lunes, 22 de abril de 2013

50 Sombras de Grey- Capitulo 3


Kate está feliz.

—Pero ¿qué estaba haciendo en Clayton? —Su curiosidad exuda a través del 
teléfono. Estoy en el fondo de la sala de archivo, tratando de mantener mi voz 
casual.
—Estaba en la zona.
—Creo que es una enorme coincidencia, Ana. ¿No crees que estaba allí para verte? —
especula. Mi corazón se tambalea ante la perspectiva, pero es una alegría efímera. La 
aburrida y decepcionante realidad es que él estaba allí por negocios.
—Estaba visitando la división de agricultura de la WSU. Está financiando una 
investigación —murmuro.
—Oh, sí. Le está dando al departamento 2.5 millones de dólares.
Wow.
—¿Cómo sabes?
—Ana, soy periodista y he escrito un artículo sobre él. Es mi trabajo saber esto.
—Bueno, Carla Bernstein, no te vuelvas loca. Entonces, ¿quieres estas fotos?
—Por supuesto que sí. La pregunta es, ¿quién va a hacerlo y dónde?
—Podríamos preguntarle a él en dónde. Dice que se va a quedar en la zona.
—¿Puedes comunicarte con él?
—Tengo su número de teléfono celular.
Kate jadea.
—El soltero más rico, difícil de alcanzar y enigmático en el estado de Washintong, 
simplemente te dio su número de teléfono celular.
—Eh... sí.
—¡Ana! Le gustas. Sin lugar a dudas. —Su tono es enfático.
—Kate, está tratando de ser amable. —Pero a medida que digo las palabras, me doy 
cuenta de que no es cierto… Christian Grey no es amable. Educado, tal vez. Y una 
pequeña voz me susurra: tal vez Kate tiene razón. Mi cuero cabelludo se eriza ante la 
idea de que quizás, sólo quizás, tal vez le guste. Después de todo, dijo que se alegraba 
de que Kate no hiciera la entrevista. Me abrazo con silenciosa alegría, balanceándome 
de lado a lado, considerando por un breve momento con la posibilidad de que tal vez 
yo podría gustarle. Kate me trae de nuevo a la actualidad.
—No sé a quién vamos a llevar para hacer la toma. Levi, nuestro fotógrafo habitual, 
no puede. Está en su casa en Idaho Falls por el fin de semana. Se va a molestar por 
perder la oportunidad de fotografiar a uno de los empresarios líderes de América
—Hmm... ¿Qué hay de José?
—¡Buena idea! Pregúntale, él haría cualquier cosa por ti. Luego llamas a Grey y
averigua dónde nos quiere. —Kate es irritantemente arrogante respecto a José.
—Creo que deberías llamarlo.
—¿A quién, a José? —se burla Kate.
—No, a Grey.
—Ana, tú eres la que tiene la relación.
—¿Relación? —chillo, alzando mi voz unas cuantas octavas—. Apenas lo conozco.
—Por lo menos lo conociste —dice con amargura—. Y parece que quiere conocerte 
mejor. Ana, sólo llámalo —dice y cuelga. Es tan mandona a veces. Le frunzo el ceño a 
mi celular y le saco la lengua.

Apenas estoy dejándole un mensaje a José cuando Paul entra en el almacén buscando 
papel de lija.

—Estamos un poco ocupados allí, Ana —dice sin acritud.
—Sí, bueno, lo siento —murmuro, volviendo a salir.
—Así que, ¿cómo es que conoces a Christian Grey? —La voz indiferente de Paul es 
poco convincentemente.
—Tuve que hacerle una entrevista para nuestro periódico estudiantil. Kate no estaba 
bien. —Me encojo de hombros, tratando de sonar casual pero no lo hago mejor que él.
—Christian Grey en Clayton. Imagínate —resopla Paul, asombrado. Sacude la cabeza 
como para despejarse—. De todos modos, ¿quieres ir por un trago o algo esta noche?

Cada vez que está en casa me invita a salir y siempre le digo que no. Es un ritual. 
Nunca he considerado una buena idea tener una cita con el hermano del jefe, además, 
Paul es lindo en ese estilo de Chico-Americano-hijo de vecino, pero no es un héroe 
literario, ni con un mínimo esfuerzo de imaginación. ¿Lo es Grey?, me pregunta mi 
subconsciente, con su ceja simbólicamente levantada. Le doy una palmada para que se 
calle.

