miércoles, 24 de abril de 2013

50 Sombras de Grey- Capitulo 8

Christian está pasando ambas manos por su cabello y caminando de un lado a
otro por su estudio. Dos manos, eso es doble exasperación. Su control sólido
usual se ha esfumado.

―No entiendo por qué no me dijiste ―me crítica severamente.
―El tema nunca surgió. No tengo el hábito de revelar mi estatus sexual a todo el que
conozco. Quiero decir, apenas si nos conocemos. ―Estoy mirando mis manos. ¿Por
qué me estoy sintiendo culpable? ¿Por qué está tan enojado? Le doy una mirada.
―Bueno, tú sabes mucho sobre mí ahora ―chasquea, su boca se presiona en una línea
severa―. ¡Sabía que eras inexperta, pero virgen! ―Lo dice como si realmente fuera una
mala palabra―. Rayos, Ana, acabo de mostrarte ―gime―. Puede que Dios me
perdone. ¿Alguna vez has sido besada, sin contarme a mí?
―Por supuesto que sí. ―Hago mi mejor esfuerzo para lucir ofendida. De acuerdo…
quizás dos veces.
―¿Y un joven agradable no ha caído rendido a tus pies? Simplemente no entiendo.
Tienes veintiuno, casi veintidós. Eres hermosa. ―Pasa sus manos por su cabello otra
vez.

Hermosa. Me sonrojo, complacida. Christian Grey piensa que soy hermosa. Anudo mis
dedos, mirándolos fijamente, tratando de ocultar mi sonrisa tonta. Quizás es corto de
vista, mi subconsciente ha levantado su cabeza, sonámbula. ¿Dónde estaba cuando la
necesitaba?

―Y estás discutiendo con seriedad lo que quiero hacer, cuando no tienes experiencia.
―Sus cejas se juntan―. ¿Cómo has evitado el sexo? Dime, por favor.

Me encojo de hombros.

―No ha habido nadie en realidad, ya sabes. ―Nadie ha estado a la altura, sólo tú. Y
resultaste ser alguna clase de monstruo―. ¿Por qué estás tan enojado conmigo?
―susurro.
―No estoy enojado contigo, estoy enojado conmigo. Simplemente asumí… ―Suspira.
Me mira con astucia y luego sacude su cabeza―. ¿Quieres irte? ―pregunta, su voz
gentil.
―No, a menos que quieras que me vaya ―murmuro. Oh no… No quiero irme.
―Por supuesto que no. Me gusta tenerte aquí. ―Él frunce el ceño mientras dice esto y
luego mira su reloj―. Es tarde. ―Y se gira para mirarme―. Estás mordiéndote el
labio. ―Su voz es ronca y está mirándome especulativamente.
―Lo siento.
―No te disculpes. Es sólo que también quiero morderlo, duro.

Jadeo… cómo puede decirme cosas como esa y esperar que no esté afectada.

―Ven ―murmura.
―¿Qué?
―Vamos a rectificar la situación ahora mismo.
―¿Qué quieres decir? ¿Qué situación?
―Tu situación. Ana, voy a hacerte el amor, ahora.
―Oh. ―El piso se ha desmoronado. Soy una situación. Estoy sosteniendo mi
respiración.
―Si es que quieres hacerlo, quiero decir, no quiero empujar mi suerte.
―Creí que tú no hacías el amor. Creí que follabas duro. ―Trago saliva, mi boca
repentinamente seca.

Me da una sonrisa maliciosa, los efectos de ésta viajan todo el camino hasta allí.

―Puedo hacer una excepción o quizás combine los dos, ya veremos. Realmente quiero
hacerte el amor. Por favor, ven a mi cama conmigo. Quiero que nuestro acuerdo
funcione, pero realmente necesitas tener alguna idea de en qué te estás metiendo.
Podemos empezar tu entrenamiento esta noche, con lo básico. Esto no significa que
todo vaya a volverse corazones y flores, es un medio para un fin, pero uno que quiero,
y que espero que tú también. ―Su mirada gris es intensa.

Me sonrojo… oh Dios mío… los deseos se hacen realidad.

―Pero no he hecho todas las cosas que exiges de tu lista de reglas. ―Mi voz está
entrecortada, vacilante.
―Olvídate de las reglas. Olvídate de todos esos detalles por esta noche. Te deseo. Te
he deseado desde que entraste en mi oficina y sé que me deseas. No estarías sentada
aquí discutiendo calmadamente sobre castigo y límites estrictos si no lo quisieras. Por
favor, Ana, pasa la noche conmigo. ―Extiende su mano en mi dirección, sus ojos
están brillantes, ardientes… excitados y pongo mi mano en la suya. Él me empuja
hacia sus brazos así que puedo sentir la longitud de su cuerpo contra el mío, esta
acción rápida me toma por sorpresa. Pasa sus dedos alrededor de mi cuello, enrolla mi
cola de caballo alrededor de su muñeca y empuja gentilmente, así que me veo obligada
a mirar arriba hacia él. También me mira.
―Eres una joven valiente ―susurra―. Estoy impresionado.

