miércoles, 24 de abril de 2013

50 Sombras de Grey- Capitulo 10

Se aleja de golpe. Me estremezco. Se sienta en la cama y tira el condón
usado a una cesta de basura.

—Vamos, necesitamos vestirnos… eso si quieres conocer a mi madre. —
Sonríe, salta fuera de la cama y se pone los jeans, ¡sin ropa interior! Lucho por
sentarme mientras sigo atada.
—Christian… no puedo moverme.

Su sonrisa se hace más grande, se inclina y desata la corbata. El patrón del tejido ha
dejado una marca alrededor de mis muñecas. Es… sexy. Me mira. Está divertido, sus
ojos danzando con alegría. Besa mi frente y me sonríe abiertamente.

—Otra primera vez —reconoce, pero no tengo ni idea de lo que está hablando.
—No tengo ropas limpias aquí. —De repente, siento pánico y considerando lo que
acabo de experimentar, el pánico no me agrada. ¡Su madre! Mierda. No tengo ropa
limpia y prácticamente nos descubrió en flagrante delito—. Tal vez debería quedarme
aquí.
—Oh, no, no lo harás —amenaza Christian—. Puedes usar algo mío. —Se ha puesto
una camiseta blanca y pasa una mano por su cabello de recién follado. A pesar de mi
ansiedad, pierdo el tren de mi pensamiento. ¿Me acostumbraré alguna vez a ver a este
hermoso hombre? Su belleza es despampanante.
—Anastasia, podrías estar usando un saco y aun así te verías encantadora. Por favor,
no te preocupes. Me gustaría que conocieras a mi madre. Vístete. Sólo iré a calmarla.
—Su boca se presiona en una línea dura—. Te espero en esa habitación en cinco
minutos, de otra forma, vendré y te arrastraré hasta ahí yo mismo en lo que sea que
estés usando. Mis camisetas están en este cajón. Mis camisas en el armario. Busca tú
misma. —Sus ojos me observan especulativamente por un momento y deja la
habitación.

Santa Mierda. La madre de Christian. Esto es mucho más de lo que esperaba. Tal vez
conocerla pondrá una pequeña parte del rompecabezas en su lugar. Puede ayudarme a
entender por qué Christian es del modo que es… Repentinamente, quiero conocerla.

Recojo mi camisa del suelo y estoy encantada de descubrir que ha sobrevivido la noche
prácticamente sin ninguna arruga. Encuentro mi sujetador azul bajo la cama y me
visto rápidamente. Pero si hay una cosa que odio, es no usar bragas limpias. Busco a
través de los cajones de su vestidor y me encuentro con el que contiene sus boxer.
Luego de ponerme un par de Calvin Klein grises ajustados, me pongo mis pantalones y
mis Converse.

Tomando mi chaqueta, me meto al baño y miro mis ojos demasiado brillantes, mi cara
ruborizada… ¡Y mi cabello! Mierda, las coletas de recién follada no me van. Rebusco
en las gavetas para encontrar un cepillo y encuentro un peine. Tendrá que servir. Una
cola de caballo es la única respuesta. Le doy un vistazo desesperado a mi ropa. Tal vez
debería aceptar la oferta de Christian sobre su ropa. Mi subconsciente tuerce los labios
y modula la palabra “ja”. La ignoro. Deslizándome en mi chaqueta, satisfecha de que
los puños cubran los reveladores patrones que dejó su corbata, doy una última mirada
ansiosa al espejo. Esto tendrá que servir. Me dirijo a la sala principal.

—Aquí está ella. —Christian se pone de pie.

Su expresión es cálida y apreciativa. La mujer de cabello arenoso junto a él se gira y
me sonríe. Se pone de pie también. Está impecablemente vestida en un traje de falda
color marrón con zapatos a juego. Se ve arreglada, elegante, hermosa y yo muero por
dentro un poco, sabiendo que me veo como un desastre.

—Madre, esta es Anastasia Steele. Anastasia, esta es Grace Trevelyan-Grey.

La Dra. Trevelyan-Grey me extiende su mano. T… ¿de Trevelyan?

—Qué placer conocerte —murmura. Si no estoy equivocada, hay sorpresa y tal vez un
aturdido alivio en su voz y un cálido resplandor en sus ojos color avellana. Tomo su
mano y no puedo evitar sonreí con igual calidez.
—Dra. Trevelyan-Grey —murmuro.
—Llámame Grace. —Sonríe y Christian frunce el ceño—. Usualmente soy la Dra.
Trevelyan y la señora Grey es mi suegra. —Hace un guiño—. Entonces, ¿cómo se
conocieron ustedes? —Mira de manera interrogante a Christian, incapaz de ocultar su
curiosidad.
—Anastasia me entrevistó para el periódico escolar de la WSU porque estaré
entregando los títulos esta semana.

Doble mierda. Había olvidado eso.

—Entonces, ¿te graduarás esta semana? —pregunta Grace.
—Sí.
Mi celular comienza a sonar. Kate, apuesto.
—Discúlpenme. —Está en la cocina. Me acerco y me inclino sobre la barra de
desayuno, sin verificar el número—. Kate.
—¡Dios mío! ¡Ana! —Oh, mierda, es José. Suena desesperado—. ¿Dónde estás? He
estado intentando contactarte. Necesito verte, disculparme por mi comportamiento del
viernes. ¿Por qué no me has regresado las llamadas?
—Mira José, ahora no es un buen momento. —Miro ansiosamente a Christian que me
está mirando intensamente, su rostro impasible mientras le murmura algo a su mamá.

Le doy la espalda.

—¿Dónde estás? Kate está siendo muy evasiva —se queja.
—Estoy en Seattle.
—¿Qué estás haciendo en Seattle? ¿Estás con él?
—José, te llamaré más tarde. No puedo hablar contigo ahora. —Cuelgo.

