martes, 23 de abril de 2013

50 Sombras de Grey- Capitulo 6


Christian abre la puerta del pasajero del SUV negro marca Audi y subo en él. Es
una fiera de auto. No ha mencionado el estallido de pasión que explotó en el
elevador. ¿Debería hacerlo yo? ¿Deberíamos hablar de ello o pretender que
nunca pasó? Difícilmente parecía real, mi primer beso sin barreras. Mientras el tiempo
pasa, le doy un sentido mítico, como la leyenda de Arturo o la de la ciudad perdida de
Atlántida. Nunca pasó, nunca existió. Tal vez imaginé todo esto. No. Toco mis labios,
hinchados por su beso. Esto definitivamente pasó. Soy una mujer cambiada. Deseo a
este hombre, desesperadamente y él me desea.

Le doy un vistazo. Christian es educado, como es habitual, ligeramente distante.
Tan confuso.

Enciende el motor y sale de su espacio del estacionamiento. Enciende el reproductor
Mp3. El interior del auto se llena con la más dulce, mágica música de dos mujeres
cantando. Oh, wow… todos mis sentidos están confusos, por lo que me afecta el doble.
Envía deliciosos escalofríos por mi espina dorsal. Christian sale por el sudoeste de Park
Avenue y maneja con confianza.

—¿Qué estamos escuchando?
—Es El Dueto de Flores por Delibes, de la ópera de Lakmé14 . ¿Te gusta?
—Christian, es maravilloso.
—Lo es, ¿no? —Sonríe, mirándome. Y por un fugaz momento, aparenta su edad,
joven, desenfadado y hermoso como-para-detener-el-corazón. ¿Esta era la clave para
él? ¿Música? Me siento y escucho las voces angelicales burlándose y seduciéndome.
—¿Puedo oírla otra vez?
—Por supuesto. —Christian presiona un botón y la música me acaricia una vez más.

Es suave, lenta, dulce y un verdadero asalto a mis sentidos auditivos.

—¿Te gusta la música clásica? —pregunto, con la esperanza de tener un raro vistazo
dentro de sus preferencias personales.
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14 Lakmé, es una ópera en tres actos con música de Léo Delibes y libreto en francés de Edmond Gondinet y Philippe Gille, basado en la novela Rarahu ou Le Mariage (Rarahu o El matrimonio), de Pierre Loti (1880).
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—Mi gusto es ecléctico, Anastasia, todo desde Thomas Tallis15 a los Kings of Leon16.
—Yo también. Aunque, no sé quién es Thomas Tallis.

Se volvió y me miró brevemente antes de que sus ojos regresaran a la carretera.

—Lo pondré alguna vez para ti. Era un compositor británico del siglo dieciséis. Tudor,
iglesia, música de coro. —Christian me sonríe—. Suena muy esotérico, lo sé, pero
también es mágico, anastasia.

Presiona un botón y los Kings of Leon empiezan a cantar. Hmm… esta la conozco.
Sex on Fire. Qué apropiado. La música es interrumpida por el sonido del timbre de un
celular a través de los parlantes del Mp3. Christian golpea un botón sobre el volante.

—Grey —dice. Es tan brusco.
—Señor Grey. Es Welch. Tengo la información que pidió. —Una voz ronca,
incorpórea, sale a través de los altavoces.
—Bien, mándame un e-mail. ¿Algo que agregar?
—No, señor.

Presiona el botón, entonces, cuando la llamada se corta, la música regresa. Ningún
adiós o gracias. Me alegro de que nunca considerara seriamente la idea de trabajar
para él. Me estremezco ante la idea. Es demasiado controlador y frío con sus
empleados. La música se corta nuevamente por el teléfono.

—Grey.
—El CDC le ha sido enviado por e-mail, Sr. Grey. —La voz de una mujer.
—Bien, eso es todo, Andrea.
—Buen día, señor.

Christian cuelga presionando un botón sobre el volante. La música suena muy
brevemente, antes de que el teléfono suene otra vez. Santo infierno, ¿esta es su vida,
constantes llamadas molestas?

—Grey —espeta.
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15 Thomas Tallis: Compositor de inglés de música sacra o religiosa, uno de los más importantes del Siglo XVI.
16 Kings of Lion: Grupo de música estadounidense de Rock, formado por tres hermanos, Caleb, Nathan, Jared Followill y su primo Matthew Followill. En sus inicios era una mezcla de rock sureño con influencias de rock de garaje pero actualmente tocan una diversidad de géneros.
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—Hola Christian ¿has tenido sexo?
—Hola Elliot, tengo el teléfono en el parlante y no estoy solo en el auto. —Christian
suspira.
—¿Quién está contigo?