Sus palabras son como alguna clase de artefacto incendiario; mi sangre arde. Se
inclina, besa mis labios gentilmente y chupa mi labio inferior.

―Quiero morder este labio ―murmura contra mi boca y cuidadosamente tira de éste
con sus dientes. Gimo y él sonríe.
―Por favor, Ana, déjame hacerte el amor.
―Sí ―susurro, porque esa es la razón por la que estoy aquí. Su sonrisa es triunfante
mientras me libera, toma mi mano y me lleva a través del apartamento.

Su habitación es enorme. Las ventanas dejan ver un Seattle iluminado y elevado. Las
paredes son blancas y los muebles son azul pálido. La cama enorme es ultra-moderna,
hecha de madera gris y áspera, cuatro postes pero sin dosel. Sobre la pared encima de
estos hay una pintura impresionante del mar.

Estoy temblando como una hoja. Esto es. Finalmente, después de todo este tiempo,
voy a hacerlo, con nadie más que Christian Grey. Mi respiración es superficial y no
puedo quitarle los ojos de encima. Él se quita su reloj y lo pone sobre la parte superior
de un mueble con cajones a juego con la cama y se quita la chaqueta, dejándola sobre
la silla. Está vestido con una camisa de lino blanco y pantalones. Es de una belleza
sorprendente. Su cabello cobrizo oscuro es un desastre, su camisa está por fuera, sus
ojos grises audaces y deslumbrantes. Se quita sus Converse, se estira y se saca las
medias, una por una. Los pies de Christian Grey… vaya… ¿qué tienen los pies
descalzos? Girándose, me mira, su expresión suave.

―Asumo que no tomas la píldora.

¡Qué! Mierda.

―Pensé que no. ―Abre el cajón superior del mueble y saca un paquete de condones.

Me mira atentamente.

―Prepárate ―murmura―. ¿Quieres las cortinas cerradas?
―No me importa ―susurro―. Pensé que no dejabas que nadie durmiera en tu cama.
―¿Quién dice que vamos a dormir? ―murmura suavemente.
―Oh. ―Santa mierda.

Camina lentamente hacia mí. Confiado, sexy, sus ojos ardientes y mi corazón empieza
a palpitar. Mi sangre está bombeando alrededor de mi cuerpo. Deseo, denso y caliente
llena mi estómago. Él se para frente de mí, mirándome a los ojos. Es jodidamente
atractivo.

―Vamos a quitar esta chaqueta, ¿de acuerdo? ―dice suavemente, toma las solapas y
desliza gentilmente mi chaqueta por mis hombros. La deja sobre la silla.
―¿Tienes idea de lo mucho que te deseo, Ana Steele? ―susurra. Mi respiración se
entrecorta. No puedo quitar mis ojos de los suyos. Se estira y gentilmente pasa sus
dedos desde mi mejilla hasta mi barbilla.
―¿Tienes alguna idea de lo que voy a hacerte? ―agrega, acariciando mi barbilla.

Los músculos dentro de la parte más profunda y más oscura de mí se aprietan de la
forma más deliciosa. El dolor es tan dulce y agudo que quiero cerrar mis ojos, pero
estoy hipnotizada por los ojos grises mirándome fervientemente. Inclinándose, me
besa. Sus labios son demandantes, firmes y lentos, moldeando los míos. Empieza a
desabotonar mi camisa mientras deja besos como toques de plumas sobre mi
mandíbula, mi barbilla y las esquinas de mi boca. Lentamente la quita y la deja caer al
suelo. Retrocede y me mira. Tengo un sostén de ajuste perfecto de color azul claro.
Gracias al cielo.

―Oh, Ana ―respira―. Tienes la piel más hermosa, pálida y perfecta. Quiero besar
cada centímetro de tu cuerpo.

Me sonrojo. Oh Dios mío… ¿Por qué dijo que no podía hacerme el amor? Haré
cualquier cosa que quiera. Toma mi lazo para el cabello, lo quita y jadea cuando mi
cabello cae en cascadas alrededor de mis hombros.

