bajo. Se mueve alrededor del automóvil con una
gracia fácil y dobla su larga elegancia a mi lado. ¿Cómo hace eso?
—Entonces, ¿qué tipo de automóvil es este?
—Se trata de un Audi R8 Spyder. Es un hermoso día, podemos bajar el techo. Hay una
gorra de béisbol allí. De hecho, debería haber dos. —Apunta hacia la guantera—. Y
lentes de sol si los quieres.
Enciende el automóvil y el motor ruge detrás de nosotros. Pone el bolso en el espacio
tras nuestros asientos, presiona un botón y el techo se reclina lentamente. Con un
golpecito en un interruptor, Bruce Springsteen26 nos rodea.
—Vas a amar a Bruce. —Sonríe y saca el automóvil fácilmente de su plaza del
estacionamiento hasta la rampa empinada, donde hacemos una pausa en la barrera.
Entonces estamos fuera en una mañana soleada de mayo en Seattle. Busco en la
guantera y tomo las gorras de béisbol. Los Mariners27. ¿Le gusta el béisbol? Le paso
una gorra y se la pone. Paso mi cola de caballo por la parte posterior de la mía y
arrastro hacia abajo la visera.
Las personas nos miran mientras avanzamos por las calles. Por un momento, creo que
es a él... y entonces, una parte muy paranoica piensa que todos me están mirando
porque saben lo que he estado haciendo durante las últimas doce horas, pero
finalmente, me doy cuenta de que es al automóvil. Christian parece no darse cuenta,
perdido en sus pensamientos.
El tráfico es escaso y pronto estamos en la I-5 dirigiéndonos al sur, el viento barriendo
sobre nuestras cabezas. Bruce está cantando acerca de estar ardiendo y su deseo. Cuán
adecuado. Me sonrojo mientras escucho las palabras. Christian me mira. Tiene sus
Ray-Bans28 puestas por lo que no puedo ver lo que está pensando. Su boca se inclina
un poco, estira su mano y la coloca sobre mi rodilla, apretándola suavemente. Mi
aliento se dificulta.
—¿Hambrienta? —pregunta.
No de comida.
—No especialmente.
Su boca se aprieta en una línea dura.
—Tienes que comer, Anastasia —me reprende—. Conozco un buen lugar cerca de
Olympia. Pararemos allí.Aprieta mi rodilla de nuevo y luego devuelve su mano al volante mientras baja su pie sobre el acelerador. Estoy presionada contra la parte de posterior de mi asiento. Vaya, este automóvil se puede mover.
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26 Bruce Springsteen: Apodado "el Jefe", es un cantante, compositor y guitarrista estadounidense ampliamente conocido por su música rock.
27 Mariners: Equipo de béisbol de Seattle.
28 Ray-Bans: Marca de gafas.
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El restaurante es pequeño e íntimo, una cabaña de madera en medio de un bosque. La
decoración es rústica: sillas y mesas al azar con manteles de cuadritos, flores silvestres
en floreros pequeños. Cuisine Sauvage29 dice un cartel encima de la puerta.
—No he estado aquí en un tiempo. No tenemos opciones, cocinan lo que sea que han
capturado o recogido. —Levanta sus cejas con fingido horror y tengo que reír. La
camarera toma la orden de nuestras bebidas. Se sonroja cuando ve a Christian,
evitando el contacto visual con él, escondiéndose bajo su flequillo rubio y largo. ¡A ella
le gusta! ¡No soy sólo yo!
—Dos vasos de Pinot Grigio —dice Christian con una voz de autoridad. Frunzo mis
labios, exasperada—. ¿Qué? —dice bruscamente.
—Quería una Coca-Cola dietética —susurro.
Sus ojos grises se entrecierran y sacude su cabeza.
—El Pinot Grigio aquí es un vino decente, irá bien con la comida, con lo que sea que
recibamos —dice con paciencia.
—¿Lo que sea que recibamos?
—Sí. —Sonríe, deslumbrante, con su cabeza inclinada con una sonrisa de lado y los
polos de mi estómago saltan por encima de mi bazo. No puedo evitar reflejar su
gloriosa sonrisa en respuesta—. Le gustaste a mi madre —dice secamente.
—¿En serio? —Sus palabras me hacen sonrojar con placer.
—Oh, sí. Siempre pensó que era gay.
Mi boca se abre y recuerdo esa pregunta... en la entrevista. Oh, no.
—¿Por qué pensaba que eras gay? —susurro.
—Porque nunca me ha visto con una chica.
—¿Oh... ni siquiera una de las quince?
Él sonríe.
—Te acordaste. No, ninguna de las quince.
—Oh.
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29Cuisine sauvage: Está en francés, en español sería cocina salvaje.
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—Sabes, Anastasia, ha sido un fin de semana de novedades para mí también —dice en
voz baja.
—¿Lo ha sido?
—Nunca he dormido con nadie, nunca he tenido sexo en mi cama, nunca volé con
una chica en Charlie Tango, nunca le presenté una mujer a mi madre. ¿Qué me estás
haciendo? —Sus ojos arden, su intensidad me quita el aliento.
La camarera llega con nuestras copas de vino y de inmediato tomo un rápido sorbo.
¿Se está abriendo o simplemente haciendo una observación casual?
—Realmente he disfrutado este fin de semana —murmuro. Entrecierra sus ojos hacia
mí otra vez.
—Deja de morderte el labio —gruñe—. Yo también —añade.
—¿Qué es sexo vainilla? —le pregunto, cualquier cosa para distraerme de la mirada
intensa, ardiente y sexy que me está dando. Se ríe.
—Sólo es sexo sencillo, Anastasia. Sin juguetes, sin extras añadidos. —Se encoge de
hombros—. Sabes... bueno, en realidad no lo haces, pero eso es lo que significa.
—Oh. —Pensaba que el sexo que tuvimos fue brownie con cobertura de chocolate, con
una cereza en la parte superior. Pero bueno, ¿qué sé yo?
La camarera nos trae sopa. Ambos la miramos de manera dudosa.
—Sopa de ortiga —nos informa la camarera antes de girar y balancearse de regreso a la
cocina. No creo que a ella le guste ser ignorada por Christian. Pruebo tentativamente.
Es delicioso. Christian y yo levantamos la mirada el uno hacia el otro al mismo tiempo
con alivio. Me río y él inclina su cabeza hacia un lado.
—Ese es un sonido hermoso —murmura.
—¿Por qué nunca has tenido sexo vainilla antes? ¿Siempre has hecho... eh, lo que has
hecho? —pregunto, intrigada.
Asiente con la cabeza lentamente.
—Más o menos. —Su voz es cautelosa. Frunce el ceño por un momento y parece estar
involucrado en algún tipo de lucha interna. Luego levanta la vista, con una decisión
tomada—. Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía quince años.
—Oh. —¡Mierda, eso es ser joven!
—Tenía gustos muy particulares. Fui su sumiso durante seis años. —Se encoge de
hombros.
—Oh. —Mi cerebro se ha congelado, sorprendido hasta la inactividad por esta
admisión.
—Así que sé lo que implica, Anastasia. —Sus ojos brillan con comprensión. Lo miro,
incapaz de articular nada, incluso mi subconsciente está en silencio—. Realmente no
tuve una introducción común al sexo.
La curiosidad se activa a lo grande.
—¿Así que nunca saliste con alguien en la universidad?
—No. —Niega con su cabeza para enfatizar el punto.
La camarera toma nuestros platos, interrumpiéndonos por un momento.
—¿Por qué? —le pregunto cuándo se ha ido.
Sonríe sarcásticamente.
—¿De verdad quieres saber?
—Sí.
—No quería hacerlo. Ella era todo lo que quería, necesitaba. Y, además, me habría
golpeado terriblemente. —Sonríe con cariño ante el recuerdo.
Oh, esta es demasiada información… pero quiero más.
—¿Así que si era una amiga de tu madre, qué edad tenía?
Sonríe.
—Edad suficiente para saber desempeñarse mejor.
—¿Todavía la ves?
—Sí.
—¿Todavía... eh...? —Me sonrojo.
—No. —Niega con la cabeza y sonríe con indulgencia a mí—. Es una muy buena
amiga.
—Oh. ¿Lo sabe tu madre?
Me da una mirada de no-seas-estúpida.
—Por supuesto que no.
La camarera regresa con carne de venado, pero mi apetito ha desaparecido. Qué
revelación. Christian el sumiso... mierda. Tomo un trago grande del Pinot Grigio; él tiene
razón, por supuesto, es delicioso. Por Dios, todas estas revelaciones, son mucho más
en qué pensar. Necesito tiempo para procesar esto cuando esté por mi cuenta, no
cuando estoy distraída por su presencia. Es tan abrumador, tan macho alfa y ahora ha
lanzado esta bomba en la ecuación. Él sabe lo que es.
—Pero, no puede haber sido a tiempo completo… —Estoy confundida.
—Bueno, lo fue, aunque no la veía todo el tiempo. Era... difícil. Después de todo,
todavía estaba en la escuela y luego en la universidad. Come, Anastasia.
—En realidad no tengo hambre, Christian. —Estoy recuperándome de su revelación.
Su expresión se endurece.
—Come —dice en voz baja, muy baja.
Lo miro. Este hombre, abusado sexualmente cuando era adolescente, tiene un tono
muy amenazante.
—Dame un momento —murmuro en voz baja. Parpadea un par de veces.
—Está bien —murmura y continúa con su comida.
Así es como será si firmo: ordenándome. Frunzo el ceño. ¿Quiero esto? Alcanzando mi
cuchillo y tenedor, corto tentativamente la carne de venado. Es muy sabroso.
—¿Es así como nuestra relación eh... será? —susurro—. ¿Tú, ordenándome? —No
puedo obligarme a mirarlo.
—Sí —murmura.
—Ya veo.
—Y lo que es más, querrás que lo haga —añade en voz baja.
Sinceramente, lo dudo. Corto otro trozo de carne de venado, sosteniéndolo contra mi
boca.
—Es un gran paso —murmuro y como.
—Lo es. —Cierra sus ojos un instante. Cuando los abre, están amplios y serios—.
Anastasia, tienes que ir con tus instintos. Has la investigación, lee el contrato, estaré
feliz de discutir cualquier aspecto. Estaré en Portland hasta el viernes si quieres hablar
de ello antes de esa fecha. —Sus palabras vienen a mí apresuradamente—. Llámame,
tal vez podamos cenar, por ejemplo ¿el miércoles? Realmente quiero hacer funcionar
esto. De hecho, nunca he querido nada tanto como quiero que esto funcione.
Su sinceridad quema, su anhelo se refleja en sus ojos. Esto es principalmente lo que no
comprendo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no una de las quince? Oh, no... ¿eso seré yo? ¿un
número? ¿El dieciséis de muchas?
—¿Qué pasó con las quince? —Dejo escapar.
Levanta sus cejas con sorpresa, luego luce resignado, negando con su cabeza.
—Varias cosas, pero se reduce a… —Hace una pausa, tratando de encontrar las
palabras, creo—. Incompatibilidad. —Se encoge de hombros.
—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?
—Sí.
—¿Así que ya no estás viendo a ninguna de ellas?
—No, Anastasia, no lo hago. Soy monógamo en mis relaciones.
Ah... esto son noticias.
—Ya veo.
—Investiga, Anastasia.
Bajo mi cuchillo y tenedor. No puedo comer más.
—¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que vas a comer?
Asiento con la cabeza. Me frunce el ceño, pero decide no decir nada. Doy un pequeño
suspiro de alivio. Mi estómago está agitándose con toda esta nueva información y me
siento un poco mareada por el vino. Lo veo mientras devora todo su plato. Come
como un caballo. Debe hacer ejercicio para mantenerse en tan buena forma. El
recuerdo de la forma en que su pijama cuelga de sus caderas viene espontáneamente a
mi mente. La imagen es totalmente distractora. Me retuerzo incómodamente. Levanta
la vista hacia mí y me sonrojo.
—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando en este mismo momento —
murmura. Me sonrojo más. Me sonríe, con una sonrisa malvada—. Puedo adivinar —
bromea en voz baja.
—Me alegro de que no puedas leer mi mente.
—Tu mente, no, Anastasia, pero tu cuerpo, ese lo he llegado a conocer bastante bien
desde ayer. —Su voz es sugerente. ¿Cómo es que cambia tan rápidamente de un estado
de ánimo al otro? Es tan voluble... es difícil mantener el ritmo.
Le hace gestos a la camarera y le pide la cuenta. Una vez que ha pagado, se para y me
extiende su mano.
—Ven. —Tomando mi mano en la suya, me lleva de nuevo al automóvil. Este
contacto, piel con piel, es lo que es tan inesperado de él, es normal, íntimo. No puedo
conciliar este gesto común, tierno, con lo que él quiere hacer en esa habitación... El
Salón Rojo del Dolor.
Estamos en silencio en el viaje de Olympia a Vancouver, ambos perdidos en nuestros
propios pensamientos. Cuando estaciona afuera de mi departamento, son las cinco de
la tarde. Las luces están encendidas, Kate está en casa. Empacando, sin duda, a menos
que Elliot todavía esté allí. Apaga el motor y me doy cuenta de que voy a tener que
dejarlo.
—¿Quieres entrar? —le pregunto. No quiero que se vaya. Quiero prolongar nuestro
tiempo juntos.
—No. Tengo trabajo que hacer —dice simplemente, mirándome, una expresión
inescrutable.
Miro abajo hacia mis manos mientras junto mis dedos. De repente, me siento
emocional. Él se va. Estirando su mano, toma una de las mías y lentamente la lleva
hasta su boca, con ternura besando el dorso de mi mano, como un gesto dulce y
pasado de moda. Mi corazón salta hasta mi boca.
—Gracias por este fin de semana, Anastasia. Ha sido... el mejor. ¿Miércoles? ¿Te
recogeré en el trabajo, desde cualquier lugar? —dice en voz baja.
—Miércoles —susurro.