Christian pone los ojos en blanco.

—Anastasia Steele.
—¡Hola Ana!

¡Ana!

—Hola Eliot.
—He oído mucho acerca de ti —murmura Elliot roncamente. Christian frunce el ceño.
—No creas una palabra de lo que Kate te diga.

Eliot ríe.

—Estoy dejando a Anastasia ahora. —Christian enfatiza mi nombre—. ¿Quieres que te
recoja?
—Seguro.
—Te veo dentro de poco. —Christian cuelga y la música regresa.
—¿Por qué insistes en llamarme Anastasia?
—Porque es tu nombre.
—Prefiero Ana.
—¿Lo haces ahora? —murmura.

Estamos casi en mi apartamento. No tomó mucho tiempo.

—Anastasia —reflexiona. Le frunzo el ceño, pero ignora mi expresión—. Lo que pasó
en el ascensor, no volverá a pasar, bueno, no a menos que sea premeditado.
Se detiene en la puerta de mi dúplex17. Tarde me doy cuenta de que no ha
preguntando en dónde vivo, aunque lo sabía. Pero claro, envió los libros, por supuesto
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17 Dúplex: Un apartamento dúplex se refiere a una sola vivienda dividida en dos pisos conectados por una escalera interior. Estas propiedades pueden realmente ser caras, son de hecho las propiedades más caras de Manhattan desde el 2006 (según la revista Forbes).
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que sabe dónde vivo. Cómo podría con un rastreador de teléfonos celulares y un
helicóptero propio, no ser un acosador.

¿Por qué no me besará otra vez? Hago pucheros ante el pensamiento. No lo entiendo.

Honestamente, su apellido debería ser Críptico y no Grey. Sale del auto, caminando
fácilmente con la gracia de sus piernas largas, rodeándolo hasta mi lado para abrir la
puerta, siempre el caballero, excepto en el raro y precioso momento en los ascensores.

Me sonrojo ante el recuerdo de su boca en la mía y el pensamiento de que no he
podido tocarlo invade mi mente. Quería correr mis dedos por su decadente y
desordenado cabello, pero no había podido mover mis manos. Estaba
retrospectivamente frustrada.

—Me gustó lo que pasó en el elevador —murmuro mientras salgo del auto. No estoy
segura de haber oído un jadeo audible, pero decidí ignorarlo y subí los escalones de la
puerta delantera.

Kate y Elliot estaban sentados en nuestra mesa del comedor. Los libros de catorce mil
dólares habían desaparecido. Gracias al cielo. Tengo planes para ellos. Tiene una
sonrisa ridícula, muy poco Kate en su rostro y luce desarreglada en una manera
atractiva. Christian me sigue dentro del área de estar y a pesar de su sonrisa de Heestado-teniendo-un-buen-tiempo-toda-la-noche, Kate lo mira sospechosamente.

—Hola, Ana. —Salta a abrazarme y entonces me sostiene con el brazo extendido para
poder examinarme. Frunce el ceño y se vuelve hacia Christian—. Buenos días,
Christian —dice y su tono es un poco hostil.
—Señorita Kavanagh —dice él, en su forma rígida.
—Christian, su nombre es Kate —se queja Elliot.
—Kate. —Christian le da una inclinación educada y mira a Elliot, quien sonríe y se
levanta para abrazarme también.
—Hola Ana. —Sonríe, sus ojos azules brillan y me gusta inmediatamente. Es obvio
que no se parece en nada a Christian, pero bien, son hermanos adoptivos.
—Hola Elliot. —Le sonrío y me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio.
—Elliot, mejor nos vamos —dice Christian gentilmente.
—Seguro. —Se vuelve hacia Kate, tomándola en sus brazos y dándole un largo y
prolongado beso.
—Hasta más tarde, nena —murmura y tengo que sonreír porque es tan impropio de él.

Pero a pesar de que está siendo irreverente, el término cariñoso remueve algo dentro de
mí.

—Te veré a las ocho. —Se da la vuelta para salir, abriendo la puerta delantera y
saliendo al porche. Elliot lo sigue hasta el auto, pero se gira, lanza a Kate otro beso y
siento una no bienvenida punzada de celos.
—Entonces, ¿lo hiciste? —pregunta Kate mientras los ve subir al auto y marcharse, la
evidente curiosidad quema en su voz.
—No —le lanzo con irritación, con la esperanza de que eso ponga un alto a las
preguntas. Nos dirigimos de regreso al departamento—. Aunque tú obviamente sí lo
hiciste. —No puedo contener mi envidia. Kate siempre se las arregla para atrapar
hombres. Es irresistible, hermosa, sexy, divertida, en fin… todas las cosas que yo no.
Pero el responder a su sonrisa es contagioso.
—Y lo veré nuevamente esta tarde. —Aplaude y salta de arriba hacia abajo como una
niña pequeña. No puede contener su emoción, su felicidad y no puedo evitar sentirme
feliz por ella. Una Kate feliz… esto va a ponerse interesante.
—Christian me va a llevar a Seattle esta tarde.
—¿Seattle?
—Sí.
—¿Quizás lo harás entonces?
—Oh, espero.
—Entonces, ¿te gusta?
—Sí.
—¿Lo suficiente para…?
—Sí.