―Me gustan las morenas ―murmura y sus manos están en mi cabello, agarrando cada
lado de mi cabeza. Su beso es demandante, su lengua y labios miman los míos. Gimo
y mi lengua encuentra tentativamente la suya. Pone sus brazos a mí alrededor y me
arrastra contra su cuerpo, apretándome con fuerza. Una mano permanece en mi
cabello, la otra viaja por mi espina dorsal hasta mi cintura y luego a mi trasero. Sus
manos se flexionan sobre él y aprieta gentilmente. Me sostiene contra sus caderas y
siento su erección, que lánguidamente empuja hacia mí.

Gimo una vez más en su boca. Difícilmente puedo contener las sensaciones
desenfrenadas o las hormonas que se alborotan a través de mi cuerpo. Lo deseo con
tantas ganas. Tomando la parte superior de sus brazos, siento sus bíceps, él es
sorprendentemente fuerte… muscular. Tentativamente, muevo mis manos a su rostro y
hacia su cabello. Santo Moisés. Es tan suave, revuelto. Tiro gentilmente y él gime. Me
lleva hacia la cama, hasta que la siento detrás de mis rodillas. Creo que va a
empujarme sobre ella, pero no lo hace. Liberándome, repentinamente cae sobre sus
rodillas. Agarra mis caderas con ambas manos y recorre con su lengua alrededor de mi
ombligo, luego mordisquea gentilmente su camino hasta el hueso de mi cadera, luego
sobre mi vientre hasta el otro lado.

―Ah ―gimo.

Mirarlo sobre sus rodillas en frente de mí, sentir su boca sobre mí, es tan inesperado y
caliente. Mis manos permanecen en su cabello, empujando gentilmente mientras trato
de tranquilizar mi respiración demasiado fuerte. Me mira a través de esas pestañas
imposiblemente largas, sus ojos de un gris ahumado ardiente. Sus manos alcanzan y
deshacen el botón de mis jeans y sin prisas baja la cremallera. Sin quitar sus ojos de
mí, sus manos se mueven bajo la pretina, rozándome y moviéndose a mi trasero. Sus
manos se deslizan lentamente desde mi trasero a mis muslos, quitando mis jeans
mientras lo hace. No puedo alejar mi mirada. Él se detiene y lame sus labios, nunca
rompiendo el contacto visual. Se inclina hacia adelante, recorriendo su nariz hasta el
vértice entre mis muslos. Lo siento. Allí.

―Hueles tan bien ―murmura y cierra sus ojos, una mirada de placer puro sobre su
cara y prácticamente convulsiono. Se estira y tira de la manta de la cama, luego me
empuja gentilmente hasta que caigo sobre el colchón.

Todavía arrodillado, agarra mi pie y desata mi Converse, quitándome mi zapato y la
media. Me levanto sobre mis codos para ver lo que está haciendo. Estoy jadeando…
queriendo. Él levanta mi pie por el talón y corre la uña de su pulgar por el empeine. Es
casi doloroso, pero siento que el movimiento hace eco en mi ingle. Jadeo. Sin quitar
sus ojos de los míos, otra vez pone su lengua a lo largo de mi empeine y luego sus
dientes. Mierda. Gimo… cómo puedo sentir esto, allí. Me recuesto sobre la cama,
gimiendo. Escucho su risita suave.

―Oh, Ana, lo que podría hacerte ―susurra. Me quita mi otra media y zapato, luego se
para y me quita los jeans. Estoy acostada sobre su cama vestida sólo con mi sostén y
bragas y él está mirándome.
―Eres muy hermosa, Anastasia Steele. No puedo esperar a estar dentro de ti.

Santa Mierda. Sus palabras. Él es tan seductor. Me quita la respiración.

―Muéstrame cómo te complaces.

¿Qué? Frunzo el ceño.

―No seas tímida, Ana, muéstrame ―susurra.

Sacudo mi cabeza.

―No sé qué quieres decir. ―Mi voz es ronca, difícilmente la reconozco, enlazada con
el deseo.
―¿Cómo te haces correr? Quiero verlo.

Sacudo mi cabeza.

―No lo hago ―murmuro. Él levanta sus cejas, asombrado por un momento, sus ojos
se oscurecen y sacude su cabeza en incredulidad.
―Bueno, tendremos que ver lo que podemos hacer sobre eso. ―Su voz es suave,
desafiante, una amenaza deliciosa y sensual. Deshace los botones de sus pantalones y
lentamente se los baja, sus ojos sobre los míos todo el tiempo. Se inclina sobre mí y,
agarrando cada uno de mis tobillos, separa rápidamente mis piernas y se arrastra sobre
la cama entre ellas. Se cierne sobre mí. Estoy temblando con necesidad.
―Quédate quieta ―murmura y luego se inclina y besa el interior de mi muslo,
dejando un rastro de besos hacia arriba, sobre el material de encaje delgado de mis
bragas, besándome.