Besa mi mano de nuevo y la coloca de vuelta en mi regazo. Sale, da la vuelta hacia mi
lado y abre la puerta del pasajero. ¿Por qué me siento de repente desprovista? Un nudo
se forma en mi garganta. No debo permitir que me vea así. Fijando una sonrisa en mi
cara, salgo fuera del coche y continúo por el camino, sabiendo que tengo que enfrentarme a Kate, temiendo enfrentarme a Kate. Me doy la vuelta y lo miro a medio camino. Barbilla arriba Steele, me reprendo a mí misma.
—Oh… por cierto, llevo tu ropa interior. —Le ofrezco una pequeña sonrisa y levanto
la cinturilla de los boxer que llevo para que pueda ver. La boca de Christian cae
abierta, sorprendida. Qué gran reacción. Mi humor cambia inmediatamente y entro
pavoneándome en la casa, parte de mí queriendo saltar y lanzar el puño al aire. ¡SÍ! Mi
diosa interior está encantada.
Kate está en la sala de estar empaquetando sus libros en cajas.
—Estás de vuelta. ¿Dónde está Christian? ¿Cómo estás? —Su voz es febril, ansiosa y
salta hacia mí agarrando mis hombros, analizando mi rostro minuciosamente antes
incluso de que hubiera dicho hola.
Mierda… tengo que tratar con la persistencia y la tenacidad de Kate y estoy en posesión
de un documento legal firmado diciendo que no puedo hablar. No es una mezcla
saludable.
—Bueno, ¿cómo fue? No pude parar de pensar en ti, después de que Elliot se fue,
quiero decir. —Sonríe maliciosamente.
No puedo dejar de sonreír ante su preocupación y su ardiente curiosidad, pero de
repente, me siento tímida. Me sonrojo. Fue muy privado. Todo ello. Ver y saber lo que
Christian tiene que esconder. Pero tengo que darle algunos detalles, porque no me
dejará en paz hasta que lo haga.
—Fue bien, Kate. Muy bien, creo —digo tranquilamente, intentando esconder mi
vergonzosa sonrisa que lo dice todo.
—¿Tú crees?
—No tengo nada para compararlo, ¿no? —Me encojo de hombros en tono de disculpa.
—¿Te hizo llegar?
Mierda. Es muy contundente. Me vuelvo de color escarlata.
—Sí —murmuro, exasperada.
Kate me empuja al sofá y nos sentamos. Estrecha mis manos.
—Eso está bien. —Kate me mira con incredulidad—. Fue tu primera vez. Wow,
Christian debe saber realmente lo que está haciendo.
Oh Kate, si tú supieras.
—Mi primera vez fue horrible —continúa, haciendo una cara de comedia triste.
—¿Oh? —Esto me tiene interesada, es algo que nunca antes había divulgado.
—Sí, Steve Paton. Escuela secundaria, un deportista idiota. —Se estremece—. Fue
rudo. No estaba preparada. Ambos estábamos borrachos. Tú sabes… el típico desastre
adolescente post-baile. Ugh… me llevó meses antes de decidir probar otra vez. Y no
con él, la maravilla sin agallas. Era demasiado joven. Tuviste razón al esperar.
—Kate, eso suena horrible.
Kate parece pensativa.
—Sí, me llevó casi un año tener mi primer orgasmo a través del sexo con penetración y
aquí estás tú… ¿la primera vez?
Asiento tímidamente. Mi diosa interior se sienta en la posición del loto pareciendo
serena, excepto por la disimulada y autocomplaciente sonrisa en su rostro.
—Me alegro de que la perdieras con alguien que sabe diferenciar entre su culo y su
codo. —Me guiña el ojo—. Así que, ¿cuándo vas a verlo de nuevo?
—El miércoles. Vamos a cenar.
—¿Así que todavía te gusta?
—Sí. Pero no sé acerca del… futuro.
—¿Por qué?
—Él es complicado, Kate. Tú sabes… vive en un mundo muy diferente al mío. —Gran
excusa. Creíble también. Mucho mejor que: Tiene un Salón Rojo del Dolor y quiere
hacerme su esclava sexual.
—Oh por favor, no dejes que esto sea por el dinero, Ana. Elliot dice que es muy
insólito para Christian salir con alguien.
—¿Lo dijo? —Mi voz se alza varias octavas.
¡Demasiado obvia, Steele! Mi subconsciente me mira, meneando su largo y delgado dedo,
entonces se transforma en la balanza de la justicia para recordarme que él podría
demandarme si revelo demasiado. Ja… ¿qué va a hacer?, ¿quitarme todo mi dinero? Debo
recordar googlear “penalizaciones por romper un acuerdo de no divulgación” mientras
hago el resto de mi “investigación”. Es como si me hubieran dado una tarea escolar.
Tal vez incluso me gradúe. Me sonrojo, recordando mi A por el experimento en el
baño esta mañana.
—Ana, ¿qué pasa?
—Sólo recordando algo que Christian dijo.
—Te ves diferente —dice Kate afectuosamente.
—Me siento diferente. Dolorida —confieso.
—¿Dolorida?
—Un poco. —Me sonrojo.
—Yo también. Hombres —dice con disgusto simulado—. Son animales. —Ambas nos
reímos.
—¿Estás dolorida? —exclamo.
—Sí… uso excesivo.
Me río tontamente.
—Cuéntame acerca del uso excesivo de Elliot —pregunto cuando he parado de reír.
Oh, puedo sentirme a mí misma relajándome por primera vez desde que estaba en la
cola del bar… antes de la llamada de teléfono que comenzó todo esto, cuando estaba
admirando al señor Grey desde la distancia. Felices días sin complicaciones.
Kate se sonroja. Oh Dios… Katherine Agnes Kavanagh se vuelve toda Anastasia Rose
Steele conmigo. Me lanza una mirada húmeda. Nunca la había visto reaccionar de esta
forma por un hombre antes. Mi mandíbula cae al suelo. ¿Dónde está Kate y qué has hecho
con ella?
—Oh, Ana. —Deja salir a borbotones—. Él es tan… Todo. Y cuando nosotros… oh…
realmente bueno. —Difícilmente puede hilvanar una frase, está mal.
—Creo que estás intentando decirme que te gusta.
Asiente, sonriendo como una loca.
—Y voy a verlo el sábado. Nos va a ayudar a mudarnos. —Juntas sus manos, da un
brinco fuera del sofá y hace piruetas hasta la ventana. Mudanza. Mierda… me había
olvidado de eso, incluso con las cajas de embalaje rodeándonos.
—Es muy amable de su parte —digo apreciativamente. Puedo llegar a conocerlo
también. Quizás pueda darme una visión más clara de su extraño y perturbador
hermano—. Así que, ¿qué hicieron anoche? —pregunto. Ladea la cabeza hacia mí y
eleva las cejas en una mirada de tú-que-crees-estúpida.
—Más o menos lo que hiciste, aunque cenamos primero. —Me sonríe—. ¿Estás
realmente bien? Pareces un poco agobiada.
—Me siento agobiada. Christian es muy intenso.
—Sí, puedo ver cómo puede ser. ¿Pero fue bueno contigo?
—Sí —la tranquilizo—. Estoy realmente hambrienta, ¿debería cocinar?
Asiente y recoge dos libros más para empaquetar.
—¿Qué quieres hacer con los libros de catorce mil dólares? —pregunta.
—Voy a devolvérselos.
—¿De verdad?
—Es un regalo exagerado. No puedo aceptarlo, especialmente ahora. —Le sonrío a
Kate y ella asiente.
—Te entiendo. Te llegaron un par de cartas y José estuvo llamando hora tras hora.
Sonaba desesperado.
—Lo llamaré —murmuro evasivamente. Si le dijera a Kate acerca de José, se lo sirve
en el desayuno. Recojo las cartas de la mesa del comedor y las abro—. ¡Hey, tengo
entrevistas! La semana siguiente, en Seattle, ¡para las plazas de practicantes!
—¿Para qué editorial?
—¡Para ambas!
—Te dije que tu GPA30 te abriría puertas, Ana. —Kate, por supuesto, ya tiene un cupo
de prácticas en el Seattle Times. Su padre conoce a alguien que conoce a alguien.
—¿Cómo se siente Elliot acerca de que vayas a irte lejos? —pregunto.
Kate entra en la cocina, por primera vez esta tarde, está desconsolada.
—Entiende. Parte de mí no quiere irse, pero es tentador tumbarse al sol por un par de
semanas. Además, mi mama está soportándolo, pensando que este será nuestro último
viaje real en familia antes de que Ethan y yo salgamos de cabeza al mundo al empleo
remunerado.
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30 GPA: Es un promedio de calificaciones. Es calculado dividiendo el número de puntos de calificación que un estudiante obtuvo en un periodo, determinado, dividido por el número total de créditos cursados
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Nunca he tenido que dejar Estados Unidos. Kate se va a Barbados con sus padres y su
hermano Ethan por dos semanas enteras. Voy a echarla de menos en nuestro nuevo
departamento. Será extraño. Ethan ha estado viajando por el mundo desde que se
graduó el año pasado. Me pregunto brevemente si lo veré antes de que se vayan de
vacaciones. Es un chico encantador. El teléfono suena, sacándome de mi ensueño.
—Será José —suspiro. Sé que tengo que hablar con él. Agarro el teléfono—. Hola.
—Ana, ¡regresaste! —grita José con alivio.
—Obviamente. —El sarcasmo se filtra en mi voz y pongo mis ojos en blanco hacia el
teléfono.
Está en silencio por un momento.
—¿Puedo verte? Siento lo del viernes en la noche. Estaba ebrio… y tú… bien. Ana por
favor, perdóname.
—Por supuesto que te perdono José. Sólo no lo hagas otra vez. Sabes que no me siento
de ese modo por ti.
Suspira pesadamente, triste.
—Lo sé, Ana. Sólo pensé que, si te besaba, podía cambiar la forma en que te sientes.
—José, te quiero mucho, significas mucho para mí. Eres como el hermano que nunca
tuve. Eso no va a cambiar. Tú lo sabes. —Odiaba decepcionarlo, pero esa es la verdad.
—Entonces, ¿estás con él ahora? —Su tono está lleno de desdén.
—José, no estoy con nadie.
—Pero pasaste la noche con él.
—Eso no es asunto tuyo.
—¿Es por el dinero?
—¡José! ¡Cómo te atreves! —le grito, tambaleándome por su audacia.
—Ana —se queja y se disculpa simultáneamente. No puedo hacer frente a sus celos
mezquinos ahora. Sé que está herido, pero mi plato está repleto al tratar con Christian
Grey.
—Quizá podamos tomar un café o algo mañana. Te llamaré. —Soy conciliadora. Es
mi amigo. Estoy muy encariñada con él. Pero ahora mismo, no necesito esto.
— Mañana entonces. ¿Llamarás? —La esperanza en su voz retuerce mi corazón.
—Sí… buenas noches, José —Cuelgo sin esperar su respuesta.
—¿De qué trataba todo eso? —demanda Katherine, sus manos sobre sus caderas.
Decido que la honestidad es la mejor política. Me está mirando más irritada que
nunca.
—Intento besarme el viernes.
—¿José? y ¿Christian Grey? Ana, tus feromonas deben estar trabajando tiempo extra.
¿En qué estupidez estabas pensando? —Sacude la cabeza con disgusto y vuelve a las
cajas de embalaje.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, dejamos de hacer nuestro equipaje para ponernos
con la especialidad de la casa, mi lasaña.
Kate abre la botella de vino y nos sentamos entre las cajas, comiendo, bebiendo vino
tinto barato y viendo televisión basura. Es normal. Es tan de vuelta a la tierra y
bienvenido después de las pasadas cuarenta y ocho horas de… locura. Como, por
primera vez sin prisas, tranquila. ¿Qué pasa con él y la comida? Kate limpia los platos y
termino de empacar las cosas de la sala de estar. Nos quedamos con el sofá, la
televisión y la mesa del comedor. ¿Qué más podemos necesitar? Sólo falta empacar lo
de la cocina y los dormitorios.
El teléfono suena nuevamente. Es Elliot. Kate me guiña y salta a su habitación como si
tuviera catorce años. Sé que debería estar escribiendo su discurso de despedida, pero
parece que Elliot es más importante. ¿Qué pasa con los hombres Grey? ¿Qué es lo que
los hace totalmente distractores, absorbentes e irresistibles? Tomo otro trago de vino.
Paso los canales de televisión, pero en el fondo, sé que sólo estoy postergándolo.
Quemando como un brillante agujero rojo en mi bolsa, está el contrato. ¿Tengo la
fuerza para leerlo esta noche?
Pongo mi cabeza en mis manos. José y Christian, ambos quieren algo de mí. José es
fácil de tratar. Pero Christian… Christian está en una liga completamente diferente en
cuanto a dirección y comprensión. Una parte de mí quiere correr y esconderse. ¿Qué
voy a hacer? Sus ardientes ojos grises y su intensa mirada ardiente entran en mi mente
y mi cuerpo se tensa ante el pensamiento. Me corta la respiración. Ni siquiera está aquí
y estoy excitada. ¿Esto no puede ser sólo acerca del sexo o sí? Recuerdo sus bromas
gentiles esta mañana en el desayuno, su alegría por mi deleite con el paseo en
helicóptero, él tocando el piano… la dulce y oh-tan-triste música llena de alma.
Es una persona tan complicada. Y ahora tengo una idea de por qué. Un joven privado
de su adolescencia, abusado sexualmente por la mala figura de la señora Robinson…
no es de extrañar que haya envejecido antes de tiempo. Mi corazón se llena de tristeza
ante el pensamiento de lo que debe haber pasado. Soy demasiado ingenua para saber
exactamente qué, pero la investigación puede arrojar algo de luz. Pero, ¿realmente
quiero saber? ¿Quiero explorar ese mundo del que no sé nada? Es un paso muy grande.
Si no lo hubiera conocido, aún estaría feliz y dulcemente ajena a eso. Mi mente se
desvía a la noche anterior y esta mañana… y la increíble sensualidad que he
experimentado. ¿Quiero decir adiós a eso? ¡No! Grita mi subconsciente… mi diosa
interna asiente en silencio de acuerdo con ella.