Camino con indiferencia de regreso hacia Christian y su madre. Grace se encuentra en
plena diatriba.

—… Y Elliot llamó para decir que estabas por aquí. No te he visto en dos semanas,
querido.
—¿Lo hizo? —murmura Christian, mirándome con expresión indescifrable.
—Pensé que tal vez podríamos almorzar juntos, pero puedo ver que tienes otros planes
y no quiero interrumpir tu día. —Toma su largo abrigo color crema y se gira hacia él,
ofreciéndole su mejilla. Él la besa brevemente, de forma dulce. Ella no lo toca.
—Tengo que llevar a Anastasia a Portland.
—Por supuesto, querido. Anastasia, ha sido un placer. Espero que nos encontremos
otra vez. —Me extiende su mano, sus ojos brillantes y las sacudimos.

Taylor aparece de… ¿dónde?

—¿Señora Grey? —pregunta.
—Gracias, Taylor. —La escolta fuera de la sala y a través de las puertas dobles hacia el
vestíbulo. ¿Taylor estuvo aquí todo el tiempo? ¿Cuánto tiempo ha estado aquí? ¿Dónde
ha estado?

Christian me mira.

—Entonces, ¿el fotógrafo llamó?

Mierda.

—Sí.
—¿Qué quería?
—Sólo disculparse, tú sabes… por lo del viernes.

Christian entrecierra sus ojos.

—Ya veo —dice simplemente.

Taylor reaparece.

—Señor Grey, hay un problema con el envío a Darfur.

Christian asiente bruscamente en su dirección.

—¿Charlie Tango está en el aeródromo Boeing?
—Sí, señor. —Taylor asiente en mi dirección—. Señorita Steele.

Le sonrío tentativamente en respuesta y él se da vuelta y se va.

—¿Vive aquí? ¿Taylor?
—Sí. —Su tono es cortante. ¿Cuál es su problema?

Christian se dirige a la cocina y toma su BlackBerry, dándole un vistazo a algunos
correos, asumo. Presiona sus labios en una línea y hace una llamada.

—Ross, ¿cuál es el problema? —suelta. Escucha, observándome, sus ojos grises están
especulativos, mientras yo estoy de pie en el centro de la gran habitación,
preguntándome qué hacer conmigo misma, sintiéndome extraordinariamente
consciente de mí, fuera de lugar.
—No pondré a ninguna tripulación en riesgo. No, cancélalo… evitaremos el aire en su
lugar… Bien. —La calidez en sus ojos ha desaparecido. Parece distraído y mirándome
una vez, se dirige a su estudio y vuelve un momento después—. Este es el contrato.
Léelo y lo discutiremos el próximo fin de semana. Te sugiero que investigues al
respecto para que estés al tanto de lo que está en juego. —Hace una pausa—. Eso es si
estás de acuerdo y de verdad espero que lo estés —agrega, en un tono más suave,
ansioso.
—¿Investigar?
—Estarás sorprendida de lo que puedes encontrar en internet —murmura.

¡Internet! No tengo acceso a ninguna computadora, sólo a la laptop de Kate y no
podría usar la de Clayton para este tipo de “investigación”, ¿o sí?

—¿Qué pasa? —pregunta, ladeando la cabeza.
—No tengo computadora. Veré si puedo usar la laptop de Kate.

Me entrega un sobre.

—Estoy seguro de que puedo… ehh, prestarte una. Toma tus cosas, iremos de regreso
a Portland y almorzaremos algo en el camino. Necesito vestirme.
—Sólo haré una llamada —murmuro. Quiero escuchar la voz de Kate. Frunce el ceño.
—¿El fotógrafo? —Su quijada se torna rígida y su mirada quema. Lo miro—. No me
gusta compartir, señorita Steele. Recuérdalo. —El tono de su voz suena como una
advertencia, con una larga y fría mirada hacia mí, se dirige de nuevo a la habitación.

Mierda. Sólo quería llamar a Kate, quiero gritarle, pero su repentina frialdad me deja
paralizada. ¿Qué ocurrió con el generoso, relajado y sonriente hombre que me estaba
haciendo el amor hace menos de una hora?

—¿Lista? —pregunta Christian mientras nos detenemos junto a las puertas dobles del
vestíbulo.

Asiento de manera vacilante. Volvió a su personaje distante, amable, tenso, su máscara
de nuevo puesta y en marcha. Lleva una bolsa de mensajero de cuero. ¿Por qué
necesita eso? Tal vez se quede en Portland y entonces, recuerdo la graduación. Oh, sí...
estará allí el jueves. Está usando una chaqueta de cuero negro. Desde luego, no se ve
como el multi millonario, billonario, la palabra que sea que termine en “ario”, con esta
ropa. Parece un chico en el camino equivocado, tal vez una estrella de rock con mal
comportamiento o un modelo de pasarela. Suspiro internamente, deseando tener una
décima parte de su aplomo. Es tan tranquilo y controlado. Frunzo el ceño, recordando
su exabrupto sobre José... bueno, parece serlo.

Taylor está rondando en el fondo.

—Mañana entonces —le dice a Taylor, quien asiente con la cabeza.
—Sí, señor. ¿Qué automóvil se va a llevar, señor?

Me mira brevemente.

—El R8.
—Buen viaje, señor Grey. Señorita Steele. —Taylor me mira amablemente, aunque tal
vez hay una pizca de piedad oculta en las profundidades de sus ojos.