—¿No tienes una cena familiar o algo debido a tu hermano?
—Eso es mañana.
—Quizás en otra ocasión, Paul. Tengo que estudiar esta noche. Tengo mis exámenes 
finales la próxima semana.
—Ana, uno de estos días, dirás que sí —dice sonriendo, mientras escapo hacia la sala 
de ventas.
—Yo hago fotos de lugares Ana, no de personas —se queja José.
—José, ¿por favor? —le ruego. Tomando mi celular, paseo por la sala de nuestro 
apartamento, deteniéndome frente a la ventana a mirar la pálida luz del atardecer.
—Dame ese teléfono. —Kate me quita el teléfono, sacudiendo su sedoso cabello rubio
rojizo por encima del hombro—. Escucha, José Rodríguez, si quieres que nuestro 
periódico cubra la entrada de tu show, tomarás esta foto para nosotros mañana 
¿Capiche? —Kate puede ser increíblemente difícil. 
—Bien. Ana volverá a llamar con la dirección y la hora. Nos vemos mañana. —Cierra 
la tapa de mi teléfono—. Arreglado. Todo lo que necesitamos hacer ahora es decidir 
dónde y cuándo. Llámalo. —Sostiene el teléfono frente a mí. Mi estómago gira—. 
Llama a Grey, ¡ahora!

Le frunzo el ceño y busco en mi bolsillo su tarjeta. Tomo una respiración profunda, 
estabilizante y con los dedos temblorosos, marco el número.

Él responde al segundo timbre. Su tono es contenido, tranquilo y frío.

—Grey.
—Eh... ¿Sr. Grey? Es Anastasia Steele. —No reconozco mi propia voz, estoy tan 
nerviosa. Hay una breve pausa. Estoy temblando.
—Señorita Steele. Qué bueno saber de usted. —Su voz ha cambiado. Se sorprende, 
creo y suena tan cálido... incluso seductor. Mi respiración se entrecorta y suspiro. Soy 
consciente de que de repente Katherine Kavanagh me está mirando con la boca abierta 
y me lanzo hacia la cocina para evitar su escrutinio no deseado.
—Eh… nos gustaría seguir adelante con la sesión de fotos para el artículo. —Respira, 
Ana, respira. Mis pulmones se arrastran en una respiración apresurada—. Mañana, si 
eso está bien. ¿Dónde sería conveniente para usted, señor?

Casi puedo escuchar su sonrisa de esfinge a través del teléfono.

—Me quedo en el Heathman de Portland. Digamos, ¿a las nueve y media de la 
mañana?
—Bueno, nos vemos allí. —Estoy toda efusiva y entrecortada… como un niño, no 
como una mujer adulta que puede votar y beber legalmente en el Estado de 
Washington.
—Estaré esperándolo, señorita Steele. —Me imagino el brillo perverso en sus ojos 
grises. ¿Cómo hace para que cuatro pequeñas palabras contengan tantas tentadoras 
promesas? Cuelgo. Kate está en la cocina y me observa con una mirada de 
consternación total y absoluta en su rostro.
—Anastasia Rose Steele. ¡Te gusta! Nunca te he visto o escuchado tan, tan... afectada 
por nadie. En realidad estás ruborizada.
—Oh, Kate, tú sabes que me sonrojo todo el tiempo. Es un riesgo laboral conmigo. No 
seas ridícula —le suelto. Parpadea, mirándome con sorpresa —muy rara vez saco mis 
juguetes del coche— y me arrepiento brevemente—. Sólo lo encuentro... intimidante, 
eso es todo.
—Heathman, figúrate —murmura Kate—. Voy a llamar al manager para negociar un 
espacio para la toma. 
—Haré la cena. Luego tengo que estudiar. —No puedo ocultar mi irritación con ella 
mientras abro uno de los armarios para hacer la cena.

Estoy intranquila esa noche, dando vueltas y vueltas. Soñando con ojos grises llenos de 
humo, overoles, piernas largas, dedos largos y oscuros, oscuros sitios inexplorados. Me 
levanto dos veces en la noche, mi corazón latiendo con fuerza. Oh, voy a lucir hermosa 
mañana durmiendo tan poco, me regaño. Golpeo mi almohada y trato de dormir.

El Heathman está situado en el corazón del centro de Portland. Su impresionante 
edificio de piedra marrón se terminó justo a tiempo para la ruptura de finales de 1920. 
José, Travis y yo estamos viajando en mi escarabajo y Kate está en su CLK, ya que no 
caben todos en mi coche. Travis es el amigo de José y su ayudante, está aquí para 
ayudar con la iluminación. Kate ha logrado conseguir que nos permitan usar una 
habitación en el Heathman sin costo alguno por la mañana a cambio de un crédito en 
el artículo. Cuando ella explica en la recepción que estamos aquí para fotografiar al
Gerente General Christian Grey, instantáneamente nos suben a una suite. Una de 
tamaño regular, sin embargo, ya que al parecer el Sr. Grey está ocupando la más 
grande del edificio. 