Oh… no puedo quedarme quieta. ¿Cómo no puedo moverme? Me retuerzo bajo él.

―Vamos a tener que trabajar en que te quedes quieta, nena. ―Deja besos sobre mi
vientre, su lengua se hunde en mi ombligo. Todavía está dirigiéndose al norte,
besándome sobre mi torso. Mi piel está en llamas. Estoy sonrojada, demasiado
caliente, demasiado fría, estoy agarrando la sábana bajo mí. Se tumba a mi lado y su
mano viaja desde mi cadera, a mi cintura y hasta mi pecho. Me mira, su expresión
ilegible y gentilmente acuna mi pecho.
―Llenas mi mano perfectamente, Anastasia ―murmura y hunde su dedo índice en la
copa de mi sostén y gentilmente la tira hacia abajo liberando mi pecho, pero el alambre
de abajo y la tela de la copa lo fuerzan hacia arriba. Su dedo se mueve a mi otro pecho
y repite el proceso. Mis pechos están hinchados y mis pezones se endurecen bajo su
mirada firme. Estoy atada por mi propio sostén.
―Muy lindo ―susurra apreciativamente y mis pezones se endurecen incluso más.

Sopla muy suavemente sobre uno mientras su mano se mueve a mi otro pecho y su
pulgar gira lentamente al final de mi pezón, alargándolo. Gimo, sintiendo la dulce
sensación hasta en mi ingle. Estoy tan húmeda. Oh por favor, ruego internamente
mientras mis dedos aprietan mucho más la sábana. Sus labios se cierran alrededor de
mi otro pezón y tira de él. Casi convulsiono.

―Vamos a ver si podemos hacer que te corras de esta manera ―susurra, continuando
su asalto lento y sensual. Mis pezones soportan el peso delicioso de sus dedos hábiles y
labios, encendiendo cada terminación nerviosa de mi cuerpo así que mi cuerpo entero
canta con dulce agonía, él simplemente no se detiene.
―Oh… por favor ―ruego y echo mi cabeza hacia atrás, mi boca abierta mientras
gimo, mis piernas endurecidas. Santa mierda, ¿qué está sucediéndome?
―Vamos, nena ―murmura. Sus dientes se cierran sobre mi pezón y su pulgar y dedo
empujan fuerte y me deshago en sus manos, mi cuerpo convulsionando haciéndose
añicos en miles de pedazos. Él me besa, profundamente, su lengua en mi boca
absorbiendo mis gritos.

Oh Dios mío. Eso fue extraordinario. Ahora sé de qué se trata todo esto. Su mirada baja
hacia mí, una sonrisa satisfecha sobre su rostro, aunque estoy segura de que no hay
nada más que gratitud y admiración en la mía.

―Eres muy sensible ―respira―. Vas a tener que aprender a controlar eso y va a ser
muy divertido enseñarte cómo. ―Me besa otra vez.

Mi respiración todavía está entrecortada mientras bajo de mi orgasmo. Su mano se
mueve a mi cintura, a mi cadera y luego me acuna, íntimamente… Caramba. Su dedo
se desliza a través del encaje fino y lentamente hace círculos a mí alrededor… allí.

Brevemente cierra sus ojos y su respiración se entrecorta.

―Estás tan deliciosamente húmeda. Dios, te deseo. ―Empuja su dedo en mi interior y
grito mientras lo hace una y otra vez. Pasa su mano por mi clítoris y grito una vez más.
Empuja en mi interior más y más fuerte. Gimo.

De repente, se sienta, tira de mis bragas y la lanza sobre el suelo. Se quita sus bóxers y
su erección se libera. Santa vaca… Se estira sobre su mesa de noche y agarra un paquete
de aluminio y luego se mueve entre mis piernas, separándolas mucho más. Se pone de
rodillas y empuja un condón sobre su considerable longitud. Oh no… ¿Lo hará? ¿Cómo?

―No te preocupes ―respira, sus ojos sobre los míos―. También te expandes. ―Se
inclina, su mano en cada lado de mi cabeza, así se cierne sobre mí, mirándome a los
ojos, su mandíbula apretada, sus ojos quemando. Es sólo ahora que me doy cuenta que
todavía está vistiendo su camisa.
―¿Realmente quieres hacer esto? ―pregunta suavemente.
―Por favor ―ruego.
―Pon tus rodillas arriba ―ordena suavemente y soy rápida en obedecer―. Voy a
follarte ahora, señorita Steele ―murmura, mientras posiciona la cabeza de su erección
en la entrada de mi sexo―. Duro ―susurra y se hunde de un golpe en mi interior.
―¡Aargh! ―grito mientras siento una extraña sensación de pinchazo profunda en mi
interior mientras él rasga mi virginidad. Se queda quieto, mirándome, sus ojos
brillantes con triunfo extático.