Ella levanta sus cejas.

—Wow. Ana Steele finalmente se enamora de un hombre y es Christian Grey: ardiente y sexy billonario.
—Sí claro, es por el dinero. —Hago una mueca y las dos comenzamos a reírnos.
—¿Es una blusa nueva? —pregunta y le dejo saber todos los poco interesantes detalles
de mi noche.
—¿Ya te beso? —me pregunta mientras prepara café.

Me sonrojo.

—Una vez.
—¡Una vez! —se burla.

Asiento con la cabeza, sin vergüenza.

—Es muy reservado.

Ella frunce el ceño.

—Eso es raro.
—No creo que raro lo cubra realmente —murmuro.
—Tenemos que asegurarnos que estés simplemente irresistible para esta tarde —dice
con determinación.

Oh no… eso suena a que voy a pasar tiempo consumidor, humillante y doloroso.

—Tengo que trabajar en una hora.
—Puedo trabajar con ese horario. Vamos. —Kate agarra mi mano y me lleva a su
cuarto.

El día se prolonga en Clayton a pesar de que estamos ocupados. Llegamos a la
temporada de verano, así que tengo que pasar dos horas acomodando las repisas una
vez que la tienda se cierra. Es trabajo simple y me da mucho tiempo para pensar. Y no
he tenido tiempo para eso en todo el día.

Bajo la incansable y francamente intrusiva instrucción, mis piernas y axilas están
rasuradas a la perfección, cejas delineadas y estoy totalmente impecable. Ha sido la
experiencia más desagradable. Pero ella me asegura que esto es lo que los hombres
esperan estos días. ¿Qué más podrían esperar? Tengo que convencer a Kate que esto es
lo que yo quiero hacer. Por alguna extraña razón, ella no confía en él, quizá porque es
tan rígido y formal. Dice que no puede evitarlo, pero le prometí que le mandaría un
mensaje de texto cuando llegara a Seattle. No le he dicho del helicóptero,
enloquecería.

También tengo el asunto de José. Me dejó tres mensajes y siete llamadas perdidas en
mi teléfono. También llamó a la casa dos veces. Kate ha sido muy vaga con respecto a
dónde estoy. Él sabrá que me está cubriendo. Kate nunca es vaga. Pero he decidido
hacerlo esperar. Aún estoy muy enojada con él.

Christian mencionó algún tipo de trabajo escrito y no sé si solo estaba jugando o voy a
tener que firmar algo. Es tan frustrante tratar de adivinar. Y encima de toda mi
angustia, apenas si puedo controlar mi emoción o mis nervios. ¡Hoy es la noche!
Después de todo este tiempo, ¿estoy lista para esto? Mi diosa interior me mira,
golpeando impacientemente su pequeño pie. Ha estado lista para esto por años y está
lista para cualquier cosa con Christian Grey, pero aun no entiendo que ve en mí… la
tímida Ana Steele, no tiene sentido.

Es puntual, por supuesto y me está esperando cuando salgo de Clayton. Se baja de la
parte trasera del auto para abrirme la puerta y me sonríe amablemente.

—Buenas tardes, Srita. Steele —dice.
—Sr. Grey. —Le asiento educadamente mientras me siento en el asiento trasero del
auto. Taylor está sentado en el asiento del conductor.
—Hola, Taylor —digo.
—Buenas tardes, Srita Steele. —Su voz educada y profesional. Christian se sube del
otro lado y toma mi mano, dándole un pequeño apretón que siento por todo mi
cuerpo.
—¿Cómo estuvo el trabajo? —me pregunta.
—Muy largo —contesto y mi voz es ronca, muy baja y llena de necesidad.
—Sí, también ha sido un día muy largo para mí. —Su tono es serio.
—¿Qué hiciste? —pregunto.
—Fui a escalar con Elliot. —Su dedo acaricia mis nudillos, hacia atrás y hacia
adelante, mi corazón se salta un latido mientras mi respiración se acelera. ¿Cómo logra
hacerme esto? Sólo está tocando una pequeña parte de mi cuerpo y mis hormonas
están volando.