Kate se pasea de nuevo por la sala de estar, sonriendo de oreja a oreja. Tal vez está
enamorada… la miro boquiabierta. Nunca se había comportado así.
—Ana, me voy a la cama, estoy muy cansada.
—También yo, Kate.
Me abraza.
—Me alegro que estés de vuelta en una pieza. Hay algo acerca de Christian —añade
tranquilamente en tono de disculpa. Le doy una pequeña sonrisa tranquilizadora,
mientras pienso... ¿Cómo diablos lo sabe? Esto es lo que la hará una gran periodista, su
intuición inquebrantable.
Recogiendo mi bolso, deambulo sin ganas hacia mi dormitorio. Estoy muy cansada
por todos nuestros esfuerzos carnales del día anterior y por el completo y absoluto
dilema que encaro. Me siento en la cama y con cuidado, extraigo el sobre de papel
manila de la bolsa, girándolo una y otra vez en mis manos. ¿Realmente quiero saber la
extensión de la depravación de Christian? Es muy desalentador. Tomo una respiración
profunda y con el corazón en la garganta, abro el sobre.
50 Sombras de Grey- Capitulo 9
La luz llena la habitación, persuadiéndome desde el sueño profundo a la vigilia. Me
estiro y abro los ojos. Es una hermosa mañana de mayo, con Seattle a mis pies. Vaya,
qué vista. A mi lado, Christian Grey está profundamente dormido. Vaya, qué vista.
Me sorprende que todavía esté en la cama. Está frente a mí y tengo una oportunidad
sin precedentes para estudiarlo. Su hermoso rostro parece más joven, relajado en el
sueño. Sus esculpidos labios carnosos están separados un poco y su cabello brillante y
claro es un desastre glorioso. ¿Cómo podría alguien verse así de bien y aún así ser
legal? Recuerdo su habitación de arriba... a lo mejor no es legal. Niego con la cabeza,
es mucho para pensar. Es tentador estirarse y tocarlo, pero como un niño pequeño, es
tan adorable cuando está dormido. No tengo que preocuparme de lo que voy a decir,
de lo que va a decir, qué planes tiene, sobre todo sus planes para mí.
Podría mirarlo todo el día, pero tengo necesidades… necesidades de cuarto de baño.
Deslizándome de la cama, encuentro su camisa blanca en el suelo y me la pongo.
Camino a través de una puerta pensando que podría ser el cuarto de baño, pero estoy
en un inmenso clóset tan grande como mi dormitorio. Filas y filas de trajes caros,
camisas, zapatos y corbatas. ¿Cómo puede alguien necesitar esta cantidad de ropa?
Hago un gesto de desaprobación. En realidad, el armario de Kate probablemente
compita con esto. ¡Kate! Oh, no. No pensé en ella toda la noche. Se suponía que le
escribiría. Mierda. Voy a estar en problemas. Me pregunto brevemente cómo lo está
pasando con Elliot.
Volviendo a la habitación, Christian sigue durmiendo. Intento la otra puerta. Es el
cuarto de baño y es más grande que mi dormitorio. ¿Por qué un hombre solo necesita
tanto espacio? Dos lavabos, me doy cuenta con ironía. Teniendo en cuenta que no se
acuesta con nadie, uno de ellos no puede haber sido utilizado.
Me miro en el espejo gigante por encima de los lavabos. ¿Me veo diferente? Me siento
diferente. Me siento un poco dolorida, si soy honesta y mis músculos… Caray, es
como si nunca hubiera hecho ningún ejercicio en mi vida. No has hecho ningún ejercicio
en tu vida, mi subconsciente se ha despertado. Ella me mira con los labios fruncidos,
dando golpecitos con el pie. Así que acabas de dormir con él, le diste tu virginidad a un
hombre que no te ama. De hecho, tiene ideas muy extrañas acerca de ti, quiere hacerte una especie de esclava sexual y perversa.
¡¿Estás loca?! Me está gritando.
Me estremezco cuando me miro en el espejo. Voy a tener que procesar todo esto.
Sinceramente, fantasear con enamorarse de un hombre que es más que hermoso, más
rico que Croesus y tiene un Salón Rojo del Dolor esperando por mí. Me estremezco.
Estoy desconcertada y confundida. Mi cabello está en su propia rebeldía de costumbre.
El cabello de acabo de follar no me sienta. Trato de poner orden al caos con mis dedos,
pero fallo miserablemente y me rindo; tal vez encontraré cintas para el cabello en mi
bolso.
Me muero de hambre. Me dirijo de nuevo hacia el dormitorio. El Bello Durmiente
sigue durmiendo, así que lo dejo y me dirijo a la cocina.
Oh, no... Kate. Dejé mi bolso en el estudio de Christian. Lo busco y alcanzo mi teléfono
celular. Tres mensajes de texto.
*Stas Bn Ana*
*Dónde stas Ana*
*Maldición, Ana*
Llamo a Kate. Cuando no contesta, le dejo un mensaje rastrero para decirle que estoy
viva y no he sucumbido a Barba Azul, bueno, no en el sentido que ella se preocuparía;
o tal vez yo lo he hecho. Oh, esto es muy confuso. Tengo que tratar de clasificar y analizar
mis sentimientos por Christian Grey. Es una tarea imposible. Niego con la cabeza.
Necesito tiempo a solas, lejos de aquí para poder pensar.
Encuentro dos cintas para el cabello al mismo tiempo en mi bolso y rápidamente ato
mi cabello en coletas. ¡Sí! Cuanto más femenina me vea, tal vez más segura estaré de
Barba Azul. Saco mi iPod del bolso y conecto los auriculares. No hay nada como la
música para cocinar. Lo guardo en el bolsillo de la camisa de Christian, encendiéndolo
a todo volumen y comienzo a bailar.
Santos infiernos, tengo hambre.
Estoy intimidada por su cocina. Es muy elegante, moderna y ninguno de los armarios
tiene asideros. Me toma unos segundos para deducir que tengo que empujar las puertas
del armario para abrirlos. Tal vez debería hacerle el desayuno a Christian. Estaba
comiendo un omelet el otro día... uhm, ayer en el Heathman. Vaya, han pasado
muchas cosas desde entonces. Reviso en la nevera, donde hay un montón de huevos y
decido que quiero panqueques y tocino. Estoy haciendo un poco de masa, bailando a
mi manera alrededor de la cocina.
Estar ocupada es bueno. Me permite un poco de tiempo para pensar, pero no
demasiado profundamente. La música a todo volumen en mis oídos también ayuda a
evitar los pensamientos profundos. He venido aquí a pasar la noche en la cama de
Christian Grey y lo logré, a pesar de que no permite a nadie en su cama. Sonrío,
misión cumplida. A lo grande. Sonrío. Grande, a lo grande y me distraigo por el
recuerdo de la noche anterior. Sus palabras, su cuerpo mientras me hace el amor...
Cierro los ojos mientras mi cuerpo zumba ante el recuerdo y mis músculos se contraen
deliciosa y profundamente en mi vientre. Mi subconsciente me frunce el ceño... mierda,
no hacer el amor me grita como una arpía. La ignoro, pero en el fondo, sé que ella tiene
un punto. Niego con la cabeza para concentrarme en la tarea a mano.
Hay una extensa cocina estilizada. Creo que le tomo el truco a esto. Necesito un lugar
para mantener los panqueques calientes y me pongo con el tocino. Amy Studt está
cantando en mi oído acerca de inadaptados. Esta canción solía significar mucho para
mí, porque soy una inadaptada social. Nunca he encajado en ningún lugar y ahora...
tengo una propuesta indecente a considerar desde el propio Rey de los Inadaptados.
¿Por qué es así? ¿De naturaleza o de crianza? Es tan ajeno a todo lo que sé.
Pongo el tocino en la parrilla y mientras se cocina, bato algunos huevos. Me giro y
Christian está sentado en uno de los taburetes de la barra en el mostrador del
desayuno, apoyándose en ella, su rostro apoyado en sus manos. Todavía está vistiendo
la camiseta con la que durmió. El cabello de acabo de follar realmente, en serio le
sienta, al igual que su barba naciente. Se ve a la vez divertido y perplejo. Me quedo
paralizada, ruborizada, luego me recobro y quito los auriculares de mis oídos, mis
rodillas se tambalean a la vista de él.
―Buenos días, señorita Steele. Está con mucha energía esta mañana ―dice
secamente.
―Dormí bien ―tartamudeo mi explicación. Sus labios intentan disimular su sonrisa.
―No puedo imaginar por qué. ―Hace una pausa y frunce el ceño―. Yo también,
después de que regresé a la cama.
―¿Tienes hambre?
―Mucha ―dice con una mirada intensa y no creo que se esté refiriendo a la comida.
―¿Panqueques, tocino y huevos?
―Suena muy bien.
―No sé donde guardas tus manteles. ―Me encojo de hombros, tratando
desesperadamente de no parecer nerviosa.
―Yo haré eso. Tú cocina. ¿Quieres que ponga algo de música para que puedas
continuar con tu... err... baile?
Miro abajo hacia mis dedos, sabiendo que estoy volviéndome de un pardo rojizo.
―Por favor, no te detengas por mí. Es muy entretenido. ―Su tono es uno de diversión
irónica.
Frunzo mis labios. Entretenido, ¿eh? Mi subconsciente se ha reído de mí el doble. Me
doy vuelta y continúo batiendo los huevos, probablemente batiéndolos un poco más
duro de lo que necesitan. En un momento, él está a mi lado. Tira suavemente de mi
coleta.
―Me encantan estas ―susurra―. No te van a proteger. ―Hmm, Barba Azul…
―¿Cómo te gustan los huevos? ―le pregunto con aspereza. Él sonríe.
―Completamente batidos y golpeados. ―Sonríe.
Me dirijo de nuevo a la tarea en cuestión, tratando de ocultar mi sonrisa. Es difícil
estar enojada por eso. Especialmente cuando está siendo tan inusualmente juguetón.
Abre un cajón y saca dos manteles para colocar en la barra del desayuno. Vierto la
mezcla de huevos en una cacerola, saco el tocino, lo giro sobre ella y lo pongo de
nuevo en la parrilla.
Cuando me vuelvo del todo, hay jugo de naranja sobre la mesa y está haciendo el café.
―¿Quieres un poco de té?
―Sí, por favor. Si tienes un poco.
Encuentro un par de platos y los coloco en la bandeja de calentamiento de la cocina.
Christian llega a un armario y saca algo de té Twining Breakfast Inglés. Frunzo mis
labios.
―Soy una conclusión inevitable, ¿no es cierto?
―¿Lo eres? No estoy seguro de que hayamos concluido nada, señorita Steele
―murmura.
¿Qué quiere decir con eso? ¿Nuestras negociaciones? ¿Nuestra, err... relación... sea lo que sea?
Sigue siendo tan críptico. Sirvo el desayuno caliente en los platos y los pongo sobre los
manteles. Rebusco en el refrigerador y encuentro un poco de jarabe de arce.
Echo un vistazo a Christian y él me está esperando para sentarse.
―Señorita Steele. ―Hace un gesto a uno de los taburetes de la barra.
―Señor Grey. ―Asiento en reconocimiento. Me subo y hago una ligera mueca de
dolor cuando me siento.
―¿Qué tan dolorida estás? ―pregunta mientras se sienta. Sus ojos grises se oscurecen.
Me sonrojo. ¿Por qué hace preguntas tan personales?
―Bueno, para ser sincera, no tengo nada con que comparar esto ―le espeto―. ¿Desea
ofrecer su conmiseración? ―pregunto, demasiado dulce. Creo que está tratando de
reprimir una sonrisa, pero no puedo estar segura.
―No. Me preguntaba si deberíamos continuar con tu entrenamiento básico.
―Oh. ―Lo miro atónita mientras dejo de respirar y todo dentro de mí se aprieta.
Ooh... eso es tan agradable. Suprimo mi gruñido.
―Come, Anastasia. ―Mi apetito se ha vuelto incierto otra vez... más... más sexo... sí,
por favor.
―Esto es delicioso, por cierto. ―Me sonríe.
Pruebo un bocado del omelet pero apenas puedo saborearlo. ¡Entrenamiento básico!
Quiero follar tu boca. ¿Eso forma parte del entrenamiento básico?
―Deja de morderte el labio. Es muy distractor y resulta que sé que no estás usando
nada debajo de mi camisa, lo que lo hace aún más distractor ―gruñe.
Mojo mi bolsita de té en el pequeño tarro que Christian me ha proporcionado. Mi
mente está en un torbellino.
―¿Qué tipo de entrenamiento básico tienes en mente? ―pregunto, mi voz es también
ligeramente alta, traicionando mi deseo de sonar tan desinteresada, natural y calmada
como puedo con mis hormonas causando estragos a través de mi cuerpo.
―Bueno, como estás dolorida, creo que podríamos continuar con habilidades orales.
Me ahogo con mi té y lo observo con los ojos abiertos y ampliándose más. Me palmea
delicadamente la espalda y me pasa jugo de naranja. No puedo decir lo que está
pensando.
―Eso si quieres quedarte ―agrega. Levanto la mirada hacia él, intentando recuperar
mi equilibrio. Su expresión es ilegible. Es tan frustrante.
―Me gustaría quedarme por hoy. Si eso está bien. Tengo que trabajar mañana.
―¿A qué hora tienes que estar en el trabajo mañana?
―Nueve.
―Te llevaré al trabajo a las nueve mañana.
Frunzo el ceño. ¿Acaso él quiere que me quede otra noche?
―Necesito ir a casa esta noche, necesito ropas limpias.
―Puedo conseguirte algunas aquí.
No tengo dinero de sobra para gastar en ropa. Su mano sube y sostiene mi barbilla,
tirando de ella para que mi labio sea liberado del agarre de mis dientes. No me había
dado cuenta de que estaba mordiendo mi labio.
―¿Qué pasa? ―pregunta.
—Necesito estar en casa esta tarde.
Su boca es una dura línea.
—Bien, esta tarde. ―Está de acuerdo―. Ahora come tu desayuno.
Mis pensamientos y mi estómago están en un torbellino. Mi apetito se ha desvanecido.
Observo mi desayuno a mitad de comer. Simplemente no tengo hambre.