Su boca está abierta ligeramente y su respiración es pesada. Gime.

―Estás tan apretada. ¿Estás bien?

Asiento, mis ojos amplios, mis manos en sus antebrazos. Me siento tan llena. Sigue
quieto, dejándome aclimatarme a la sensación intrusiva y abrumadora de él en mi
interior.

―Voy a moverme, nena ―respira después de un momento, su voz tirante.
Oh.

Se retira con una lentitud exquisita. Y cierra sus ojos, gime y empuja en mi interior de
nuevo. Grito una segunda vez y él se queda quieto.

―¿Más? ―susurra, su voz torca.
―Sí. ―Aspiro. Él lo hace una vez más y se queda quieto de nuevo.
Gimo. Mi cuerpo aceptando… Oh, quiero esto.
―¿Otra vez? ―aspira.
―Sí. ―Es una súplica.

Y él se mueve, pero esta vez no se detiene. Se echa sobre sus codos para así poder
sentir su peso sobre mí, oprimiéndome. Se mueve lentamente al principio,
impulsándose dentro y fuera de mí. Acelera. Yo gimo, él se mueve más fuerte,
acelerando la velocidad, sin piedad, un ritmo incesante y yo mantengo el ritmo,
encontrándome con sus embestidas. Agarra mi cabeza entre sus manos y me besa
fuertemente, sus dientes agarrando mi labio inferior otra vez. Se mueve un poco y
puedo sentir la edificación de algo muy dentro de mí, como antes. Empiezo a ponerme
más rígida a medida que el empuja una y otra vez. Mi cuerpo se estremece, se arquea,
un brillo de sudor se acumula sobre mí. Oh Dios... no sabía que iba a sentirse así... no
sabía que podía sentirse tan bueno como esto. Mis pensamientos se dispersan... sólo
hay sensación... sólo él... sólo yo... oh, por favor... me pongo rígida.

—Acaba para mí —susurra sin aliento y me deshago con sus palabras, explotando
alrededor de él mientras llego al clímax y me desarmo en un millón de pedazos debajo
de él. Mientras él se viene, dice mi nombre, empujando duro, luego quedándose quieto
mientras acaba dentro de mí.

Todavía estoy jadeando, tratando de aminorar mi respiración, mi corazón desbocado y
mis pensamientos están desenfrenados. Guao... eso fue asombroso. Abro los ojos y
tiene su frente apretada contra la mía, sus ojos cerrados, su respiración entrecortada.

Los ojos de Christian parpadean abriéndose y me miran, sombríos pero suaves.

Todavía está dentro de mí. Inclinándose, presiona suavemente un beso en mi frente y
luego, lentamente, se retira de mí.

—Oh. —Me estremezco con la falta de familiaridad.
—¿Te lastimé? —pregunta Christian mientras se acuesta a mi lado, recostado sobre un
codo. Se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja. Y tengo que sonreír,
ampliamente.
—¿Me estas preguntando si me heriste?
—No he perdido la ironía —sonríe sardónicamente—. De verdad, ¿estás bien? —Sus
ojos son intensos, minuciosos, exigentes incluso.

Me tiendo a su lado, sintiéndome despejada, mis huesos como la mermelada, pero
estoy relajada, profundamente relajada. Le sonrío. No puedo dejar de sonreír. Ahora
sé por qué tanto alboroto. Dos orgasmos… llegando al tope, como una lavadora en
centrifugado, wow. No tenía idea de lo que mi cuerpo era capaz de hacer, podía ser
enrollado con tanta fuerza y liberado con tanta violencia, tan gratificante. El placer era
indescriptible.

—Estas mordiéndote el labio y no me has respondido. —Tiene el ceño fruncido. Le
sonrío con picardía. Luce glorioso con su pelo alborotado, sus ojos grises ardientes y la
expresión seria y oscura.
—Me gustaría hacer eso de nuevo —susurro. Por un momento, pienso que veo una
mirada fugaz de alivio en su rostro antes de que las persianas bajen y me mira con los
ojos entornados.
—¿Lo harías ahora, señorita Steele? —murmura secamente. Se inclina y me besa
gentilmente en la esquina de mi boca—. No exiges pequeñas cosas. Voltéate.

Parpadeo en su dirección momentáneamente y me volteo. Me desabrocha el sujetador
y pasa su mano de la espalda a mi trasero.