El camino hacia el helipuerto es corto y antes de que me de cuenta, ya hemos llegado.
Me pregunto dónde estará el legendario helicóptero. Estamos en una zona de la ciudad
con muchos edificios y hasta yo se que los helicópteros necesitan espacio para despegar
y aterrizar. Taylor se estaciona, se baja del automóvil y me abre la puerta. Christian se
coloca a mi lado en un instante y toma mi mano otra vez.

—¿Lista? —pregunta. Asiento con la cabeza y le quiero decir que estoy lista para lo
que sea, pero no puedo articular palabras por lo nerviosa y emocionada que estoy.
—Taylor. —Él asiente hacia su chofer y nos dirigimos hacia el edificio, directo a un
grupo de ascensores. ¡Ascensores! El recuerdo de nuestro beso esta mañana regresa a
perseguirme. No he pensado en ninguna otra cosa en todo el día. Soñando despierta en
la registradora de Clayton. El señor Clayton tuvo que gritarme dos veces para
devolverme a la tierra. Decir que había estado distraída hubiera sido la ironía del año.
Christian voltea a verme, una pequeña sonrisa esta en sus labios. ¡Ja! Él también está
pensando en eso.
—Sólo son tres pisos —dice secamente, pero sus ojos grises bailan con diversión.

Seguro es telépata. Es escalofriante.

Trato de mantener mi cara impasible mientras entramos al ascensor. Las puertas se
cierran y ahí está, la rara atracción eléctrica brincando entre nosotros, esclavizándome.

Cierro mis ojos en un vano intento de ignorarla. Él aprieta mi mano y cinco segundos
después, las puertas se abren en el techo del edificio. Y ahí está, un helicóptero blanco
con el nombre Grey Enterprises Holdings Inc. escrito de color azul con el logo de la
compañía en un lado. Seguro este es mal uso de la propiedad de la Compañía.

Me dirige hacia una pequeña oficina donde un viejo vigilante está sentado detrás de un
escritorio.

—Aquí está su plan de vuelo, Sr. Grey. Todos los chequeos externos están hechos.

Está listo y esperándolo, señor. Es libre de irse.

—Gracias, Joe. —Christian le sonríe cálidamente.

Oh. Alguien es merecedor del educado comportamiento de Christian, quizás el no es
un empleado. Veo al viejo señor con admiración.

—Vámonos —dice Christian y nos dirigimos hacia el helicóptero. Cuando estamos
más cerca, me doy cuenta que es más grande de lo que pensaba. Esperaba que fuera
una versión compacta para dos, pero este tiene al menos siete asientos. Christian abre
la puerta y me dirige hacia uno de los asientos del frente.
—Siéntate, no toques nada —me ordena mientras se sube detrás de mí.

Cierra la puerta. Me alegra que el área este iluminada, de otra forma, me hubiera
costado trabajo ver dentro de la pequeña cabina. Me siento en mi asiento y él se hinca
a un lado de mí para ponerme los arneses. Es un arnés de cuatro puntas con todas las
correas conectadas a un seguro central. Ajusta las dos correas superiores, así que
apenas me puedo mover. Está tan cerca y concentrado en lo que está haciendo. Si me inclinara hacia adelante, mi nariz estaría en su cabello. Huele limpio, fresco, celestial,
pero estoy asegurada en mi asiento y totalmente inmóvil. Él voltea a verme y sonríe,
como si estuviera disfrutando un chiste privado, sus ojos grises cálidos. Está tan
tentadoramente cerca. Detengo mi respiración mientras él estira una de las correas
superiores.

—Asegurada, no hay escape —murmura, sus ojos son abrasadores—. Respira,
Anastasia —añade suavemente. Levanta su mano y acaricia mi mejilla, pasando sus
dedos largos hacia mi barbilla, la cual toma entre su pulgar y dedo índice. Se inclina y
planta un corto y puro beso en mis labios, dejándome anonadada, mi interior
conmocionado por la emoción del inesperado toque de sus labios.
—Me gusta este arnés —murmuro.

¿Qué?

Se sienta a mi lado y se abrocha el cinturón y entonces, comienza un prolongado
procedimiento de chequear indicadores, mover interruptores y botones de la alucinante
matriz de diales, luces e interruptores frente a mí. Pequeñas luces parpadean y brillan
en diversos diales y el panel completo se enciende.