Un ejecutivo de marketing nos muestra la suite… es terriblemente joven y está muy 
nervioso por alguna razón. Sospecho que es la belleza de Kate y su forma autoritaria lo
que lo desarma, porque él es como plastilina en sus manos. Las habitaciones son 
elegantes, discretas y decoradas con opulencia.

Son las nueve. Tenemos una media hora para arreglarlo todo. Kate está en pleno 
movimiento.

—José, creo que vamos a hacer la toma contra la pared, ¿estás de acuerdo? —No 
espera por su respuesta—. Travis, limpia las sillas. Ana, ¿podrías pedirle al ama de 
llaves que traiga algunos refrescadores de ambiente? Y Avísale a Grey dónde estamos.
Sí, señora. Ella es muy dominante. Pongo los ojos en blanco, pero hago lo que me dice.
Media hora más tarde, Christian Grey entra en nuestra suite.

¡Santa Mierda! Lleva una camisa blanca, con el cuello abierto y pantalones de franela 
gris que cuelgan de sus caderas. Su pelo rebelde aún está húmedo por la ducha. Mi 
boca se seca mirándolo... es tan malditamente caliente. Grey es seguido dentro de la 
suite por un hombre de treinta y tantos años, con corte de militar, vestido con un traje 
oscuro y corbata, que se queda en silencio en un rincón. Sus ojos color avellana nos 
observan impasibles.

—Señorita Steele, nos encontramos de nuevo. —Grey extiende su mano y la estrecho, 
parpadeando rápidamente. Oh mi... él es en realidad, bastante... wow. Mientras sujeto 
su mano, percibo esa deliciosa corriente que atraviesa e ilumina mi cuerpo, me hace 
sonrojar y estoy segura de que mi respiración errática debe ser audible.
—Señor Grey, le presento a Katherine Kavanagh —murmuro, agitando una mano 
hacia Kate, que se adelanta, mirándolo a los ojos.
—La tenaz señorita Kavanagh. ¿Cómo está? —Le da una pequeña sonrisa, luciendo 
genuinamente divertido—. ¿Confío en que se sienta mejor? Anastasia dijo que estaba
enferma la semana pasada.
—Estoy bien, gracias, Sr. Grey. —Le da la mano con firmeza y sin pestañear. Me 
recuerdo a mí misma que Kate ha estado en las mejores escuelas privadas de 
Washington. Su familia tiene dinero y ha crecido con confianza y segura de su lugar en 
el mundo. No asume ningún tipo de basura. Estoy asustada de ella—. Gracias por 
tomarse el tiempo para hacer esto. —Le da una sonrisa amable y profesional.
—Es un placer —responde, volviendo su mirada hacia mí, haciéndome sonrojar otra 
vez. Diablos.
—Este es José Rodríguez, nuestro fotógrafo —le digo, sonriéndole a José quien me 
devuelve una sonrisa afectuosa. Sus ojos son fríos cuando mira a Grey.
—Señor Grey. —Asiente con la cabeza.
—Señor Rodríguez. —La expresión de Grey cambia mucho mientras evalúa a José—. 
¿Dónde me prefiere? —pregunta Grey. Su tono suena vagamente amenazante. Pero 
Katherine no está dispuesta a dejar que José haga un espectáculo.
—Señor Grey, ¿podría sentarse aquí por favor? Tenga cuidado con los cables de la 
iluminación. Y luego tomaremos también algunas de pie. —Lo dirige a una silla 
colocada contra la pared.

Travis enciende las luces, encegueciendo momentáneamente a Grey y murmura una 
disculpa. A continuación, Travis y yo damos un paso atrás y vemos cómo José dispara 
su cámara. Toma varias fotografías, pidiéndole a Grey que se mueva de esta manera, 
luego de esta otra, que mueva su brazo, que lo baje de nuevo. Pasando al trípode, José 
toma varias más, mientras que Grey se sienta y posa, paciente y naturalmente, durante 
unos veinte minutos. Mi deseo se ha hecho realidad: Puedo estar de pie y admirar a 
Grey de cerca. Dos veces nuestros ojos se encuentran y tengo que alejarme de su 
mirada turbia.