—De verdad tienes la piel más bella —murmura. Se mueve hasta que una de sus
piernas está entre las mías y esta acostado a medias en mi espalda. Puedo sentir los
botones de su camisa presionándome mientras recoge mi cabello y besa mi hombro
desnudo.
—¿Por qué estas usando tu camisa? —pregunto. Él se queda quieto. Después de un
latido, se quita la camisa y se acuesta sobre mí. Siento su cálida piel contra la mía.
Mmmm… se siente celestial. Tiene una fina capa de pelo en el pecho que me hace
cosquillas en la espalda.
—Entonces, ¿quieres que te folle otra vez? —me susurra en el oído y comienza a dejar
un rastro de suaves y delicados besos alrededor de mi oído y bajando por mi cuello.
Sus manos bajan, rozando mi cintura, encima de mi cadera y abajo de mi muslo a la
parte de atrás de mi rodilla. Empuja mi rodilla más arriba y mi aliento se dificulta...
¡Oh! ¿qué está haciendo ahora? Se mueve para estar entre mis piernas, presionándose
contra mi espalda y su mano se desplaza desde mi muslo hasta mi trasero. Me acaricia
el glúteo lentamente y luego arrastra los dedos por entre mis piernas.
—Te voy a tomar desde atrás, Anastasia —murmura y con su otra mano sujeta mi pelo
por la nuca en un puño y tira suavemente, manteniéndome en posición. No puedo
mover la cabeza. Estoy maniatada por debajo de él, impotente.
—Eres mía —susurra—. Solo mía. No lo olvides. —Su voz es intoxicante, sus
palabras emocionantes y seductoras. Siento su erección creciendo contra mi muslo.
Sus largos dedos se desplazan para masajear suavemente mi clítoris, dando vueltas
lentamente. Su respiración es suave contra mi cara mientras lentamente me pellizca a
lo largo de mi mandíbula.
—Hueles divino —me acaricia detrás de la oreja. Su mano se frota contra mí, dando
vueltas y vueltas. Acto reflejo, mis caderas comienzan a circular, imitando su mano,
mientras el insoportable placer despunta a través de mi sangre como adrenalina.
—Quédate quieta —me ordena, su voz suave pero urgida y lentamente introduce su
pulgar dentro de mí, girándolo en vueltas y vueltas, acariciando la pared frontal de mi
vagina. El efecto es alucinante, toda mi energía se concentra en este espacio pequeño
dentro de mi cuerpo. Gimo.
—¿Te gusta? —pregunta suavemente, sus dientes tomando mi oreja y comienza a
flexionar el dedo lentamente, adentro, afuera, adentro, afuera... sus dedos siguen
dando vueltas.

Cierro mis ojos, tratando de mantener mi respiración bajo control, tratando de
absorber las caóticas sensaciones desordenadas a las que sus dedos dan rienda suelta, el
fuego atravesando mi cuerpo. Gimo de nuevo.

—Estas muy mojada, tan rápido. Tan entusiasta, Oh, Anastasia, me gusta eso. Me
gusta mucho —susurra.

Quiero endurecer mis piernas pero no me puedo mover. Me está inmovilizando,
manteniendo una constante, el ritmo lento y tortuoso. Es absolutamente exquisito.
Gimo de nuevo y se mueve de repente.

—Abre tu boca —ordena y mete su dedo en mi boca. Mis ojos se abren, parpadeando
salvajemente.
—Prueba como sabes —respira contra mi oído—. Chúpame, cariño. —Su pulgar se
presiona contra mi lengua y mi boca se cierra alrededor de él, succionándolo
salvajemente. Pruebo la salinidad en su pulgar y el sabor metálico de la sangre. Santa
mierda. Esto está mal, pero santos infiernos, es erótico.
—Quiero follarte la boca, Anastasia y lo haré pronto — su voz es ronca, cruda, su
respiración más inconexa.

¡Follarme la boca! Gimo y lo muerdo. Él jadea y me tira el pelo más fuerte, con
dolor, así que lo libero.

—Mi atrevida y dulce chica —susurra y luego alcanza la mesa de noche para
conseguir un paquete plateado—. Quédate tranquila, no te muevas —me ordena
mientras libera mi cabello.

Rompe el papel mientras respiro con dificultad, la sangre zumbando en mis venas. La
anticipación es estimulante. Se inclina hacia abajo, su peso sobre mí y me agarra del
cabello manteniendo mi cabeza inmóvil. No me puedo mover. Estoy seductoramente
atrapada por él, preparada y lista para que me tome otra vez.

—Vamos a hacerlo de verdad, despacio esta vez, Anastasia —resopla.