No hay duda que piensa que he sucumbido a los dudosos hábitos sexuales del señor
Grey. Todavía no, sólo a sus excepcionales hábitos sexuales o tal vez el sexo es así
para todo el mundo. Frunzo el ceño ante el pensamiento. No tengo ninguna
comparación y no puedo preguntarle a Kate. Eso es algo que voy a tener que tratar con
Christian. Es perfectamente natural que deba hablar con alguien y no puedo hablar con
él si es tan abierto un minuto y tan distante al siguiente.

Taylor sostiene la puerta abierta para nosotros y nos conduce a través de ella. Christian
llama al ascensor.

—¿Qué pasa, Anastasia? —pregunta. ¿Cómo sabe que estoy analizando algo en mi
mente? Extiende su mano y tira de mi barbilla—. Deja de morderte el labio o
tendremos sexo en el ascensor y no me importa quién entre con nosotros.

Me sonrojo, pero hay un atisbo de sonrisa en sus labios, finalmente su estado de ánimo
parece estar cambiando.

—Christian, tengo un problema.
—¿Ah, sí? —Tengo toda su atención.

El ascensor llega. Entramos y Christian presiona el botón marcado con una G.

—Bueno. —Me sonrojo. ¿Cómo decir esto?—. Tengo que hablar con Kate. Tengo
muchas preguntas sobre sexo y estás demasiado involucrado. Si quieres que haga todas
estas cosas, ¿cómo puedo saber…? —Hago una pausa, tratando de encontrar las
palabras adecuadas—. Simplemente no tengo términos de referencia.

Pone los ojos en blanco en mi dirección.

—Habla con ella si es necesario. —Suena exasperado—. Asegúrate de que no le
menciona nada a Elliot.

Me enfada la insinuación. Kate no es así.

—No haría eso y no te diría nada de lo que me diga de Elliot, si fuera a decirme algo
—añado rápidamente.
—Bueno, la diferencia es que yo no quiero saber sobre su vida sexual —murmura
Christian secamente—. Elliot es un bastardo entrometido. Pero sólo habla acerca de lo
que hemos hecho hasta ahora —advierte—. Ella probablemente me quitaría mis bolas
si supiera lo que quiero hacer contigo —añade en voz tan baja que no estoy segura de
haberlo escuchado bien.
—Está bien —acepto con facilidad, sonriéndole, aliviada. La idea de Kate con las
bolas de Christian es algo en lo que no quiero pensar.

Sus labios se curvan y niega con la cabeza.

—Cuanto antes tenga tu sumisión, mejor y podemos detener todo esto —murmura.
—Detener, ¿qué?
—Tú, desafiándome. —Estira su mano hacia abajo, ahueca mi barbilla y planta un
beso rápido y dulce en mis labios mientras las puertas del ascensor se abren. Toma mi
mano y me guía dentro del garaje subterráneo.

Yo, desafiándolo... ¿cómo?

Al lado del ascensor, puedo ver el Audi 4x4 negro, pero es el elegante deportivo negro
el que se abre con un pitido y se ilumina cuando lo apunta el llavero que controla la
alarma. Es uno de esos automóviles que deberían tener a una rubia con largas piernas
y usando sólo un pequeño vestido, extendida a través del capo.

—Bonito automóvil —murmuro con sequedad.

Levanta la mirada y sonríe.

—Lo sé —dice y por una fracción de segundo, el dulce, joven, despreocupado

Christian está de vuelta. Eso me alegra el corazón. Está tan emocionado. Los chicos y
sus juguetes. Pongo mis ojos en blanco hacia él, pero no puedo reprimir mi sonrisa. Me
abre la puerta y me subo. Vaya... es bajo. Se mueve alrededor del automóvil con una
gracia fácil y dobla su larga elegancia a mi lado. ¿Cómo hace eso?

—Entonces, ¿qué tipo de automóvil es este?
—Se trata de un Audi R8 Spyder. Es un hermoso día, podemos bajar el techo. Hay una
gorra de béisbol allí. De hecho, debería haber dos. —Apunta hacia la guantera—. Y
lentes de sol si los quieres.

Enciende el automóvil y el motor ruge detrás de nosotros. Pone el bolso en el espacio
tras nuestros asientos, presiona un botón y el techo se reclina lentamente. Con un
golpecito en un interruptor, Bruce Springsteen26 nos rodea.

—Vas a amar a Bruce. —Sonríe y saca el automóvil fácilmente de su plaza del
estacionamiento hasta la rampa empinada, donde hacemos una pausa en la barrera.

Entonces estamos fuera en una mañana soleada de mayo en Seattle. Busco en la
guantera y tomo las gorras de béisbol. Los Mariners27. ¿Le gusta el béisbol? Le paso
una gorra y se la pone. Paso mi cola de caballo por la parte posterior de la mía y
arrastro hacia abajo la visera.

Las personas nos miran mientras avanzamos por las calles. Por un momento, creo que
es a él... y entonces, una parte muy paranoica piensa que todos me están mirando
porque saben lo que he estado haciendo durante las últimas doce horas, pero
finalmente, me doy cuenta de que es al automóvil. Christian parece no darse cuenta,
perdido en sus pensamientos.

El tráfico es escaso y pronto estamos en la I-5 dirigiéndonos al sur, el viento barriendo
sobre nuestras cabezas. Bruce está cantando acerca de estar ardiendo y su deseo. Cuán
adecuado. Me sonrojo mientras escucho las palabras. Christian me mira. Tiene sus
Ray-Bans28 puestas por lo que no puedo ver lo que está pensando. Su boca se inclina
un poco, estira su mano y la coloca sobre mi rodilla, apretándola suavemente. Mi
aliento se dificulta.

—¿Hambrienta? —pregunta.

No de comida.

—No especialmente.

Su boca se aprieta en una línea dura.