―Come, Anastasia. No comiste anoche.
―Realmente no tengo hambre ―susurro.
Sus ojos se angostan.
―Realmente me gustaría que terminaras tu desayuno.
―¿Qué tienes con la comida? ―espeto. Su frente se arruga.
―Te lo dije, tengo problemas con la comida desperdiciada. Come ―chasquea. Sus
ojos están oscuros, afligidos.
Santa Mierda. ¿De qué se trata? Recojo mi tenedor y como lentamente, intentando
masticar. Debo recordar no poner mucho en mi plato si se va a poner raro con la
comida. Su expresión se suaviza cuando cuidadosamente me termino mi desayuno.
Noto que recoge su plato. Espera a que termine y recoge mi plato.
―Tu cocinaste, yo recojo.
―Eso es muy democrático.
―Sí. ―Frunce el ceño―. No es mi estilo habitual. Después de que termine esto,
tomaremos un baño.
―Oh, de acuerdo. ―Oh mi… Preferiría tomar una ducha. Mi celular suena,
interrumpiendo mi ensueño. Es Kate.
―Hola. ―Vago hacia las puertas de vidrio del balcón, lejos de él.
―Ana, ¿por qué no me mandaste un mensaje de texto anoche? ―Está enojada.
―Lo siento, fui sobrepasada por los acontecimientos.
―¿Estás bien?
―Sí, estoy bien.
―¿Lo hicieron? ―Está pescando información. Pongo mis ojos en blanco con la
expectación en su voz.
―Kate, no hablaré de esto por teléfono. ―Christian me mira.
―Lo hicieron… puedo notarlo.
¿Cómo puede notarlo? Está fanfarroneando y no puedo hablar sobre esto. Firmé un
maldito acuerdo.
―Kate, por favor.
―¿Cómo fue? ¿Estás bien?
―Te dije que estoy bien.
―¿Fue cuidadoso?
―¡Kate, por favor! ―No puedo ocultar mi exasperación.
―Ana, no lo ocultes de mí, he estado esperando este día por casi cuatro años.
―Te veré en la tarde. ―Cuelgo.
Este va a ser un cuadrado difícil de circular. Es tan tenaz y quiere saber, en detalle y no
le puedo contar porque he firmado un… ¿cómo se llamaba? CDC. Ella va a enloquecer
y con razón. Necesito un plan. Vuelvo la cabeza para ver a Christian moverse con
elegancia en su cocina.
―¿El CDC cubre todo? ―pregunto cautelosamente.
―¿Por qué? ―Se gira y me mira mientras guarda los Twinings. Me sonrojo.
―Bueno, tengo algunas preguntas, tu sabes, sobre sexo. ―Bajo la mirada hacia mis
dedos―. Y me gustaría preguntarle a Kate.
―Puedes preguntarme a mí.
―Christian, con el debido respeto. ―Mi voz se desvanece. No puedo preguntarte a ti.
Obtendré tu predispuesta, perversa como-el-infierno, distorsionada visión del mundo en cuanto al sexo. Quiero una opinión imparcial―. Es sólo sobre aspectos prácticos. No mencionaré el Salón Rojo del Dolor.
Él levanta sus cejas.
―¿Salón Rojo del Dolor? Es más sobre placer, Anastasia. Créeme ―dice él―.
Además ―su tono se endurece―, tu compañera de cuarto está haciendo la bestia de
dos espaldas25 con mi hermano. Realmente preferiría que no lo hicieras.
―¿Tu familia sabe sobre tu… preferencia?
―No. No es asunto suyo. ―Deambula hacia mí hasta que está parado frente a mí.
―¿Qué quieres saber? ―pregunta y levantando sus manos recorre desde mi mejilla
hacia mi barbilla suavemente con sus dedos, inclinando mi cabeza hacia atrás para
poder verme directamente a los ojos. Me retuerzo por dentro. No puedo mentirle a este
hombre.
―Nada específico por el momento ―susurro.
―Bueno, podemos empezar con: ¿cómo estuvo anoche para ti? ―Sus ojos queman,
llenos de curiosidad. Está ansioso por saber. Wow.
―Bien ―murmuro.
Sus labios se levantan ligeramente.
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25 Bestia de dos espaldas: Tener relaciones sexuales.
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―Para mí también ―él murmura―. Nunca había tenido sexo vainilla antes. Hay
mucho que decir de eso. Pero claro, tal vez es por ti. ―Mueve su pulgar a través de mi
labio inferior.
Inhalo fuertemente. ¿Sexo vainilla?
―Ven, vamos a darnos un baño. ―Se inclina y me besa. Mi corazón da un brinco y el
deseo se desliza demasiado abajo… demasiado ahí abajo.
La tina es una piedra blanca, profunda, de forma ovoide, muy diseñada. Christian se
inclina y la llena desde la llave en la pared de azulejos. Vierte un aceite de baño con
aspecto caro dentro del agua. Hace espuma mientras la tina se llena, huele a dulce y
sensual jazmín. Se pone de pie y me observa, sus ojos oscurecidos, luego se quita su
camiseta y la arroja al suelo.
―Señorita Steele. ―Ofrece su mano.
Estoy de pie en la entrada, con los ojos muy abiertos y cautelosos, mis brazos
envueltos a mí alrededor. Camino hacia delante mientras disimuladamente admiro su
físico. Él es simplemente delicioso. Mi subconsciente se desvanece y se desmaya en
algún lugar de la parte posterior de mi cabeza. Tomo su mano y me invita a entrar en
la tina mientras todavía estoy usando su camisa. Hago lo que me dice. Tengo que
acostumbrarme a eso si es que voy a aceptar su escandalosa oferta… ¡si es que! El agua
está seductoramente caliente.
―Date la vuelta, déjame ver tu rostro ―ordena, su voz es suave. Hago lo que me dice.
Me está observando atentamente.
―Sé que ese labio es delicioso, puedo dar fe de eso, pero ¿podrías dejar de morderlo?
―dice con los dientes apretados―. Me hace querer follarte y estas dolorida, ¿bien?
Jadeo, automáticamente liberando mi labio, sorprendida.
―Sí. ―Me reta―. Comprendiste. ―Me observa. Asiento frenéticamente. No tenía idea
de que podía afectarlo así.
―Bien. ―Se estira y toma mi iPod del bolsillo del pecho y lo pone cerca del
lavamanos.
―Agua y iPods, una combinación no muy inteligente ―murmura. Se agacha, toma el
dobladillo de mi camisa blanca, la levanta por encima de mi cabeza y la arroja al suelo.
Se aleja para observarme. Estoy desnuda por el amor de Dios. Me sonrojo de color carmesí
y miro abajo hacia mis manos, al nivel de la base de mi vientre y desesperadamente
quiero desaparecer en el agua caliente y la espuma, pero sé que él no querría eso.
―Oye ―me llama. Le doy un vistazo y su cabeza está ladeada hacia un lado―.
Anastasia, eres una mujer muy hermosa, el paquete completo. No cuelgues tu cabeza
como si estuvieras avergonzada. No tienes nada de qué avergonzarte, es un real gusto
estar de pie aquí y observarte. ―Toma mi barbilla en su mano e inclina mi cabeza
hacia arriba para ver sus ojos. Son suaves y cálidos, incluso calientes. Oh por Dios. Está
tan cerca. Podría estirarme y tocarlo.
―Puedes sentarte ahora. ―Detiene mis pensamientos dispersos y me deslizo hacia
abajo dentro de la cálida y acogedora agua. Ooh… pica. Lo que me toma por sorpresa,
pero huele celestialmente también y el escozor pronto mengua. Me recuesto hacia atrás
y brevemente cierro mis ojos, relajándome en la tranquilizadora agua. Cuando los
abro, él está observándome.
―¿Por qué no te unes? ―pregunto, con valentía, mi voz ronca.
―Creo que lo haré. Muévete hacia delante ―ordena.
Se quita sus pantalones de pijama y se sube detrás de mí. El agua sube mientras él se
sienta y me empuja hacia su pecho. Pone sus largas piernas sobre las mías, sus rodillas
dobladas y sus tobillos nivelados con los míos, separa sus pies, abriendo mis piernas.
Jadeo sorprendida. Su nariz está en mi cabello e inhala profundamente.
—Hueles muy bien, Anastasia.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo. Estoy desnuda en una bañera con Christian Grey.
Él está desnudo. Si alguien me hubiese dicho que estaría haciendo esto cuando me
levanté en su suite ayer, no lo habría creído.
Acerca una botella de jabón para el cuerpo del estante ubicado al lado de la bañera y
vierte un poco en su mano. Frota sus manos, creando una suave espuma, luego pone
sus manos alrededor de mi cuello y empieza a frotar el jabón en mi cuello, mis
hombros, masajeando con firmeza con sus largos y fuertes dedos. Gimo, sus manos en
mi se sienten bien.
—¿Te gusta eso? —Lo escucho sonreír.
—Mmm.
Baja hasta mis brazos, luego debajo de ellos, lavándolos con suavidad. Estoy tan
agradecida de que Kate insistiera en que me afeitara. Sus manos se deslizan a través de
mis pechos e inhalo bruscamente mientras sus dedos los rodean y comienzan a
amasarlos suavemente, sin tomarlos por mucho tiempo. Mi cuerpo se arquea
instintivamente, empujando mis pechos hacia sus manos. Mis pezones están sensibles,
muy sensibles, sin duda por su nada delicado trato hacia ellos la noche anterior. No
demora mucho tiempo y desliza sus manos hacia mi estomago y mi vientre. Mi
respiración aumenta y mi corazón está acelerado. Su creciente erección presionando
detrás de mí. Me excita saber que es mi cuerpo lo que lo hace sentirse de esa forma.
Ja… es tu imaginación. Mi subconsciente se burla. Alejo la molesta idea.
Él se detiene y toma una toalla mientras jadeo, queriéndolo… necesitándolo. Mis
manos descansan en sus firmes y musculosos muslos. Sostengo mi aliento, sus dedos
me estimulan con destreza a través de la tela, es celestial y mis caderas empiezan a
moverse a su propio ritmo, presionando contra su mano. Mientras las sensaciones
empiezan a tomar el control, inclino la cabeza hacia atrás, poniendo mis ojos en
blanco, mi boca se afloja y gimo. La presión aumenta lenta e inexorablemente en mí…
Oh mi Dios.
—Siéntelo, nena —Christian susurra en mi oído y muy gentilmente roza mi oreja con
sus dientes—. Siéntelo por mí. —Mis piernas están sujetas por él en el lado de la
bañera, manteniéndome prisionera, dándole libre acceso a la parte más privada de mí
ser.
—Oh, por favor —susurro, trato de endurecer mis piernas mientras mi cuerpo se pone
rígido. Soy una esclava sexual de éste hombre y no me deja moverme.
—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —murmura y se detiene. ¿Qué? ¡No! ¡No!
¡No! Mi aliento es irregular.
—¿Por qué te detienes? —jadeo.
—Porque tengo otros planes para ti Anastasia.
Que… oh Dios… pero… yo estaba… no es justo.
—Gírate. Necesito lavarme también —murmura.
¡Oh! Dándome la vuelta para encararlo, estoy sorprendida de encontrar que tiene su
erección firme en su agarre. Mi boca se abre.
—Quiero que te familiarices bien, con nombre de pila si es posible, con la más
apreciada y favorita parte de mi cuerpo. Estoy muy unido a esto.
Es muy grande y está creciendo. Su erección está sobre la línea del agua, el agua llega
hasta sus caderas. Alzo la mirada y me encuentro cara a cara con su sonrisa maliciosa.
Está disfrutando mi expresión de asombro. Me doy cuenta de que estoy mirándolo
fijamente. Trago. ¡Eso estuvo dentro de mí! No parece posible. Él quiere que lo toque.
Uhm… de acuerdo. Aquí vamos.
Le sonrío y alcanzo el jabón para el cuerpo, exprimiéndolo en mi mano. Hago como
él lo hizo, restregando el jabón en mis manos hasta que genera espuma. No alejo mis
ojos de los suyos. Mis labios están separados para poder respirar… muy
deliberadamente, suavemente, muerdo mi labio inferior y luego deslizo mi lengua por
él, siguiendo el camino donde estuvieron mis dientes. Sus ojos están serios, oscuros y
se abren a medida que mi lengua se desliza por mi labio inferior. Me acerco y lo rodeo
con una de mis manos, reflejo de cómo él lo está sosteniendo. Sus ojos se cierran
brevemente. Wow… se siente más firme de lo que esperé. Aprieto y él pone su mano
sobre la mía.
—Así —susurra y mueve su mano de arriba a abajo con un firme agarre alrededor de
mis dedos. Cierra sus ojos de nuevo y su aliento da tirones en su garganta. Cuando
vuelve a abrirlos, su mirada es de un abrazador gris fundido—. Así es correcto, nena.
Suelta mi mano, dejándome para que continúe sola y cierra sus ojos mientras muevo
de arriba hacia abajo toda su longitud. Flexiona sus caderas un poco en mi mano y
reflexivamente lo siento más apretado. Un gemido escapa de las profundidades de su
garganta. Folla mi boca… mmm. Lo recuerdo empujando su dedo pulgar en mi boca,
haciéndome chupar, duro. Su boca se abre ligeramente a medida que su respiración
aumenta. Me inclino hacia adelante, mientras él tiene sus ojos cerrados, pongo mis
labios alrededor de él y tentativamente chupo, deslizando mi lengua sobre la punta.
—Wow…. Ana. —Sus ojos se abren. Y chupo con más fuerza.
Mmm… es suave y duro a la vez, como acero revestido de terciopelo y
sorprendentemente sabroso, salado y suave.
—Cristo —gime y cierra de nuevo sus ojos.
Moviéndome hacia abajo, lo empujo en mi boca. Gime de nuevo. ¡Ja¡ Mi diosa interior
está emocionada. Puedo hacer esto, lo puedo follar con mi boca. Giro mi lengua
alrededor de la punta de nuevo, y él flexiona sus caderas. Sus ojos están ahora abiertos
y encendidos con el calor. Sus dientes están apretados de nuevo mientras vuelve a
flexionar y lo empujo más profundo en mi boca, apoyándome en sus muslos. Siento
sus piernas tensarse bajo mis manos. Se acerca y toma mis coletas y empieza a
moverse.