—Ponte tus auriculares —dice, apuntando al juego de auriculares frente a mí. Me los
pongo y las hélices se encienden. Son ensordecedoras. Él se pone sus auriculares y
continúa moviendo varios interruptores.
—Sólo estoy haciendo la rutina de chequeos antes de volar. —La voz de Christian está
en mis oídos a través de los auriculares. Volteo y le sonrío.
—¿Sabes qué estás haciendo? —pregunto. Voltea y me sonríe.
—He sido un piloto calificado por cuatro años, Anastasia, estás a salvo conmigo. —Y
me da una sonrisa lobuna—. Bueno, mientras estemos volando. —Añade y guiña.

Guiñando… ¡Christian!

—¿Estás lista?

Asiento con los ojos muy abiertos.

—Okay, torre. PDX18, este es Charlie Tango Golf, Golf Echo Hotel, libre para
despegar. Por favor confirmar, cambio.
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18 PDX: Código designado por la IATA (Asociación Internacional del Transporte Aéreo) para el Aeropuerto Internacional de Portland.
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—Charlie Tango, estás libre. PDX llamar, preceder a uno cuatro mil, dirigiéndose cero
uno cero, cambio.
—Torre Roger, Charlie Tango listo, cambio y fuera. Aquí vamos —añade para mí y el
helicóptero se eleva lenta y suavemente en el aire.

Portland desaparece frente a nosotros cuando nos aproximamos al espacio aéreo
estadounidense, aunque mi estómago continúa firmemente en Oregon. ¡Wow! Todas
las luces se encogen hasta que parpadean dulcemente bajo nosotros. Es como mirar
hacia afuera desde una pecera. Una vez que estamos más alto, realmente no hay nada
para ver. Es negro como la boca de un lobo, ni siquiera la luna derrama alguna luz
sobre nuestro viaje. ¿Cómo puede ver hacia dónde vamos?

—Sobrecogedor ¿no? —La voz de Christian está en mi oído.
—¿Cómo sabes que vas en el camino correcto?
—Aquí. —Señala con su dedo índice uno de sus indicadores y me muestra una brújula
electrónica—. Esto es un Eurocopter EC13519. Uno de los más seguros de su clase. Está
equipado para el vuelo nocturno. —Me da un vistazo y sonríe.
—Hay una pista de aterrizaje en la cima del edificio donde vivo. Hacia allá nos
dirigimos.

Desde luego que hay una pista de aterrizaje donde él vive. Estoy tan fuera de mi liga
aquí. Su rostro está suavemente iluminado por las luces del panel de instrumentos.
Está muy concentrado mientras continuamente mira varios diales al frente. Me
empapo en sus rasgos, mirándolo de reojo. Tiene un perfil hermoso. La nariz recta, la
mandíbula cuadrada; me gustaría recorrer con mi lengua toda su mandíbula. No se ha
afeitado y su barba hace el panorama doblemente tentador. Mmm... Me gustaría sentir
que tan áspera es bajo mi lengua, mis dedos, contra mi rostro.

—Cuando vuelas en la noche, vuelas sin visibilidad. Tienes que confiar en tus
instrumentos. —Interrumpe mi sueño erótico.
—¿Cuánto durará el vuelo? —consigo decir, jadeando. No estaba pensando en sexo en
absoluto, no, de ninguna manera.
—Menos de una hora, el viento está a nuestro favor.

Mmm, menos de una hora para Seattle... eso no está mal, no importa que estemos
volando.
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19 Eurocopter EC135: Helicóptero civil bimotor fabricado por el Grupo Eurocopter.
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Tengo menos de una hora antes de la gran revelación. Todos los músculos en mi
vientre se aprietan, fuerte. Tengo un serio caso de mariposas. Se multiplican en mi
estómago. Oh, mierda, ¿qué tiene reservado para mí?
—¿Estás bien, Anastasia?
—Sí. —Mi respuesta es corta y sale con dificultad por mis nervios.

Creo que sonríe, pero es difícil decirlo en la oscuridad. Christian mueve otro
interruptor.

—PDX, esto es Charlie Tango ahora a los mil cuatrocientos, cambio. —Él intercambia
información con el control de tráfico aéreo. Todo suena muy profesional para mí. Creo
que nos movemos del espacio aéreo de Portland al Aeropuerto Internacional de
Seattle.
—Sea-Tac20 entendido, cambio y fuera.
—Mira hacia allá. —Señala a una pequeña luz a lo lejos—. Eso es Seattle.
—¿Siempre impresionas a las mujeres de ésta manera? “Ven y vuela en mi helicóptero”
—le pregunto, genuinamente interesada.
—Nunca traje a una mujer aquí, Anastasia. Es otra primera vez para mí también. —Su
voz es tranquila, seria.

Oh, esa es una respuesta inesperada. ¿Otra primera vez? ¿Oh, lo de dormir con alguien,
tal vez?

—¿Estás impresionada?
—Estoy intimidada, Christian.

Él sonríe.