—Suficientes sentado —dice Katherine de nuevo—. ¿De pie, Sr. Grey? —pregunta.
Él se pone de pie y Travis se escabulle para quitar la silla. El disparador en la Nikon de 
José comienza a hacer clic de nuevo.
—Creo que tenemos suficientes —anuncia José, cinco minutos más tarde.
—Grandioso —dice Kate—. Gracias de nuevo, Sr. Grey. —Le da la mano, al igual 
que José.
—Estoy ansioso por leer el artículo, señorita Kavanagh —murmura Grey y se vuelve 
hacia mí, de pie junto a la puerta—. ¿Podría caminar conmigo, señorita Steele? —
pregunta.
—Claro —digo, totalmente desconcertada. Miro ansiosamente a Kate, quien se encoge 
de hombros. Me doy cuenta de que José tiene el ceño fruncido detrás de ella.
—Buen día para todos —dice Grey mientras abre la puerta, parándose a un lado para 
que yo pueda ir primero.

Infierno Santo... ¿qué es esto? ¿Qué quiere? Me detengo en el pasillo del hotel, 
moviéndome nerviosamente mientras Grey sale de la habitación, seguido por el Sr. 
corte de militar en su traje impecable.

—Yo te llamo, Taylor —murmura a corte de militar. Taylor camina por el pasillo y 
Grey vuelve sus ardientes ojos grises hacia mí. Mierda… ¿hice algo malo?—. Me 
preguntaba si te gustaría acompañarme a tomar café esta mañana.

Mi corazón salta de golpe hasta mi boca. ¿Una cita? Christian Grey me está pidiendo una 
cita. Pregunta si deseo tomar un café. Tal vez piensa que no te has despertado todavía, mi 
subconsciente gime en un modo burlón otra vez. Me aclaro la garganta tratando de 
controlar mis nervios.

—Debo llevar a todos a casa —murmuro en tono de disculpa, retorciendo mis manos y 
dedos frente a mí.
—¡Taylor! —llama, haciéndome saltar. Taylor, que se había retirado por el pasillo, se 
da la vuelta y se dirige de nuevo hacia nosotros—. ¿Regresan a la universidad? —
pregunta Grey, su voz suave e inquietante. Asiento con la cabeza, demasiado aturdida 
como para hablar—. Taylor puede llevarlos. Es mi chofer. Tenemos un amplio 4x4 
aquí, así que podrá también con el equipo.
—¿Señor Grey? —pregunta Taylor cuando llega hasta nosotros, dejando algo de 
distancia.
—Por favor, ¿puedes llevar al fotógrafo, su ayudante y a la señorita Kavanagh de 
vuelta a casa?
—Por supuesto, señor —responde Taylor.
—Ahí lo tienes. Ahora, ¿puedes acompañarme a tomar un café? —Grey sonríe como si 
fuera un hecho.

Frunzo el ceño ante él.

—Um, Sr. Grey, eh… esto realmente... mire, Taylor no tiene que llevarlos a casa. —Le 
doy una breve mirada a Taylor, quien se mantiene estoicamente impasible—. Puedo 
cambiar de vehículo con Kate, si me da un momento.

Grey muestra una deslumbrante, descontrolada, natural y gloriosa sonrisa mostrando 
los dientes. Oh mi... y abre la puerta de la suite para que pueda volver a entrar. Me 
deslizo alrededor de él para entrar en la habitación, encontrando a Katherine 
sumergida en una discusión con José.

—Ana, creo que definitivamente le gustas —dice sin preámbulos. José me mira con 
desaprobación—. Pero no confío en él —añade. Levanto mi mano hacia arriba con la 
esperanza de que deje de hablar. Por algún milagro, lo hace.
—Kate, si tomas el Beetle, ¿puedo quedarme con tu auto?
—¿Por qué?
—Christian Grey me ha pedido que vaya a tomar un café con él.
Su boca se abre. ¡Kate sin palabras! Saboreo el momento. Me toma por el brazo y me 
arrastra hacia el dormitorio fuera de la sala de estar de la suite.
—Ana, hay algo en él. —Su tono de voz está lleno de advertencia—. Es hermoso, 
estoy de acuerdo, pero creo que es peligroso. Especialmente para alguien como tú.
—¿Qué quieres decir con alguien como yo? —demando ofendida.
—Alguien inocente como tú, Ana. Sabes a qué me refiero —dice un poco irritada. Me 
sonrojo.
—Kate, es sólo café. Empiezo mis exámenes esta semana y tengo que estudiar, así que 
no estaré mucho tiempo.

Frunce los labios, como si considerara mi argumento. Finalmente toma las llaves de su 
auto de su bolsillo y las coloca en mi mano. Le entrego las mías.
—Te veré más tarde. No te quedes mucho o voy a enviar un equipo de búsqueda y 
rescate.
—Gracias. —La abrazo.

Salgo de la habitación para encontrar a Christian Grey esperando, apoyado contra la 
pared, viéndose como un modelo masculino en una pose para alguna brillante revista 
de alta calidad.

—Está bien, vayamos por el café —murmuro, poniéndome color remolacha.