—Oh… nena… eso se siente muy bien —murmura. Chupo aún más fuerte,
chasqueando mi lengua en la cabeza de su impresionante erección. Envolviendo mis
dientes detrás de mis labios, sujetando mi boca alrededor de él. Su aliento silba entre
dientes y gime.
—Jesús. ¿Qué tan lejos puedes ir? —susurra.
Mmm… lo meto más profundo dentro de mi boca, lo puedo sentir en la parte posterior
de mi garganta y luego de nuevo en el frente. Mi lengua gira alrededor de su final. Es
como un helado con sabor a… Christian Grey. Chupo con más y más fuerza,
metiéndolo más y más profundo, girando mi lengua a su alrededor. Mmm… no tenía
idea que dar placer pudiese ser tan candente, verlo retorcerse sutilmente con ansias
carnales. Mi diosa interior está haciendo el merengue con algunos pasos de salsa.
—Anastasia, voy a venirme en tu boca. —El tono entre cortado es de advertencia—.
Si no quieres que lo haga, detente ahora. —Flexiona de nuevo sus caderas, sus ojos
están abiertos, cautelosos y llenos de obscena necesidad, necesidad de mí. Necesidad
de mi boca… Oh Dios.
Santa Mierda. Sus manos están realmente agarrando mi cabello. Puedo hacer esto,
presiono con más fuerza y en un momento de extraordinaria confianza, desnudo mis
dientes. Eso lo lleva hasta el límite. Grita y se queda quieto y puedo sentir el cálido y
salado líquido rebosando en mi garganta. Trago rápidamente. Ugh… no estoy segura
de esto. Pero lo miro y se está viniendo en la bañera gracias a mí y no me importa. Me
siento y lo observo, una sonrisa de triunfo regodeándose en las comisuras de mis
labios. Su respiración es irregular. Abriendo sus ojos, me mira.
—¿No tienes nauseas? —pregunta, asombrado—. Cristo, Ana… eso estuvo… bien,
muy bien, pero inesperado. —Frunce el ceño—. Sabes, nunca dejas de sorprenderme.
Sonrió y conscientemente muerdo mi labio. Me mira de manera especulativa.
—¿Has hecho eso antes?
—No. —Y no puedo evitar el pequeño matiz de orgullo en mi negación.
—Bien —dice complaciente y creo, aliviado—. Entonces, otra novedad, señorita
Steele. —Me mira de manera valorativa—. Bueno, obtienes una A en habilidades
orales. Ven, vamos a la cama, te debo un orgasmo.
¡Orgasmo! ¡Otro!
Rápidamente, sale de la bañera, dándome la primera versión completa del adonis,
divinamente formado, ese es Christian Grey. Mi diosa interior deja de bailar y mira
también, la boca abierta y babeando un poco. Su erección domesticada pero solida…
wow. Envuelve una pequeña toalla alrededor de su cintura, cubriendo lo esencial y
sostiene una plumosa toalla grande para mí. Saliendo de la tina, tomo su mano
tendida. Me envuelve en la toalla, me toma en sus brazos y me besa con fuerza,
apretando su lengua en mi boca. Tengo muchos deseos de girarme y abrazarlo…
tocarlo… pero tiene mis brazos atrapados en la toalla. Pronto, estoy perdida en su
beso. Acuna mi cabeza, su lengua explorando mi boca y tengo la sensación de que está
expresando su gratitud —quizás— ¿por mi primera mamada? ¿Eh?
Se aleja, con las manos a cada lado de mi rostro, mirando fijamente mis ojos. Se ve
perdido.
—Di sí —susurra fervientemente.
Frunzo el ceño, sin entender.
—¿A qué?
—A nuestro acuerdo. A ser mía. Por favor, Ana —susurra enfatizando la última
palabra y mi nombre, suplicando. Me besa de nuevo, dulcemente, apasionadamente,
antes de que se aleje y se quede mirándome, parpadeando ligeramente. Toma mi mano
y me lleva de regreso a su cuarto, dejándome temblorosa, así que lo sigo mansamente.
Aturdida. Realmente quiere esto.
En su cuarto, me mira mientras estamos de pie al lado de su cama.
—¿Confías en mi? —pregunta de repente. Asiento, con los ojos muy abiertos con la
súbita comprensión de que confió en él. ¿Qué me va a hacer ahora? Un estremecimiento
eléctrico zumba a través de mí.
—Buena chica —dice en un respiro, su pulgar deslizándose por mi labio inferior. Se
dirige a su armario y regresa con una corbata de seda gris.
—Pon tus manos juntas en frente tuyo —ordena mientras jala la toalla y la tira al piso.
Hago lo que pide y une las muñecas con su corbata, anudándolas con firmeza. Sus ojos
están brillantes y salvajes, llenos de excitación. Tira del nudo, está asegurado. Tuvo que
haber sido alguna clase de chico explorador para aprender estos nudos. ¿Ahora qué? Mi pulso
se ha ido por las nubes, el corazón latiendo a un ritmo frenético. Pasa sus dedos por
mis coletas.
—Te ves muy joven con estas —murmura y se mueve hacia el frente. Instintivamente,
me muevo hacia atrás hasta que siento la cama contra la parte de atrás de mis rodillas.
Tira su toalla, pero no puedo alejar mis ojos de su rostro. Su expresión es ardiente,
llena de deseo.
—Oh Anastasia, ¿qué te haré? —susurra mientras me baja hacia la cama, acostándose
a mi lado y poniendo mis brazos sobre mi cabeza—. Mantén tus manos aquí arriba, no
las muevas, ¿entiendes? —Sus ojos arden en los míos y estoy sin aliento por su
intensidad. Este no es un hombre con el que me querría cruzar… nunca.
—Respóndeme —exige, su voz suave.
—No moveré mis manos. —Estoy sin aliento.
—Buena chica —murmura y deliberadamente lame su labio lentamente. Estoy
fascinada por su lengua, mientras esta se desliza lentamente sobre su labio superior.
Me está mirando a los ojos, evaluándome. Se inclina y me da un beso limpio, un
rápido beso en mis labios.
—Te voy a besar por completo, señorita Steele —dice suavemente y toma mi barbilla,
alzándola, dándole acceso a mi garganta. Sus labios se deslizan por mi garganta,
besando, chupando y mordisqueando, desde la pequeña caída hasta la base de mi
cuello. Mi cuerpo demanda atención en todas partes. El reciente baño ha dejado mi
piel hipersensible. Mi sangre caliente baja hacia mi vientre, entre mis piernas, justo ahí
abajo. Gimo.
Quiero tocarlo. Muevo mis manos con bastante torpeza, dado que estoy restringida y
siento su cabello. Deja de besarme y alza la mirada hacia mí, agitando su cabeza de un
lado al otro, haciendo un sonido de desaprobación. Alcanza mis manos y las pone de
nuevo sobre mi cabeza.
—No muevas tus manos o tendremos que empezar desde el principio. —Me regaña
suavemente. Oh, es todo un bromista.
—Quiero tocarte. —Mi voz es entrecortada y fuera de control.
—Lo sé —murmura—. Mantén tus manos sobre tu cabeza —exige, su voz fuerte.
Toma mi barbilla de nuevo y empieza a besar mi cuello como antes. Oh… es tan
frustrante. Sus manos bajan por mi cuerpo y sobre mis pechos, mientras alcanza la
inclinación en la base de mi cuello con sus labios. Gira la punta de su nariz alrededor
de ella y entonces, empieza una travesía muy placentera con su boca, dirigiéndose al
sur, siguiendo el camino de sus manos, desde mi esternón hasta mis pechos. Cada uno
es besado y mordido suavemente y mis pezones son chupados tiernamente. Mierda
Santa. Mis caderas empiezan a balancearse y a moverse bajo su propia voluntad, con el
mismo ritmo que lleva su boca en mí y estoy tratando de recordar desesperadamente
mantener mis manos sobre mi cabeza.
—Quédate quieta —advierte, su aliento se siente cálido contra mi piel. Llegando a mi
ombligo, mete su lengua y luego roza suavemente mi vientre con sus dientes. Mi
cuerpo se arquea sobre la cama.
—Eres muy dulce, señorita Steele. —Su nariz se desliza sobre la línea entre mi vientre
y mi vello púbico, mordiéndome suavemente, jugueteando con su lengua. Se sienta de
repente, se arrodilla a mis pies, tomando mis tobillos y abriendo mis piernas.
Mierda Santa. Toma mi pie izquierdo, dobla mi rodilla y lleva mi pie hasta su boca.
Observando y evaluando cada una de mis reacciones, besa con ternura cada uno de
mis dedos y luego muerde cada uno suavemente bajo las almohadillas. Cuando llega a
mi dedo pequeño, lo muerde con más fuerza y convulsiono, gimiendo. Desliza su
lengua por mi empeine. Y no puedo mirarlo más. Es demasiado erótico. Voy a
quemarme. Aprieto mis ojos y trato de absorber y manejar todas las sensaciones que él
está creando. Besa mi tobillo y hace un sendero de besos desde mi pantorrilla hasta mi
rodilla, justo un poco más arriba. Luego, empieza con el pie derecho, repitiendo todo
el seductor y alucinante proceso.
—Oh, por favor —gimo cuando muerde mi dedo pequeño, la acción resonando
profundamente en mi vientre.
—Todas las cosas buenas, señorita Steele —respira.
Esta vez no se detiene en mi rodilla, sigue hasta el interior de mi muslo, separando mis
muslos mientras lo hace. Y sé que va a hacer y parte de mi quiere alejarlo porque estoy
mortificada y avergonzada. Me va a besar ¡ahí! Lo sé. Y parte de mi está haciendo gala
de la anticipación. Se gira hacia mi otra rodilla y me besa hasta los muslos, besando,
lamiendo, chupando y luego está entre mis piernas, deslizando su nariz arriba y abajo
sobre mi sexo, muy suave, muy dulce, me retuerzo… Oh Dios…
Se detiene, esperando a que me calme. Lo hago y alzo mi cabeza para mirarlo, mi boca
abierta mientras los latidos de mi corazón se esfuerzan por salir.
—¿Sabes cuán intoxicante hueles, señorita Steele? —murmura y mantiene sus ojos en
mi, empuja su nariz en mi vello púbico y aspira.
Me pongo de un color escarlata, por todas partes, sintiendo desmayo e
instantáneamente cierro mis ojos. No puedo verlo haciendo esto.
Lame suavemente la longitud de mi sexo. Oh mierda.
—Me gusta esto. —Suavemente tira de mi vello púbico—. Quizás mantengamos esto.
—Oh, por favor —ruego.
—Mmm, me gusta cuando me ruegas Anastasia.
Gimo.
—Ojo por ojo no es mi estilo habitual, señorita Steele —susurra mientras me lame
suavemente de arriba abajo—. Pero me has complacido hoy y deberías ser premiada.
—Escucho la maliciosa sonrisa en su voz y mientras mi cuerpo está cantando por sus
palabras, su lengua empieza lentamente a hacer círculos en mi clítoris mientras sus
manos sostienen mis muslos.
—¡Ahhhh! —gimo mientras mi cuerpo se arquea y convulsiona bajo el toque de su
lengua.
Da vueltas con su lengua, una y otra vez, manteniendo la tortura. Estoy perdiendo
todo sentido de mi misma, cada átomo en mi cuerpo muy concentrado en ese pequeño
y potente vértice entre mis muslos. Mis piernas se ponen rígidas, él desliza su dedo en
mi interior y escucho su gruñido.
—Oh, nena. Me encanta que estés tan mojada para mí.
Mueve su dedo en un gran círculo, estirándome, tirando de mi, su lengua repitiendo
sus acciones y gimo. Es demasiado… mi cuerpo pide ayuda y no lo puedo negar más.
Lo dejo ir, perdiendo todo pensamiento coherente mientras mi orgasmo se apodera de
mí, retorciéndose en mi interior una y otra vez. Santa mierda. Grito y el mundo se
derrumba y desaparece de vista mientras la fuerza de mi clímax hace todo nulo y
vacio.
Estoy jadeando y vagamente escucho el sonido del empaque abriéndose. Lentamente
se acomoda sobre mí y empieza a moverse. Oh… Dios. La sensación es dolorosa y
dulce, fuerte y suave a la vez.
—¿Cómo se siente esto? —dice sin aliento.
—Bien, muy bien —digo. Y empieza a moverse en serio, rápido, fuerte y grande,
entrando y saliendo de mi una y otra vez, implacable, empujándome y empujándome
hasta que estoy de nuevo cerca del límite. Gimo.
—Vente para mi, nena. —Su voz es dura, áspera, cruda en mi oído y exploto alrededor
de él.
—Gracias, joder —susurra, la mete duro una vez más y gime cuando llega a su clímax,
apretándose contra mí. Luego se queda quieto, su cuerpo rígido.
Colapsando sobre mí, siento todo su peso apretándome contra el colchón. Tiro mis
manos atadas sobre su cuello y lo sostengo lo mejor que puedo. Sé en este instante, que
haría lo que fuese por este hombre. Soy suya. La maravilla que él me ha presentado
está más allá de cualquier cosa que pudiese haber imaginado. Y él quiere llevarlo más
lejos, mucho más lejos, a un lugar que no puedo, en mi ignorancia, siquiera imaginar.
Oh, ¿qué hacer?
Se apoya en sus codos y me mira con sus grises e intensos ojos.
—Ves cuán buenos somos juntos —murmura—. Si te entregas a mí, será mucho mejor.
Créeme, Anastasia, puedo llevarte a lugares que ni siquiera sabes que existen. Sus
palabras hacen eco en mis pensamientos. Rozo su nariz contra la mía. Todavía me
estoy recuperando de mi extraordinaria reacción física hacia él y alzo la mirada en su
dirección, sin comprender, buscando algún pensamiento coherente.
De repente, nos damos cuentas de las voces en el pasillo afuera de su dormitorio. Me
toma un momento procesar lo que he escuchado.