—¿Intimidada? —Y por un breve momento, él tiene su edad de nuevo.

Asentí.

—Eres tan... competente.
—¡Vaya! Gracias señorita Steele —dice cortésmente. Creo que está contento, pero no
estoy segura.
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20 Sea-Tac, Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma.
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Volamos en silencio por la oscuridad de la noche por un tiempo. La mota brillante que
es Seattle, poco a poco se hace más grande.

—Torre de Sea-Tac a Charlie Tango. Plan de vuelo hacia Escala. Por favor, continúe y
esté alerta. Fuera.
—Esto es Charlie Tango, entendido Sea-Tac. Estoy alerta, cambio y fuera.
—Realmente disfrutas esto —murmuro.
—¿Qué? —Me mira. Parece burlón a la penumbra de los instrumentos.
—Volar —contesté.
—Requiere control y concentración... ¿Cómo podría no amarlo? Aunque prefiero
volar.
—¿Volar?
—Sí. Volar sin motor. Planeadores y helicópteros. Piloteo ambos.
—Ah. —Aficiones caras. Lo recuerdo diciéndome eso durante la entrevista. A mí me
gusta leer y en ocasiones ir a ver películas. Soy más común.
—Charlie Tango adelante, por favor, cambio. —La voz incorpórea de control aéreo
interrumpe mi sueño. Christian responde, sonando controlado y seguro.
Seattle se está acercando. Ahora estamos realmente afuera. ¡Oh! Luce absolutamente
impresionante. Seattle de noche, desde el cielo...
—Luce bien, ¿no? —murmura Christian.

Asiento entusiasmada. Parece de otro mundo, irreal y me siento como en el reparto de
una película de gigantes, tal vez la película favorita de José, Bladerunner21. El recuerdo
del intento de beso de José me atormenta. Me empiezo a sentir un poco cruel por no
llamarlo. Puede esperar hasta mañana... Seguro.

—Estaremos allí en unos minutos —murmura Christian y de repente, mi sangre
palpita en mis oídos mientras los latidos de mi corazón se aceleran y la adrenalina
recorre mi sistema. Empieza a hablar de nuevo con control aéreo, pero no escucho
más.

Oh mi... Creo que me voy a desmayar. Mi destino está en sus manos.
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21 Bladerunner: Película de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott y estrenada en 1982. Está basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick.
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Ahora volamos entre los edificios y frente a nosotros, puedo ver un rascacielos con una
pista de aterrizaje en la cima. La palabra “Escala” está pintada en blanco en la cima
del edificio. Está cada vez más cerca, se hace cada vez más y más grande... Como mi
ansiedad. Dios, espero no defraudarlo. Él me encontrará carente de algo. Desearía
haber escuchado a Kate y haber tomado uno de sus vestidos, pero a mí me gustan mis
jeans negros, estoy usando una camisa verde claro y la chaqueta negra de Kate. Me
veo elegante. Sujeto el borde de mi asiento cada vez más fuerte. Puedo hacerlo. Puedo
hacerlo. Canto ese mantra mientras descendemos.

El helicóptero reduce la marcha, se sostiene en el aire y Christian lo deja sobre la pista
de aterrizaje en la cima del edificio. Mi corazón está en mi boca. No puedo decir si es
por nervios anticipados, alivio de que llegamos vivos o miedo de que de alguna manera
fallaré. Él apaga el motor, el sonido del rotor disminuye y se tranquiliza hasta que
escucho el sonido de mi respiración irregular. Christian se quita sus auriculares,
alcanza los míos y también los quita.

—Estamos aquí —dice suavemente.

Su mirada es tan intensa, la mitad en las sombras y la otra mitad iluminada por las
luces de aterrizaje. El caballero oscuro y el caballero blanco, es una metáfora
apropiada para Christian. Parece tenso. Su mandíbula está apretada y sus ojos ceñidos.
Desata su cinturón de seguridad y se estira para desatar el mío. Su rostro a centímetro
del mío.

—No tienes que hacer nada que no quieras, sabes eso, ¿no? —Su tono es tan serio,
incluso desesperado, sus ojos grises apasionados. Me toma por sorpresa.
—Nunca haría algo que no quisiera, Christian. —Y mientras digo las palabras, no
estoy completamente convencida, porque en este momento, probablemente haría
cualquier cosa por este hombre sentado a mi lado. Pero eso hace la magia. Él está
calmado.

Me mira con cautela por un momento y de alguna manera, aunque es tan alto, logra
hacer con gracia su camino hacia la puerta del helicóptero y abrirla. Salta fuera,
esperando que lo siga y toma mi mano cuando me deslizo hacia abajo a la pista de
aterrizaje. Hace mucho viento en la cima del edificio y estoy nerviosa por el hecho de
que estoy soportando al menos a treinta metros de altura. Christian rodea mi cintura
con su brazo, atrayéndome fuertemente contra él.