Y poco a poco se acomoda en mí, poco a poco, lentamente, hasta que está enterrado
en mí. Estirándose, llenándome, implacable. Gimo ruidosamente. Se siente más
profundo esta vez, delicioso. Gimo otra vez y deliberadamente hace circular sus
caderas y retrocede, se pausa un segundo y luego vuelve a entrar. Repite esto una y
otra vez. Me está volviendo loca, sus embestidas juguetonas, deliberadamente lentas y
la sensación de plenitud intermitente es abrumadora.

—Te sientes tan bien —gime y mis entrañas comienzan a temblar. Se retira y espera—
. Oh, no, nena, todavía no —murmura y cuando el temblor cesa, comienza el
delicioso proceso de nuevo.
—Oh, por favor —suplico. No estoy segura de que pueda soportarlo más. Mi cuerpo
esta aprisionado, ansiando la liberación.
—Quiero que te duela, cariño —murmura y continua su dulce tormento, sin prisa,
hacia atrás, hacia adelante—. Cada vez que te muevas mañana, quiero que recuerdes
que he estado aquí. Sólo yo. Eres mía.

Gimo.

—Por favor, Christian —susurro.
—¿Qué quieres, Anastasia? Dime.

Gimo de nuevo. Lo saca y se mueve lentamente hacia mí, girando las caderas una vez
más.

—Dime —murmura.
—A ti, por favor. —Incrementa el ritmo sólo un poco y su respiración se vuelve más
errática. Mis entrañas empiezan a acelerarse y Christian coge el ritmo.
—Eres.Tan.Dulce —murmura entre cada embestida—. Te.Deseo.Tanto.

Gimo.

—Eres.Mía. Acaba para mi, cariño —gruñe.

Sus palabras son mi perdición, inclinándome por el precipicio. Mi cuerpo se
convulsiona en torno a él y acabo, ruidosamente diciendo en voz alta una versión
distorsionada de su nombre en el colchón y Christian sigue con dos embestidas agudas,
y se congela, acabando dentro de mí mientras se libera. Se derrumba sobre mí, su
rostro en mi pelo.

—Mierda. Ana —susurra. Se quita sobre mi inmediatamente y rueda sobre su lado de
la cama. Subo mis rodillas hasta mi pecho, completamente agotada e inmediatamente
me quedo dormida o pierdo el conocimiento en un sueño exhausto.

Cuando me despierto, todavía está oscuro. No tengo idea de cuánto he dormido. Me
extiendo por debajo de la manta y me siento adolorida, deliciosamente adolorida.

Christian no se ve por ningún lado. Me siento, viendo el paisaje de la ciudad en frente
de mí. Hay unas pocas luces entre los rascacielos y hay un susurro del amanecer en el
este. Escucho música. Las notas melodiosas del piano, un lamento triste y dulce. Bach,
creo, pero no estoy segura.

Me envuelvo en el edredón y silenciosamente voy hacia el corredor y hacia el gran
salón. Christian está en el piano, completamente perdido en la música que está
sonando. Su expresión es triste y desamparada, como la música. Su interpretación es
fascinante. Recostada contra la pared de la entrada, escucho embelesada. Él es un
músico consumado. Se sienta desnudo, su cuerpo bañado por la cálida luz emitida por
una lámpara solitaria junto al piano. Con el resto de la gran sala en la oscuridad, es
como si estuviera en su propia aislada piscina, intocable... solo en una burbuja.
Voy lentamente en silencio hacia él, atraída por la música sublime, la melancolía.

Estoy hipnotizada viendo sus hábiles dedos largos mientras se encuentran y presionan
suavemente las teclas, pensando en cómo esos mismos dedos han manejado y
acariciado hábilmente mi cuerpo. Me sonrojo y jadeo ante los recuerdos y presiono
mis muslos. El alza la mirada, sus ojos grises brillantes e insondables, su expresión
indescifrable.

—Lo siento —susurro—. No quise interrumpirte.

Una arruga revolotea en su rostro.

— Sin duda debería decirte eso a ti —murmura. Termina de tocar y pone sus manos
en sus piernas.
Noto que está usando pantalones de pijama. Corre sus dedos a través de su cabello y se
levanta. Sus pantalones cuelgan de sus caderas, de esa manera... oh Dios. Mi boca se
seca mientras casualmente pasea alrededor del piano hacia mí. Tiene los hombros
anchos, caderas estrechas y sus abdominales se tensan a medida que camina. Es
realmente impresionante.

—Deberías estar en la cama —me advierte.
—Esa es una bella pieza. ¿Bach?
—La transcripción es de Bach, pero originalmente es un concierto para oboe de
Alessandro Marcello.
—Fue exquisita, pero muy triste, una gran melodía melancólica.
Sus labios se tuercen en una media sonrisa.