—Tienes que comer, Anastasia —me reprende—. Conozco un buen lugar cerca de
Olympia. Pararemos allí.Aprieta mi rodilla de nuevo y luego devuelve su mano al volante mientras baja su pie sobre el acelerador. Estoy presionada contra la parte de posterior de mi asiento. Vaya, este automóvil se puede mover.
------------------------------------------------------------------------------------------------------
26 Bruce Springsteen: Apodado "el Jefe", es un cantante, compositor y guitarrista estadounidense ampliamente conocido por su música rock.
27 Mariners: Equipo de béisbol de Seattle.
28 Ray-Bans: Marca de gafas.
------------------------------------------------------------------------------------------------------

El restaurante es pequeño e íntimo, una cabaña de madera en medio de un bosque. La
decoración es rústica: sillas y mesas al azar con manteles de cuadritos, flores silvestres
en floreros pequeños. Cuisine Sauvage29 dice un cartel encima de la puerta.

—No he estado aquí en un tiempo. No tenemos opciones, cocinan lo que sea que han
capturado o recogido. —Levanta sus cejas con fingido horror y tengo que reír. La
camarera toma la orden de nuestras bebidas. Se sonroja cuando ve a Christian,
evitando el contacto visual con él, escondiéndose bajo su flequillo rubio y largo. ¡A ella
le gusta! ¡No soy sólo yo!
—Dos vasos de Pinot Grigio —dice Christian con una voz de autoridad. Frunzo mis
labios, exasperada—. ¿Qué? —dice bruscamente.
—Quería una Coca-Cola dietética —susurro.
Sus ojos grises se entrecierran y sacude su cabeza.
—El Pinot Grigio aquí es un vino decente, irá bien con la comida, con lo que sea que
recibamos —dice con paciencia.
—¿Lo que sea que recibamos?
—Sí. —Sonríe, deslumbrante, con su cabeza inclinada con una sonrisa de lado y los
polos de mi estómago saltan por encima de mi bazo. No puedo evitar reflejar su
gloriosa sonrisa en respuesta—. Le gustaste a mi madre —dice secamente.
—¿En serio? —Sus palabras me hacen sonrojar con placer.
—Oh, sí. Siempre pensó que era gay.

Mi boca se abre y recuerdo esa pregunta... en la entrevista. Oh, no.

—¿Por qué pensaba que eras gay? —susurro.
—Porque nunca me ha visto con una chica.
—¿Oh... ni siquiera una de las quince?
Él sonríe.
—Te acordaste. No, ninguna de las quince.
—Oh.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
29Cuisine sauvage: Está en francés, en español sería cocina salvaje.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------

—Sabes, Anastasia, ha sido un fin de semana de novedades para mí también —dice en
voz baja.
—¿Lo ha sido?
—Nunca he dormido con nadie, nunca he tenido sexo en mi cama, nunca volé con
una chica en Charlie Tango, nunca le presenté una mujer a mi madre. ¿Qué me estás
haciendo? —Sus ojos arden, su intensidad me quita el aliento.

La camarera llega con nuestras copas de vino y de inmediato tomo un rápido sorbo.
¿Se está abriendo o simplemente haciendo una observación casual?

—Realmente he disfrutado este fin de semana —murmuro. Entrecierra sus ojos hacia
mí otra vez.
—Deja de morderte el labio —gruñe—. Yo también —añade.
—¿Qué es sexo vainilla? —le pregunto, cualquier cosa para distraerme de la mirada
intensa, ardiente y sexy que me está dando. Se ríe.
—Sólo es sexo sencillo, Anastasia. Sin juguetes, sin extras añadidos. —Se encoge de
hombros—. Sabes... bueno, en realidad no lo haces, pero eso es lo que significa.
—Oh. —Pensaba que el sexo que tuvimos fue brownie con cobertura de chocolate, con
una cereza en la parte superior. Pero bueno, ¿qué sé yo?

La camarera nos trae sopa. Ambos la miramos de manera dudosa.

—Sopa de ortiga —nos informa la camarera antes de girar y balancearse de regreso a la
cocina. No creo que a ella le guste ser ignorada por Christian. Pruebo tentativamente.

Es delicioso. Christian y yo levantamos la mirada el uno hacia el otro al mismo tiempo
con alivio. Me río y él inclina su cabeza hacia un lado.

—Ese es un sonido hermoso —murmura.
—¿Por qué nunca has tenido sexo vainilla antes? ¿Siempre has hecho... eh, lo que has
hecho? —pregunto, intrigada.

Asiente con la cabeza lentamente.

—Más o menos. —Su voz es cautelosa. Frunce el ceño por un momento y parece estar
involucrado en algún tipo de lucha interna. Luego levanta la vista, con una decisión
tomada—. Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía quince años.
—Oh. —¡Mierda, eso es ser joven!
—Tenía gustos muy particulares. Fui su sumiso durante seis años. —Se encoge de
hombros.
—Oh. —Mi cerebro se ha congelado, sorprendido hasta la inactividad por esta
admisión.
—Así que sé lo que implica, Anastasia. —Sus ojos brillan con comprensión. Lo miro,
incapaz de articular nada, incluso mi subconsciente está en silencio—. Realmente no
tuve una introducción común al sexo.

La curiosidad se activa a lo grande.

—¿Así que nunca saliste con alguien en la universidad?
—No. —Niega con su cabeza para enfatizar el punto.

La camarera toma nuestros platos, interrumpiéndonos por un momento.

—¿Por qué? —le pregunto cuándo se ha ido.

Sonríe sarcásticamente.

—¿De verdad quieres saber?
—Sí.
—No quería hacerlo. Ella era todo lo que quería, necesitaba. Y, además, me habría
golpeado terriblemente. —Sonríe con cariño ante el recuerdo.

Oh, esta es demasiada información… pero quiero más.