—Vamos —grita sobre el ruido del viento. Me arrastra hacia un ascensor y, después de
tocar un número en el teclado, la puerta se abre. Dentro está cálido y lleno de espejos.
Puedo mirar a Christian hacia donde sea que mire y lo maravilloso es que me está
llevando al infinito también. Christian introduce otro código en el teclado, luego las
puertas se cierran y el ascensor desciende.

Momentos más tarde, estamos en un vestíbulo blanco. En el centro hay una oscura
mesa redonda de madera y sobre ésta, un ramo increíblemente enorme de flores
blancas. En las paredes, hay cuadros en todas partes. Él abre una puerta doble y el
blanco continúa por el pasillo, directamente hacia una gran habitación. Es la sala de
estar, con techos altísimos. Enorme es una palabra demasiado pequeña para esto. La
pared lejana es de cristal y conduce a un balcón con vista a todo Seattle.

A la derecha hay un imponente sofá con forma de “u”, en el cual pueden sentarse diez
adultos cómodamente. Frente a este, una chimenea moderna de acero inoxidable o
platino… algo así. El fuego alumbra y arde con cuidado. A nuestra izquierda, por el
camino de entrada, está la cocina. Toda de blanco, con encimeras oscuras de madera y
una larga barra de desayuno para seis personas.

Cerca de la zona de la cocina, frente a la pared de vidrio, hay una mesa para cenar
rodeada por dieciséis sillas. Y en la esquina hay un piano de cola negro brillante. Oh,
sí... Probablemente él también toca el piano. Hay arte de todas las formas y tamaños
en todas las paredes. De hecho, el apartamento parece más una galería que un lugar
para vivir.

—¿Puedo tomar tu chaqueta? —pregunta Christian. Niego con la cabeza. Todavía
tengo frío por el viento en la pista de aterrizaje.
—¿Quieres una bebida? —pregunta él. Parpadeo.

¡Después de ayer en la noche! ¿Está tratando de ser gracioso? Por un segundo, pienso en
pedirle una margarita, pero no tengo el valor.

—Voy a tomar una copa de vino blanco ¿te gustaría acompañarme?
—Sí, por favor —murmuro.

Estoy de pie en esta enorme sala, sintiéndome fuera de lugar. Me acerco a la pared de
cristal y me doy cuenta que la mitad inferior de la pared se abre hacia el balcón al estilo
acordeón. Seattle está iluminado y animado en el fondo. Camino de regreso a la zona
de la cocina —eso toma algunos segundos ya que está muy lejos de la pared de vidrio—
y Christian está abriendo una botella de vino. Se ha quitado la chaqueta.

—¿Pouilly Fumé está bien para ti?
—No sé nada sobre vinos, Christian. Estoy segura de que estará bien. —Mi voz es baja
y vacilante. Mi corazón late con fuerza. Quiero huir. Esto es seriamente suntuoso.

Seriamente excesivo al estilo acaudalado de Bill Gates. ¿Qué estoy haciendo aquí?
Sabes muy bien qué estás haciendo aquí, mi subconsciente se burla de mí. Sí, quiero estar
en la cama de Christian Grey.

—Aquí tienes. —Me da una copa de vino. Incluso las copas son suntuosas... pesadas,
contemporáneas y de cristal. Tomo un sorbo y el vino es ligero, fresco y delicioso.
—Estás muy callada y ni siquiera estás sonrojándote. De hecho, creo que esto es lo
más pálida que te he visto, Anastasia —murmura—. ¿Tienes hambre?
Niego con la cabeza. No de comida.
—Tienes un lugar muy grande aquí.
—¿Grande?
—Grande.
—Es grande. —Coincide y sus ojos brillan con diversión. Tomo otro sorbo de vino.
—¿Tocas? —Apunto con mi barbilla hacia el piano.
—Sí.
—¿Bien?
—Sí.
—Por supuesto que sí. ¿Hay algo que no puedas hacer bien?
—Sí... un par de cosas. —Toma un sorbo de vino. No quita sus ojos de mí. Los siento
siguiéndome cuando me doy la vuelta y echo un vistazo alrededor de esta enorme sala.
Sala es una palabra incorrecta. Esta no es una sala, es una declaración de principios.
—¿Quieres sentarte?

Asiento con la cabeza, él toma mi mano y me lleva al extenso sofá blanco grisáceo.
Cuando me siento, estoy sorprendida por el hecho de que me siento como Tess
Durbeyfield, contemplando la nueva casa que pertenece al célebre Alec D'Urberville.
El pensamiento me hace sonreír.