—Cama —ordena—. Estarás exhausta en la mañana.

—Me desperté y no estabas allí.
—Se me hace difícil dormir, no estoy acostumbrado a dormir con nadie —murmura.

No puedo entender su estado de ánimo. Parece un poco desanimado, pero es difícil
decir en la oscuridad. Tal vez fue el tono de la pieza que estaba tocando. Pone su brazo
a mí alrededor y gentilmente me regresa a la habitación.

—¿Por cuánto tiempo has estado tocando? Tocas maravillosamente.
—Desde que tenía seis.
—Oh. —Christian como un niño de seis años… mi mente invoca una imagen de un
lindo niño de pelo cobrizo con ojos verdes y mi corazón se derrite, un niño a quien le
gusta la música triste.
—¿Cómo te sientes? —pregunta cuando estamos de nuevo en el cuarto. Enciende una
luz lateral.
—Estoy bien.

Miramos a la cama al mismo tiempo. Hay sangre en las sábanas, evidencia de mi
virginidad perdida. Me sonrojo, avergonzada, tirando del edredón más fuerte a mí
alrededor.

—Bueno, eso le va a dar a la señora Jones algo en lo que pensar —murmura Christian
mientras se pone delante de mí. Pone su mano debajo de mi barbilla e inclina hacia
atrás mi cabeza, mirándome. Sus ojos son intensos y examina mi rostro. Me doy
cuenta de que no había visto su pecho desnudo antes. Instintivamente, me estiro para
correr mis dedos a través del puñado de vello oscuro en el pecho para ver cómo se
siente. Inmediatamente, él da un paso atrás fuera de mi alcance.
—Métete en la cama —dice bruscamente—. Iré y me acostaré contigo. — Su voz se
suaviza. Dejo caer mi mano y frunzo el ceño. No creo que jamás haya tocado su torso.
Abre una cómoda, saca una camiseta y rápidamente la desliza sobre él.
—Cama —ordena de nuevo. Subo de nuevo en la cama, tratando de no pensar en la
sangre. Se trepa a mi lado y me jala en su abrazo, envolviendo sus brazos alrededor de
mí, de modo que estoy de espaldas a él. Besa mi cabello suavemente e inspira
profundamente.
—Duerme, dulce Anastasia —murmura y cierro mis ojos, pero no puedo evitar sentir
una melancolía residual, de la música o de su conducta. Christian Grey tiene un lado
triste.

27 comentarios:

  1. oh es algo raro pero bueno un trato es un trato asi que sube bitch

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  2. OMG, me dio curiosidad por eos me puse a leerlo xq una amiga que es mas pequeña que yo lo leo y ahora que lo leo digo: POR EL ANGEL QUE RAYOS LEE ESA NIÑA

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    1. Y se supone que cuantos anos tiene??

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    2. "Por el Angel"? Eres Lectora De Casandra Claire vrd?
      :) Hola, yo fui de las que dije, "Cómo pueden leer libros asi?"jaja y quedé atrapada. ;)
      Att. Ale

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  3. Este libro está estupendamende bien escrito, de hecho, ya los leí todos y quería recordar algo de estos capítulos inolvidables. Espero con ansias lapelicula y que el protagonista sea Matt Bomer, es el hombre perfecto para hacer a Christian.

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  4. Esta hermoso este capítulos ojala Marte bomer le den el papel es perfecto para este personaje me Encanta estos libros lo estoy volviendo a leer es perfecto me encanta

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  5. Sorry era matter jijijjji

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  6. Estoy empezando a creer que a la autora le gusta mucho fruncir el ceño

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  7. Mi novia est leyendo esto, ya no quiero nada con ella.

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  8. OMG creo q la autora tiene mucha imaginación ....

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  9. Es un tipo de literatura no agradable a personas con mentes cerradas e incluso con muchos tabus en sus creencias... Muy buena redaccion! Excelente libro

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  10. me encanta este libro y Jaime Dornam "Christian"

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  11. he leído mucha literatura erótica, y sin duda alguna, esta es una de mis novelas favoritas, he leído la trilogía una y otra vez.

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  12. okey me encanta esto pero simplemente en algunas partes me traume , pss

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  13. Me encantooooooó! !!

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  14. Nunca pensé que me masturbaría con un libro,me encanta♥♥♥

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  15. Quiero firmar ese trato*-*

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  16. Y eso q aun no leen al marques de sade !!!!

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  17. vengo del futuro y el protagonizta de la pelicula sera Jamie Dornan.

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  18. me encanta este libro cuales mas hay que trilogia diganme

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  19. Me encanta este capitulo christian puede ser tan romántico.

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