—¿Así que si era una amiga de tu madre, qué edad tenía?

Sonríe.

—Edad suficiente para saber desempeñarse mejor.
—¿Todavía la ves?
—Sí.
—¿Todavía... eh...? —Me sonrojo.
—No. —Niega con la cabeza y sonríe con indulgencia a mí—. Es una muy buena
amiga.
—Oh. ¿Lo sabe tu madre?

Me da una mirada de no-seas-estúpida.

—Por supuesto que no.

La camarera regresa con carne de venado, pero mi apetito ha desaparecido. Qué
revelación. Christian el sumiso... mierda. Tomo un trago grande del Pinot Grigio; él tiene
razón, por supuesto, es delicioso. Por Dios, todas estas revelaciones, son mucho más
en qué pensar. Necesito tiempo para procesar esto cuando esté por mi cuenta, no
cuando estoy distraída por su presencia. Es tan abrumador, tan macho alfa y ahora ha
lanzado esta bomba en la ecuación. Él sabe lo que es.

—Pero, no puede haber sido a tiempo completo… —Estoy confundida.
—Bueno, lo fue, aunque no la veía todo el tiempo. Era... difícil. Después de todo,
todavía estaba en la escuela y luego en la universidad. Come, Anastasia.
—En realidad no tengo hambre, Christian. —Estoy recuperándome de su revelación.

Su expresión se endurece.

—Come —dice en voz baja, muy baja.

Lo miro. Este hombre, abusado sexualmente cuando era adolescente, tiene un tono
muy amenazante.

—Dame un momento —murmuro en voz baja. Parpadea un par de veces.
—Está bien —murmura y continúa con su comida.

Así es como será si firmo: ordenándome. Frunzo el ceño. ¿Quiero esto? Alcanzando mi
cuchillo y tenedor, corto tentativamente la carne de venado. Es muy sabroso.

—¿Es así como nuestra relación eh... será? —susurro—. ¿Tú, ordenándome? —No
puedo obligarme a mirarlo.
—Sí —murmura.
—Ya veo.
—Y lo que es más, querrás que lo haga —añade en voz baja.

Sinceramente, lo dudo. Corto otro trozo de carne de venado, sosteniéndolo contra mi
boca.

—Es un gran paso —murmuro y como.
—Lo es. —Cierra sus ojos un instante. Cuando los abre, están amplios y serios—.
Anastasia, tienes que ir con tus instintos. Has la investigación, lee el contrato, estaré
feliz de discutir cualquier aspecto. Estaré en Portland hasta el viernes si quieres hablar
de ello antes de esa fecha. —Sus palabras vienen a mí apresuradamente—. Llámame,
tal vez podamos cenar, por ejemplo ¿el miércoles? Realmente quiero hacer funcionar
esto. De hecho, nunca he querido nada tanto como quiero que esto funcione.

Su sinceridad quema, su anhelo se refleja en sus ojos. Esto es principalmente lo que no
comprendo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no una de las quince? Oh, no... ¿eso seré yo? ¿un
número? ¿El dieciséis de muchas?

—¿Qué pasó con las quince? —Dejo escapar.

Levanta sus cejas con sorpresa, luego luce resignado, negando con su cabeza.

—Varias cosas, pero se reduce a… —Hace una pausa, tratando de encontrar las
palabras, creo—. Incompatibilidad. —Se encoge de hombros.
—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?
—Sí.
—¿Así que ya no estás viendo a ninguna de ellas?
—No, Anastasia, no lo hago. Soy monógamo en mis relaciones.

Ah... esto son noticias.

—Ya veo.
—Investiga, Anastasia.

Bajo mi cuchillo y tenedor. No puedo comer más.

—¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que vas a comer?

Asiento con la cabeza. Me frunce el ceño, pero decide no decir nada. Doy un pequeño
suspiro de alivio. Mi estómago está agitándose con toda esta nueva información y me
siento un poco mareada por el vino. Lo veo mientras devora todo su plato. Come
como un caballo. Debe hacer ejercicio para mantenerse en tan buena forma. El
recuerdo de la forma en que su pijama cuelga de sus caderas viene espontáneamente a
mi mente. La imagen es totalmente distractora. Me retuerzo incómodamente. Levanta
la vista hacia mí y me sonrojo.

—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando en este mismo momento —
murmura. Me sonrojo más. Me sonríe, con una sonrisa malvada—. Puedo adivinar —
bromea en voz baja.
—Me alegro de que no puedas leer mi mente.
—Tu mente, no, Anastasia, pero tu cuerpo, ese lo he llegado a conocer bastante bien
desde ayer. —Su voz es sugerente. ¿Cómo es que cambia tan rápidamente de un estado
de ánimo al otro? Es tan voluble... es difícil mantener el ritmo.

Le hace gestos a la camarera y le pide la cuenta. Una vez que ha pagado, se para y me
extiende su mano.

—Ven. —Tomando mi mano en la suya, me lleva de nuevo al automóvil. Este
contacto, piel con piel, es lo que es tan inesperado de él, es normal, íntimo. No puedo
conciliar este gesto común, tierno, con lo que él quiere hacer en esa habitación... El
Salón Rojo del Dolor.

Estamos en silencio en el viaje de Olympia a Vancouver, ambos perdidos en nuestros
propios pensamientos. Cuando estaciona afuera de mi departamento, son las cinco de
la tarde. Las luces están encendidas, Kate está en casa. Empacando, sin duda, a menos
que Elliot todavía esté allí. Apaga el motor y me doy cuenta de que voy a tener que
dejarlo.

—¿Quieres entrar? —le pregunto. No quiero que se vaya. Quiero prolongar nuestro
tiempo juntos.
—No. Tengo trabajo que hacer —dice simplemente, mirándome, una expresión
inescrutable.