—¿Qué es tan divertido? —Se sienta a mi lado, volviéndose para mirarme a la cara.

Reposa la cabeza en su mano derecha, con su codo apoyado en el respaldo del sofá.

—¿Por qué me regalaste específicamente Tess of the D'Urbervilles? —pregunto. Christian
me mira fijamente por un momento. Creo que está sorprendido por mi pregunta.
—Bueno, dijiste que te gustaba Thomas Hardy.
—¿Esa es la única razón? —Incluso yo puedo escuchar la decepción en mi voz. Su
boca se aprieta en una línea dura.
—Me pareció apropiado. Podía mantenerte en un ideal imposiblemente alto, como
Angel Clare o degradarte por completo, como Alec D'Urberville —murmura y sus ojos
grises brillan oscuros y peligrosos.
—Si sólo hay dos opciones, me quedo con la degradación —susurro, mirándolo
fijamente. Mi subconsciente está mirándome con asombro. Él jadea.
—Anastasia, deja de morderte el labio, por favor. Es muy distractor. No sabes lo que
estás diciendo.
—Es por eso que estoy aquí.

Frunce el ceño.

—Sí. ¿Me disculpas un momento? —Desaparece por una puerta ancha al lado opuesto
de la sala. Se va por un par de minutos y vuelve con un documento.
—Este es un acuerdo de confidencialidad. —Se encoge de hombros y tiene la gracia de
verse un poco avergonzado—. Mi abogado insiste en ello. —Me lo entrega. Estoy
completamente perpleja—. Si optas por la segunda opción, la degradación, tendrás que
firmar esto.
—¿Y si no quiero firmar nada?
—Entonces, serán los altos ideales de Angel Clare, bueno, por la mayor parte del libro
de todos modos.
—¿Qué significa este acuerdo?
—Significa que no puedes revelar nada sobre nosotros. Nada, a nadie.

Lo miro con incredulidad. Mierda. Esto es malo, realmente malo y ahora estoy muy
curiosa por saber.

—Está bien. Firmaré.

Me da una pluma.

—¿Ni siquiera vas a leerlo?
—No.

Frunce el ceño.

—Anastasia, siempre debes leer cualquier cosa que firmes —me aconseja.
—Christian, lo que no entiendes es que no hablaría de nosotros con nadie, de todos
modos. Ni siquiera con Kate. Por lo tanto, es irrelevante si firmo un acuerdo o no. Si
eso significa tanto para ti o para tu abogado… con quién obviamente hablaste, entonces
está bien. Voy a firmar.

Él me mira y asiente con la cabeza seriamente.

—Punto justo bien planteado, señorita Steele.

Firmo ostentosamente en la línea punteada de ambas copias y le devuelvo una.
Doblando la otra, la pongo en mi bolso y tomo un gran trago de vino. Estoy
pareciendo mucho más valiente de lo que realmente me siento.

—¿Esto significa que vas a hacer el amor conmigo esta noche, Christian? —Mierda.
¿Acabo de decir eso? Su boca se abre ligeramente, pero se recupera rápidamente.
—No, Anastasia no. En primer lugar, yo no hago el amor. Follo... duro. En segundo
lugar, hay mucho más papeleo por hacer y en tercer lugar, todavía no sabes lo que te
espera. Aún puedes huir por las colinas. Ven, quiero mostrarte mi cuarto de juegos.

Mi boca se abre. ¡Follar duro! Mierda, eso suena tan... caliente. Pero ¿por qué vamos a
ver un cuarto de juegos? Estoy desconcertada.

—¿Quieres jugar con tu Xbox? —pregunto. Se ríe fuerte.
—No, Anastasia, ningún Xbox, ni Playstation. Ven. —Se pone de pie, extendiendo la
mano. Dejo que me lleve de nuevo hacia el pasillo. A la derecha de las puertas dobles,
por dónde entramos, otra puerta conduce a una escalera. Subimos al segundo piso y
doblamos a la derecha. Sacando una llave de su bolsillo, abre otra puerta y toma una
respiración profunda.
—Puedes irte en cualquier momento. El helicóptero está listo para llevarte cuando
quieras irte, puedes pasar la noche aquí y volver a casa por la mañana. Lo que decidas
está bien.
—Sólo abre la maldita puerta, Christian.

Abre la puerta y retrocede para dejarme entrar. Lo miro una vez más. Quiero saber lo
que hay aquí. Tomando una respiración profunda, entro.
Y se siente como si hubiera viajado en el tiempo de vuelta al siglo XVI y a la Inquisición española.

Mierda.

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