Él sonríe.

—Después de usted, señorita Steele. —Se endereza, extendiendo su mano para que 
pase primero. Hago mi camino por el pasillo, con mis rodillas inestables, mi estómago 
lleno de mariposas y mi corazón latiendo en mi boca con un dramático ritmo desigual. 

Voy a tomar un café con Christian Grey... y odio el café.

Caminamos juntos por el pasillo del hotel hasta los ascensores. ¿Qué debo decirle? Mi 
mente está paralizada repentinamente con aprensión. ¿De qué vamos a hablar? ¿Qué 
diablos tengo en común con él? Su voz suave y cálida me saca de mi ensueño.

—¿Cuánto tiempo hace que conoce a Katherine Kavanagh?

Ah, una pregunta fácil para empezar.

—Desde nuestro primer año. Es una buena amiga.
—Hmm —responde, sin compromiso. ¿Qué está pensando?

En los ascensores, presiona el botón de llamada y suena el timbre casi de inmediato. 
Las puertas deslizables se abren revelando a una joven pareja en un abrazo 
apasionado. Sorprendidos y avergonzados, se separan de un salto, mirando con aire de 
culpabilidad hacia todos lados excepto a nosotros. Grey y yo subimos al ascensor.

Luchando por mantener un rostro serio, miro hacia el suelo, sintiendo mis mejillas 
volverse rosadas. Cuando fisgoneo a través de mis pestañas hacia grey, observo un 
atisbo de sonrisa en sus labios, pero es muy difícil de decir. La joven pareja no dice 
nada y viajamos hacia el primer piso en un silencio embarazoso. Ni siquiera tenemos 
un pretencioso hilo musical que nos distraiga.

Las puertas se abren y, para mi sorpresa, Grey toma mi mano, apretándola con sus 
largos y fríos dedos. Siento la corriente a través de mí y el latido de mi corazón se 
acelera. A medida que me ayuda a salir del ascensor, escuchamos la erupción de 
carcajadas reprimidas de la pareja detrás de nosotros. Grey sonríe.

—¿Qué es lo que tienen los ascensores? —murmura.

Cruzamos el amplio y animado vestíbulo del hotel hacia la entrada, pero Grey evita la 
puerta giratoria y me pregunto si se debe a que tendría que soltar mi mano.

Afuera, es un templado domingo de mayo. El sol brilla y el tráfico es ligero. Grey gira 
a la izquierda y camina hacia la esquina, donde nos detenemos a esperar a que cambie 
la luz del semáforo para peatones. Todavía está sosteniendo mi mano. Estoy en la calle y 
Christian Grey está tomando mi mano. Nadie ha tomado mi mano. Me siento mareada y 
con un hormigueo en todo el cuerpo. Intento sofocar la mueca ridícula que amenaza con dividir mi rostro en dos. Trata de ser genial, Ana, mi subconsciente me implora. 

Entonces, el hombrecito verde se enciende y comenzamos a caminar otra vez.

Caminamos cuatro cuadras antes de llegar al Café de Portland House, en donde Grey me 
suelta para mantener la puerta abierta para que pueda entrar.

—¿Por qué no eliges una mesa mientras voy a buscar las bebidas? ¿Qué le gustaría? —
pregunta, amable como siempre.
—Voy a tomar... um, un té English Breakfast9, con la bolsa afuera.
Levanta las cejas.
—¿No café?
—No estoy interesada en el café.
Sonríe.
—Está bien, bolsa de té. ¿Azúcar?

Por un momento, estoy sorprendida, pensando que es una palabra de cariño, pero
afortunadamente, mi subconsciente se activa con los labios fruncidos. No, estúpida.
¿Tomas azúcar?

—No, gracias. —Miro hacia abajo a mis dedos cruzados.
—¿Algo para comer?
—No, gracias. —Niego con la cabeza y se dirige al mostrador.

Lo miro disimuladamente desde debajo de mis pestañas mientras se encuentra en la 
línea de espera para ser atendido. Podría mirarlo todo el día... es alto, de hombros 
anchos, delgados y la forma en que los pantalones cuelgan de su cadera... ¡Oh Dios!
Pasa una o dos veces sus dedos largos y elegantes por su cabello seco, pero todavía 
desordenado. Hmm... Me gustaría hacer eso. El pensamiento viene espontáneamente a mi 
mente y mi rostro quema. Me muerdo el labio y miro abajo hacia mis manos otra vez,
sin gustarme el curso de mis pensamientos rebeldes.