—Pero si todavía está en la cama entonces debe estar enfermo. Nunca está en la cama a estas
horas. Christian nunca se queda dormido.
—Señora Grey, por favor.
—Taylor. No puedes alejarme de mi hijo.
—Señora Grey, él no está solo.
—¿A qué te refieres con que no está solo?
—Tiene a alguien con él.
—Oh. —Incluso yo escucho la incredulidad en su voz
Christian parpadea rápidamente, mirándome, con los ojos muy abiertos y llenos de
horror.
—Mierda, es mi madre.
estiro y abro los ojos. Es una hermosa mañana de mayo, con Seattle a mis pies. Vaya,
qué vista. A mi lado, Christian Grey está profundamente dormido. Vaya, qué vista.
Me sorprende que todavía esté en la cama. Está frente a mí y tengo una oportunidad
sin precedentes para estudiarlo. Su hermoso rostro parece más joven, relajado en el
sueño. Sus esculpidos labios carnosos están separados un poco y su cabello brillante y
claro es un desastre glorioso. ¿Cómo podría alguien verse así de bien y aún así ser
legal? Recuerdo su habitación de arriba... a lo mejor no es legal. Niego con la cabeza,
es mucho para pensar. Es tentador estirarse y tocarlo, pero como un niño pequeño, es
tan adorable cuando está dormido. No tengo que preocuparme de lo que voy a decir,
de lo que va a decir, qué planes tiene, sobre todo sus planes para mí.
Podría mirarlo todo el día, pero tengo necesidades… necesidades de cuarto de baño.
Deslizándome de la cama, encuentro su camisa blanca en el suelo y me la pongo.
Camino a través de una puerta pensando que podría ser el cuarto de baño, pero estoy
en un inmenso clóset tan grande como mi dormitorio. Filas y filas de trajes caros,
camisas, zapatos y corbatas. ¿Cómo puede alguien necesitar esta cantidad de ropa?
Hago un gesto de desaprobación. En realidad, el armario de Kate probablemente
compita con esto. ¡Kate! Oh, no. No pensé en ella toda la noche. Se suponía que le
escribiría. Mierda. Voy a estar en problemas. Me pregunto brevemente cómo lo está
pasando con Elliot.
Volviendo a la habitación, Christian sigue durmiendo. Intento la otra puerta. Es el
cuarto de baño y es más grande que mi dormitorio. ¿Por qué un hombre solo necesita
tanto espacio? Dos lavabos, me doy cuenta con ironía. Teniendo en cuenta que no se
acuesta con nadie, uno de ellos no puede haber sido utilizado.
Me miro en el espejo gigante por encima de los lavabos. ¿Me veo diferente? Me siento
diferente. Me siento un poco dolorida, si soy honesta y mis músculos… Caray, es
como si nunca hubiera hecho ningún ejercicio en mi vida. No has hecho ningún ejercicio
en tu vida, mi subconsciente se ha despertado. Ella me mira con los labios fruncidos,
dando golpecitos con el pie. Así que acabas de dormir con él, le diste tu virginidad a un
hombre que no te ama. De hecho, tiene ideas muy extrañas acerca de ti, quiere hacerte una especie de esclava sexual y perversa.
¡¿Estás loca?! Me está gritando.
Me estremezco cuando me miro en el espejo. Voy a tener que procesar todo esto.
Sinceramente, fantasear con enamorarse de un hombre que es más que hermoso, más
rico que Croesus y tiene un Salón Rojo del Dolor esperando por mí. Me estremezco.
Estoy desconcertada y confundida. Mi cabello está en su propia rebeldía de costumbre.
El cabello de acabo de follar no me sienta. Trato de poner orden al caos con mis dedos,
pero fallo miserablemente y me rindo; tal vez encontraré cintas para el cabello en mi
bolso.
Me muero de hambre. Me dirijo de nuevo hacia el dormitorio. El Bello Durmiente
sigue durmiendo, así que lo dejo y me dirijo a la cocina.
Oh, no... Kate. Dejé mi bolso en el estudio de Christian. Lo busco y alcanzo mi teléfono
celular. Tres mensajes de texto.
*Stas Bn Ana*
*Dónde stas Ana*
*Maldición, Ana*
Llamo a Kate. Cuando no contesta, le dejo un mensaje rastrero para decirle que estoy
viva y no he sucumbido a Barba Azul, bueno, no en el sentido que ella se preocuparía;
o tal vez yo lo he hecho. Oh, esto es muy confuso. Tengo que tratar de clasificar y analizar
mis sentimientos por Christian Grey. Es una tarea imposible. Niego con la cabeza.
Necesito tiempo a solas, lejos de aquí para poder pensar.
Encuentro dos cintas para el cabello al mismo tiempo en mi bolso y rápidamente ato
mi cabello en coletas. ¡Sí! Cuanto más femenina me vea, tal vez más segura estaré de
Barba Azul. Saco mi iPod del bolso y conecto los auriculares. No hay nada como la
música para cocinar. Lo guardo en el bolsillo de la camisa de Christian, encendiéndolo
a todo volumen y comienzo a bailar.
Santos infiernos, tengo hambre.
Estoy intimidada por su cocina. Es muy elegante, moderna y ninguno de los armarios
tiene asideros. Me toma unos segundos para deducir que tengo que empujar las puertas
del armario para abrirlos. Tal vez debería hacerle el desayuno a Christian. Estaba
comiendo un omelet el otro día... uhm, ayer en el Heathman. Vaya, han pasado
muchas cosas desde entonces. Reviso en la nevera, donde hay un montón de huevos y
decido que quiero panqueques y tocino. Estoy haciendo un poco de masa, bailando a
mi manera alrededor de la cocina.
Estar ocupada es bueno. Me permite un poco de tiempo para pensar, pero no
demasiado profundamente. La música a todo volumen en mis oídos también ayuda a
evitar los pensamientos profundos. He venido aquí a pasar la noche en la cama de
Christian Grey y lo logré, a pesar de que no permite a nadie en su cama. Sonrío,
misión cumplida. A lo grande. Sonrío. Grande, a lo grande y me distraigo por el
recuerdo de la noche anterior. Sus palabras, su cuerpo mientras me hace el amor...
Cierro los ojos mientras mi cuerpo zumba ante el recuerdo y mis músculos se contraen
deliciosa y profundamente en mi vientre. Mi subconsciente me frunce el ceño... mierda,
no hacer el amor me grita como una arpía. La ignoro, pero en el fondo, sé que ella tiene
un punto. Niego con la cabeza para concentrarme en la tarea a mano.
Hay una extensa cocina estilizada. Creo que le tomo el truco a esto. Necesito un lugar
para mantener los panqueques calientes y me pongo con el tocino. Amy Studt está
cantando en mi oído acerca de inadaptados. Esta canción solía significar mucho para
mí, porque soy una inadaptada social. Nunca he encajado en ningún lugar y ahora...
tengo una propuesta indecente a considerar desde el propio Rey de los Inadaptados.
¿Por qué es así? ¿De naturaleza o de crianza? Es tan ajeno a todo lo que sé.
Pongo el tocino en la parrilla y mientras se cocina, bato algunos huevos. Me giro y
Christian está sentado en uno de los taburetes de la barra en el mostrador del
desayuno, apoyándose en ella, su rostro apoyado en sus manos. Todavía está vistiendo
la camiseta con la que durmió. El cabello de acabo de follar realmente, en serio le
sienta, al igual que su barba naciente. Se ve a la vez divertido y perplejo. Me quedo
paralizada, ruborizada, luego me recobro y quito los auriculares de mis oídos, mis
rodillas se tambalean a la vista de él.
―Buenos días, señorita Steele. Está con mucha energía esta mañana ―dice
secamente.
―Dormí bien ―tartamudeo mi explicación. Sus labios intentan disimular su sonrisa.
―No puedo imaginar por qué. ―Hace una pausa y frunce el ceño―. Yo también,
después de que regresé a la cama.
―¿Tienes hambre?
―Mucha ―dice con una mirada intensa y no creo que se esté refiriendo a la comida.
―¿Panqueques, tocino y huevos?
―Suena muy bien.
―No sé donde guardas tus manteles. ―Me encojo de hombros, tratando
desesperadamente de no parecer nerviosa.
―Yo haré eso. Tú cocina. ¿Quieres que ponga algo de música para que puedas
continuar con tu... err... baile?
Miro abajo hacia mis dedos, sabiendo que estoy volviéndome de un pardo rojizo.
―Por favor, no te detengas por mí. Es muy entretenido. ―Su tono es uno de diversión
irónica.
Frunzo mis labios. Entretenido, ¿eh? Mi subconsciente se ha reído de mí el doble. Me
doy vuelta y continúo batiendo los huevos, probablemente batiéndolos un poco más
duro de lo que necesitan. En un momento, él está a mi lado. Tira suavemente de mi
coleta.
―Me encantan estas ―susurra―. No te van a proteger. ―Hmm, Barba Azul…
―¿Cómo te gustan los huevos? ―le pregunto con aspereza. Él sonríe.
―Completamente batidos y golpeados. ―Sonríe.
Me dirijo de nuevo a la tarea en cuestión, tratando de ocultar mi sonrisa. Es difícil
estar enojada por eso. Especialmente cuando está siendo tan inusualmente juguetón.
Abre un cajón y saca dos manteles para colocar en la barra del desayuno. Vierto la
mezcla de huevos en una cacerola, saco el tocino, lo giro sobre ella y lo pongo de
nuevo en la parrilla.
Cuando me vuelvo del todo, hay jugo de naranja sobre la mesa y está haciendo el café.
―¿Quieres un poco de té?
―Sí, por favor. Si tienes un poco.
Encuentro un par de platos y los coloco en la bandeja de calentamiento de la cocina.
Christian llega a un armario y saca algo de té Twining Breakfast Inglés. Frunzo mis
labios.
―Soy una conclusión inevitable, ¿no es cierto?
―¿Lo eres? No estoy seguro de que hayamos concluido nada, señorita Steele
―murmura.
¿Qué quiere decir con eso? ¿Nuestras negociaciones? ¿Nuestra, err... relación... sea lo que sea?
Sigue siendo tan críptico. Sirvo el desayuno caliente en los platos y los pongo sobre los
manteles. Rebusco en el refrigerador y encuentro un poco de jarabe de arce.
Echo un vistazo a Christian y él me está esperando para sentarse.
―Señorita Steele. ―Hace un gesto a uno de los taburetes de la barra.
―Señor Grey. ―Asiento en reconocimiento. Me subo y hago una ligera mueca de
dolor cuando me siento.
―¿Qué tan dolorida estás? ―pregunta mientras se sienta. Sus ojos grises se oscurecen.
Me sonrojo. ¿Por qué hace preguntas tan personales?
―Bueno, para ser sincera, no tengo nada con que comparar esto ―le espeto―. ¿Desea
ofrecer su conmiseración? ―pregunto, demasiado dulce. Creo que está tratando de
reprimir una sonrisa, pero no puedo estar segura.
―No. Me preguntaba si deberíamos continuar con tu entrenamiento básico.
―Oh. ―Lo miro atónita mientras dejo de respirar y todo dentro de mí se aprieta.
Ooh... eso es tan agradable. Suprimo mi gruñido.
―Come, Anastasia. ―Mi apetito se ha vuelto incierto otra vez... más... más sexo... sí,
por favor.
―Esto es delicioso, por cierto. ―Me sonríe.
Pruebo un bocado del omelet pero apenas puedo saborearlo. ¡Entrenamiento básico!
Quiero follar tu boca. ¿Eso forma parte del entrenamiento básico?
―Deja de morderte el labio. Es muy distractor y resulta que sé que no estás usando
nada debajo de mi camisa, lo que lo hace aún más distractor ―gruñe.
Mojo mi bolsita de té en el pequeño tarro que Christian me ha proporcionado. Mi
mente está en un torbellino.
―¿Qué tipo de entrenamiento básico tienes en mente? ―pregunto, mi voz es también
ligeramente alta, traicionando mi deseo de sonar tan desinteresada, natural y calmada
como puedo con mis hormonas causando estragos a través de mi cuerpo.
―Bueno, como estás dolorida, creo que podríamos continuar con habilidades orales.
Me ahogo con mi té y lo observo con los ojos abiertos y ampliándose más. Me palmea
delicadamente la espalda y me pasa jugo de naranja. No puedo decir lo que está
pensando.
―Eso si quieres quedarte ―agrega. Levanto la mirada hacia él, intentando recuperar
mi equilibrio. Su expresión es ilegible. Es tan frustrante.
―Me gustaría quedarme por hoy. Si eso está bien. Tengo que trabajar mañana.
―¿A qué hora tienes que estar en el trabajo mañana?
―Nueve.
―Te llevaré al trabajo a las nueve mañana.
Frunzo el ceño. ¿Acaso él quiere que me quede otra noche?
―Necesito ir a casa esta noche, necesito ropas limpias.
―Puedo conseguirte algunas aquí.
No tengo dinero de sobra para gastar en ropa. Su mano sube y sostiene mi barbilla,
tirando de ella para que mi labio sea liberado del agarre de mis dientes. No me había
dado cuenta de que estaba mordiendo mi labio.
―¿Qué pasa? ―pregunta.
—Necesito estar en casa esta tarde.
Su boca es una dura línea.
—Bien, esta tarde. ―Está de acuerdo―. Ahora come tu desayuno.
Mis pensamientos y mi estómago están en un torbellino. Mi apetito se ha desvanecido.
Observo mi desayuno a mitad de comer. Simplemente no tengo hambre.
―Come, Anastasia. No comiste anoche.
―Realmente no tengo hambre ―susurro.
Sus ojos se angostan.
―Realmente me gustaría que terminaras tu desayuno.
―¿Qué tienes con la comida? ―espeto. Su frente se arruga.
―Te lo dije, tengo problemas con la comida desperdiciada. Come ―chasquea. Sus
ojos están oscuros, afligidos.
Santa Mierda. ¿De qué se trata? Recojo mi tenedor y como lentamente, intentando
masticar. Debo recordar no poner mucho en mi plato si se va a poner raro con la
comida. Su expresión se suaviza cuando cuidadosamente me termino mi desayuno.