Miro abajo hacia mis manos mientras junto mis dedos. De repente, me siento
emocional. Él se va. Estirando su mano, toma una de las mías y lentamente la lleva
hasta su boca, con ternura besando el dorso de mi mano, como un gesto dulce y
pasado de moda. Mi corazón salta hasta mi boca.

—Gracias por este fin de semana, Anastasia. Ha sido... el mejor. ¿Miércoles? ¿Te
recogeré en el trabajo, desde cualquier lugar? —dice en voz baja.
—Miércoles —susurro.

Besa mi mano de nuevo y la coloca de vuelta en mi regazo. Sale, da la vuelta hacia mi
lado y abre la puerta del pasajero. ¿Por qué me siento de repente desprovista? Un nudo
se forma en mi garganta. No debo permitir que me vea así. Fijando una sonrisa en mi
cara, salgo fuera del coche y continúo por el camino, sabiendo que tengo que enfrentarme a Kate, temiendo enfrentarme a Kate. Me doy la vuelta y lo miro a medio camino. Barbilla arriba Steele, me reprendo a mí misma.

—Oh… por cierto, llevo tu ropa interior. —Le ofrezco una pequeña sonrisa y levanto
la cinturilla de los boxer que llevo para que pueda ver. La boca de Christian cae
abierta, sorprendida. Qué gran reacción. Mi humor cambia inmediatamente y entro
pavoneándome en la casa, parte de mí queriendo saltar y lanzar el puño al aire. ¡SÍ! Mi
diosa interior está encantada.

Kate está en la sala de estar empaquetando sus libros en cajas.

—Estás de vuelta. ¿Dónde está Christian? ¿Cómo estás? —Su voz es febril, ansiosa y
salta hacia mí agarrando mis hombros, analizando mi rostro minuciosamente antes
incluso de que hubiera dicho hola.

Mierda… tengo que tratar con la persistencia y la tenacidad de Kate y estoy en posesión
de un documento legal firmado diciendo que no puedo hablar. No es una mezcla
saludable.

—Bueno, ¿cómo fue? No pude parar de pensar en ti, después de que Elliot se fue,
quiero decir. —Sonríe maliciosamente.

No puedo dejar de sonreír ante su preocupación y su ardiente curiosidad, pero de
repente, me siento tímida. Me sonrojo. Fue muy privado. Todo ello. Ver y saber lo que
Christian tiene que esconder. Pero tengo que darle algunos detalles, porque no me
dejará en paz hasta que lo haga.

—Fue bien, Kate. Muy bien, creo —digo tranquilamente, intentando esconder mi
vergonzosa sonrisa que lo dice todo.
—¿Tú crees?
—No tengo nada para compararlo, ¿no? —Me encojo de hombros en tono de disculpa.
—¿Te hizo llegar?

Mierda. Es muy contundente. Me vuelvo de color escarlata.

—Sí —murmuro, exasperada.

Kate me empuja al sofá y nos sentamos. Estrecha mis manos.

—Eso está bien. —Kate me mira con incredulidad—. Fue tu primera vez. Wow,
Christian debe saber realmente lo que está haciendo.

Oh Kate, si tú supieras.

—Mi primera vez fue horrible —continúa, haciendo una cara de comedia triste.
—¿Oh? —Esto me tiene interesada, es algo que nunca antes había divulgado.
—Sí, Steve Paton. Escuela secundaria, un deportista idiota. —Se estremece—. Fue
rudo. No estaba preparada. Ambos estábamos borrachos. Tú sabes… el típico desastre
adolescente post-baile. Ugh… me llevó meses antes de decidir probar otra vez. Y no
con él, la maravilla sin agallas. Era demasiado joven. Tuviste razón al esperar.
—Kate, eso suena horrible.

Kate parece pensativa.

—Sí, me llevó casi un año tener mi primer orgasmo a través del sexo con penetración y
aquí estás tú… ¿la primera vez?

Asiento tímidamente. Mi diosa interior se sienta en la posición del loto pareciendo
serena, excepto por la disimulada y autocomplaciente sonrisa en su rostro.

—Me alegro de que la perdieras con alguien que sabe diferenciar entre su culo y su
codo. —Me guiña el ojo—. Así que, ¿cuándo vas a verlo de nuevo?
—El miércoles. Vamos a cenar.
—¿Así que todavía te gusta?
—Sí. Pero no sé acerca del… futuro.
—¿Por qué?
—Él es complicado, Kate. Tú sabes… vive en un mundo muy diferente al mío. —Gran
excusa. Creíble también. Mucho mejor que: Tiene un Salón Rojo del Dolor y quiere
hacerme su esclava sexual.
—Oh por favor, no dejes que esto sea por el dinero, Ana. Elliot dice que es muy
insólito para Christian salir con alguien.
—¿Lo dijo? —Mi voz se alza varias octavas.

¡Demasiado obvia, Steele! Mi subconsciente me mira, meneando su largo y delgado dedo,
entonces se transforma en la balanza de la justicia para recordarme que él podría
demandarme si revelo demasiado. Ja… ¿qué va a hacer?, ¿quitarme todo mi dinero? Debo
recordar googlear “penalizaciones por romper un acuerdo de no divulgación” mientras
hago el resto de mi “investigación”. Es como si me hubieran dado una tarea escolar.

Tal vez incluso me gradúe. Me sonrojo, recordando mi A por el experimento en el
baño esta mañana.

—Ana, ¿qué pasa?
—Sólo recordando algo que Christian dijo.
—Te ves diferente —dice Kate afectuosamente.
—Me siento diferente. Dolorida —confieso.
—¿Dolorida?
—Un poco. —Me sonrojo.
—Yo también. Hombres —dice con disgusto simulado—. Son animales. —Ambas nos
reímos.
—¿Estás dolorida? —exclamo.
—Sí… uso excesivo.