—¿Un penique por tus pensamientos? —Grey está de vuelta, sorprendiéndome.
Me pongo color carmesí. Sólo estaba pensando acerca de cómo pasaría mis dedos por tu 
cabello y me preguntaba si se sentiría suave al tacto. Niego con la cabeza. Está cargando una 
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9 English Breakfast: En español, desayuno inglés, es un tipo de té negro, usualmente descrito como  robusto y rico, y suele ir bien con leche y azúcar, en un estilo tradicionalmente asociado con un sustancial desayuno inglés.
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bandeja, la cual coloca en la pequeña y redonda mesa de abedul. Me da una taza y un 
plato, un vaso de agua pequeño y una bandeja que lleva una solitaria bolsita de té 
etiquetada como Twinings English Breakfast… mi favorito. Él tiene un café que lleva una 
maravillosa imagen de hoja impresa en la leche. ¿Cómo lo hacen? Me pregunto sin decir 
nada. También se compró un muffin de arándanos. Pone la bandeja a un lado, se 
sienta frente a mí y cruza sus largas piernas. Se le ve tan cómodo, tan a gusto con su 
cuerpo, lo envidio. Aquí estoy yo, toda torpe y descoordinada, apenas capaz de ir de A 
a B sin caer de bruces.

—¿Tus pensamientos? —pregunta.
—Éste es mi té favorito. —Mi voz es baja, entrecortada. Simplemente no puedo creer 
que esté sentada frente a Christian Grey en una cafetería de Portland. Frunce el ceño. 
Sabe que estoy ocultando algo. Hago estallar la bolsita de té en la tetera y casi de 
inmediato la tomo de nuevo con mi cucharilla. Mientras pongo de nuevo la bolsita de 
té usada en la bandeja, él ladea la cabeza, mirándome con curiosidad.
—Me gusta el té negro y poco cargado —murmuro en tono de explicación.
—Ya veo. ¿Es tu novio?
Whoa... ¿Qué?
—¿Quién?
—El fotógrafo. José Rodríguez.
Me río, nerviosa pero curiosa. ¿Qué le daría esa impresión?
—No. José es un buen amigo mío, eso es todo. ¿Por qué pensaste que era mi novio?
—La forma en que le sonreíste y él a ti. —Sus ojos grises sostienen mi mirada. Es tan 
desconcertante. Quiero mirar hacia otro lado, pero estoy atrapada… hechizada.
—Es más como familia —susurro.

Grey asiente con la cabeza ligeramente, al parecer satisfecho con mi respuesta y mira 
hacia su muffin de arándanos. Sus largos dedos retiran con habilidad el papel mientras 
lo miro fascinada.

—¿Quieres un poco? —me pregunta y esa sonrisa secreta y divertida está de regreso.
—No, gracias. —Frunzo el ceño y miro hacia mis manos de nuevo.
—Y el chico que conocí ayer en la tienda. ¿Es tu novio?
—No. Pablo es sólo un amigo. Te lo dije ayer. —Oh, esto se está poniendo tonto—. 
¿Por qué me lo preguntas?
—Pareces nerviosa alrededor de los hombres.

Mierda, eso es personal. Sólo estoy nerviosa a tu alrededor, Grey.

—Te encuentro intimidante. —Me sonrojo hasta llegar a escarlata, pero mentalmente 
me doy palmaditas en la espalda por mi franqueza y vuelvo la mirada a mis manos 
otra vez. Puedo escucharlo inhalar fuertemente.
—Deberías encontrarme intimidante. —Asiente con la cabeza—. Eres muy honesta. 
Por favor, no bajes la mirada. Me gusta ver tu rostro. —Oh. Pongo la mirada en él y 
me da una sonrisa alentadora, pero irónica—. Me da una especie de idea de lo que 
podrías estar pensando. —Respira—. Eres un misterio, señorita Steele.
¿Misteriosa? ¿Yo?
—No hay nada misterioso en mí.
—Creo que eres muy reservada —murmura.
¿Lo soy? Wow... ¿Cómo voy a manejar eso? Esto es desconcertante. ¿Yo, reservada? De 
ninguna manera.
—Excepto cuando te ruborizas, por supuesto, lo que sucede a menudo. Sólo desearía 
saber el por qué de tu rubor. —Lanza un pequeño trozo de muffin a su boca y 
comienza a masticarlo lentamente, sin despegar sus ojos de mí. Y por supuesto, como 
si fuera el momento justo, me ruborizo. ¡Mierda!
—¿Siempre haces ese tipo de observaciones personales?
—No me había dado cuenta que lo hacía. ¿Te he ofendido? —Sonaba sorprendido.
—No —contesto sinceramente.
—Bueno.
—Pero eres muy prepotente —contraataco tranquilamente.
Levanta sus cejas y, si no me equivoco, su cara se enrojece ligeramente también.
—Estoy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera, Anastasia —murmura—. En 
todas las cosas.
—No lo dudo. ¿Por qué no me pediste que te llamara por tu nombre? —Estoy 
sorprendida por mi atrevimiento. ¿Por qué esta conversación se ha puesto tan seria? 