Noto que recoge su plato. Espera a que termine y recoge mi plato.
―Tu cocinaste, yo recojo.
―Eso es muy democrático.
―Sí. ―Frunce el ceño―. No es mi estilo habitual. Después de que termine esto,
tomaremos un baño.
―Oh, de acuerdo. ―Oh mi… Preferiría tomar una ducha. Mi celular suena,
interrumpiendo mi ensueño. Es Kate.
―Hola. ―Vago hacia las puertas de vidrio del balcón, lejos de él.
―Ana, ¿por qué no me mandaste un mensaje de texto anoche? ―Está enojada.
―Lo siento, fui sobrepasada por los acontecimientos.
―¿Estás bien?
―Sí, estoy bien.
―¿Lo hicieron? ―Está pescando información. Pongo mis ojos en blanco con la
expectación en su voz.
―Kate, no hablaré de esto por teléfono. ―Christian me mira.
―Lo hicieron… puedo notarlo.
¿Cómo puede notarlo? Está fanfarroneando y no puedo hablar sobre esto. Firmé un
maldito acuerdo.
―Kate, por favor.
―¿Cómo fue? ¿Estás bien?
―Te dije que estoy bien.
―¿Fue cuidadoso?
―¡Kate, por favor! ―No puedo ocultar mi exasperación.
―Ana, no lo ocultes de mí, he estado esperando este día por casi cuatro años.
―Te veré en la tarde. ―Cuelgo.
Este va a ser un cuadrado difícil de circular. Es tan tenaz y quiere saber, en detalle y no
le puedo contar porque he firmado un… ¿cómo se llamaba? CDC. Ella va a enloquecer
y con razón. Necesito un plan. Vuelvo la cabeza para ver a Christian moverse con
elegancia en su cocina.
―¿El CDC cubre todo? ―pregunto cautelosamente.
―¿Por qué? ―Se gira y me mira mientras guarda los Twinings. Me sonrojo.
―Bueno, tengo algunas preguntas, tu sabes, sobre sexo. ―Bajo la mirada hacia mis
dedos―. Y me gustaría preguntarle a Kate.
―Puedes preguntarme a mí.
―Christian, con el debido respeto. ―Mi voz se desvanece. No puedo preguntarte a ti.
Obtendré tu predispuesta, perversa como-el-infierno, distorsionada visión del mundo en cuanto al sexo. Quiero una opinión imparcial―. Es sólo sobre aspectos prácticos. No mencionaré el Salón Rojo del Dolor.
Él levanta sus cejas.
―¿Salón Rojo del Dolor? Es más sobre placer, Anastasia. Créeme ―dice él―.
Además ―su tono se endurece―, tu compañera de cuarto está haciendo la bestia de
dos espaldas25 con mi hermano. Realmente preferiría que no lo hicieras.
―¿Tu familia sabe sobre tu… preferencia?
―No. No es asunto suyo. ―Deambula hacia mí hasta que está parado frente a mí.
―¿Qué quieres saber? ―pregunta y levantando sus manos recorre desde mi mejilla
hacia mi barbilla suavemente con sus dedos, inclinando mi cabeza hacia atrás para
poder verme directamente a los ojos. Me retuerzo por dentro. No puedo mentirle a este
hombre.
―Nada específico por el momento ―susurro.
―Bueno, podemos empezar con: ¿cómo estuvo anoche para ti? ―Sus ojos queman,
llenos de curiosidad. Está ansioso por saber. Wow.
―Bien ―murmuro.
Sus labios se levantan ligeramente.
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25 Bestia de dos espaldas: Tener relaciones sexuales.
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―Para mí también ―él murmura―. Nunca había tenido sexo vainilla antes. Hay
mucho que decir de eso. Pero claro, tal vez es por ti. ―Mueve su pulgar a través de mi
labio inferior.
Inhalo fuertemente. ¿Sexo vainilla?
―Ven, vamos a darnos un baño. ―Se inclina y me besa. Mi corazón da un brinco y el
deseo se desliza demasiado abajo… demasiado ahí abajo.
La tina es una piedra blanca, profunda, de forma ovoide, muy diseñada. Christian se
inclina y la llena desde la llave en la pared de azulejos. Vierte un aceite de baño con
aspecto caro dentro del agua. Hace espuma mientras la tina se llena, huele a dulce y
sensual jazmín. Se pone de pie y me observa, sus ojos oscurecidos, luego se quita su
camiseta y la arroja al suelo.
―Señorita Steele. ―Ofrece su mano.
Estoy de pie en la entrada, con los ojos muy abiertos y cautelosos, mis brazos
envueltos a mí alrededor. Camino hacia delante mientras disimuladamente admiro su
físico. Él es simplemente delicioso. Mi subconsciente se desvanece y se desmaya en
algún lugar de la parte posterior de mi cabeza. Tomo su mano y me invita a entrar en
la tina mientras todavía estoy usando su camisa. Hago lo que me dice. Tengo que
acostumbrarme a eso si es que voy a aceptar su escandalosa oferta… ¡si es que! El agua
está seductoramente caliente.
―Date la vuelta, déjame ver tu rostro ―ordena, su voz es suave. Hago lo que me dice.
Me está observando atentamente.
―Sé que ese labio es delicioso, puedo dar fe de eso, pero ¿podrías dejar de morderlo?
―dice con los dientes apretados―. Me hace querer follarte y estas dolorida, ¿bien?
Jadeo, automáticamente liberando mi labio, sorprendida.
―Sí. ―Me reta―. Comprendiste. ―Me observa. Asiento frenéticamente. No tenía idea
de que podía afectarlo así.
―Bien. ―Se estira y toma mi iPod del bolsillo del pecho y lo pone cerca del
lavamanos.
―Agua y iPods, una combinación no muy inteligente ―murmura. Se agacha, toma el
dobladillo de mi camisa blanca, la levanta por encima de mi cabeza y la arroja al suelo.
Se aleja para observarme. Estoy desnuda por el amor de Dios. Me sonrojo de color carmesí
y miro abajo hacia mis manos, al nivel de la base de mi vientre y desesperadamente
quiero desaparecer en el agua caliente y la espuma, pero sé que él no querría eso.
―Oye ―me llama. Le doy un vistazo y su cabeza está ladeada hacia un lado―.
Anastasia, eres una mujer muy hermosa, el paquete completo. No cuelgues tu cabeza
como si estuvieras avergonzada. No tienes nada de qué avergonzarte, es un real gusto
estar de pie aquí y observarte. ―Toma mi barbilla en su mano e inclina mi cabeza
hacia arriba para ver sus ojos. Son suaves y cálidos, incluso calientes. Oh por Dios. Está
tan cerca. Podría estirarme y tocarlo.
―Puedes sentarte ahora. ―Detiene mis pensamientos dispersos y me deslizo hacia
abajo dentro de la cálida y acogedora agua. Ooh… pica. Lo que me toma por sorpresa,
pero huele celestialmente también y el escozor pronto mengua. Me recuesto hacia atrás
y brevemente cierro mis ojos, relajándome en la tranquilizadora agua. Cuando los
abro, él está observándome.
―¿Por qué no te unes? ―pregunto, con valentía, mi voz ronca.
―Creo que lo haré. Muévete hacia delante ―ordena.
Se quita sus pantalones de pijama y se sube detrás de mí. El agua sube mientras él se
sienta y me empuja hacia su pecho. Pone sus largas piernas sobre las mías, sus rodillas
dobladas y sus tobillos nivelados con los míos, separa sus pies, abriendo mis piernas.
Jadeo sorprendida. Su nariz está en mi cabello e inhala profundamente.
—Hueles muy bien, Anastasia.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo. Estoy desnuda en una bañera con Christian Grey.
Él está desnudo. Si alguien me hubiese dicho que estaría haciendo esto cuando me
levanté en su suite ayer, no lo habría creído.
Acerca una botella de jabón para el cuerpo del estante ubicado al lado de la bañera y
vierte un poco en su mano. Frota sus manos, creando una suave espuma, luego pone
sus manos alrededor de mi cuello y empieza a frotar el jabón en mi cuello, mis
hombros, masajeando con firmeza con sus largos y fuertes dedos. Gimo, sus manos en
mi se sienten bien.
—¿Te gusta eso? —Lo escucho sonreír.
—Mmm.
Baja hasta mis brazos, luego debajo de ellos, lavándolos con suavidad. Estoy tan
agradecida de que Kate insistiera en que me afeitara. Sus manos se deslizan a través de
mis pechos e inhalo bruscamente mientras sus dedos los rodean y comienzan a
amasarlos suavemente, sin tomarlos por mucho tiempo. Mi cuerpo se arquea
instintivamente, empujando mis pechos hacia sus manos. Mis pezones están sensibles,
muy sensibles, sin duda por su nada delicado trato hacia ellos la noche anterior. No
demora mucho tiempo y desliza sus manos hacia mi estomago y mi vientre. Mi
respiración aumenta y mi corazón está acelerado. Su creciente erección presionando
detrás de mí. Me excita saber que es mi cuerpo lo que lo hace sentirse de esa forma.
Ja… es tu imaginación. Mi subconsciente se burla. Alejo la molesta idea.
Él se detiene y toma una toalla mientras jadeo, queriéndolo… necesitándolo. Mis
manos descansan en sus firmes y musculosos muslos. Sostengo mi aliento, sus dedos
me estimulan con destreza a través de la tela, es celestial y mis caderas empiezan a
moverse a su propio ritmo, presionando contra su mano. Mientras las sensaciones
empiezan a tomar el control, inclino la cabeza hacia atrás, poniendo mis ojos en
blanco, mi boca se afloja y gimo. La presión aumenta lenta e inexorablemente en mí…
Oh mi Dios.
—Siéntelo, nena —Christian susurra en mi oído y muy gentilmente roza mi oreja con
sus dientes—. Siéntelo por mí. —Mis piernas están sujetas por él en el lado de la
bañera, manteniéndome prisionera, dándole libre acceso a la parte más privada de mí
ser.
—Oh, por favor —susurro, trato de endurecer mis piernas mientras mi cuerpo se pone
rígido. Soy una esclava sexual de éste hombre y no me deja moverme.
—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —murmura y se detiene. ¿Qué? ¡No! ¡No!
¡No! Mi aliento es irregular.
—¿Por qué te detienes? —jadeo.
—Porque tengo otros planes para ti Anastasia.
Que… oh Dios… pero… yo estaba… no es justo.
—Gírate. Necesito lavarme también —murmura.
¡Oh! Dándome la vuelta para encararlo, estoy sorprendida de encontrar que tiene su
erección firme en su agarre. Mi boca se abre.
—Quiero que te familiarices bien, con nombre de pila si es posible, con la más
apreciada y favorita parte de mi cuerpo. Estoy muy unido a esto.
Es muy grande y está creciendo. Su erección está sobre la línea del agua, el agua llega
hasta sus caderas. Alzo la mirada y me encuentro cara a cara con su sonrisa maliciosa.
Está disfrutando mi expresión de asombro. Me doy cuenta de que estoy mirándolo
fijamente. Trago. ¡Eso estuvo dentro de mí! No parece posible. Él quiere que lo toque.
Uhm… de acuerdo. Aquí vamos.
Le sonrío y alcanzo el jabón para el cuerpo, exprimiéndolo en mi mano. Hago como
él lo hizo, restregando el jabón en mis manos hasta que genera espuma. No alejo mis
ojos de los suyos. Mis labios están separados para poder respirar… muy
deliberadamente, suavemente, muerdo mi labio inferior y luego deslizo mi lengua por
él, siguiendo el camino donde estuvieron mis dientes. Sus ojos están serios, oscuros y
se abren a medida que mi lengua se desliza por mi labio inferior. Me acerco y lo rodeo
con una de mis manos, reflejo de cómo él lo está sosteniendo. Sus ojos se cierran
brevemente. Wow… se siente más firme de lo que esperé. Aprieto y él pone su mano
sobre la mía.
—Así —susurra y mueve su mano de arriba a abajo con un firme agarre alrededor de
mis dedos. Cierra sus ojos de nuevo y su aliento da tirones en su garganta. Cuando
vuelve a abrirlos, su mirada es de un abrazador gris fundido—. Así es correcto, nena.
Suelta mi mano, dejándome para que continúe sola y cierra sus ojos mientras muevo
de arriba hacia abajo toda su longitud. Flexiona sus caderas un poco en mi mano y
reflexivamente lo siento más apretado. Un gemido escapa de las profundidades de su
garganta. Folla mi boca… mmm. Lo recuerdo empujando su dedo pulgar en mi boca,
haciéndome chupar, duro. Su boca se abre ligeramente a medida que su respiración
aumenta. Me inclino hacia adelante, mientras él tiene sus ojos cerrados, pongo mis
labios alrededor de él y tentativamente chupo, deslizando mi lengua sobre la punta.
—Wow…. Ana. —Sus ojos se abren. Y chupo con más fuerza.
Mmm… es suave y duro a la vez, como acero revestido de terciopelo y
sorprendentemente sabroso, salado y suave.
—Cristo —gime y cierra de nuevo sus ojos.
Moviéndome hacia abajo, lo empujo en mi boca. Gime de nuevo. ¡Ja¡ Mi diosa interior
está emocionada. Puedo hacer esto, lo puedo follar con mi boca. Giro mi lengua
alrededor de la punta de nuevo, y él flexiona sus caderas. Sus ojos están ahora abiertos
y encendidos con el calor. Sus dientes están apretados de nuevo mientras vuelve a
flexionar y lo empujo más profundo en mi boca, apoyándome en sus muslos. Siento
sus piernas tensarse bajo mis manos. Se acerca y toma mis coletas y empieza a
moverse.
—Oh… nena… eso se siente muy bien —murmura. Chupo aún más fuerte,
chasqueando mi lengua en la cabeza de su impresionante erección. Envolviendo mis
dientes detrás de mis labios, sujetando mi boca alrededor de él. Su aliento silba entre
dientes y gime.
—Jesús. ¿Qué tan lejos puedes ir? —susurra.