Me río tontamente.

—Cuéntame acerca del uso excesivo de Elliot —pregunto cuando he parado de reír.

Oh, puedo sentirme a mí misma relajándome por primera vez desde que estaba en la
cola del bar… antes de la llamada de teléfono que comenzó todo esto, cuando estaba
admirando al señor Grey desde la distancia. Felices días sin complicaciones.

Kate se sonroja. Oh Dios… Katherine Agnes Kavanagh se vuelve toda Anastasia Rose
Steele conmigo. Me lanza una mirada húmeda. Nunca la había visto reaccionar de esta
forma por un hombre antes. Mi mandíbula cae al suelo. ¿Dónde está Kate y qué has hecho
con ella?

—Oh, Ana. —Deja salir a borbotones—. Él es tan… Todo. Y cuando nosotros… oh…
realmente bueno. —Difícilmente puede hilvanar una frase, está mal.
—Creo que estás intentando decirme que te gusta.

Asiente, sonriendo como una loca.

—Y voy a verlo el sábado. Nos va a ayudar a mudarnos. —Juntas sus manos, da un
brinco fuera del sofá y hace piruetas hasta la ventana. Mudanza. Mierda… me había
olvidado de eso, incluso con las cajas de embalaje rodeándonos.
—Es muy amable de su parte —digo apreciativamente. Puedo llegar a conocerlo
también. Quizás pueda darme una visión más clara de su extraño y perturbador
hermano—. Así que, ¿qué hicieron anoche? —pregunto. Ladea la cabeza hacia mí y
eleva las cejas en una mirada de tú-que-crees-estúpida.

—Más o menos lo que hiciste, aunque cenamos primero. —Me sonríe—. ¿Estás
realmente bien? Pareces un poco agobiada.
—Me siento agobiada. Christian es muy intenso.
—Sí, puedo ver cómo puede ser. ¿Pero fue bueno contigo?
—Sí —la tranquilizo—. Estoy realmente hambrienta, ¿debería cocinar?

Asiente y recoge dos libros más para empaquetar.

—¿Qué quieres hacer con los libros de catorce mil dólares? —pregunta.
—Voy a devolvérselos.
—¿De verdad?
—Es un regalo exagerado. No puedo aceptarlo, especialmente ahora. —Le sonrío a
Kate y ella asiente.
—Te entiendo. Te llegaron un par de cartas y José estuvo llamando hora tras hora.

Sonaba desesperado.

—Lo llamaré —murmuro evasivamente. Si le dijera a Kate acerca de José, se lo sirve
en el desayuno. Recojo las cartas de la mesa del comedor y las abro—. ¡Hey, tengo
entrevistas! La semana siguiente, en Seattle, ¡para las plazas de practicantes!
—¿Para qué editorial?
—¡Para ambas!
—Te dije que tu GPA30 te abriría puertas, Ana. —Kate, por supuesto, ya tiene un cupo
de prácticas en el Seattle Times. Su padre conoce a alguien que conoce a alguien.
—¿Cómo se siente Elliot acerca de que vayas a irte lejos? —pregunto.

Kate entra en la cocina, por primera vez esta tarde, está desconsolada.

—Entiende. Parte de mí no quiere irse, pero es tentador tumbarse al sol por un par de
semanas. Además, mi mama está soportándolo, pensando que este será nuestro último
viaje real en familia antes de que Ethan y yo salgamos de cabeza al mundo al empleo
remunerado.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
30 GPA: Es un promedio de calificaciones. Es calculado dividiendo el número de puntos de calificación que un estudiante obtuvo en un periodo, determinado, dividido por el número total de créditos cursados
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Nunca he tenido que dejar Estados Unidos. Kate se va a Barbados con sus padres y su
hermano Ethan por dos semanas enteras. Voy a echarla de menos en nuestro nuevo
departamento. Será extraño. Ethan ha estado viajando por el mundo desde que se
graduó el año pasado. Me pregunto brevemente si lo veré antes de que se vayan de
vacaciones. Es un chico encantador. El teléfono suena, sacándome de mi ensueño.

—Será José —suspiro. Sé que tengo que hablar con él. Agarro el teléfono—. Hola.
—Ana, ¡regresaste! —grita José con alivio.
—Obviamente. —El sarcasmo se filtra en mi voz y pongo mis ojos en blanco hacia el
teléfono.

Está en silencio por un momento.

—¿Puedo verte? Siento lo del viernes en la noche. Estaba ebrio… y tú… bien. Ana por
favor, perdóname.
—Por supuesto que te perdono José. Sólo no lo hagas otra vez. Sabes que no me siento
de ese modo por ti.

Suspira pesadamente, triste.

—Lo sé, Ana. Sólo pensé que, si te besaba, podía cambiar la forma en que te sientes.
—José, te quiero mucho, significas mucho para mí. Eres como el hermano que nunca
tuve. Eso no va a cambiar. Tú lo sabes. —Odiaba decepcionarlo, pero esa es la verdad.
—Entonces, ¿estás con él ahora? —Su tono está lleno de desdén.
—José, no estoy con nadie.
—Pero pasaste la noche con él.
—Eso no es asunto tuyo.
—¿Es por el dinero?
—¡José! ¡Cómo te atreves! —le grito, tambaleándome por su audacia.
—Ana —se queja y se disculpa simultáneamente. No puedo hacer frente a sus celos
mezquinos ahora. Sé que está herido, pero mi plato está repleto al tratar con Christian
Grey.
—Quizá podamos tomar un café o algo mañana. Te llamaré. —Soy conciliadora. Es
mi amigo. Estoy muy encariñada con él. Pero ahora mismo, no necesito esto.
— Mañana entonces. ¿Llamarás? —La esperanza en su voz retuerce mi corazón.
—Sí… buenas noches, José —Cuelgo sin esperar su respuesta.
—¿De qué trataba todo eso? —demanda Katherine, sus manos sobre sus caderas.