No va de la manera que en que pensé que iba a ir. No puedo creer que esté sintiendo 
tanta antipatía hacia él. Es como si estuviera intentando ahuyentarlo.

—Las únicas personas que usan mi nombre son mi familia y unos pocos amigos 
íntimos. Es así como quiero que sea.

Oh. Él todavía no me ha dicho, llámame Christian. Es un fanático del control, no hay 
ninguna otra explicación y una parte de mí está pensando que quizás habría sido mejor 
que Kate lo hubiera entrevistado. Dos fanáticos del control juntos. Un añadido es que 
ella es casi rubia —bueno, rubia oxigenada—, como todas las mujeres en su oficina. Y 
es hermosa, me recuerda mi subconsciente. No me gusta la idea de Christian y Kate 
juntos. Tomo un sorbo de mi té y Grey come otro pequeño trozo de su muffin.

—¿Eres hija única? —pregunta.

Oh… cambio de tema. 

—Sí.
—Háblame sobre tus padres.

¿Por qué quiere saber esto? Esto es tan aburrido.

—Mi madre vive en Georgia con su nuevo marido, Bob. Mi padrastro vive en 
Montesano.
—¿Y tu padre?
—Mi padre murió cuando yo era un bebé.
—Lo siento —murmura y una fugaz mirada triste cruza su rostro.
—No lo recuerdo.
—¿Y tu madre volvió a casarse?
Resoplo.
—Se podría decir eso.
Frunce el entrecejo.
—No me das mucha información, ¿verdad? —dice secamente, frotando su barbilla 
como si pensara profundamente.
—Tú tampoco.
—Tú me has interrogado ya una vez y yo trato de hacer algunas preguntas. —Me 
sonríe.

¡Mierda! Él está recordando la pregunta "homosexual". Una vez más, me mortifico. 
Durante los próximos años, lo sé, necesitaré terapia intensiva para no sentirme 
avergonzaba cada vez que recuerde ese momento. Empiezo a balbucear sobre mi 
madre… cualquier cosa para bloquear ese recuerdo.

—Mi madre es maravillosa. Es una romántica incurable. Actualmente va por su cuarto 
marido.

Levanta sus cejas sorprendido.

—La echo de menos —continúo—. Ella tiene ahora a Bob. Y sólo espero que él pueda 
estar pendiente de ella y recoger sus pedacitos cuando sus planes no vayan como 
estaba previsto. —Sonrío con cariño. No he visto a mi madre desde hace mucho 
tiempo.

Christian está mirándome fijamente, tomando sorbos de su café de vez en cuando. 
Realmente no debería mirar su boca. Esos labios… son inquietantes.

—¿Te llevas bien con tu padrastro?
—Por supuesto. Crecí con él. Es el único padre que conozco.
—¿Y cómo es él?
—¿Ray? Es… reservado.
—¿Eso es todo? —pregunta Grey, sorprendido.

Me encojo de hombros. ¿Qué espera este hombre? ¿La historia de mi vida?

—Reservado como su hijastra —sugiere Grey.

Me abstengo de poner mis ojos en blanco hacia él.

—Le gusta el fútbol, el fútbol europeo sobre todo, los bolos, pescar y hacer muebles. Es 
carpintero. Ex carpintero —suspiro.
—¿Viviste con él?
—Sí. Mi madre encontró a su tercer marido cuando yo tenía quince años. Y me quedé 
con Ray.

Frunce el entrecejo como si no entendiera.

—¿No quisiste ir a vivir con tu madre? —pregunta.

Me ruborizo. Esto realmente no es de su incumbencia.

—Su tercer marido vivía en Texas. Mi casa estaba en Montesano. Y… ya sabes, mi 
mamá estaba recién casada. —Me detengo.

Mamá nunca habla sobre su tercer marido. ¿Hacia dónde quiere ir Grey con esto? Esto 
no es de su incumbencia. Los dos podemos jugar a este juego.

—Háblame sobre tus padres —pregunto.

Él se encoge de hombros.

—Mi padre es abogado, mi madre es pediatra. Ellos viven en Seattle.