Mmm… lo meto más profundo dentro de mi boca, lo puedo sentir en la parte posterior
de mi garganta y luego de nuevo en el frente. Mi lengua gira alrededor de su final. Es
como un helado con sabor a… Christian Grey. Chupo con más y más fuerza,
metiéndolo más y más profundo, girando mi lengua a su alrededor. Mmm… no tenía
idea que dar placer pudiese ser tan candente, verlo retorcerse sutilmente con ansias
carnales. Mi diosa interior está haciendo el merengue con algunos pasos de salsa.
—Anastasia, voy a venirme en tu boca. —El tono entre cortado es de advertencia—.
Si no quieres que lo haga, detente ahora. —Flexiona de nuevo sus caderas, sus ojos
están abiertos, cautelosos y llenos de obscena necesidad, necesidad de mí. Necesidad
de mi boca… Oh Dios.
Santa Mierda. Sus manos están realmente agarrando mi cabello. Puedo hacer esto,
presiono con más fuerza y en un momento de extraordinaria confianza, desnudo mis
dientes. Eso lo lleva hasta el límite. Grita y se queda quieto y puedo sentir el cálido y
salado líquido rebosando en mi garganta. Trago rápidamente. Ugh… no estoy segura
de esto. Pero lo miro y se está viniendo en la bañera gracias a mí y no me importa. Me
siento y lo observo, una sonrisa de triunfo regodeándose en las comisuras de mis
labios. Su respiración es irregular. Abriendo sus ojos, me mira.
—¿No tienes nauseas? —pregunta, asombrado—. Cristo, Ana… eso estuvo… bien,
muy bien, pero inesperado. —Frunce el ceño—. Sabes, nunca dejas de sorprenderme.
Sonrió y conscientemente muerdo mi labio. Me mira de manera especulativa.
—¿Has hecho eso antes?
—No. —Y no puedo evitar el pequeño matiz de orgullo en mi negación.
—Bien —dice complaciente y creo, aliviado—. Entonces, otra novedad, señorita
Steele. —Me mira de manera valorativa—. Bueno, obtienes una A en habilidades
orales. Ven, vamos a la cama, te debo un orgasmo.
¡Orgasmo! ¡Otro!
Rápidamente, sale de la bañera, dándome la primera versión completa del adonis,
divinamente formado, ese es Christian Grey. Mi diosa interior deja de bailar y mira
también, la boca abierta y babeando un poco. Su erección domesticada pero solida…
wow. Envuelve una pequeña toalla alrededor de su cintura, cubriendo lo esencial y
sostiene una plumosa toalla grande para mí. Saliendo de la tina, tomo su mano
tendida. Me envuelve en la toalla, me toma en sus brazos y me besa con fuerza,
apretando su lengua en mi boca. Tengo muchos deseos de girarme y abrazarlo…
tocarlo… pero tiene mis brazos atrapados en la toalla. Pronto, estoy perdida en su
beso. Acuna mi cabeza, su lengua explorando mi boca y tengo la sensación de que está
expresando su gratitud —quizás— ¿por mi primera mamada? ¿Eh?
Se aleja, con las manos a cada lado de mi rostro, mirando fijamente mis ojos. Se ve
perdido.
—Di sí —susurra fervientemente.
Frunzo el ceño, sin entender.
—¿A qué?
—A nuestro acuerdo. A ser mía. Por favor, Ana —susurra enfatizando la última
palabra y mi nombre, suplicando. Me besa de nuevo, dulcemente, apasionadamente,
antes de que se aleje y se quede mirándome, parpadeando ligeramente. Toma mi mano
y me lleva de regreso a su cuarto, dejándome temblorosa, así que lo sigo mansamente.
Aturdida. Realmente quiere esto.
En su cuarto, me mira mientras estamos de pie al lado de su cama.
—¿Confías en mi? —pregunta de repente. Asiento, con los ojos muy abiertos con la
súbita comprensión de que confió en él. ¿Qué me va a hacer ahora? Un estremecimiento
eléctrico zumba a través de mí.
—Buena chica —dice en un respiro, su pulgar deslizándose por mi labio inferior. Se
dirige a su armario y regresa con una corbata de seda gris.
—Pon tus manos juntas en frente tuyo —ordena mientras jala la toalla y la tira al piso.
Hago lo que pide y une las muñecas con su corbata, anudándolas con firmeza. Sus ojos
están brillantes y salvajes, llenos de excitación. Tira del nudo, está asegurado. Tuvo que
haber sido alguna clase de chico explorador para aprender estos nudos. ¿Ahora qué? Mi pulso
se ha ido por las nubes, el corazón latiendo a un ritmo frenético. Pasa sus dedos por
mis coletas.
—Te ves muy joven con estas —murmura y se mueve hacia el frente. Instintivamente,
me muevo hacia atrás hasta que siento la cama contra la parte de atrás de mis rodillas.
Tira su toalla, pero no puedo alejar mis ojos de su rostro. Su expresión es ardiente,
llena de deseo.
—Oh Anastasia, ¿qué te haré? —susurra mientras me baja hacia la cama, acostándose
a mi lado y poniendo mis brazos sobre mi cabeza—. Mantén tus manos aquí arriba, no
las muevas, ¿entiendes? —Sus ojos arden en los míos y estoy sin aliento por su
intensidad. Este no es un hombre con el que me querría cruzar… nunca.
—Respóndeme —exige, su voz suave.
—No moveré mis manos. —Estoy sin aliento.
—Buena chica —murmura y deliberadamente lame su labio lentamente. Estoy
fascinada por su lengua, mientras esta se desliza lentamente sobre su labio superior.
Me está mirando a los ojos, evaluándome. Se inclina y me da un beso limpio, un
rápido beso en mis labios.
—Te voy a besar por completo, señorita Steele —dice suavemente y toma mi barbilla,
alzándola, dándole acceso a mi garganta. Sus labios se deslizan por mi garganta,
besando, chupando y mordisqueando, desde la pequeña caída hasta la base de mi
cuello. Mi cuerpo demanda atención en todas partes. El reciente baño ha dejado mi
piel hipersensible. Mi sangre caliente baja hacia mi vientre, entre mis piernas, justo ahí
abajo. Gimo.
Quiero tocarlo. Muevo mis manos con bastante torpeza, dado que estoy restringida y
siento su cabello. Deja de besarme y alza la mirada hacia mí, agitando su cabeza de un
lado al otro, haciendo un sonido de desaprobación. Alcanza mis manos y las pone de
nuevo sobre mi cabeza.
—No muevas tus manos o tendremos que empezar desde el principio. —Me regaña
suavemente. Oh, es todo un bromista.
—Quiero tocarte. —Mi voz es entrecortada y fuera de control.
—Lo sé —murmura—. Mantén tus manos sobre tu cabeza —exige, su voz fuerte.
Toma mi barbilla de nuevo y empieza a besar mi cuello como antes. Oh… es tan
frustrante. Sus manos bajan por mi cuerpo y sobre mis pechos, mientras alcanza la
inclinación en la base de mi cuello con sus labios. Gira la punta de su nariz alrededor
de ella y entonces, empieza una travesía muy placentera con su boca, dirigiéndose al
sur, siguiendo el camino de sus manos, desde mi esternón hasta mis pechos. Cada uno
es besado y mordido suavemente y mis pezones son chupados tiernamente. Mierda
Santa. Mis caderas empiezan a balancearse y a moverse bajo su propia voluntad, con el
mismo ritmo que lleva su boca en mí y estoy tratando de recordar desesperadamente
mantener mis manos sobre mi cabeza.
—Quédate quieta —advierte, su aliento se siente cálido contra mi piel. Llegando a mi
ombligo, mete su lengua y luego roza suavemente mi vientre con sus dientes. Mi
cuerpo se arquea sobre la cama.
—Eres muy dulce, señorita Steele. —Su nariz se desliza sobre la línea entre mi vientre
y mi vello púbico, mordiéndome suavemente, jugueteando con su lengua. Se sienta de
repente, se arrodilla a mis pies, tomando mis tobillos y abriendo mis piernas.
Mierda Santa. Toma mi pie izquierdo, dobla mi rodilla y lleva mi pie hasta su boca.
Observando y evaluando cada una de mis reacciones, besa con ternura cada uno de
mis dedos y luego muerde cada uno suavemente bajo las almohadillas. Cuando llega a
mi dedo pequeño, lo muerde con más fuerza y convulsiono, gimiendo. Desliza su
lengua por mi empeine. Y no puedo mirarlo más. Es demasiado erótico. Voy a
quemarme. Aprieto mis ojos y trato de absorber y manejar todas las sensaciones que él
está creando. Besa mi tobillo y hace un sendero de besos desde mi pantorrilla hasta mi
rodilla, justo un poco más arriba. Luego, empieza con el pie derecho, repitiendo todo
el seductor y alucinante proceso.
—Oh, por favor —gimo cuando muerde mi dedo pequeño, la acción resonando
profundamente en mi vientre.
—Todas las cosas buenas, señorita Steele —respira.
Esta vez no se detiene en mi rodilla, sigue hasta el interior de mi muslo, separando mis
muslos mientras lo hace. Y sé que va a hacer y parte de mi quiere alejarlo porque estoy
mortificada y avergonzada. Me va a besar ¡ahí! Lo sé. Y parte de mi está haciendo gala
de la anticipación. Se gira hacia mi otra rodilla y me besa hasta los muslos, besando,
lamiendo, chupando y luego está entre mis piernas, deslizando su nariz arriba y abajo
sobre mi sexo, muy suave, muy dulce, me retuerzo… Oh Dios…
Se detiene, esperando a que me calme. Lo hago y alzo mi cabeza para mirarlo, mi boca
abierta mientras los latidos de mi corazón se esfuerzan por salir.
—¿Sabes cuán intoxicante hueles, señorita Steele? —murmura y mantiene sus ojos en
mi, empuja su nariz en mi vello púbico y aspira.
Me pongo de un color escarlata, por todas partes, sintiendo desmayo e
instantáneamente cierro mis ojos. No puedo verlo haciendo esto.
Lame suavemente la longitud de mi sexo. Oh mierda.
—Me gusta esto. —Suavemente tira de mi vello púbico—. Quizás mantengamos esto.
—Oh, por favor —ruego.
—Mmm, me gusta cuando me ruegas Anastasia.
Gimo.
—Ojo por ojo no es mi estilo habitual, señorita Steele —susurra mientras me lame
suavemente de arriba abajo—. Pero me has complacido hoy y deberías ser premiada.
—Escucho la maliciosa sonrisa en su voz y mientras mi cuerpo está cantando por sus
palabras, su lengua empieza lentamente a hacer círculos en mi clítoris mientras sus
manos sostienen mis muslos.
—¡Ahhhh! —gimo mientras mi cuerpo se arquea y convulsiona bajo el toque de su
lengua.
Da vueltas con su lengua, una y otra vez, manteniendo la tortura. Estoy perdiendo
todo sentido de mi misma, cada átomo en mi cuerpo muy concentrado en ese pequeño
y potente vértice entre mis muslos. Mis piernas se ponen rígidas, él desliza su dedo en
mi interior y escucho su gruñido.
—Oh, nena. Me encanta que estés tan mojada para mí.
Mueve su dedo en un gran círculo, estirándome, tirando de mi, su lengua repitiendo
sus acciones y gimo. Es demasiado… mi cuerpo pide ayuda y no lo puedo negar más.
Lo dejo ir, perdiendo todo pensamiento coherente mientras mi orgasmo se apodera de
mí, retorciéndose en mi interior una y otra vez. Santa mierda. Grito y el mundo se
derrumba y desaparece de vista mientras la fuerza de mi clímax hace todo nulo y
vacio.
Estoy jadeando y vagamente escucho el sonido del empaque abriéndose. Lentamente
se acomoda sobre mí y empieza a moverse. Oh… Dios. La sensación es dolorosa y
dulce, fuerte y suave a la vez.
—¿Cómo se siente esto? —dice sin aliento.
—Bien, muy bien —digo. Y empieza a moverse en serio, rápido, fuerte y grande,
entrando y saliendo de mi una y otra vez, implacable, empujándome y empujándome
hasta que estoy de nuevo cerca del límite. Gimo.
—Vente para mi, nena. —Su voz es dura, áspera, cruda en mi oído y exploto alrededor
de él.
—Gracias, joder —susurra, la mete duro una vez más y gime cuando llega a su clímax,
apretándose contra mí. Luego se queda quieto, su cuerpo rígido.
Colapsando sobre mí, siento todo su peso apretándome contra el colchón. Tiro mis
manos atadas sobre su cuello y lo sostengo lo mejor que puedo. Sé en este instante, que
haría lo que fuese por este hombre. Soy suya. La maravilla que él me ha presentado
está más allá de cualquier cosa que pudiese haber imaginado. Y él quiere llevarlo más
lejos, mucho más lejos, a un lugar que no puedo, en mi ignorancia, siquiera imaginar.
Oh, ¿qué hacer?
Se apoya en sus codos y me mira con sus grises e intensos ojos.
—Ves cuán buenos somos juntos —murmura—. Si te entregas a mí, será mucho mejor.
Créeme, Anastasia, puedo llevarte a lugares que ni siquiera sabes que existen. Sus
palabras hacen eco en mis pensamientos. Rozo su nariz contra la mía. Todavía me
estoy recuperando de mi extraordinaria reacción física hacia él y alzo la mirada en su
dirección, sin comprender, buscando algún pensamiento coherente.
De repente, nos damos cuentas de las voces en el pasillo afuera de su dormitorio. Me
toma un momento procesar lo que he escuchado.
—Pero si todavía está en la cama entonces debe estar enfermo. Nunca está en la cama a estas
horas. Christian nunca se queda dormido.
—Señora Grey, por favor.
—Taylor. No puedes alejarme de mi hijo.
—Señora Grey, él no está solo.
—¿A qué te refieres con que no está solo?
—Tiene a alguien con él.
—Oh. —Incluso yo escucho la incredulidad en su voz
Christian parpadea rápidamente, mirándome, con los ojos muy abiertos y llenos de
horror.
—Mierda, es mi madre.
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