Decido que la honestidad es la mejor política. Me está mirando más irritada que
nunca.

—Intento besarme el viernes.
—¿José? y ¿Christian Grey? Ana, tus feromonas deben estar trabajando tiempo extra.
¿En qué estupidez estabas pensando? —Sacude la cabeza con disgusto y vuelve a las
cajas de embalaje.

Cuarenta y cinco minutos más tarde, dejamos de hacer nuestro equipaje para ponernos
con la especialidad de la casa, mi lasaña.

Kate abre la botella de vino y nos sentamos entre las cajas, comiendo, bebiendo vino
tinto barato y viendo televisión basura. Es normal. Es tan de vuelta a la tierra y
bienvenido después de las pasadas cuarenta y ocho horas de… locura. Como, por
primera vez sin prisas, tranquila. ¿Qué pasa con él y la comida? Kate limpia los platos y
termino de empacar las cosas de la sala de estar. Nos quedamos con el sofá, la
televisión y la mesa del comedor. ¿Qué más podemos necesitar? Sólo falta empacar lo
de la cocina y los dormitorios.

El teléfono suena nuevamente. Es Elliot. Kate me guiña y salta a su habitación como si
tuviera catorce años. Sé que debería estar escribiendo su discurso de despedida, pero
parece que Elliot es más importante. ¿Qué pasa con los hombres Grey? ¿Qué es lo que
los hace totalmente distractores, absorbentes e irresistibles? Tomo otro trago de vino.
Paso los canales de televisión, pero en el fondo, sé que sólo estoy postergándolo.

Quemando como un brillante agujero rojo en mi bolsa, está el contrato. ¿Tengo la
fuerza para leerlo esta noche?

Pongo mi cabeza en mis manos. José y Christian, ambos quieren algo de mí. José es
fácil de tratar. Pero Christian… Christian está en una liga completamente diferente en
cuanto a dirección y comprensión. Una parte de mí quiere correr y esconderse. ¿Qué
voy a hacer? Sus ardientes ojos grises y su intensa mirada ardiente entran en mi mente
y mi cuerpo se tensa ante el pensamiento. Me corta la respiración. Ni siquiera está aquí
y estoy excitada. ¿Esto no puede ser sólo acerca del sexo o sí? Recuerdo sus bromas
gentiles esta mañana en el desayuno, su alegría por mi deleite con el paseo en
helicóptero, él tocando el piano… la dulce y oh-tan-triste música llena de alma.

Es una persona tan complicada. Y ahora tengo una idea de por qué. Un joven privado
de su adolescencia, abusado sexualmente por la mala figura de la señora Robinson…
no es de extrañar que haya envejecido antes de tiempo. Mi corazón se llena de tristeza
ante el pensamiento de lo que debe haber pasado. Soy demasiado ingenua para saber
exactamente qué, pero la investigación puede arrojar algo de luz. Pero, ¿realmente
quiero saber? ¿Quiero explorar ese mundo del que no sé nada? Es un paso muy grande.

Si no lo hubiera conocido, aún estaría feliz y dulcemente ajena a eso. Mi mente se
desvía a la noche anterior y esta mañana… y la increíble sensualidad que he
experimentado. ¿Quiero decir adiós a eso? ¡No! Grita mi subconsciente… mi diosa
interna asiente en silencio de acuerdo con ella.

Kate se pasea de nuevo por la sala de estar, sonriendo de oreja a oreja. Tal vez está
enamorada… la miro boquiabierta. Nunca se había comportado así.

—Ana, me voy a la cama, estoy muy cansada.
—También yo, Kate.

Me abraza.

—Me alegro que estés de vuelta en una pieza. Hay algo acerca de Christian —añade
tranquilamente en tono de disculpa. Le doy una pequeña sonrisa tranquilizadora,
mientras pienso... ¿Cómo diablos lo sabe? Esto es lo que la hará una gran periodista, su
intuición inquebrantable.

Recogiendo mi bolso, deambulo sin ganas hacia mi dormitorio. Estoy muy cansada
por todos nuestros esfuerzos carnales del día anterior y por el completo y absoluto
dilema que encaro. Me siento en la cama y con cuidado, extraigo el sobre de papel
manila de la bolsa, girándolo una y otra vez en mis manos. ¿Realmente quiero saber la
extensión de la depravación de Christian? Es muy desalentador. Tomo una respiración
profunda y con el corazón en la garganta, abro el sobre.

12 comentarios:

  1. Joder como coño puede caminar hahahah ok no como que el pervertido cambia muy rápido de animo no?

    ResponderEliminar
  2. Es demasiado interesante.

    ResponderEliminar
  3. OMG sin palabras ... =O

    ResponderEliminar
  4. esto es muy interesante osea no podes dejar de leerlo, aunque podría decir que Christian da un poco de miedo , eso de ser esclava sexual asusta ¿una vieja lo violo?

    ResponderEliminar
  5. Es increíble como es de cautivadora la historia

    ResponderEliminar
  6. "Desde luego, no se ve como el multimillonario, billonario, la palabra que sea que termine en “ario”, con esta ropa." jaajajajajaja que idealista.

    ResponderEliminar
  7. Caminar sin ningún problema después de haber pasado una noche así no lo creo

    ResponderEliminar
  8. Las rosas son rojas, el cielo esponjoso, christian grey por favor llevame al cuarto rojo

    ResponderEliminar