¡Ah…! él pertenece a una familia acomodada. Y me pregunto por la próspera pareja 
que adopta a tres niños, uno de ellos se convierte en un atractivo hombre que asume el 
control empresarial y lo conquista sin la ayuda de nadie. ¿Qué lo llevó a ser así? Sus 
padres deben de estar orgullosos.
—¿Qué hacen tus hermanos?
—Elliot trabaja en construcción y mi hermana pequeña está en París, estudiando 
cocina bajo la supervisión de algún famoso chef francés. 
Sus ojos se nublan con irritación. No quiere hablar de su familia o de sí mismo.
—He oído que París es encantador —murmuro. ¿Por qué no quiere hablar sobre su 
familia? ¿Porque es adoptado?
—Es bonito. ¿Has estado ahí? —pregunta, su irritación desaparece.
—Nunca he salido de Estados Unidos. —Así que ahora regresamos a las trivialidades. 
¿Qué está escondiendo?
—¿Te gustaría ir?
—¿A París? —rechino. Esto me desconcierta, ¿quién no querría ir a París?—. Claro —
admito—. Pero es Inglaterra lo que realmente me gustaría visitar.
Inclina su cabeza a un lado, recorriendo con su dedo índice su labio inferior… ¡Oh, 
Dios!

—¿Por qué?

Parpadeo rápidamente. Concéntrate, Steele.

—Está la casa de Shakespeare, Austen, las hermanas Brontë, Thomas Hardy. Me 
gustaría ver los lugares que inspiraron a esas personas para escribir eso maravillosos 
libros.

Toda esta charla sobre los clásicos literarios me recuerda que debería estar estudiando. 
Echo una ojeada a mi reloj.

—Será mejor que me vaya. Tengo que estudiar.
—¿Para tus exámenes?
—Sí. Comienzan el martes.
—¿Dónde está el automóvil de la señorita Kavanagh?
—En el estacionamiento del hotel.
—Te acompaño.
—Gracias por el té, señor Grey.

Sonríe divertido y percibo una enorme sonrisa secreta.

—Eres bienvenida, Anastasia. Es un placer. Ven —ordena y me tiende su mano.

La tomo, aturdida y lo sigo fuera de la cafetería.

Paseamos de vuelta al hotel y me gustaría decir que el silencio es afable. Él parece 
tranquilo al menos, seguro de sí mismo. En cuanto a mí, estoy intentando evaluar 
desesperadamente cómo ha ido nuestro café de la mañana. Me siento como si me 
hubiera entrevistado para un empleo, pero no estoy segura de que sea eso.

—¿Siempre llevas pantalón? —pregunta inesperadamente.
—Normalmente.

Asiente con la cabeza. Estamos de regreso en la intersección, frente al hotel. Mi mente 
está dando vueltas. Qué pregunta tan extraña… Y soy consciente de que nuestro tiempo 
juntos es limitado. Eso es todo. Es así y lo he echado a perder por completo, lo sé. 

Quizás él tiene a alguien.

—¿Tienes novia? —digo bruscamente. ¡Santo cielo! ¿Acabo de decir eso en voz alta?
Sus labios se curvan en una peculiar medio sonrisa y mira hacia abajo, hacia mí.
—No, Anastasia. No tengo novia —dice suavemente.

¡Oh…! ¿Qué significa? ¿No es homosexual? Oh, quizás es… ¡mierda! Debe de haberme 
mentido en su entrevista. Y por un momento, creo que va a continuar con alguna 
explicación, alguna pista sobre esta criptica declaración, pero no lo hace. Tengo que 
irme. Tengo que intentar reordenar mis pensamientos. Tengo que alejarme de él. 
Camino hacia adelante y tropiezo, saliendo precipitadamente hacia el camino.
—¡Mierda, Ana! —grita Grey. Me toma de la mano y lo hace con tanta fuerza que 
caigo contra él, justo cuando un ciclista pasa a toda velocidad yendo en la dirección 
incorrecta por la calle de sentido único y casi me atropella. 

Todo pasa tan rápido, en un minuto estoy cayendo, al próximo estoy en sus brazos y él 
me está sosteniendo fuertemente contra su pecho. Inhalo su aroma limpio y vital. Él 
huele a ropa de lino recién lavada y a algún caro gel de baño. ¡Oh Dios, es embriagador!
Inhalo profundamente.

—¿Estás bien? —susurra. Tiene un brazo a mí alrededor, estrechándome contra él, 
mientras los dedos de su otra mano trazan suavemente mi rostro, sondeando 
suavemente, examinándome. Su pulgar roza mi labio inferior y escucho cómo contiene 
la respiración. Está mirándome fijamente a los ojos y sostengo su mirada ansiosa, 
ardiente durante un momento o quizás sea por siempre… pero finalmente, su hermosa 
boca atrae mi atención. ¡Oh Dios! Y por primera vez en veintiún años, quiero ser 
besada. Quiero sentir su boca contra la mía.

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